Por:Florentino Fernández Botana
El
quince de agosto de un año que no deseo acordarme, formando parte de un grupo
de turistas, me subí a un avión en Madrid para que me trasladara hasta Siria,
con la intención de pasar diez días de vacaciones en aquel país.
Aprovechando el viaje a dicha nación, dos empresas
españolas (en una de ellas trabajaba mi hermano de ingeniero); me encargaron la
difícil misión de hablar con el jefe del Servicio secreto cristiano libanés,
instalado provisionalmente en Damasco, con el fin de conseguir que le abonasen
el 20% del importe, que le debían de una compra de armas, que le habían hecho
los cristianos libaneses, durante la guerra civil que sostuvieron con los
musulmanes, ayudados estos por Siria que invadió su territorio.
Me dijeron que lo reconocería fácilmente, se llama
Teodoro y se hace pasar por un simple vendedor de bisutería en una caseta del
mercado árabe de Damasco. Si eso no te fuera suficiente para hablar con él, su
parecido con el actor Peter Ustinov es asombroso.
Los dos primeros días en Damasco, una de las
ciudades más antiguas del mundo, mencionada en los textos egipcios, en las
tablas asirías y en el Génesis; visitamos la Casa de Ananías, el Museo
Nacional, el Mausoleo de Saladino y la gran Mezquita de los Omeyas. Esta
dinastía tiene suma importancia porque fue la que dio origen al Emirato
independiente de Damasco, convertido posteriormente en el Califato de Córdoba,
en la península Ibérica.
Fue esta dinastía la que convirtió al gran Imperio
islámico en una monarquía (661-750), fijando su capital en Damasco. Después de
una guerra civil de carácter religioso en el Imperio musulmán, la dinastía
Omeya fue inmolada en sangrienta pugna sucesoria, teniendo que ceder el trono a
la dinastía de los Abasíes, que al proceder del E., cambiaron la capital de
Damasco a Bagdad (762).
Huyendo de la matanza familiar impuesta por sus
enemigos, llegó a Andalucía el príncipe Abd al Rahman I, que con la ayuda de
los Omeyas, que componían la mayor parte del ejército de Tarik, tras derrotar a
los visigodos en la batalla de Guadalete, se hace con el poder político y funda
el Emirato independiente de Damasco.
Después de visitar la gran Mezquita de los Omeyas, y
una vez que terminamos de almorzar, se nos dio la tarde libre para comprar recuerdos
de la ciudad en el mercado árabe. Salí del hotel, tomé la dirección sur hacia
el zoco y con los datos que me dieron en España, no me costó mucho ponerme en
contacto con dicho señor, jefe del Servicio secreto libanés en Damasco.
Lo saludé con la palabra “Spanish” para que se diese
cuenta de que venía de España.
Debió de confundirme con algún espía, ya que me
dijo:
-¿Como ha tardado tanto en venir? ¿Hace tiempo que
lo estamos esperando?
-Me parece que se confunde conmigo, yo no soy ningún
espía si es que esperaban ustedes a alguno. Yo vengo de parte de dos empresas
españolas, para recordarles que de las armas que le compraron, le deben cierta
cantidad de dinero y desean que se lo abonen lo antes posible.
Como se le amontonaba la gente en el mostrador,
retiró una tarjeta de una estantería, escribió en ella en un español entendible,
una nota, manifestándome que me invitaba a cenar a las nueve en el restaurante
Alhama. No tiene pérdida ya que se localiza al sur, muy cerca del hotel en
donde usted se hospeda.
-¿Cómo sabe usted en que hotel me hospedo?
-Por el guía que llevan, lo conozco desde hace
tiempo, me dijo ayer que tenía un grupo de turistas de España.
Tenía que llevarle una respuesta a las empresas. Así
que decidí acudir a la cena, aunque aquel hombre por su aspecto me ofrecía
pocas garantías para que los empresarios españoles pudiesen recuperar su dinero.
Le dije al jefe del grupo que aquella noche no
cenaría con ellos, me ha invitado un amigo que por casualidad me he encontrado
con él en Damasco.
Llegué al restaurante, accedí al comedor y observé a
Teodoro en un rincón, fumando en pipa y con un vaso de cerveza sobre la mesa.
Me acerqué hasta donde se encontraba y lo saludé con
un apretón de manos. Me invitó a que me sentara y llamó al camarero para que me
sirviera lo que me apeteciese. Pedí una cerveza fría, y al regresar con la
botella a nuestra mesa, Teodoro en su idioma le indicó, que tardase un poco en
servirnos la cena.
Comenzó diciéndome que me agradecía que les fuera
echar una mano, luchamos por la causa cristiana del Líbano, e intentamos que
Siria deje de entrometerse en nuestros asuntos. Tenemos unos veinte agentes
cristianos en Siria y la mayoría como usted son occidentales. Al pasar por
turistas, a los musulmanes les resulta más difícil sospechar de ellos, que si
fueran libaneses.
No tomó en consideración mi esfuerzo, explicándole
que me confundía con otra persona, que yo no era el espía que esperaban, sino
simplemente un medico español que venía a conocer Siria y aprovechando el
viaje, cumplir el encargo que me habían hecho las empresas de armas españolas,
de que no se olvidasen ustedes de enviarle lo que los libaneses le debían.
-Nosotros teníamos conocimiento de su llegada uno de
estos días, no le recrimino que no se fié de mí -me manifestó Teodoro-, mañana
le podré demostrar, que los espías libaneses en Siria están bajo mi mandato
aquí en Damasco.
Siendo imposible convencerlo, le pregunté:
-Existe alguna posibilidad de comer un filete de
ternera con patatas fritas, hasta ahora desde que estoy en esta ciudad, solo me
han dado de comer pollo y arroz.
-De primero ¿Que le gustaría comer?
-Una ensalada de lechuga y tomate a lo natural, con
aceite, vinagre, cebolla y sal.
Teodoro llamó al camarero y me dijo:
-Nos va a traer lo que a usted le gusta.
-Lo que me trajo, todo parecido con lo que le pedí,
era por pura casualidad.
Nos pusimos a cenar y comencé a hablarle de lo que
me había llevado al restaurante: reclamar el dinero que le debían los
cristianos libaneses a las empresas de armas, por el material que le había
comprado.
-Yo de eso no se nada, aunque aquí dirijo el
Servicio secreto, mi labor consiste ayudado por otros agentes en controlar y
entorpecer las rutas que emplean las milicias de Hezbollah, impidiendo el
suministro de armas a los musulmanes del Líbano. Para que cobren ese dinero
dichas empresas, debe de dirigirse a Beirut, al depositario económico cuya
dirección yo le indicaré.
Cuando estábamos a punto de terminar de cenar, de
repente y sin saber de donde habían salido, se presentaron delante de nuestra
mesa, dos individuos de unos cuarenta años que vestían trajes azules, camisas
blancas y zapatos negros; llevaban barda
de dos o tres días y pelo corto.
Se dirigieron a Teodoro en su idioma, ignorando mi
presencia. No se lo que le dijeron, ya que Teodoro se levantó y se situó en
medio de los dos hombres, con la mano me indicó que ya nos veríamos y los tres salieron
del interior del restaurante.
Desde ese momento y sin desearlo, me vi metido de
lleno en el mundo del espionaje del Próximo Oriente.
Allí me quedé solo como punto de atención de las
miradas de los demás comensales. Un sudoroso escalofrío recorrió todo mi
cuerpo, se me puso la piel de gallina, los pelos de punta y sobre todo noté cierta
sequedad de las mucosas buco-faringes, que me
impedían articular palabras, fruto del nerviosismo a que me sometía la triste
escena: Teodoro detenido entre dos policías sirios. Llamé por señas al camarero
para que me trajera la cuenta, me quedé pensativo al escucharlo hablar en
español ¿Sería él, el que llamó a la policía Al enterarse de nuestra
conversación? No lo sabía, tal vez fuesen imaginaciones mías. Le di un billete
de veinte dólares y me devolvió diez dólares, supuse que el precio del menú
eran cinco dólares, cogí los diez, los metí en el bolsillo y saqué dos sueltos
y se los dejé de propina.
Con un miedo
horroroso que me impedía ver la puerta de salida, me vi en el exterior y de lo
único que estaba seguro que debía de caminar hacia el norte en busca del hotel.
Me encontraba tan desorientado que se me hacía difícil encontrar el camino que me
llevara al norte. El temor a que aparecieran los policías me producía una rara
sensación, como si no estuviese presente en aquel lugar, pues mi mente solo
pensaba en salir de allí. Me quedaba muy poco tiempo para reaccionar, ya que si
permanecía en aquel lugar, me exponía a que una bala perdida pudiese acabar
conmigo. Así que a buen paso decidí dirigirme hacia donde debía de encontrarse
el hotel; caminé por una calle cubierta en parte de porches, de los que me
aproveché para protegerme, con mi espalda apoyada en los muros de los edificios
y avanzando de lado con el pie izquierdo por delante, y con la vista observando
todo lo que ocurría a mí alrededor.
De repente vi que a unos metros por delante de donde
yo me encontraba, atravesaban la calle de un lado hacia el otro, dos hombres
que me daba la sensación de que se trataba de los que habían llevado a Teodoro.
Al ser de noche, todos los hombres que veía me parecían policías y los asociaba
con los del restaurante.
Apoyado en una jamba de la puerta de un templo, que
hacía ángulo con otra de un porche, temblando de miedo, esperaba que no
circulase nadie por la calle, para subir corriendo hacia el hotel, que no debiera
de quedar lejos.
Sin darme cuenta, la puerta que flanqueaba la jamba
que la sostenía, se abrió y del interior surgió una mujer joven, indicándome
con su dedo índice perpendicular a su boca, que guardase silencio. Antes de que
me pegase un tiro o que me destruyera la cabeza con algún objeto duro, le dije
lo más rápido que pude,”Spanish”. Al oír la palabra me agarró por la mano
izquierda y me introdujo en el interior de lo que parecía la nave de una
iglesia cristiana. Nada raro ya que en Siria existe cierta libertad de culto, y
persisten de los tiempos en que esta nación profesaba la fe en Cristo,
bastantes iglesias cristianas.
La joven que portaba una pequeña linterna, me indicó
que la siguiera por el pasillo central entre los bancos de la nave. Al llegar a
la cabecera, en un castellano que se le entendía bastante bien, me dijo:
Coge la linterna o levanta esa compuerta del suelo,
vamos a entrar en el interior de la cripta.
Levanté la puerta y la muchacha bajó delante por una
escalera de madera, al llegar al suelo dirigió la luz hacia donde yo me
encontraba para que hiciese lo propio, al mismo tiempo que me decía que tuviese
cuidado al bajar y que cerrase la compuerta.
Ya en el interior, la chica encendió una pequeña
bombilla que colgaba del techo. Por primera vez quedamos frente a frente, en
medio de la cripta sin saber que decir. Fue ella la que rompió el silencio- yo
no podía articular palabra, diciéndome:
-Soy Helena, ya sabía que llevabas dos días en
Damasco.
Con mucha dificultad conseguí hablar y le manifesté:
-Espero que tu comportamiento conmigo, sea mejor que
el de Helena de Esparta con su marido, la de la guerra de Troya ¿No serás tú
también griega?
-No, soy libanesa griega ortodoxa. Mis padres
nacieron en Creta, pero viven en el Líbano desde niños.
-¿Cómo se te dio por abrir la puerta a un
desconocido? Es un milagro o fue por humanidad al verme en medio de la calle
desorientado.
Por ninguna de las dos cosas a no ser que tu creas
en milagros. Te lo voy a explicar por si precisas hacer uso de ello cuanto
antes. Subimos al coro alto de los pies del templo, allí me enseñó el mecanismo
que le permitía observar todo lo que ocurría en la calle hasta una cierta
distancia. Yo te estaba viendo desde unos cien metros, supuse por las
referencias que nos enviaron desde Europa, que eras el nuevo agente y que
sabías en donde encontrarme. El mecanismo visual consistía en un monóculo
incrustado y disimulado en el muro. Este me permitía enterarme, de que estabas
cenando con Teodoro en el restaurante Alhama y que tenías que pasar por aquí
para regresar a tu hotel. Al sentir ruido en la calle, fue cuando te vi apoyado
en la puerta de la iglesia, sospeché que estabas enterado de que teníamos en el
interior de este templo, instalado el Centro de espionaje libanés cristiano. Al
darme la contraseña te dejé pasar al interior, sino te hubiese pegado un tiro
empleando el revólver con silenciador.
Desde el primer momento sospeché, sin saber muy bien
el por qué, que Helena podía ser una espía siria- musulmana, infiltrada en el
Servicio cristiano libanés.
Rápidamente reaccioné y me di cuenta que con Teodoro
me había pasado lo mismo: que la contraseña del enlace en Damasco era también
la palabra “Spanish”. Ahora tenía por delante la difícil misión de hacerles
comprender que dicha palabra la usé por motivos de seguridad, para indicarles
que era español, y no como la contraseña del agente que esperaban.
Descendimos del coro alto y bajamos de nuevo a la
cripta, en donde por lo que pude observar, tenían instalado el puesto de mando,
los presuntos agentes libaneses cristianos destinados en Siria. La cripta tenía
la misma planta poligonal que la cabecera de la iglesia alta. Bajando por las
escaleras, a la derecha se situaba una cama o catre, con una silla a los pies y
otra detrás de la cabecera. A continuación tenían instalado un sistema de
comunicación compuesto por tres o cuatro móviles, una radio muy sofisticada con
varios cables en función de antenas, conectamos a otros cables exteriores
simulados.
A mí lo que más me llamó la atención, fueron las tres
o cuatro pistolas y dos revólveres con sus correspondientes silenciadores, que
sin querer, la vista me llevaba hacia donde estaban depositados.
El muro oeste lo ocupaban un cuarto de baño con
ducha, taza y lavado. Entre el sistema de radio y el cuarto de baño, estaba
colocado un viejo frigorífico, que buena falta hacía, ya que el calor dentro de
la cripta era insoportable. Disponían de un sistema de ventilación a base de
ventiladores viejos, situados delante de unos agujeros disimulados en el muro
para renovar el aire. Como hacían mucho ruido solo los enchufaban por la noche
o cuando no circulaba nadie cerca de la cripta. Así que si uno se quería
refrescar tenía que echar mano de la ducha.
Lo primero que me dijo Helena, que no bebiese del
agua de la ducha, y que al ducharme debía de cerrar la boca para que no me
entrase agua en ella. No es potable y solo la usaban para la higiene corporal;
tiene la ventaja de que sale muy fría y es muy buena para luchar contra el
calor. Así que si lo deseas, te das una ducha fría, que te vendrá muy bien,
después del sofocón que te has llevado.
-Lo que yo deseo es acudir a mi hotel cuanto antes,
que me estarán esperando y en mi habitación podré ducharme tranquilamente.
Me acosté en la cama intentando relajarme, aún
sentía el escalofrío en el cuerpo. Helena hablaba por teléfono con el exterior.
Al darme cuenta que había terminado la conversación, con la persona que tenía
al otro lado del hilo telefónico, levanté la cabeza de la almohada con el
objeto de hacerle algunas preguntas. Me sorprendió al verla desnuda caminando
hacia la ducha, sin reparo alguno de que yo le observase con curiosidad sus
atributos corporales. Al examinarla sin ropas, pude comprobar que se trataba de
una mujer atractiva, con un cuerpo estilizado y de perfecta armonía. Se
sumergió bajo el agua y la presión de los chorros le ceñía el cabello al cuello
y le humedecía su piel desde la cabeza a los pies, refrescando su cuerpo
durante los cinco o seis minutos que duró la placentera ducha.
Al salir del agua, Helena con su piel totalmente humedecida,
se sentó en la silla situada a la cabecera del catre.
Al terminar de ducharse Helena, yo con cierto pudor,
cierta desconfianza y temblando de miedo, acabé por desnudarme, con el objeto
de recibir también el placer del agua fresca, que la chica me había ofrecido,
para que me refrescara e hiciese desaparecer el sudor que el nerviosismo del
evento, hizo salir de las glándulas sudoríparas por todo mi cuerpo.
Salí del agua y me volví a acostar sobre la cama, le
dije a Helena:
-Perdona que ocupe yo la cama, relajado sobre ella,
mi corazón se normalizará y no se moverá tan rápido dentro de mi pecho, como lo
haría estando sentado en la silla.
-Tranquilo, no tengas prisa en salir de aquí, debes
de esperar un tiempo, es probable que te esté buscando la policía. Nadie
sospechará que estás conmigo. Ahora bien, si no te importa vivir, sale y vete.
Yo te aconsejo que no lo hagas, hasta que la policía se canse de buscarte y
abandone la zona.
Es que no te gustan las mujeres o eres un espía
diferente a los demás.
-Me gustan seguramente más que a ti los hombres. En
este momento no me encuentro en condiciones de satisfacer a una mujer. Aún me
tiemblan las piernas, mis hormonas con el susto se han inhibido y tardarán en
volver a funcionar.
Como Helena volvió a insistir en entregarme su
cuerpo, tenía muchas dudas de que fuese una espía libanesa cristiana. Supuse
que se trataría de una libanesa que trabajaba para el Servicio secreto sirio,
infiltrada en el Servicio cristiano libanés. Las espías atractivas y amables,
le suelen entregar el sexo a sus enemigos, para darles más confianza, y así
poder deshacerse de ellos con más facilidad, cuando llegue el momento.
-Casi no me acuerdo de la última vez que hice el
amor- comentó Helena.
-Te agradezco que fuese yo el escogido para que
gozases un poco del sexo. Esta noche me has sacado del infierno, impedido que
acabase en una celda siria y que pueda seguir viviendo. Ahora bien, el sexo
debemos de dejarlo para otra ocasión.
Ya tranquilos y relajados, comenzamos a hablar del
pasado y del futuro. No intenté de nuevo explicarle que estaban equivocados,
que yo no era el agente que esperaban. Pensaba que al día siguiente me iría
lejos de Damasco y ya no la volvería a ver jamás.
Así que le expliqué lo que había pasado en el
restaurante: dos policías, seguramente sirios, se llevaron a Teodoro a un lugar
desconocido, sin importarle para nada mi presencia.
-Teodoro, es el mejor agente que tenemos, no te
preocupes por él, no estará en los departamentos de la policía siria ni dos
días, si así no fuese, lo canjearíamos por otros peces gordos sirios que
tenemos en nuestro poder. Supongo que durante el poco tiempo que estuviste con
él, te explicaría que posee poderes sobrenaturales y algunas cosas más.
-Sí, me lo dijo pero no le he creído.
-Puedes creerle, no se como los consiguió, pero los
tiene.
Con el objeto de examinarme, a ver si era o no un
agente libanés, me preguntó:
-¿Qué conocimientos tienes de los últimos
acontecimientos político-militares del Líbano?
-En realidad conozco muy poco de lo que ha ocurrido
últimamente en el Líbano, solo lo que me ha comunicado Teodoro, cuando
estábamos en el restaurante esperando que nos sirvieran la cena (Yo sabía
bastante de aquella nación, no quise decirle nada a Helena por no estar seguro
para quien trabajaba).
Te diré que en un país en donde tienen que
cohabitar, por un lado los que componen las diversas religiones cristianas:
Maronistas, griegos ortodoxos, armenios, católicos y protestantes, y por otro
las dos sectas musulmanas: los Sunniis y los violentos chiítas; a los que hay
que añadir los guerrilleros palestinos de la OLP, que participaron en los
eventos, y que a partir de la creación del estado de Israel en l948, los judíos
también intervienen militarmente en el Líbano. Ante este panorama las cosas se complicaron
mucho.
Israel al crear su estado, quedaba como un pájaro
dentro de una jaula. Rodeado de árabes por todas partes, para conservar su
integridad territorial, no les quedaba otra opción que intervenir, siempre que
se crease algún conflicto entre sus vecinos. En la última contienda mundial le
habían asesinado a unos cinco millones de inocentes, esto hizo que tuviese de
su parte a las naciones occidentales sobre todo a Estados Unidos. Gracias a
ellos pudo subsistir en medio de tantos enemigos.
Perdona que no quiera hablarte de los conflictos
internos del Líbano, deben de resolverlos ellos. Permíteme que te diga que para
mí se produjeron en esa nación tres hechos importantes: en primer lugar, fueron
asesinados ministros cristianos. En segundo lugar, como las elecciones fueron
ganadas por Hezbollah, los israelitas y los cristianos temen que islamicen el
Líbano y en tercer lugar, está la intromisión de Siria en los problemas
internos de esa nación.
-Todo gira en ese entorno -me manifestó Helena-, pero
hay que ampliarlo. Mañana te explicaré cual va a ser nuestra misión, la vamos a
centrar en observar y pasar los informes a nuestros superiores, de las armas
que reciben las milicias de Hezbollah de Siria, de Irak y de Irán, entre otras
cosas no menos importantes. Siria nos ha hecho mucho daño y tendrá que pagarlo;
Irak ya lo está pagando al infligirle un severo castigo los Estados Unidos, que
no deja de ser el culpable de que se estén matando entre ellos e Irán no
tardará en recibir su merecido correctivo.
Intensificaba tanto la lucha contra los musulmanes
que me dio motivo a pensar que mentía, y le dije:
Hemos pasado unos momentos muy agradables, son las
doce cuarenta y cinco minutos; tengo que irme ya que si no llego antes de la
una, el director de la excursión se pondrá muy nervioso, pensando que me ha
pasado algo malo y avisaran a la policía que complicaría más las cosas.
-¡Ya lo creo! Mañana a las ocho mientras desayunáis
daré una vuelta por tu hotel, si me ves no me saludes, haz como que no me
conoces. En donde paséis la noche, que creo que será en Palmira (todas las
excursiones después de Damasco van a visitar Palmira), te llamaré, y si no hay
problema alguno, cenaremos juntos y trataremos el plan de acción para luego
repetir la velada de hoy, pero completa. Espero que tus hormonas ya te
funcionen normalmente, aunque estas veladas hay que tomarlas a pequeñas dosis,
no todos los días son festivos para los cristianos. Te vas a llevar uno de
estos móviles por si tuvieses problema con el tuyo, en esta pequeña caja va el
teléfono y el cargador; espero que no te lo roben o vaya a parar a manos de la
policía. Tenemos que comunicarnos sea como sea.
Aunque sospechaba del comportamiento liberal de
Helena, no podía creer, que al intentar hacer el amor conmigo el primer día de
conocernos, tuviese por finalidad la de asesinarme.
Dejé a Helena, y salí de la iglesia sin saber con
certeza para quien trabajaba.
Me despedí de la muchacha con un beso en cada
mejilla. Me indicó por donde tenía que subir, que ella me cubriría hasta cerca
del hotel.
Al llegar al hotel, le pregunté al recepcionista,
que era cristiano, si en la iglesia en donde había estado con Helena, aún
realizaban allí los ortodoxos los oficios religiosos.
-¿En donde está situada esa iglesia que me menciona?
-Unos metros al norte del restaurante Alhama.
-Esa iglesia estaba dedicada a San Juan. Desde hace
varios años no tienen lugar allí actos litúrgicos cristianos. Hoy en día la
emplea el gobierno sirio como almacén o para otros menesteres.
Después de la vivido con Helena, y lo que acababa de
oír por boca del recepcionista, ya no dudaba de que Helena fuese una espía al
servicio del espionaje sirio. Tendría que andar con mucho cuidado si quería
regresar a España.
Nos levantamos a las siete, después de desayunar nos
fuimos hacia el autobús, esperando que los mozos del hotel nos trajeran el
equipaje. No perdí de ojo a mi maleta asegurándome de que entraba en el
maletero del autobús. Cuando me disponía a subir a su interior, me abordaron
dos hombres, vestidos con trajes similares a los que se habían llevado a
Teodoro. No eran los mismos pero ya me hubiese alegrado que lo fueran, por si
tenía la ocasión de hablar con Teodoro, que me interesaba más que todo lo de
Helena y su espionaje.
Miré a mí alrededor a ver si veía al director de la
excursión, observe que se dirigía hacia donde yo estaba y se presentó ante los
policías, preguntándole:
-¿Qué pasa? Este señor es un médico que hace la
excursión con el grupo como uno más. Un español honrado, que sepamos nunca ha
tenido problemas con las fuerzas del orden.
-No lo dudamos, pero debe de aclararnos algunas
cosas que ocurrieron aquí desde que ustedes llegaron y que este Sr. por el
motivo que sea estaba presente. Esperamos que en un par de horas todo quede
aclarado y pueda incorporarse al grupo.
¿Qué itinerario llevan?
-Nos dirigimos a la ciudad de Bosra y luego
cruzaremos la frontera para entrar en Jordania y visitar el castillo de Kerak,
el oasis de Wadi Rum, Petra y Amman.
Miré a mí alrededor y observé a Helena en medio del
bullicio, con un gesto me indicó que me llamaba rápidamente por telefoto, antes
de que quedase solo con los policías y tuviese problemas para recibir su
llamada. Me indicaba que el camino que llevaba el grupo entrando en Jordania,
era muy bueno para nuestro plan.
Los agentes me recomendaron que recogiese la maleta,
para asearme y cambiar de ropa interior si lo creía conveniente. Esto me hizo
pensar que no serían dos horas las que tendría que pasar en la jefatura, sino
muchas más. Lo peor era que desde ahora no podría llamar a Helena para que me
aconsejara y para explicarle mis pensamientos al respecto.
Me subieron a un coche, el viaje fue corto, no más
de quince minutos sorteando toda clase de obstáculos, ya que en Siria no
existen prácticamente señales de tráfico. El coche se paró delante de un amplio
edificio cuyos muros estaban bastante deteriorados. Allí estaba instalado el
Servicio secreto sirio. Bajamos y entre los dos agentes subí una amplía
escalinata hasta el primer piso. Me introdujeron en una especia de apartamento
de aspecto sucio, compuesto de una habitación y un cuarto de baño del que salían
unos olores horrorosos, se tiraba de la cadena como en los retretes de los
bares de la posguerra española, con la diferencia de que el agua brillaba por
su ausencia.
-Aquí se va a acomodar- me indicó un policía-, hasta
que le avisemos para tomarle la declaración correspondiente
Les dije que fuese rápida, que no deseaba perderme
los lugares tan bellos que estarían viendo mis compañeros de grupo; quería
incorporarme lo antes posible al autobús para proseguir el viaje.
-Cuando venga la traductora y el jefe del Departamento,
le llamaremos para tomarle la afiliación e iniciar las declaraciones oportunas.
La traductora que se llamaba Lara, llegó antes que
el jefe del Departamento, un sirio mal encarado llamado Alí, momento que
aprovechó aquella para tomar un folio en sus manos e indicarme:
En realidad a la policía siria solo le interesa
saber, dos o tres cosas de usted en relación con su presencia en Siria: como
había conocido a Teodoro y en donde había estado desde que salió del
restaurante hasta que llegó al hotel a la una de la madrugada.
¿Quien le había dicho a los policías, que yo había
llegado a la una de la madrugada al hotel?
Tal vez Helena, lo que me hacia suponer con más
seguridad que trabajaba para el Servicio secreto sirio, o ¿el recepcionista era
un agente sirio?
Comenzó el interrogatorio preguntándome si me
llamaba Carlos, en donde había nacido, que profesión ejercía y en que región de
España la ejercía etc.
-¿Cuál fue el motivo que le impulsó viajar a Siria?
-Turismo, simplemente turismo, disfrutar de las
vacaciones y al mismo tiempo visitar naciones que fueron cuna de la cultura
cristiana, que es la religión que yo practico. En un principio tenía pensado
visitar Tierra Santa, que no conozco, pero para este año ya no había plazas
para esas naciones.
-¿Cómo vino a
Siria en vez de visitar Palestina
o Israel, que están más relacionadas con su religión.
-No lo creo, Siria antes de ser conquistada por los
árabes a principios del siglo VII, fue una de las provincias romanas más
importantes de la ortodoxia cristiana. Además las excursiones al extranjero
para los veranos las prepara un sacerdote amigo mío. Cuando yo hablé con él, ya
tenía todo organizado para visitar Siria y Jordania. El año que viene
seguramente acudiremos a Tierra Santa, según me dijo Alejandro, que así se
llama el sacerdote.
Lara sintió la necesidad de fumar un cigarrillo, se
levantó y me señaló con la mano que la siguiera. Caminamos por el pasillo hasta
el final y entramos en una sala destinada a los fumadores, ya que estaba
totalmente vacía, sin mueble alguno y olía a tabaco; sacó un paquete de
cigarrillos y me ofreció uno.
Mientras fumábamos, me reveló, que estando
trabajando en Irak en una oficina de una compañía de petróleo, conoció a un
venezolano que venía con frecuencia a Oriente Medio, a participar en reuniones
relacionadas con el oro negro. Se casó con él y a los nueve años se divorció.
Mi marido asumió las costumbres árabes y se relacionó con más de veinte
mujeres; llegó un momento que yo para él ni existía, así que me divorcié y
ahora vivo en un pequeño apartamento en Damasco, con mis dos hijos de siete y
cinco años y el ama que los cuida.
Una vez que terminamos de fumar los cigarrillos,
volvimos a la sala del interrogatorio y comenzaron de nuevo las preguntas;
ahora sobre los dos primeros días de mi estancia en Damasco.
-¿Cómo conoció a Teodoro?
-En el zoco; el segundo día de estar en Damasco,
después de visitar los monumentos más sobresalientes, nos dieron la tarde libre
para ir de compras al mercado árabe. Teodoro vendía dentro de una caseta
collares de todo tipo: oro, plata, coral, turquesas etc. Como hablaba español
estuvimos charlando un rato largo y le debí de caer simpático porque me invitó
a cenar en el restaurante Alhama. Allí- dijo-, que podíamos hablar tranquilos
de Galicia, que él por lo que me contó, la conocía con detalle. Ahora bien, si
me pregunta de que conocía Galicia un libanés cristiano, así se definía, no le
puedo contestar, porque no me lo ha dicho.
-¿Sabía usted que Teodoro era un espía que trabajaba
para los cristianos libaneses, en contra de la Siria islámica?
-No lo sabía, pero tengo entendido que Siria se
entrometía en los asuntos internos del Líbano, sobre todo en los que afectaban
a los cristianos, ya que se le atribuyen los asesinatos de algunos líderes
libaneses cristianos. Yo hubiera hecho lo mismo, si otra nación invade la mía y
sobre todo si intentaban apoyar a los que practican otra religión.
-Usted salió del restaurante antes de las diez de la
noche ¿En donde estuvo hasta la una de la madrugada que llegó al hotel?
-Ojalá lo supiese, una vez que los dos hombres se
llevaron a Teodoro, me entró tal miedo que anduve errante dos o tres horas
vagando por la ciudad, totalmente desorientado y medio oculto, por temor a que
me llevasen también a mí.
Después de mucho caminar, me orientó un señor
enseñándole una nota con el nombre del hotel, es una práctica que se emplea
mucho, cuando no conoces el idioma del país en el que te encuentras.
Cuando me
dirigía hacia donde se encontraba mi hotel, tal vez por mi aspecto o se imaginó
que andaba perdido, una mujer con un pañuelo a la cabeza, creyendo que se
trataba de un extranjero y que no sabía en donde estaba, me abrió su puerta y
me introdujo en su domicilio, una sala muy amplia; y allí estuvimos hablando,
ya que conocía un poco mi idioma, hasta las doce cuarenta y cinco de la
madrugada. Le dije que tenía que llegar a mi hotel antes de la una, para no
causarle problemas al grupo y me marché.
-¿Cómo se llamaba esa mujer? Tal vez Helena…
-Puede ser, tenía más interés en salvar el pellejo,
que saber el nombre de la mujer siria.
-¿De que hablaron? ¿Le insinuó algo de que formase
parte de la organización de algún servicio secreto?
-No, lo único que me llamó la atención fue, que
tenía conocimiento de que Teodoro y yo habíamos cenado juntos.
-¿Le habló de Teodoro, si lo conocía, si era su
amigo?
-Me dijo que era muy inteligente, y que estaría poco
tiempo encerrado en las cárceles sirias, él sabe muy bien como ha de salir de
allí, y que no tardaría en verlo dentro de su caseta vendiendo collares, y
otras joyas de todo tipo.
Serían las ocho de la tarde, cuando Lara abandonó la
sala en donde estábamos. Al cabo de poco tiempo volvió acompañada de Alí.
Hablaron entre ellos en su idioma y Lara me dijo:
Alí me indica que puede usted abandonar el edificio,
queda libre.
Al momento noté que mi corazón se tranquilizaba, la
angustia desaparecía de mi mente, me noté más relajado y por supuesto más
contento y feliz.
La muchacha traduciéndome lo que le manifestaba Alí,
me indicó que no podía abandonar Siria sin comunicárselo a la policía. En otras
palabras, queremos saber que usted abandona nuestro país, que si no hay otra
novedad podrá hacerlo con su grupo, o antes si ya no se encuentra a gusto entre
nosotros. Debe comprender que nuestra nación tiene muchos enemigos y debemos
tomar todas las precauciones que sean necesarias.
Me ordena Alí, que mañana al amanecer dos de
nuestros agentes lo llevarán hasta donde esté su grupo y que intentarían
compensarme de las molestias que me habían causado.
Alí salió de la sala y nos volvimos a quedar solos
Lara y yo, la muchacha me miró fijamente y me manifestó:
-Siento mucho todo lo ocurrido, personalmente me
alegro, de que después de todo quede usted libre, D. Carlos.
- Llámame Carlos a secas, lo mismo que yo te llamo
Lara, ya que presiento que hoy ha nacido entre nosotros una estrecha amistad.
Para que puedas olvidar un poco lo de estos días,
como tienes el tiempo libre hasta que mañana te vengan a buscar los agentes, me
permites que te invite a cenar esta noche a mi casa y al terminar si es muy
tarde, te puedes quedar a dormir en mi apartamento.
-No me has dicho que tu apartamento es muy pequeño
¿En donde van a dormir los niños?
-Sí, es muy pequeño, le he dicho por teléfono al ama
que los cuida, que los lleve a dormir con ella a su casa, que esta noche tengo
un compromiso y no se a que hora llegaré. Así que cenaremos solos y tranquilos
en mi casa.
-Te lo agradezco de todo corazón, debes de
comprender que después de lo sucedido, me encuentro triste, estresado y con mi
estado de ánimo deprimido. En estas condiciones prefiero recoger la maleta y
retirarme a descansar a un hotel. Sería maravilloso tener acostada a mi lado a
una mujer como tú, temo no estar a la altura de las circunstancias.
-Yo te invito a cenar, lo demás es fruto de tu
imaginación.
-En esta vida he tenido que fingir, pasar por lo que
no soy, como me ha sucedido aquí en Siria etc. Ahora bien, lo que no me gusta
es que me tomen por un idiota.
¿No sería mejor acudir a cenar a un restaurante y
que yo te invite? – Tenía más interés en que Lara me contase cosas de los
servicios secretos, que de acostarme con ella-.
-Otro día, ya le he dicho al ama, que me dejase un
poco de cena por si no cenaba fuera.
-Entonces lo que deseas que pase esta noche entre tú
y yo, no me parecen fantasías fruto de mi imaginación. Déjame antes pasear un
poco por alguna calle de Damasco para relajarme, he pasado por momentos muy
angustiosos. Al despedirnos le pregunte:
-¿A que hora quieres que vaya a cenar a tu casa?
Me dio la dirección y me aconsejó que tomase un taxi
que me llevaría a su domicilio sin problema alguno. Relájate viendo
escaparates, que las mujeres suelen ir muy tapadas y si piensas observarle sus
atributos anatómicos, lo tienes difícil
-¡Para mirar a las mujeres estoy yo! Además las
musulmanas que van tapadas no son de mi agrado. Las que llevan el hiyad aun las
tolero, pero las que llevan el bulka me dan miedo.
-Te espero
entre las nueve y media a diez, tenemos toda la noche para nosotros y si va a
ser la última noche que pasamos juntos, tenemos que aprovecharla para hablar de
muchas e interesantes cosas.
De la maleta no te preocupes, le diré a un agente
que la lleve a mi casa.
-Déjame que retire de su interior, la americana y
otras cosas que necesito. Por la noche refresca bastante.
Llegué a su apartamento a la hora que habíamos
quedado, insinuando cansancio y sin muestras de alegría por lo que me esperaba.
De todas las maneras debía de ser cauto ya que desconocía sus antecedentes en
todas las esferas, tanto sentimentales como en su mundo de relación. Me abrió
la puerta vestida con una bata de colores muy llamativos al estilo oriental. La
saludé con un suave beso en sus labios y pasé al interior de su apartamento.
Desde el primer momento su elegancia y el saber
estar me dejaron impresionado. Como el ambiente era caluroso, me quité la
americana que Lara colgó en el perchero, y con su brazo derecho me indicó que
pasase al comedor.
Me senté sobre un “cojeen” circular muy usado en las
viviendas árabes y tras servirme un vermú me dijo:
-Espero que te guste la cena, la muchacha es muy
buena cocinera para Damasco. Ahora bien, las comidas de los musulmanes son muy
distintas de las europeas.
-No tengo apenas apetito, con todo lo que me ha
pasado, se me han quitado las ganas de comer. Perdona si cometo alguna torpeza,
se debe sin duda alguna a que desconozco las costumbres orientales, sobre todo
las del mundo islámico.
Al observarla tan hermosa, con mis hormonas ya
funcionando normalmente sentí unos enormes deseos de amarla y poseerla toda
aquella noche. Sus ojos negros, su boca y su cabello negro, hicieron que me
olvidara de los manjares de la mesa. La cogí de la mano, la atraje hacia mí y
la besé apasionadamente. Con mi mano derecha rodeé su cintura y sin soltarnos
los labios nos dirigimos a la alcoba. Nos desnudamos rápidamente, ella se quitó
su llamativa bata y pude comprobar que no llevaba puesta ropa interior,
seguramente para ahorrarme trabajo o para que pudiese admirar su plástica
belleza y su esbelto cuerpo. Fue Lara la que puso en práctica sus conocimientos
de la sexualidad, que me condujo a un paraíso de placer, haciéndome olvidar
todos los sinsabores pasados. Fueron unos momentos tan maravillosos que una vez
que nos duchamos, sentimos una hambre feroz y un relajamiento intensamente
satisfactorio.
Aseados, desnudos y con nuestros cuerpos humedecidos
pasamos a la mesa del comedor. Lara al observar su desnudez me parecía cada vez
más hermosa. Sin embargo algo me indicaba que las cosas no iban a ser en el
futuro tan románticas como las de aquella noche. Satisfecho me preocupaba más
de cenar, por si al día siguiente tenía que ayunar, que de mirar y observar la
hermosura de Lara.
Puestos a la mesa y pensando solo en comer, fui yo
el que rompí el silencio, y le dije:
-Hemos hecho el amor a tu estilo y a la hora que
deseabas.
–Sentía unas ganas locas de hacer el amor, llevaba
tres meses sin acostarme con un hombre, y hoy Alá me trae hacia mí, ni más ni
menos que a un médico occidental con cabello rubio y ojos azules. Que me hizo
recordar mi etapa vivida en Occidente. No podía perder la ocasión.
-Lo has hecho muy bien, te agradezco que me hicieras
sentir tanto placer. Como no es difícil de imaginar yo no estaba después de lo
pasado, en condiciones de hacerte gozar mucho. En el sexo no es solo sentir el
orgasmo y llegar al clímax, una caricia o el estar a gusto el uno junto al
otro, es tanto o más placentero.
Yo tengo que dormir unas horas por lo que pueda
pasar mañana, antes de encontrar el grupo. Tú tendrás también que acudir a
trabajar temprano, por lo que dejaremos algo sin satisfacer para otra ocasión.
-Tengo el presentimiento de que no te volveré a ver
en toda mi vida.
-Parece que vives en otro planeta, ¿no te das cuenta
que hoy en día con los viajes en avión, puedo desplazarme desde España hasta
aquí en cuatro o cinco horas? Lo mismo me decía Helena y mañana espero volver a
verla.
-¡Helena!, no dijiste que solo habías estado unos
minutos con ella ¿Hiciste el amor con Helena?
-No, En aquel estado de angustia, satisfacer a una
mujer me era totalmente imposible. También me dijo como tú, que llevaba tres
meses sin acostarse con un hombre. Es curioso que dos bellas mujeres que me he
encontrado en Siria, llevasen tanto tiempo sin hacer el amor ¿Es que en esta
nación no hay hombres?
-Hay muchos pero como tú muy pocos.
-Gracias por el cumplido.
Nos levantamos sobre las siete, nos aseamos y
desayunamos a base de frutas, racimos de uvas y té con leche.
Ya hacía unos minutos que me esperaban los agentes
en la calle para llevarme hasta donde estaba el grupo. Nos despedimos con la
intención de volver a vernos lo más pronto posible, por supuesto antes de que
yo regresase a España. Fue una triste despedida. Era como pasar del cielo al
infierno; de la felicidad a un mundo en donde no sabía lo que me esperaba; de
la agradable compañía a la soledad errante, por un camino que no podía
averiguar adonde me conducía. Así que intenté olvidarlo todo y situarme en la
realidad de la vida.
Le hice la señal de despedida con la mano y subí al
coche situándome en el asiento trasero, mientras que los agentes ocupaban los
delanteros. No hablaban español pero yo los entendía bastante bien por gestos y
alguna palabra suelta de nuestro idioma, fruto tal vez de la relación con Lara.
De los tres días que llevaba en Damasco, los dos
últimos entre angustiosos momentos, Helena y sobre todo Lara, me habían dado no
solo felicidad sino placer abundante, hasta tal punto que me daba pena dejar la
desordenada y bulliciosa ciudad. Alguien no se quien, me estaba diciendo en mi
fuero interno que no la abandonara. Fue como una premonición ya que cuando habíamos
recorrido unos diez o doce kilómetros de las últimas casas, me di cuenta que la
dirección que llevábamos era la del nordeste por la carretera que conducía a
Palmira, en vez de dirigirnos hacia el sureste camino de de la ciudad de Bosra.
Me levanté del asiento y les pregunté a los agentes
hacia donde íbamos, me comprendieron muy bien, pues me contestaron claramente.
-A las ruinas de Palmira como nos indicó la Srta.
Lara.
-Pero si a Palmira el grupo no llega hasta el cinco
de agosto y estamos a veintiocho de julio. Así que den la vuelta para Damasco.
Me indicaron que no podían hacerlo, que eran
policías municipales y que desobedecer al comisario jefe, le podía traer
problemas.
Encolerizado recogí mi americana de verano que
llevaba a mi lado sobre el asiento y noté un pequeño objeto en el bolsillo
derecho, metí la mano y mi sorpresa fue monumental, cuando pude comprobar, que
lo que pesaba hacia ese lado era una preciosa pistola. Jamás había visto un
arma tan perfecta, un auténtico juguete, construida con un material que parecía
de plata. Además estaba cargada.
Saqué el arma del bolsillo y le puse el cañón en la
nuca del policía que se situaba al lado del conductor, al mismo tiempo que le
indicaba al agente que conducía el vehículo: o das la vuelta o mato a tu
compañero. Paró el coche, levantó las manos al cielo y con la cabeza me
indicaba que sí, que cuando encontrase un cruce y pudiese dar la vuelta, lo
haría. Como el cañón de la pistola permanecía presionando la piel de la nuca de
su compañero, rápidamente debió de encontrar el cruce, ya que dio media vuelta
y volvimos hacia Damasco.
Le indiqué por medio de gestos que al más mínimo
movimiento los liquidaría, os meto las seis balas en la cabeza.
-¿En donde quiere que lo dejemos en Damasco?
-Delante de la casa de Lara. Antes de que se
marcharan le hice un gesto indicándole que guardasen silencio, que si hablaban
o les decían algo a los demás agentes, los liquidaría. La Srta. Lara tendrá que
explicarme muchas cosas y hasta que se aclare todo, si queréis seguir viviendo
os conviene guardar silencio.
Al llegar llamé en el apartamento de Lara y no me
contestó nadie. Con la mano en la pistola del bolsillo de la americana, me fui
a dar un paseo hacia el Mausoleo de Saladino, que me servía de orientación para
moverme por la ciudad. Me desvié por una calle de la izquierda con la idea de
tomarme un té caliente en una cafetería, entré en una que más que cafetería
parecía una cuadra de ovejas. Para no perderme me dediqué a pasear por las
cercanías del apartamento de Lara, me supuse que la sirvienta iría a llevar los
niños al colegio y a hacer la compra.
Caminé por la calle de Lara para hacer tiempo y
cuando llevaba unos quinientos metros al sur de su apartamento, miré el reloj
cuyas agujas marcaban las once y media de la mañana, di media vuelta y volví a
llamar a la puerta. En esta ocasión me abrió una muchacha joven que vestía al
estilo occidental y que hablaba más o menos el español. Me pareció lógico ya
que Lara me había dicho que en su casa hablaba español con sus hijos, ya que su
padre sería capaz de retirarle la pensión si no aprenden su idioma.
Me presenté: soy Carlos, el amigo de Lara que ayer
cenó con ella. Necesito verla urgentemente, pero no puedo acudir a su lugar de
trabajo, así que decidí venir aquí para que me digas a que hora viene a comer.
-Pase para dentro, no se quede en el pasillo.
- Gracias, le contesté amablemente.
-La Señora suele venir a comer sobre la una.
-Entonces iré a dar una vuelta y luego vengo.
-Espere que tiene que tomar alguna cosa.
Fue a la cocina y al poco rato regresó con un té y
unas sabrosas pastas en una bandeja. Si no le apetece, puede tomar café solo o
con leche. La Señora toma siempre café, desde que estuvo viviendo en Sudamérica.
-Esta muy bien lo que me has traído. ¿Cuánto tiempo
llevas trabajando para la Señora?
-Desde que tenía veintidós años y ahora tengo
veinticinco.
-¿En que consiste tu trabajo?
-Por la mañana llevar a los niños al colegio, luego
acudo a los oficios religiosos y al salir hago la compra y la comida para las
dos; los niños comen en el colegio. Por la tarde recojo a los niños y hago la
cena, además de limpiar la casa, que la Señora en ese aspecto es muy exigente.
-Dices que vas a los oficios religiosos,
Sí, soy libanesa cristiana, me llamo Shaida.
-¿Qué me puedes decir de la vida que lleva la
señora?
-En casa no la visitan más que algunas amigas. Puedo
indicarle el nombre de las cafeterías a las que suele frecuentar, usted mismo
puede vigilarla y así sabrá con quien toma el café y con que amigos se
relaciona.
-Se que tu tienes la misión de vigilarla y comunicar
sus pasos al Servicio secreto libanés cristiano.
-¿Quién se lo ha dicho?
-Nadie; me lo dice mi ángel de la guarda. A ver si
te acierto, a ti te gustaría poder controlarla fuera de casa, lo mismo que en
el Servicio secreto sirio y en las cafeterías a las que va con sus amigos a
tomar café, e incluso seguirla por las calles para saber en que casas entra,
con quien se reúne etc. Ahora bien, mi consejo es que tengas mucho cuidado, si
te observa vigilándola en la calle o en una cafetería, no tardarías muchos días
en pasar a mejor vida en el más allá. Yo al estar protegido por el ángel, lo se
casi todo, pero por mí puedes estar bien segura de que tu trabajo de espía en
Siria no lo sabrá nadie. Además a mí desde que llegué a Damasco me obligaron a
trabajar por tu causa.
-En usted confío, los médicos sois como los
sacerdotes, tenéis que guardar el secreto de las cosas que os digan, eso es lo
que me dice mi médico.
-Por eso las mujeres casadas les gusta hacer el amor
con los médicos, por estar seguras de que no se lo va a transmitir a nadie.
¿Has hecho alguna vez el amor con un médico?
-No, me daría vergüenza.
-¿Le has visto a Lara en su casa, algún signo raro que
no haga alusión al mundo árabe?
-Bueno, en la cómoda de su dormitorio guarda un
candelario de oro de siete brazos y a su lado derecho una estrella de oro de
cinco puntas. Creo, aunque yo de eso no entiendo, que se trata de símbolos
propios de los hebreos. Usted también se los vería la noche que fue a cenar con
ella. Me ordenó que llevara los niños a dormir a mi casa, que tenía un
compromiso: he conocido a un hombre-me dijo-, que debe de tener un gran
conocimiento de la sexualidad, pues es médico. Espero pasar una gran noche ya
que llevo tres meses sin hacer el amor.
-Para serte sincero, entré en su dormitorio, hicimos
el amor y no me fijé en los objetos que lo decoraban, solo en hacerla feliz.
-No tiene por que disculparse conmigo, el sexo
cuando se necesita no está reñido con la religión.
-Si no lo haces con tu mujer o esta con tu marido,
claro que está reñido. Espero que Dios sea benévolo y nos perdone.
Tú que eres cristiana, y trabajando los dos por la
misma causa, ¿Me podías hacer un favor?
-¿De que favor se trata?
-De visitar a un señor en una cárcel, te dará una
información para mí, sin ella no podré acudir a Beirut a cobrar unos dineros
que nos deben los cristianos libaneses. Yo no puedo visitarlo, si lo hiciera
seguramente también me encarcelarían a mí.
-¿En que cárcel está?
-No lo se, tengo que averiguarlo, lo único seguro es
que está en una cárcel siria. Por eso he decidido no salir de Damasco hasta que
llegue mi grupo dentro de unos días. Me han tomado por un espía y tengo que
aclarar varias cosas antes de regresar a mi tierra.
Inmersos en esta conversación se fue pasando el
tiempo, Shaida de vez en cuando acudía a la cocina a ver como iba la comida. No
deseaba que me fuera ya que eran casi la una de la mañana; me indicó que pronto
llegaría Lara y que me quedase a comer con ellas.
Shaida, cuando me dejaron los policías en su casa,
me dijo que dejara la maleta en una salita en el bajo de su apartamento, cuando
llegó Lara de su trabajo, no la vio, de ahí que al subir y observarme sentado
en el salón, sin dar crédito a lo que veía, exclamó, ¡Que sorpresa!
-¿Qué pensabas? ¿Qué me había muerto? No creo que mi
Dios me enviase a Siria a morir, me tiene reservadas otras aventuras más
importantes. Me debes una explicación: ¿Por qué me enviabas a Palmira, sabiendo
que mi grupo estaba en el sur?
-Te daré todas las explicaciones que sean necesarias
después de comer, tomando unos cafés que Shaida nos servirá en la salita.
-Con mucho gusto Señora, le contestó ésta.
Primero nos sirvió la comida: ensalada, pollo y uvas
de postre, que podías completar con un cuenco de arróz con leche, todo
condimentado con muchas especies a base de tomillo, comino etc.
Aprovechando que Shaida andaba por la cocina,
mientras comíamos le dije a Lara:
-Llevo desde las once y media con tu sirvienta, no
quiso que me fuera, que esperase a que tú llegaras y me ha contado muchas cosas
interesantes. Miré disimuladamente a Lara y pude observar que se le cambiaba el
color, que se ponía seria y nerviosa, sin saber muy bien el por qué, ya que
Lara era de suponer que no estaba enterada, de que Shaida era una espía
libanesa. ¿0 tal vez Si?...
-¿Sobre que temas giró la conversación? ¿Qué cosas
te contó?
-No te preocupes, hablamos de lo guapa que eras, de
los niños etc.
-Bueno, ¿Que ha pasado?
-Que los agentes me llevaron hacia el norte camino
de la ruinas de Palmira. Gracias a lo que me dejaste en el bolso de la
americana, he podido volver a Damasco sano y salvo. Lo mismo que los policías
que al principio se resistían, pero el juguete en la nuca les hizo cambiar de
idea, supongo que ya los has visto en la comisaría.
No comprendo nada, que objeto tiene que por un lado
me protejas con ese maravilloso artefacto que llevo en el bolsillo, y por otro
lado que le ordenes llevarme a un lugar tan alejado de mi grupo, que ya sabías
que estaba por el sur del país.
-Si te dejo ir a donde tú querías, ¡Tal vez te
hubiesen asesinado!
Ahora lo comprendía todo: Alí me dejó salir del
edificio del Servicio secreto sirio, enviándome al sur a unirme con mi grupo,
para que Helena ya en territorio jordano, me liquidase. Lara lo debía de saber
por Alí: Por no darle ese placer a Helena, (lo deseaba para ella) o tal vez
arrepentida, me envió hacia el nordeste. No pude averiguar nunca que espía de
parte de Lara, me esperaba en Palmira para intentar hacerme desaparecer. Los
cartuchos de la pistola que Lara puso en mi bolsillo, como pude averiguar en casa
de Omar, la víspera de salir de Siria, eran de fogueo.
-En este momento- le dije a Lara-, ya se que Helena
es una espía siria o mejor dicho libanesa pro-siria, infiltrada en medio de los
espías cristianos libaneses. Ahora bien, lo de matar no es tan fácil, que haga
la prueba Helena y sabrá lo que es bueno. Observando a Lara, estaba convencido
de que también sospechaba, de que yo sabía para quien trabajaba ella, desde el
primer día que me interrogó en la comisaría. En adelante tendría que andar con
mucho cuidado, estaba controlado por dos enemigas muy peligrosas.
-¿Cómo te has enterado de que Helena era una espía
siria?
-No olvides que estoy protegido por mi ángel.
-No comprendo como Helena portándose también
contigo, desee que desaparezcas de este mundo, intentando asesinarte.
-Lo de asesinarme lo dices tú, yo no estoy tan
seguro de ello; también hice el amor contigo, sabiendo según tú, que soy un
espía cristiano
-Pero yo no tengo pensado matarte.
-Seguramente tampoco Helena, por el momento no os
conviene, mi consejo es que no lo intentéis ninguna de las dos. El tiempo que
perdáis en matarme a mí, lo necesitáis para vigilaros la una a la otra.
Después de comer, Lara se fue a su trabajo, no le
dio importancia que me quedase solo con Shaida. Hablé con la muchacha durante
una hora y le pedí dejar allí la maleta mientras iba a buscar un hotel para
dormir aquella noche. Pensé en coger un taxi para que me llevara a uno de
alguna compañía occidental, que hablasen español.
Recapacité y creí más conveniente en buscarlo yo
solo. El taxista podía delatarme y reconocerme luego, ante la sorpresa que
tenía reservada en los días venideros para Helena y Lara.
Tardé bastante en encontrarlo, al final me decidí
por un hotel de una cadena española, y me fui por la maleta a casa de Shaida.
Esta me propuso pedirle a Lara la noche libre para hacerme compañía y no
estuviese solo; la muchacha temía que Lara sospechase, y me dijo:
-Si vas a estar algún día más en Siria, mi opinión
es que lo dejemos para otra ocasión, por ahora nos conviene dejar las cosas
como están.
Por el momento no le diría nada a Lara, que sabía
que era una espía de Israel infiltrada en el Servicio secreto sirio; ni a
Helena infiltrada en el espionaje cristiano libanés.
-¿En donde está el hotel?- Me pregunto Shaida-.
-Solo se que está al este, pero ya sabes que yo no
conozco la ciudad.
-¿Cómo se llama?
-No me acuerdo bien, tal vez Sajhin, para mi que no
se árabe es un nombre raro. Al desorientarme en medio de la ciudad, en contra
de mi voluntad, tuve que echar mano de un taxista para que me trajera a por la
maleta. Él sabe el nombre y la calle en donde se localiza, me está esperando en
la esquina para llevarme hasta allí.
Una vez en el hotel me instalé en la habitación 202,
y le dije al recepcionista que me quedaría a cenar en el hotel.
-Muy bien, no hay inconveniente alguno.
Después de dejar el pasaporte en recepción, me subí
a la habitación a asearme un poco. El hotel aunque figuraba con tres estrellas,
no tenía muy buen aspecto, pero el aire acondicionado funcionaba muy bien. Una
vez aseado bajé a la cafetería y pedí un café, mientras se enfriaba llamé a
Helena. Después de sonar dos o tres veces, oí al otro lado del hilo, hello!
¡Soy Carlos!
-¿En donde estás?
-En Damascus como vosotros le llamáis. Una vez que
la policía me dejó libre, dos agentes (por error o por no querer cruzar la
frontera con Jordania), en vez de llevarme hacía el sur en donde estaba mi
grupo, tomaron la dirección norte camino de las ruinas de Palmira. Al darme
cuenta les obligué a regresar de nuevo a Damasco. Aquí esperaré a mi grupo para
embarcar con ellos. Así conoceré una por una las joyas artísticas de la ciudad.
-Vi a tu grupo que se dirigía hacia Jordania, al no
verte ni saber cuando te dejarían libre, no te he llamado. Mañana temprano
llegaré a Damasco, ¿Qué te parece si comemos juntos?
-Mejor cenar, al mediodía tengo otro compromiso
-¿No será con otra mujer?
-No, es hombre y lleva barba.
-¿Como se llama el hotel?
-Me parece que traducido al árabe su nombre es
Sajhin o una cosa así. Lo busqué yo, debido a que el recepcionista hablaba
español. Te espero a las ocho frente al Mausoleo de Saladino.
-De acuerdo, hasta mañana.
Segunda
parte.
Me movía en el interior de un laberinto, Helena me
estaba esperando en Jordania, seguramente para liquidarme. Lara lo debía de
saber, pues me cambió de itinerario y puso en un bolsillo de mi americana una
pistola con cartuchos de fogueo. Para mi esto tenía una fácil explicación: las
dos querían agregar a su currículo la autoría de mi asesinato.
Cené solo en una mesa del restaurante, a
continuación salí a dar una vuelta por las cercanías. La pistola de Lara en el
bolsillo me daba gran tranquilidad y paseé sin distanciarme mucho fumando un
cigarrillo. No encontré problema alguno; además los taxis aparecían por todas
partes, por si tenía que hacer uso de uno de ellos para trasladarme al hotel,
cuyo nombre llevaba escrito en un papel.
Decidí regresar paseando hasta el hotel, me acosté
leyendo un libro que había metido en la maleta, poco a poco me fui quedando
dormido, gracias a una pastilla que tenía por costumbre tomarme antes de
acostarme.
Me desperté sobre las ocho de la mañana. Después de
asearme, bajé a desayunar y luego subí a la habitación para recoger el
“juguete” de Lara, que me daba seguridad llevándolo en el bolsillo. Bajando las
escaleras para salir a la calle, sonó mi teléfono móvil, no tenía la más remota
idea de quien podía ser la llamada, se trataba de una llamada local; pensé en
Helena, que se le habría olvidado decirme alguna cosa, en Lara o en Shaida, que
eran las que sabían el número de mi teléfono, ¿O tal vez Teodoro? ¡Ojalá!
Apreté el botón, hello!
-Buenos días,
sonó al otro lado del hilo la voz de un hombre; soy Mohamed, para usted un
sirio cristiano, en realidad un egipcio cristiano amigo de Teodoro, él fue el
que me dio su teléfono. Me pide que le ayude a salir de Siria. Después de
llevar a cabo la misión que le encomendó, cree que no le van a dejar salir de
Damasco; así que debe intentar visitarme para hablar de ello.
¿A que misión se refería Teodoro? Nunca pude
averiguarlo, pues lo de liquidar a las terroristas, no se lo había contado a
nadie: A mi me vino muy bien para que Mohamed intentara sacarme de aquel
infierno. Solo un día antes de salir de Siria, se lo había contado a Omar, que
de ninguna manera tuvo tiempo de comunicarse con Teodoro.
Yo ya tenía otro plan para salir del país, pero no
camino de Egipto, sino hacia el Líbano. No le pregunté a Mohamed, en que cárcel
se había entrevistado con Teodoro. No importaba mucho, Para mí lo importante
era cruzar la frontera y salir de allí.
-Coja un taxi, de lo contrario le va a ser muy difícil
llegar hasta mi vivienda. Me dio el nombre y número de la calle y la contraseña
para poder entrar en su guarida. Le mandé parar al taxista un poco antes de
llegar, le pagué los tres dólares que me pidió y se fue. Llamé tres veces al
timbre como me había indicado, mientras esperaba a que me abriera, pude
observar a la derecha e izquierda de la puerta de acceso, dos pequeños
escaparates con artesanía de poco valor.
Al poco tiempo apareció el hombre, soy Mohamed y
usted supongo que será Carlos, el español amigo de Teodoro.
-Así es, soy Carlos.
Este egipcio que se hacia pasar por sirio, era un
hombre de mediana edad, corto de estatura, con una barba bien poblada y sobrado
de kilos; vestía un traje gris claro con la americana abrochada que daba la
sensación de estar bastante usado, camisa oscura y corbata tirando a blanca con
bandas grisáceas.
-Por lo que me contó Teodoro, te hubiese conocido
con solo verte: rubio, ojos azules y uno setenta y seis de estatura, y sabiendo
que le esperaba, no hacía falta que le preguntase su identidad. Sígame por favor;
recorrimos un pasillo de unos veinte o treinta metros, antes de llegar a su
estudio. En el interior nos encontramos con otro señor, que me lo presentó como
su socio. Me quedé impresionado de las cosas que allí tenían: sobre la mesa se
apilaban decenas de pasaportes falsos de todas las naciones. Encima de sillas y
taburetes, cantidad de pelucas de varios colores; abrió varios cajones y me
dijo que hacían juego con estos bigotes. Las estanterías estaban repletas de
frascos con colas para pegar sobre todo los bigotes postizos, y a nuestra
derecha pude observar una cámara de fotos, que me llamó la atención por su
antigüedad, me recordaba a las que existían en el paseo de la Herradura de
Santiago de Compostela, cuando yo era un niño.
-¿Cuándo tiene pensado salir de Siria?- Preguntó.
-Hoy es veintinueve de julio, necesito dos o tres
días para llevar a cabo el trabajo del que le habló Teodoro, que no puede
tratarse del mismo que le indicó mi amigo, pero para los efectos es igual. Por
lo tanto me gustaría salir el uno de agosto, si es posible antes del mediodía.
El precio son dos mil dólares y nuestro trabajo
consiste en facilitarle un pasaporte falso, una peluca y unos bigotes postizos
para cambiar de imagen y adaptarse a la foto que le voy a hacer; luego
acompañarlo en autobús hasta Amman. Allí sacaremos dos billetes de avión para
el Cairo, que usted pagará por supuesto. Al llegar a dicha ciudad, después de
pasar el control del pasaporte, entrará en el servicio y cambiará de imagen;
recuperará la suya propia, metiendo lo artificial en una bolsa que de inmediato
me entregará.
Desde ese momento ya dentro del aeropuerto, empleará
su pasaporte verdadero. Yo me encargaré de sellarle su llegada a Egipto, me
costará unos cuantos dólares, es muy fácil comprar al agente si fuese preciso,
dado el desorden y el bullicio en el aeropuerto.
Al día siguiente no habrá problema alguno, para
embarcar en el vuelo que yo intentaré reservarle billete para España. Una vez
que esté dentro del avión, mi trabajo ha terminado.
-Estoy totalmente de acuerdo con su labor, y el
precio me parece razonable.
-Entonces el día uno de agosto le espero aquí. Debe
de hacer lo mismo: tomar un taxi y despedir al taxista unos cien metros antes
de llegar a mi domicilio.
-¿Algún problema?, Me preguntó:
-No creo.
-Vamos a hacer una prueba de imagen y puede
llevárselo todo.
-No me interesa llevármelo ahora, vendré el día
treinta y uno por la mañana, y cambiaré de imagen en su casa, en otro lugar
tendría problemas.
En unos minutos me sacó una foto, la pegó al pasaporte
falso visado en Siria, me hizo una prueba transformándome en el Sr. Mohamed
Siad, y me dijo:
-Ya está todo preparado para salir hacia Jordania,
no olvides que salimos el día uno por la mañana.
-Una pregunta; tengo una pequeña pistola regalo de
un amigo, es tan bonita, un auténtico juguete, que me gustaría llevármela a
España.
-Puede ir dentro de la maleta, se permite llevar una
pequeña arma como defensa personal, habrá que declararla.
Otra opción tal vez mejor, sea envolverla en un
papel opaco que la haga invisible al scanner, si se la ven y se la quitan, se
queda usted sin ella, pero no pasa nada. Lo volveré a llamar, hay que estar dos
horas antes de los vuelos en los aeropuertos; hoy mismo me pongo a trabajar en
ello, a ver si el día uno puede embarcar.
¿Le paro un taxi?
-No, prefiero ir paseando, en este momento no tengo
nada que hacer.
A doscientos metros me senté en un banco y llamé a
Shaida, eran las doce de la mañana y a esa hora pensé que estaría sola.
Contestó a mi llamada y por la voz parecía que estaba muy contenta; le pregunté
cuando nos podíamos ver. Temo marcharme sin poder vivir ese sueño de amor de
que hemos hablado. Es curioso que deseándolo los dos, no podamos llevarlo a
cabo.
-¿Cuándo te marchas?
-probablemente pasado mañana.
-Bueno, yo seguramente puedo acudir a tu hotel de
cinco a siete, que son las dos horas que tengo libres; luego recojo a los
niños, los aseo, les doy la cena y los meto en la cama.
-El hotel como te he dicho creo que se llama Sajhin
y la calle Seynaya, cualquiera de los setecientos taxistas de Damasco sabe la
dirección. No te preocupes de que tengas poco tiempo, lo bueno si es breve, dos
veces bueno. Hasta las cinco entonces, mi habitación es la 202 y le daré al
recepcionista una propina, para que cuando llegues, no te ponga impedimento
alguno, subir conmigo hasta el segundo piso. Intenta ser puntual, te esperaré
en la puerta del hotel.
-Muy bien, intentaré estar ahí si no hay novedad, si
la hubiese te llamaré por teléfono.
Mi idea era la de tener ocupados los dos días antes
de embarcar rumbo a España. Esta tarde de cinco a siete estaría viviendo unos
momentos felices con Shaida, que además de su juventud, no estaba nada mal. De
mediana estatura presentaba ojos castaños, piel morena y melena negra, aún así
da la impresión de ser de una nación de Europa más que de una árabe. Sin duda
alguna se debía a la convivencia con Lara, que la vestía al estilo occidental,
y como las costumbres de la casa venían del oeste, la muchacha daba la imagen
de una italiana o griega, aunque ella afirmaba que había nacido en Oriente
próximo.
Me fui al hotel, tenía que idear un programa para
que no me fallara el plan: esta tarde Shaida y a partir de las ocho Helena,
todo iría bien, si conseguía que ésta después de cenar y pasar la noche juntos,
se comprometiera a llevarme a la ruinas de Palmira, que deseaba conocer antes
de abandonar el país. Así que el día treinta por la mañana iríamos a Palmira,
almorzaríamos allí y regresaríamos a Damasco.
La dejaría con la promesa de que al día siguiente
por la tarde, acudiría al gran hotel Tadmor, en donde yo le reservaría una
habitación. Como se trataba del mejor hotel de Damasco, no perdería la ocasión
de disfrutar de una de las habitaciones más lujosas de Damasco y de una cena
que tenía fama de ser la más ilusionante de la ciudad.
Llegué al hotel antes de comer, pedí una cerveza
fría en la cafetería, luego pasé al restaurante y tras la comida me subí a la
habitación a intentar dormir un poco, antes de que llegase Shaida. Supuse que
vendría ya que no me había llamado por teléfono, como habíamos quedado; se
retrasó un poco y cuando llegó miré el reloj, marcaba las cinco horas y veinte
minutos. No le comenté nada al respecto, subimos a la habitación y después de
beber un refresco de la nevera, comenzó a desnudarse tímidamente y sin prisa
alguna. Le agradecí su presencia y le pregunté si había tenido algún problema
en llegar al hotel.
-Ninguno, el taxista debía de saber muy bien el
camino, ya que se me hizo muy corto, seguramente porque hemos venido todo el
tiempo hablando.
Como nos habíamos prometido vivir un sueño de amor,
actué todo el tiempo con delicadeza, intentando que llegase al placer sin
grandes complicaciones. Me di cuenta que no era la primera vez que lo había
experimentado, e hice todo lo posible para que lo sintiese de nuevo. Mientras
nos relajábamos en la cama siguió dedicándome palabras hermosas, hasta que
llegó la hora de partir para recoger a los niños y llevarlos a casa. No me
pidió nada, al contrario me agradeció los momentos maravillosos que pasamos y
me propuso repetirlo antes de que me fuese a España.
Me aseé y salí al exterior, para subirme a un taxi y
acudir al encuentro con Helena. Metí en el bolso de la americana el “juguete”,
por si acaso se decidía hacerme desaparecer aquella noche. Sucedió todo lo
contrario: paseamos por las calles más transitadas y me llevó a tomar unos
refrescos a una cafetería llena de gente, hasta las diez y media que acudimos a
cenar al hotel.
Tras la cena salimos aproximadamente una hora a
tomar el fresco, paseando por las cercanías del hotel; me recordó que si
teníamos pensado visitar Palmira, debíamos de acostarnos, para madrugar e
intentar ver todo lo posible cuanto antes, ya que a partir de las doce hace
mucho calor y existen pocas sombras en donde podamos cobijarnos. Así que nos
acostamos y no fue preciso que yo le dijese que aquella tarde había estado
acostado con otra chica, solo le manifesté que mis hormonas aún no se habían
normalizado; entonces ella tomó la iniciativa y una vez que alcanzó el placer,
nos quedamos dormidos.
Nos levantamos a las seis y media y a las siete ya
estábamos desayunados para salir hacia Palmira. El todo terreno lo conducía
Helena, como era suyo, ni siquiera me insinuó si quería conducir, no lo hubiese
aceptado por dos motivos: por un lado, probablemente yo no sabría conducir en
Siria sin señales de tráfico, y por otro, necesitaba las dos manos libres, por
si en aquella carretera tan poco transitada, le venía la idea de acabar
conmigo. Nada de eso ocurrió, fuimos hablando todo el camino de las costumbres
sirias y un poco antes de las nueve llegamos a Palmira.
En Palmira después de sacar las entradas, un guía,
nos iba explicando uno por uno los restos que perduran, de lo que fue Palmira
antes y después del Imperio romano. Visitamos el templo o santuario de Bel, la
divinidad suprema de Palmira. El arco monumental, construido en tiempos del
emperador Séptimo Severo. La gran columnata, que flanqueaba a una larga calle
de tiempos romanos de más de un Km. de largo. El Santuario de Nebo, dios de los
oráculos. Las termas de Diocleciano. El teatro. Los restos del senado. El santuario
de Baalshamin, y por último la necrópolis.
Después del recorrido observando la mayoría de los
restos, y cuando el calor apretaba de lo lindo, accedimos al Museo, en donde se
recopilan las piezas encontradas.
Como habíamos pasado toda la mañana bebiendo agua
fría para contrarrestar el calor, al salir del museo la invité a tomar unos
refrescos, en uno de los múltiples hoteles-restaurantes que existen en la
ciudad nueva, y allí nos quedamos a comer. Helena me dijo que estaba muy bien
el restaurante, que lo conocía de otras veces que había visitado las ruinas.
Para mí –le dije-, que sean buenos o malos restaurantes me da igual, ya que las
comidas al no estar habituado a ellas, necesito hacer un gran esfuerzo poder
tragarlas
Así que acepté de buen grado lo que Helena decidió,
sobre todo por el cansancio de estar toda la mañana de pie.
Regresamos a Damasco, le dije que tenía un
compromiso con unos señores que me iban a enseñar alguna antigüedad y cosas
típicas de Siria, por si quería llevarme algún recuerdo.
-No se, si te lo he dicho -le indiqué a Helena-, te
tengo guardada una sorpresa como despedida: he reservado una habitación en el
gran hotel Tadmor, que como sabes, su nombre se debe a que así se llamaba
Palmira en la antigüedad, es sin duda alguna el mejor hotel de Damasco, como ya
supongo que sabrás. No han podido hasta mañana comunicarme el número de la
habitación, por estar casi todo ocupado. Mañana temprano te llamaré y te lo
indicaré. Tienes que estar allí alrededor de las ocho, para tomar algo antes de
cenar y cuando llegues subes a la habitación y me esperas en el interior, si yo
no he llegado. Te tengo reservada una gran sorpresa, que quiero que la recibas
en la habitación antes de cenar.
-Tendré que ponerme la mejor ropa para que me dejen
pasar.
-No creo que se fijen mucho en la ropa, más se fijan
en la cartera, pero no te preocupes que yo invito y el recepcionista, ya está
enterado que una chica que se llama Helena me acompañará durante toda la noche.
No tendrás problema alguno al ir conmigo, buena propina me costó.
-Allí estaré si no hay novedad.
-Si la hubiese, me avisas para anular la cena.
Saqué del bolsillo cien dólares y se los di para que
se comprara un vestido de noche, unos zapatos y un bolso a juego, estarás
guapísima.
Tenía que convencer a Lara y me quedaba solo una
tarde y una mañana, para que la noche del día siguiente acudiese al hotel
Tadmor, en donde yo reservaría una habitación para celebrar la gran despedida
final, antes de partir para España. A Lara la sucedía lo mismo que a Helena y a
otras muchas mujeres, le gustaba el lujo de los grandes hoteles y si era
gozando de la compañía de un hombre interesante, mejor. Yo le debía una noche,
ya que por las circunstancias la que me invitó a cenar, fue ella la que llevó
la iniciativa. Así que cuando le dije de pasar una noche en el hotel Tadmor, le
faltó tiempo para aceptar. Me indicó que salía de trabajar a las siete, a la
salida pasaría a ver a sus hijos y a comunicarle a Shaida, que no cenaría ni
dormiría en casa. Así que llegaré sobre las ocho u ocho y media.
-Me parece una hora adecuada, te llamaré para
indicarte el número de la habitación. Cuando llegues me esperas dentro, que
deseo hacerte un regalo, para que lo lleves puesto en la cena, ya sabe el
recepcionista que yo te acompaño, no te preocupes si llegas tarde, con la
propina que le di al recepcionista, no tendrás problema alguno en el hotel. Al
llegar te identificas en recepción.
Me quedaba aquella tarde del día treinta libre,
llamé a Shaida y le pregunte:
-¿Sabe Lara, que has estado ayer dos horas conmigo
en el hotel?
-No, si hago el trabajo bien, Lara no me pregunta
nada de mi vida particular. Por cierto, te iba a llamar ahora mismo.
-¿Algún problema?
-No, solo quiero decirte que el Sr. Omar, con el que
me une una gran amistad, desea que vayas a visitarlo. Es un sirio cristiano
amigo mío y de Mohamed e intimo de Teodoro. Vive en las afueras y quiere que
sepas algunas cosas que desconoces. No te preocupes para encontrar su
domicilio, yo te acompañaré. Tiene una caseta en el mercado árabe, pero esta
tarde está en casa. Vienes a buscarme a las cinco, tomamos un taxi y lo vamos a
ver antes de que te marches. Conoce las actividades de Helena y de Lara y me
indicó que te dijera que tuvieses cuidado.
Subimos a un taxi como deseaba Shaida y nos
dirigimos al domicilio de Omar, llamamos a la puerta y desde dentro oímos una
voz que en árabe nos pedía que nos identificásemos. Shaida le dio la
contraseña, nos abrió y entramos en su pequeña pero maravillosamente decorada
vivienda.
¡Ah, eres tú! Exclamó cuando vio a Shaida.
-Os voy a presentar, Carlos, este señor es Omar.
Estreché su mano pronunciando la palabra encantado. Nos mandó sentar mientras
nos preparaba unas tazas de té frió que nos sirvió acompañado de unas pastas;
sin otras dilaciones comenzamos a hablar de las cosas que nos habían llevado
hasta su persona.
-Supongo que ya conoce cosas de mí por Shaida, le
acarició los cabellos, y exclamó: ¡Esta es nuestra mejor espía que tenemos en
Damasco!
-Algo conozco, sí, pero quisiera conocer más de lo
que usted sabe de Teodoro y de nuestras “amigas” Lara y Helena. Su experiencia
por el tiempo que lleva trabajando para el Servicio secreto, nos puede ser de
gran utilidad.
-Soy muy negativo con respecto a que suelten por
ahora a Teodoro, los sirios son muy severos con los espías que detienen, si no
hay un intercambio con otros espías, permanecerá en la cárcel por mucho tiempo.
Ahora bien, Teodoro posee poderes un poco sobrenaturales, por lo tanto no
debemos de perder la esperanza.
-Shaida sabe mi teléfono, si saliera de la cárcel
estos días tienen que llamarme, debe de aclararme algunas cosas; si no saliera
yo intentaré solucionar el problema antes de marcharme a España.
-En relación a las dos espías mencionadas ¿Desde cuando
conoce usted su identidad? En otras palabras ¿Cuándo se enteró de que Helena
era una espía infiltrada en nuestro Servicio secreto y que Lara trabaja para
Israel?
-Lo de Helena la noche que la conocí. Lo de Lara es
distinto, tal vez sin que sepamos la causa, trabaje para el espionaje hebreo
por vocación y no por dinero, tiene su casa llena de símbolos hebreos de gran
valor, muy representativos del pueblo israelí desde Moisés. Ya se que la está
vigilando Shaida en su domicilio, le he dicho que tenga mucho cuidado, Lara
tiene la sangre muy fría y si se entera de que todo este tiempo estuvo bajo la
vigilancia de Shaida, es capaz de hacerla desaparecer.
Contra mí no creo que tenga nada, se portó muy bien
cuando me interrogó en el Servicio secreto sirio; al dejarme libre por orden de
su jefe Alí. Me invitó a cenar, aunque había que pensar que lo hizo por
disfrutar del sexo con un hombre occidental. Por si eso fuera poco a favor de
Lara, a la mañana siguiente dos agentes tenían que trasladarme hasta donde
estaba mi grupo; temiendo por mi vida, me metió en el bolso de la chaqueta una
pistola, viendo luego su comportamiento, no se a que quería jugar, tal vez
deseaban ambas recibir los honores de ser la autora de mi futuro asesinato.
Yo le tenía aprecio, pero estando en Palmira, Helena
me dijo que por culpa de Lara, habían muerto muchos inocentes libaneses
cristianos. Lo mismo me comentó Teodoro, todo ello fue creando en mí la idea de
hacer desaparecer a las dos: Helena y Lara, la misma noche y en el mismo lugar.
-Usted es la persona más indicada para hacerlo.
-Ya le dije a Shaida, que como espías nuestra misión
es investigar y pasar los informes a nuestros superiores del Servicio secreto,
para que ellos los entreguen a los verdugos, si lo creen conveniente.
Yo no sería capaz de apretar el gatillo, ni obligar
a nadie que lo haga. Le prometo que emplearé una forma de hacerlas desaparecer,
sin intervenir en su muerte directamente. No es nada fácil, recen para que lo consiga.
-No esperaba otra cosa de usted, estoy convencido de
que lo conseguirá, me indicó Omar.
-Ya veremos-le contesté-.
-¿Lleva ahí la pistola? ¿La ha estudiado?-Preguntó
Omar.
-Sí, no la he quitado para nada del bolso de la
americana, al no tener ocasión de usarla, no sé si funciona o no.
-¿La puedo ver?
Le entregué el arma, sacó el cargador y pudo
observar que los cartuchos eran de fogueo.
-¿Así que las dos me quieren liquidar?
-Digamos que se quieren matar entre ellas y se
aprovechan de usted para lograr su fin. Si se le presenta la ocasión de estar
solas, intentarán liquidar la una a la otra. No cabe duda de que la que quede
con vida, intentará asesinarlo, sería un testigo peligroso y hará todo lo
posible para matarlo.
Nos fuimos de allí coincidiendo mis ideas con las de
Omar, teníamos que eliminar a las dos terroristas y el hombre confiaba en mí,
como la única persona que podía hacerlo. No Había duda de que no conocía mi
plan y me gustaría observar sus reacciones cuando se enterase de él por Mohamed.
Acompañé a Shaida a por los niños al colegio y unos
minutos antes de su casa la dejé, no vaya a ser que nos vea Lara -le dije-, y
nos despedimos. No la volví a ver hasta cierto tiempo después.
A la mañana siguiente me levanté a las nueve, me
bajé a desayunar tranquilo, a continuación hice la maleta y pagué mi estancia
en recepción, dejándole una propina de cuarenta dólares al recepcionista, por
haberme informado dos días antes, de que en donde se hablaba español era en el
hotel Tadmor, tiene el inconveniente -me dijo-, de que es muy caro. Le pregunté
si no había inconveniente de dejar allí la maleta en un rincón, hasta un poco
más tarde que vendría a recogerla.
-Ninguno –me contestó-, con gran amabilidad después
de recibir la propina.
Deseaba dejar allí la maleta hasta hablar con
Mohameh, él me diría si era mejor recogerla con el disfraz o sin él.
Salí a la calle camino de la casa de Mohamed de allí
tenía que salir con la nueva imagen; paré un taxi que me llevó hasta cerca de
su apartamento, me disfrazó como habíamos quedado y me entregó el pasaporte
falso.
-Guárdalo –me indicó-, va a quedar en tu poder hasta
que lleguemos al Cairo. Después de nuestra intensa relación ya nos tuteábamos,
esto indicaba confianza y amistad. Luego fue el mejor amigo que tuve en Egipto
y en Siria, en mis nuevas aventuras.
Salí a la calle como el Sr. Mohamed Siad de
nacionalidad siria, le hice señas a un taxista y le dije que me llevara al
hotel Tadmor.
-¿Se dedica usted al negocio del petróleo?
-¿Por qué?
Por dos motivos: es el primero de hoy que no me
regateó el precio del taxi y por alojarse en ese gran hotel, al llegar saqué
del bolsillo veinte dólares y le dije que se quedara con la vuelta, se puso tan
contento que además de darme las gracias varias veces, me hizo no se cuantas reverencias.
Entré en el hotel, saqué del bolsillo cien dólares,
los dejé sobre el mostrador y le dije al recepcionista que deseaba reservar una
habitación para esta tarde-noche.
-No tenemos, pero para usted siempre queda alguna
libre.
-Gracias, quiero pagársela ahora ¿Cuánto es?
-Son cien dólares, saqué de nuevo doscientos dólares
y le hice un gesto con la mano indicándole que se quedara con la vuelta.
-Le voy a dar la mejor que me queda, la doscientos
dos.
- Mi nombre es Mohamed Siad, aquí tiene el pasaporte.
Estoy citado con dos chicas, quiero probar lo del trío, que no lo he hecho
nunca y tengo la mujer al acecho. Así que la documentación se la pide a las dos
muchachas, que seguramente llegarán antes que yo. Una vez que lleguen les dice
que me esperen en la habitación, que no salgan de ella para nada, puede
aparecer por aquí mi mujer y no me interesan los escándalos.
-Si ellas me dejan su documentación no hay problema,
debo de tomar nota de ella por orden de la dirección, ya sabe…
-Sí que lo se. De todas las maneras le pido la
máxima discreción de mi presencia aquí. ¿Está usted casado?
-No señor.
-Enhorabuena, si se llega a casar no lo haga con una
cristiana, si no quiere que su vida sea un continuo tormento, y por supuesto
olvídese de tener relación con otras mujeres, si no es a escondidas, como me
sucede hoy a mí.
Me marché de nuevo a casa de Mohamed, necesitaba que
me retirase el disfraz para poder ir a recoger la maleta y llevármela a su
casa. Luego teníamos que ir a comer y por la tarde recluirnos en su domicilio,
hasta el día siguiente a la hora de acudir a la estación de autobuses para
desplazarnos a Amman.
A la mañana siguiente la primera cosa que hizo mi
amigo fue disfrazarme y ver si estaba toda la documentación en regla.
Observando que todo estaba bien, tomamos un pequeño desayuno y recogimos las
maletas.
Llegó la hora de partir sobre las doce de la mañana
del día uno de agosto. Paramos un taxi y durante el camino hasta la estación,
Mohamed como sabía hablar muy bien el español, por miedo a que el taxista se
enterase de algo, hablamos en mi idioma del tiempo que hacía en Siria, que no
llovía apenas y que se estaba convirtiendo en un desierto y de muchas cosas
más, ni una palabra de lo nuestro.
Al llegar a la frontera tuvimos que hacer un
trasbordo por cambio de autobús, me indicó Mohamed que estuviese tranquilo que
era lo normal. Los autobuses no tienen permiso para cruzar la frontera de un
país al otro.
Pasamos el control del pasaporte sin problema
alguno, lo abrieron por donde estaba la fotografía, lo sellaron y me lo
devolvieron. El autobús nos dejó tan cerca del aeropuerto de Amman, que no fue
preciso coger taxi alguno.
Llegamos al aeropuerto, una señorita nos dijo que
transitásemos hasta la terminal dos. Mohamed se encargó de facturar el equipaje
y de recoger los billetes del avión. Pasamos el control del pasaporte sin
problema, y nos indicaron que subiésemos al primer piso para embarcar. Después
de más de una hora nos comunicaron que la puerta de embarque era la número 5.
Tras otra hora de espera, subimos al avión.
Durante el vuelo, me entró cierto nerviosismo,
¿Sería capaz de entrar en el Cairo sin problemas? Muy pronto la sabría, ya que
la azafata anunció que en quince minutos aterrizaríamos en el aeropuerto del
Cairo.
Aterrizamos e inmediatamente había que pasar el
control del pasaporte, lo hicimos sin encontrar dificultad; a continuación nos
dijeron que debíamos de acudir a recoger los equipajes. Ya con las maletas en
nuestro poder, mientras que Mohamed quedó al cuidado de ellas, yo pasé al servicio
para retirar el disfraz y adquirir mi auténtica personalidad. Metí todo en una
bolsa como habíamos quedado y se la entregué a Mohamed. Este me pidió el
pasaporte y me indicó que lo esperase unos minutos al cuidado de las maletas,
que pronto volvería. No habían pasado diez minutos cuando apareció con mi
pasaporte sellado con la entrada en Egipto.
-Buen trabajo, le dije-.
-No tiene importancia, todo se arregla con un
billete de cien.
Cuando salíamos del aeropuerto, Mohamed me dijo:
-La reserva que le hice para España en una compañía
egipcia, al ser mañana domingo, el avión no sale hasta el lunes a las diez y
media. Como mi trabajo no termina hasta verlo acomodado en el interior del
aparato que lo traslade a España, tendremos que pasar estos dos días en un
hotel. Así conocerá usted algo del Cairo, una de las ciudades más cosmopolita y
artística del mundo árabe. Hay que tener mucho cuidado, la ciudad es un
auténtico nido de espías.
Cogimos dos habitaciones en un hotel situado cerca
de las pirámides, después de cenar, dimos un paseo por las orillas del Nilo que
Mohamed conocía a la perfección. Me dijo que no era muy conveniente salir por
la ciudad a esa hora y quedamos para desayunar a las nueve de la mañana del día
siguiente. Cuando llegué al comedor ya me estaba esperando el amigo, recogí el
desayuno y regresé a su mesa. Antes de que me sentara me colocó dos periódicos
sirios sobre la mesa para que los leyera, y me manifestó:
-¡Buen trabajo amigo mío!
-No se a que te refieres.
Como insistía, le dije:
-Perdona, pero no se leer el árabe.
Me leyó una columna de la primera página: dos espías
se matan entre ellas en la habitación de un lujoso hotel de Damasco. La
autopsia practicada, pudo demostrar que las balas encontrada en cada uno de sus
cuerpos, partencia al arma de la rival. Le indiqué que no siguiera leyendo, y
le dije:
La muerte de las espías, aunque yo no intervine
directamente, la planifiqué por la simple razón de que pagasen por lo que
habían hecho. Por estar seguro de ello, tomé la justicia por mi mano.
La muerte de Helena la llevé a cabo, por haber
informado a los sirios de que Teodoro era un espía cristiano al servicio de los
cristianos del Líbano, y de que los sirios lo apresaran y lo tengan recluido en
una dura prisión, si es que aún conserva la vida. Ahora bien, lo hice sobre
todo por estar seguro de que me esperaba en Jordania, una vez que me dejaron
libre los sirios, para liquidarme, de acuerdo con los agentes del Servicio
secreto sirio. Si no lo hizo fue porque no pudo.
La muerte de Lara la llevé a cabo por un problema
mucho más complejo. Al comprobar, que se trataba de una espía al servicio de
Israel, no la liquidé por matar los judíos a nuestro Mesías, ya que ella no
tuvo culpa alguna de lo sucedido hace dos mil años.
Tampoco por la poca simpatía que nos tienen a los
cristianos, los ortodoxos judíos, a pesar de la gran cantidad de divisas que le
reportan aquellos a los hebreos, al peregrinar a los Santos Lugares Cristianos.
Para que te des cuenta, que fue lo que me llevó a
hacerla desaparecer, permíteme que te cuente un poco de mi relación con Lara:
-Al día siguiente de que me invitase a cenar, me
encontré con Shaida, su ama, y me preguntó:
-¿Qué tal la cena de esta noche con Lara?
-Mas que cenar, lo que quería era gozar del sexo con
un médico occidental.
-Ten cuidado cuando estés a solas con ella, es una
espía muy peligrosa y la vida de una persona no le importa absolutamente nada.
Si supiera que yo colaboro con los cristianos libaneses, ya me hubiera mandado
al otro mundo. Odia a los árabes aun trabajando para ellos, pero también a los
cristianos. A ella se debe que los judíos matasen a seis familias cristianas
del Líbano, acusadas de pasar información israelí a los árabes.
En el Líbano muchos cristianos son amigos de sus
vecinos árabes y viceversa. Los cristianos eran inocentes, solo intentaban
prevenir del peligro a sus amigos. No les sirvió para nada, acabaron siendo
acribillados por los agentes israelitas, porque así lo había decidido el
Servicio secreto hebreo.
Lara tenía que pagar por ello, a mí no me quedó otra
opción que hacerles justicia a los cristianos, tanto Teodoro como Omar y
Shaida, fueron mis amigos desde que llegué a Siria.
Así fue como desapareció de este mundo Lara: nada
menos que de las manos de su peor enemiga a la que odiaba a muerte.
Si actuaste bien o mal, allá tu conciencia, yo en
eso no me meto. Lo que deseo felicitarte -me manifestó Mohamed-, es por la
inteligencia que empleaste en tu actuación; muy pocos espías están capacitados
para hacer una cosa así. Las espías femeninas tienen mucho que aprender de
agentes como tu.
-Me aproveché un poco de mis circunstancias (de que
soy aún relativamente joven), un espía mayor no lo podría llevar a cabo, si se
encontrase en mi lugar.
El día lo pasamos Mohamed y yo paseando por las
orillas del Nilo, comimos en un restaurante y nos fuimos a descansar, pues al
día siguiente teníamos que madrugar para acudir al aeropuerto. Allí estuvimos
hablando después de sellar el pasaporte, hasta que embarqué con destino a
España.
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