Primera Parte
Llevaba poco tiempo ejerciendo de médico en Madrid,
cuando recibí en mi casa a Mohamed el “egipcio”; ambos habíamos estudiado en la
misma universidad. Terminamos la carrera y al despedirnos, quedamos de hacer un
intercambio: él vendría diez días a aprender un poco de la medicina europea en
mi hospital, y yo acudiría al cairo al suyo, a observar la calidad de la
medicina que practicaban en Egipto. En Madrid se hospedería en mi apartamento y
en el Cairo yo pernoctaría en casa de sus padres, pues aún no se había
independizado de sus progenitores. Lo que le pagaba su hospital no le daba para
comprar un apartamento ni por supuesto para contraer matrimonio.
Mi padre que en un principio trabajó de policía,
desde hacía unos quince años había sido trasladado al Servicio Secreto. En una
redada en Madrid, intentando detener a unos terroristas, éstos, momentos antes
de que la policía entrase en su apartamento, salieron a toda prisa por la
puerta de atrás, dejando abandonado todo el material que almacenaban en su interior.
Los agentes recuperaron unos ordenadores, y en uno
de ellos al imprimir lo que contenía en sus archivos, hallaron un escrito en
clave, que los especialistas descifraron. En él los terroristas manifestaban,
que después de llevar a cabo el ataque contra las torres gemelas de Nueva York,
y de la barbarie del ll- M. de Madrid; el tercer atentado lo llevarían a cabo
contra la presa de Aswan, intentando dañar su estructura.
Al aproximarse el día de desplazarme al Cairo, mi
padre me encargó dos cosas: primero que husmease todo lo posible, con mucho
cuidado, ya que la ciudad además de ser un nido de espías, por sus calles
caminan a sus anchas gran número de terroristas. Averigua a ver si encuentras
algún egipcio, que por una buena propina (en Egipto todo se arregla con dinero)
te ponga en la pista de algún foco de terroristas, ya que los que se nos
escaparon en Madrid, eran todos egipcios.
Indaga sobre todo en los barrios y bajos fondos, pero
por nada del mundo expongas tu vida.
El segundo encargo que me hizo mi padre fue el
siguiente:
Que intentase hablar con los agentes del Servicio secreto
egipcio, para que tuviesen conocimiento de lo que le hemos arrebatado a esos
terroristas: que en su mente está la de bombardear la presa de Aswan.
Tuve una larga conversación con mi padre y le dije:
-Para que pueda llevar a cabo lo que me pides,
tendré que llevar una copia impresa del escrito que los terroristas dejaron en
su apartamento, y un documento firmado que me permita presentarme a los jefes del Servicio Secreto Egipcio, en
donde indique que colaboro con el Servicio secreto Español.
Al día siguiente me trajo los dos documentos que le
pedí, cuñados con el sello de su Departamento.
Un día después, paré un taxi y le dije al taxista
que me llevara al aeropuerto, en donde embarqué para Egipto. Sobre las nueve de
la noche aterrizamos en el bullicioso y desordenado aeropuerto del Cairo. Allí
me esperaba mi amigo, que me condujo a su domicilio.
Durante dos o tres días mi amigo Mohamed me llevó a
su hospital, localizado al lado del Museo Nacional Egipcio del Cairo, me
presentó alguno de sus amigos, que me invitaron a que viese como funcionaba
alguno de los servicios de medicina interna. Observando la medicina que
practicaban, me deprimía. Así que le dije a Mohamed que tenía que hacer algunos
encargos que me habían encomendado en Madrid y para llevarlos a cabo debía de
desplazarme a Alejandría y a Aswan. Por lo tanto, por unos días no podré venir
por aquí.
Metí los documentos del Servicio Secreto en el
bolsillo interior de mi americana y me acerqué al Servicio Secreto Egipcio, que
estaba situado muy cerca del hospital por detrás del Museo.
Al llegar, hablé con el policía de puerta como pude,
chapurreando un poco el inglés. Le entregué el documento destinado al jefe del
Servicio Secreto, para que se lo presentara y le dijese si podía recibirme.
Pasados unos diez minutos, regresó el policía indicándome, que el jefe me
esperaba en su despacho. Siga el pasillo y llame a la tercera puerta de la
derecha.
Llamé a la puerta como me había dicho el policía y
oí una voz que desde dentro me invitaba a pasar, nos saludamos, y me dijo:
-¿Pertenece usted al Servicio Secreto de España?
-Bueno, en realidad soy médico, pero colaboro muy
intensamente con ellos. Aprovechando mi viaje a Egipto por otros motivos, me
encargaron que les entregase una información, creo que será de interés para
ustedes. Saqué la copia del escrito que les habíamos recuperado a los
terroristas, se la puse sobre la mesa y le indiqué que por favor la leyera.
Está escrita en inglés pero supongo que no encontrará problema alguno para
hacerlo.
Después de leerla con detenimiento, manifestó-.
Le agradezco su información. Me llamo Hishan, y soy
el Jefe del Servicio secreto de Egipto. Si lo que nos dicen es verídico, lo
considero tan importante que debe de tener conocimiento de ello Abdela, que es
el jefe de todos nosotros; su puesto es el equivalente al de ministro del
Interior en los gobiernos democráticos de Europa.
La amenaza que nos hacen los terroristas, se debe a
que la mayoría de los países islámicos no nos perdonan que hayamos firmado un
tratado de paz con Israel. Muchos de nuestros militares tampoco estaban de
acuerdo con dicho tratado.
Hishan se levantó de la silla, abrió la puerta de
una oficina contigua, llamó a su ayudante que se llamaba Mohamed, y me dijo:
-¡Acompáñanos!
Supuse que nuestro destino era visitar a Abdela.
Pronto se disiparon mis dudas.
Bajamos al sótano, abrió la puerta del coche, me
mandó subir, arrancó y me indicó:
-Como te puedes imaginar nos dirigimos a hablar con
el Jefe, que tiene su despacho en un gran palacio de su propiedad. No se
preocupe si nos recibe fríamente, como yo, él también le agradecerá su
información aunque lo veas serio. Lo está pasando mal, uno de sus dieciocho
hijos, tal vez el más querido, sufre una enfermedad grave, y los médicos de
aquí le dan pocas esperanzas de que se cure.
Durante el trayecto fuimos hablando del Cairo, que tenía
veinte millones de habitantes, muchos de ellos viven en la pobreza y otros
sobrados de riquezas.
-Sr. Hishan, le voy a decir una cosa que no le va a
gustar mucho: estaban más adelantados en cierto modo, los egipcios mil años
antes de Cristo que los actuales, no me imagino a los niños de entonces pedir
una moneda como los de ahora, que te vuelven loco por la calle.
-Egipto no es pobre -me contestó Hishan-, pero se
quedan con todo los político que están en el poder, te diré que solo el canal
de Suez, le aporta más de doce millones de dólares al día, y el pueblo llano no
recibe una sola libra de tan enorme cantidad.
Cuando pasábamos por delante de la mezquita de
Alabastro, Hishan me comentó-.
-El Cairo se le conoce por la ciudad de los mil
minaretes.
-¿Eso quiere decir que existen mil mezquitas?
-Bueno, hay mezquitas importantes que tienen más de
un minarete, me contestó.
-¿Ha visto alguna igual?
-Sí- le contesté.
-¿En donde?
-En Córdoba, en Estambul, y eso que no hemos podido
acceder al interior de las de Jerusalén.
Llegamos al palacio de Abdela, entramos en el patio
y fuimos rápidamente rodeados de tres policías. Hishan se bajó del coche
disponiéndose a hablar con ellos, para preguntar por el Jefe y para justificar
mi presencia allí. Mientras que un policía entraba en el palacio para comunicar
a Abdela que estábamos fuera, otro me registró de pies a cabeza con el detector
y me pidió la documentación.
Pasamos al interior y después de esperar en una sala
cinco o diez minutos, apareció un señor de unos cincuenta y cinco años, de uno
setenta de estatura, obeso de cara y tronco, y con un poblado bigote; vestía un
traje gris con la americana abrochada, camisa blanca y corbata. Saludó a mis
dos acompañantes sin demasiada efusividad y miró de reojo hacia mi persona.
Estaba acompañado de su lugarteniente y jefe de la policía, Amin, y de su
secretario Omar.
No me hizo falta pensar mucho, para comprender que
Hishan aprovechando mi presencia, intentaba sacar algo de provecho de Abdela,
ya que al preguntarle éste por mi identidad, le contestó que era un médico
occidental, que estaba pasando unos días en Egipto dando conferencias en varios
hospitales. Que estaba mejor preparado para diagnosticar y tratar ciertas
enfermedades que los médicos egipcios. Está más al día de los tratamientos
modernos, que se vienen empleando últimamente en Europa.
Además colabora con el Servicio Secreto Español: Nos
trae una información que creo que será de su interés.
Sacó de su bolsillo la copia que le había entregado
y se la puso sobre la mesa. La tenían en su poder terroristas egipcios en
Madrid, y fue rescatada de un ordenador por la policía española.
Abdela la leyó varias veces, y al cabo de unos
minutos se dirigió hacia mí, y me manifestó:
-Buen trabajo muchacho, te agradezco de todo corazón
tu información. Hishan me miró satisfecho.
Para atemorizarnos nos amenazan con lo de siempre:
dañarnos la presa que produciría una gran catástrofe en todo Egipto y varios
millones de muertos. Todas nuestras defensas giran hoy en día en torno a la
presa. Tenemos conocimiento de que varias naciones envían agentes, para conocer
“in situ”los puntos débiles de su estructura.
Otros países en vez de agentes, reclutan terroristas
que suelen ser muy escurridizos; lo mismo ocupa hoteles en Aswan que en las
cercanías, e incluso en cobertizos abandonados en el desierto. Un día duermen
en un lugar y otro lejos de allí. Se hacen pasar por turistas con sus
pasaportes en regla. En estas condiciones nos resulta difícil detenerlos, hay
que cogerlos haciendo planos, con algún microfilm en los bolsillos etc. Y hasta
la fecha nuestros scanner no han podido captar nada raro.
Amin tomó la palabra -y dijo.
-El armazón de la presa fue construido con grandes
bloques de granito, de basalto y de otros duros materiales, formando un todo
compacto de ciento once metros de alto, y un grosor que va desde cuarenta
metros hasta mil metros, de tal forma que para simplemente dañarla, tendría que
ser con dos bombas atómicas veinte veces mas potentes que la de Hiroshima.
El problema, continuó Amin, es que en la actualidad
varios países las poseen.
-Si hacen falta unas bombas de ese calibre-les
dije-, los aviones mirages franceses aparcados al oeste de Aswan, y los F-l6
americanos bajo los angares al norte de Luxor, poco pueden hacer para impedir un
posible ataque.
-¿Como se ha enterado de la localización de nuestros
aviones?
- Los sacamos de los ordenadores de países enemigos
vuestros.
Había que interceptar el avión o el misil portador
de la bomba, y eso siempre es difícil si no cuentas con radares muy potentes.
-Actualmente contamos con ellos, indicó Abdela.
A Hishan hablando bien de mí como médico, pensando
en la enfermedad de su hijo, le salió el tiro por la culata si deseaba la
consideración de Abdela. Al ensalzarme tanto en mi profesión, actuó en su
contra. Desde ese momento Abdela no tuvo ojos más que para mí. Ordenó a sus
ayudantes que atendiesen a Hishan y Mohamed; me cogió del brazo y me condujo
hacia el interior del palacio, entramos en su despacho particular, nos
sentamos, sacó dos copas y me invitó a tomar un vino de Jerez, al ser media
tarde lo que me ofreció era lo más indicado para esa hora. Como le dije que
tenía muy buenas bebidas en el bar de su despacho, me indicó que lo siguiese;
bajamos por un ascensor hasta llegar a su bodega situada en el sótano del
palacio. En mi vida había visto una bodega tan enorme y con tantas y variadas
bebidas.
Subimos de nuevo al despacho, y me dijo:
-Le agradecería enormemente, si fuese tan amable, de
echarle un vistazo a los informes que tengo aquí de mi hijo, a ver que le
parecen. No dude de que no sepa agradecérselo. Los médicos egipcios me dicen
que la enfermedad es grave y me dan pocas esperazas de su curación.
Después de leer por encima los informes, le
manifesté:
De entrada le diré que se trata de una enfermedad
conocida con el nombre de linfogranuloma maligno o Enfermedad de Hodgkin, que
hoy en día es una enfermedad curable. Mañana a primera hora hablaremos de su
tratamiento y lo que vamos a hacer con su hijo. Si a usted le parece bien,
desearía llevarlo a una de las mejores clínicas de España, para que sea
reconocido por sus prestigiosos médicos. Por leer los informes no le cobro
nada, ¡No faltaría más!
Al oír el pronóstico de la enfermedad de su hijo,
por boca de un médico europeo, me indicó:
-De aquí en adelante tanto conmigo como con Hishan y
nuestros ayudantes, nos vamos a tutear, esto no quiere decir que no le respete
sino que lo considero nuestro amigo. El hombre se volvió más cordial, llamó a
mis acompañantes y pasamos a una sala en donde una joven nos sirvió té y
pastas. Serían las ocho de la tarde y nos citó para las diez a cenar en el
restaurante de un barco anclado en el Nilo, que ofrecía cenas-espectáculo.
Regresamos al hotel en el coche de Hishan, me
dejaron a la entrada, quedando de venir a buscarme un poco antes de la cita.
Así aprovechas para ducharte y cambiarte de ropa. Aunque andaba un poco escaso
de vestimenta, conseguí encontrar un conjunto compuesto de una camisa blanca y
una corbata a rayas azules y grises, y para el exterior un pantalón gris y una
americana fina azul de verano. Al poco tiempo llegaron Hishan Y Mahamed a
buscarme, subí al coche e Hishan se dirigió hacia mí, y me dijo:
-El Cairo es la ciudad de los espías, están por
todas partes; es probable que en este momento nos estén fotografiando desde
cierta distancia. Como la ciudad es muy difícil de vigilar, creen que pueden
actuar a sus anchas, pero en el fondo se equivocan ya que el Servicio secreto,
a la mayoría los tiene controlados.
-Ya me recomendó Mohamed, que anduviese con mucho
cuidado ya que la ciudad es un auténtico nido de espías. Supongo que habrá una
estrecha vigilancia entre los espías árabes y los espías israelitas.
-En la actualidad existe más espionaje entre los
árabes que entre judíos y árabes. Con el tratado de paz firmado entre Egipto e
Israel, que no tenemos la más mínima intención de romper, los hebreos ya no son
en potencia nuestros enemigos, éstos los tenemos con los árabes tanto de Este
como del Oeste de nuestro país.
En realidad el espionaje del Cairo, no se reduce a
espiar nuestras relaciones con Israel, si a los judíos les interesa saber algo
de nosotros, lo hacen desde el aire con aviones muy sofisticados. Al espionaje
árabe del Cairo, le interesa más averiguar por qué Egipto se alinea con los
países occidentales sobre todo con Estados Unidos, por miedo a que éstos
dispongan de bases en nuestro territorio, desde donde les puedan bombardear con
facilidad, no solo sus pozos de petróleo en el caso de que alguna nación les
cierre los grifos, durante una hipotética guerra, sino también sus ciudades muy
fáciles de hacerlas desaparecer, por estar construidas aisladas en medio del
desierto.
El espionaje aquí en el cairo, amigo Carlos, gira
también en torno al petróleo, intentando obstaculizar los unos a los otros las
ventas del crudo a los occidentales, todos quieren vender más por varias
razones: en primer lugar porque el petróleo está llegando a su fin, y se habla
de que no tardará mucho en aparecer nuevas energías que lo sustituya y si eso
ocurre ahí se quedará bajo tierra sin valor alguno. No Olvides que si el mundo
árabe no tuviese petróleo, no representaría nada en el mundo.
Por otro lado está el hecho de que una determinada
nación, quiere vender más que la vecina, así tendrá más dólares para comprar
armas, y ser más fuerte en caso de que estalle una guerra entre ellos.
No tuvimos tiempo de seguir hablando, acababa de
hacer acto de presencia el anfitrión protegido por sus guardaespaldas. Hizo su
entrada en el restaurante solo y con el semblante alegre, pidiéndonos perdón
por su retraso; nos saludó y se sentó a la mesa para comenzar a cenar. Los
guardaespaldas cenaban en el mismo comedor pero en otra mesa, sin dejar fuera
del alcance de la vista a su jefe.
Después de cenar pedimos unas copas y Abdela levantó
su copa para brindar por mi estancia en Egipto; al brindar yo por la salud de
su hijo, me habló un poco emocionado, y me dijo:
-Carlos, ¿has oído hablar de la “danza del vientre”?
-Si, le contesté-, más que de la danza del vientre,
he oído hablar de la “danza de los siete velos”, que Salomé danzó ante herodes
para que este le entregase la cabeza del Bautista.
En el Cairo, la mayor parte de los espectáculos
nocturnos giran en torno a dicha danza.
-Vas a tener suerte, porque esta noche nos van a
ofrecer un espectáculo turco, que termina danzando una joven, ese famoso baile
que acabas de mencionar y que parece que te agrada admirarlo.
-Más me gusta observar a la chica, suelen ser
muchachas jóvenes y guapas, aunque llevo una temporada que el sexo no me
estimula; no se si es por las comidas, por el calor del Cairo o del estrés de
estos días, y no hay peor cosa que acostarse con una mujer y no dejarla
satisfecha.
-Eso que tú dices, a las bailarinas lo mismo que a
las prostitutas no les importa, solo les interesa el dinero. Sabrás que la
bailarina principal gana por sesión más de mil dólares, y luego si se acuesta
con un hombre le suele cobrar unos dos mil dólares. Una bailarina amiga mía
compró no hace mucho una casa-palacio por doscientos millones de dólares.
-No seré yo el que se los pague, jamás he pagado un
dólar por acostarme con una mujer.
-Ya me dirás cuando la veas, esta noche intentaré
que tome una copa con nosotros y se siente a tu lado al terminar su actuación.
-Las compadezco por tener que soportar por dinero a
un hombre que no siente nada por él.
Muchas mujeres tienen que aguantar a su marido noche
tras noche, a veces ebrio, sin que le pague una sola libra, apuntó Abdela.
Ya se aproximaba la media noche, la hora de comenzar
el espectáculo tras la cena y con las copas llenas sobre la mesa.
Se trataba de una cena-espectáculo, en el interior
de un gran barco anclado en el río. Se podía ir a cenar y al terminar
contemplar la actuación. Si no se cenaba, te ofrecían una consumición con la
entrada. Nos sentamos en una mesa de cuatro plazas en primera fila. Todas las
demás mesas estaban ocupadas por árabes, todos trajeados, gruesos y con bigote.
Hishan dirigiéndose a mí, me dijo:
-Ves aquel Sr. de traje gris, que está en la cuarta
mesa después de la nuestra.
-Si que lo veo.
-Pues es un espía iraní. Lo mismo aquel otro que
está en la siguiente mesa con traje claro, es un espía libio. Fíjate bien en
ellos, ándate con mucho cuidado- me advirtió-, son muy peligrosos.
Después de varias actuaciones de bailes rusos y
orientales, salió la joven a bailar la danza de los siete velos.
-¿Has visto que mujer?-Me dijo Abdela-, mientras que
Hishan y Mohamed, la observaban sin quitarle la vista de encima.
-¡Ya la conozco!
-¿Cómo que la conoces?
-Si, la he visto actuar en la Capadocia turca, tiene
una cosa buena, le indiqué.
-¿Cuál? Me
preguntó Abdela.
-Que es joven y bastante guapa. En Turquía estaba
menos sofisticada, debía de estar en los comienzos de su carrera.
Efectivamente, después de terminar su actuación,
tras saludar a algunos árabes millonarios, sentados en la primera fila y de
hacerle el honor de probarles sus licores, se acercó a nuestra mesa, que supuse
lo tenía planeado de antemano con Abdela.
La presentación fue con dos besos al estilo
Occidental. Me dijo en inglés que se llamaba Nada. Como su nombre me parecía
raro, Mohamed me indicó que en español significaba Rocío. El camarero vino de
inmediato a servirla e iniciamos una amena conversación: me preguntó mi nombre,
a que me dedicaba y de que nación era etc.
Como no se me notaba un solo síntoma de que la
deseaba, debió pensar que estaba perdiendo el tiempo y a otro cliente. Abdela
dándose cuenta de ello, y antes de que la joven siguiera la ronda. Me indicó.
-¿A la señorita Nada, no le importaría acostarse
esta noche con usted? La miré fijamente y observé que me miraba a la cara como
esperando una respuesta.
Me vi en un gran compromiso, si la rechazaba, iba a
creer que no la consideraba la bastante atractiva para desearla, y eso no era
cierto. Así que me limité a decir lo de siempre: Sería para mi uno de los
mayores placeres de mi vida acostarme contigo, pero temo no estar a la altura
de las circunstancias.
-Tonterías, pienso que para un médico la sexualidad
no debe de tener secretos.
Me volvió a observar a la cara y me dijo: a los
árabes que ves aquí, como la mayoría son millonarios, les cobro mucho dinero
por acostarse conmigo, en tu caso no quiero hablar de dinero, muchas mujeres se
acostarían gratis contigo.
Yo sabía que Abdela pagaba por mí, pero la muchacha
creía que yo lo desconocía, así que le dije:
-Me alegro que el dinero no sea importante para ti,
que no signifique mucho, porque yo jamás he pagado por acostarme con una mujer.
Le dije a Abdela que mañana tendremos un día muy atareado con lo de tu hijo,
pero a éste le interesaba mucho más quedar bien conmigo, intentando pagarme mis
futuros favores, que quedar mal o bien con Nada, después de todo pensaba él,
que no era más que una artista que se vendía al mejor postor, de ahí que hacía
todo lo posible para que quedase yo satisfecho, y me dijo:
-Cansado no vas a quedar, ¿supongo que estaréis toda
la noche haciendo el amor? Más bien quedarás relajado.
Creyendo que ya no había marcha atrás, se dirigió a
Nada, manifestándole:
-Trátalo bien, que mañana lo necesito.
Quedé con Hishan y Mohamed en vernos al otro día a
una determinada hora en el hotel, para que me llevasen al palacio de Abdela. Me
levanté de la mesa y salí del salón con Nada cogidos de la mano, caminando al
paraíso de Alá, ante las incrédulas miradas de los presentes, que no podían
evitar cierta envidia, porque aquella noche, un cristiano occidental, había
dejado sin placer a un millonario árabe.
A la mañana siguiente, el regalo con el que me
obsequió Nada, por mi educación, el saber estar y el respeto a su persona;
además de su cariño y de hacer el amor en una cama con colchón y almohada de
plumas fue: un cartucho colgante a imitación de los que aparecen en los
bajorrelieves de los templos egipcios, decorado con la llave de la vida, el ojo
de Horus, el escarabajo de la suerte y la flor de loto. Todo ello tallado en
oro, que desde entonces lo llevo adornando mi cuello.
Al día siguiente quedaron de venir Hishan y Mohamed
para que me trasladaran a la casa de Abdela; mientras los esperaba me fumé dos
cigarrillos y salí a la calle a tomar el aire. Amaneció el día con una hermosa
mañana, sin embargo el pavimento estaba húmedo. Al poco tiempo llegaron los
amigos y aparcaron el coche delante del hotel.
-¿Qué tal la noche?
-Bien, la muchacha era dulce y agradable.
-Un buen día, me dijo Mohamed.
-Sí -le contesté-, el cielo está lleno de sol, nos
esperan cincuenta grados al mediodía.
Volvimos a seguir el mismo itinerario del día
anterior hacia el E. y llegamos a la casa – palacio de Abdela, golpeamos con el
llamador la puerta de patio que estaba cerrada. Nos respondieron desde dentro.
-Ya nos abren, -indicó- Hishan.
Quedamos en el interior del patio, mientras que un
guardia se lo iba a notificar a Abdela. El guardia regresó y nos mandó pasar a
la sala de espera. Al poco tiempo apareció el dueño del palacio fumándose un
habano y al vernos nos dijo:
“Salud amigos”, se dirigió hacia mi y me preguntó:
-Qué, ¿relajado?
-Bueno, estoy tranquilo.
Llamó a Salin, su hijo enfermo y me lo presentó, nos
dimos tres besos al estilo árabe, aparentaba tener veinte o veintidós años, y
lo encontré bien de aspecto. Nos sentamos todos y comenzamos a hablar de la
preparación del viaje. Le pregunté al joven si estaba decidido y me contestó
que si.
-Yo ya tenía que estar en el hospital de mi amigo.
-Olvídalo,-me dijo Abdela-, es imprescindible que tú
acompañes al chico a España sobre todo en el primer viaje, nadie más que tú
conoce a los médicos, y eres la persona más indicada para informarle de sus
antecedentes. Voy a contratar también a una enfermera que hable el español.
¿Cuanto suele ganar una enfermera en España?
-Aproximadamente entre unas cosas y otras, dos mil
dólares al mes.
-A ti te pagaré el doble.
-Para mi el dinero no era lo más importante, sabía
que si saldría todo bien, me pagaría con creces el tiempo que perdiese con su
hijo
Al estar los dos de acuerdo, Abdela y yo de llevar
el chico a una clínica europea para que le curasen su enfermedad, él comenzó a
preparar el viaje mientras yo arreglaba lo de la clínica. Sabía que no
existiría ningún problema, pues había colaborado bastante con ella, y cuando le
llegaba algún enfermo de América del Sur o de Europa, para ellos era un motivo
de alegría, indicaba que su fama cada vez era más internacional. No te digo
nada cuando le llamase yo y le dijera que acudía desde Egipto con un paciente
hijo de un multimillonario egipcio.
Llamé a la clínica y hablé con el Director Médico,
me agradecía que le enviase un paciente tan importante. Quedé de indicarle el
día y hora de llegada para que le mandasen una ambulancia al aeropuerto de
Bilbao.
Era domingo y quedamos en realizar el viaje el
miércoles sobre las cuatro de la tarde, lo haríamos en un avión privado de un
amigo de Abdela.
El lunes y martes por la mañana pasaba por el
palacio para hablar con Salin, darle ánimos y decirle que en unos meses
quedaría completamente curado.
Le comuniqué a su padre que lo de la clínica estaba
todo arreglado; el miércoles sobre las nueve de la noche estarían al pie del
avión en el aeropuerto de Bilbao, con una ambulancia para trasladarlo a
Pamplona e instalarlo en su habitación.
Abdela me indicó que ya había contratado a la
enfermera, que hablaba muy bien el español, y que tenía buenos informes de su
profesionalidad.
El martes quedamos de que al día siguiente, tres de
sus guardaespaldas vendrían a recogerme al hotel después de comer para llevarme
al aeropuerto.
Ya en el bullicioso aeropuerto, un pequeño vehículo
nos trasladó hasta un rincón en donde estaba aparcado el avión.
Subí al interior en donde se encontraba Salin,
acostado sobre una camilla atado con correas, y a su lado sentada la enfermera,
que yo veía por primera vez.
Al llegar yo, la muchacha se levantó y se presentó-.
-Soy Fátima, la enfermera.
-Yo Carlos, el médico del que te habló el padre de
Salin. Encantado de conocerte.
La observé fijamente durante un rato y pude
comprobar que sus rasgos eran de Egipto del norte, con un rostro de una
perfección clásica de dicha zona y de una inolvidable belleza, con los pómulos
ligeramente acusados, los ojos de color violeta y más alta de lo normal entre
las egipcias.
-Espero que este encuentro sea el inicio de una
buena amistad, como debe ser entre dos personas de la misma profesión.
Yo también lo espero, me contestó Fátima.
A continuación pasé a saludar a Salin.
-¿Qué tal te encuentras?
Me hizo un gesto con la cabeza de que estaba bien.
-No me extraña, ¡Con una enfermera como esta a tu lado!
No me comprendió. Entonces le dije a Fátima que se lo tradujera y el
chico se echó a reír.
Le tomé el pulso por si se encontraba nervioso, y
fuera preciso que tomara una de las pastillas de un ansiolítico que llevaba en
el bolsillo de la americana
El piloto encendió los motores del aparato y después de unos minutos
despegamos hacia Europa.
Desde la cabina el copiloto me indicaba con gestos
alguna cosa que yo no la entendía. Pregunté a la enfermera que es lo que me
quería decir, y me manifestó:
-Que puede sentarse en el sillón del patrón, que es
giratorio y reclinable, así puede observar el paisaje exterior y cuando se
canse echar una cabezadita, que el viaje va a ser un poco pesado.
El viaje lo hicimos sin problemas. Llegamos a Bilbao
sobre las nueve, allí nos esperaba la ambulancia.
Subimos al vehículo y colocamos a Salin en la
camilla, la enfermera si situó a su lado, y yo me senté en el otro asiento que
quedaba libre al lado del conductor.
Dos horas después ya estaba acostado el paciente en
la cama de su habitación de la clínica.
Al rato acudieron los sanitarios de guardia para
tomar contacto con él.
Al dejarnos los sanitarios, le indiqué a Fátima que
se quedase con Salin, mientras yo me acerco al hotel situado frente a la
clínica para reservar habitación para esta noche. Regresé a la habitación de
Salin, que acababan de traerle la cena, y las enfermeras nos dijeron que
acudiésemos nosotros también a cenar, antes de que cierren los restaurantes.
Durante la cena le pregunté a Fátima si estaba
soltera o casada, yo ya conocía su estado civil por Abdela.
Después de cenar pasamos por la clínica, y los
sanitarios de guardia nos dijeron que nos fuéramos a dormir, que para lo que
precise el paciente ya estamos nosotros, basta que llame con el timbre y de
inmediato acudimos a su habitación.
Acompañé a Fátima hasta el hotel, subí con ella a la
habitación, la dejé dentro y me llevé las llaves. Tú acuéstate que estarás muy
cansada, yo voy a dar una vuelta, y cuando vuelva no te preocupes que me
acostaré en el sofá y no te molestaré para nada.
Tan pronto la dejé, cogí un taxi para que me llevara
al barrio de los clubes nocturnos, para que una joven prostituta me
satisficiera y me inhibiese el deseo sexual; no fuera a tentarme el demonio e
intentara meterme en la cama con Fátima.
Liberado de la carga sexual, allí mismo me subí a
otro taxi para regresar al hotel. Llegué y el recepcionista supuso al no estar
colgada la llave que la señorita egipcia estaba dentro de la habitación.
Subí en el ascensor, abrí la puerta de la habitación,
cogí una manta del armario, pasé al cuarto de baño a tomarme un somnífero,
apagué la luz y me acosté en el sofá-cama; a los pocos minutos me quedé
dormido.
Al otro día me levanté temprano, pasé a la ducha, me
vestí de prisa y antes de que me acercase a la puerta para salir, le dije a
Fátima:
Después de que te asees, bajas a desayunar, si ya no
estoy en el restaurante, me encontrarás en el hall. Cuando llegó Fátima aún
estaba terminando de desayunar, cogió su desayuno y se sentó en mi mesa y por cierto
tiempo en vez de desayunar se dedicó a mirarme a los ojos.
-¿No era eso lo que tu querías?
Mi pregunta no tuvo respuesta.
Terminamos de desayunar y nos dirigimos a la
clínica, llegamos cuando un celador se disponía a bajar a Salin a iniciar las
múltiples pruebas que le iban a practicar.
Mientras Fátima acompañó a Salin durante toda la
mañana a realizar las pruebas, yo acudí a la estación, me subí al tren y me
desplacé a Tudela por mi coche, así podía enseñarle a Fátima Pamplona y sus
alrededores, durante el tiempo que nos quedase libre.
Después de aparcar el coche, subí a la habitación de
Salin a recoger a Fátima para acudir a comer. Durante el camino le pregunté que
tal había pasado la mañana:
-Bien, como es natural un poco aburrida.
Durante la comida apenas hablamos. Al regresar a la
clínica, Fátima, mirando hacia el suelo con cara de preocupación, me dijo:
-Esta noche me he portado muy mal contigo.
-¡Olvídalo!, Creo que has hecho lo que debías.
Nos vamos a turnar, ahora vas tú hasta las seis,
luego vienes y me voy yo a intentar dormir un poco hasta las nueve. En este
momento tengo que llamar a Abdela y darle el parte diario de las tres.
Estuvimos una hora con Salin y las enfermeras nos
dijeron que después de cenar, nos fuéramos a dormir que ellas estarían al tanto
de las necesidades del paciente.
Durante la cena, Fátima me manifestó-.
-Antes de acostarme con un hombre debo de saber si
está casado o soltero, si tiene novia o no.
-¡Haces muy bien! Yo solo te puedo decir que llevo
tiempo viajando por el desierto de la vida.
-¿Has sufrido alguna desilusión?
-Más o menos.
-En Egipto si un chico se acuesta con una chica,
desde ese momento la considera su novia, se olvida de su pasado y vive solo
para ella.
-Me parece muy bien, hay que respetar tanto las costumbres
como la religión de una determinada nación. Aquí en Europa no es como allí, una
pareja se puede acostar juntos por gozar del sexo, porque lo desean ambos o por
estar enamorados. El acostarse con una chica o viceversa no le obliga que
tengan que casarse a la fuerza y pueden
romper las relaciones cuando les apetezca por no sentir amor el uno por el
otro. En este momento yo vivo solo el presente, sin pensar en el futuro ni en
el pasado. Ahora bien, mi idea es casarme y me sentiría muy feliz si aceptases
ser mi novia. Pienso que luego te podrías convertir en una extraordinaria
esposa.
Salimos del restaurante, la cogí de la mano, pasamos
por la habitación de Salin y al ver que estaba bien, nos fuimos al hotel.
Recogí la llave en recepción, subimos en el ascensor, abrí la puerta de la
habitación para que pasara Fátima, la seguí y no me puso impedimento alguno en
que entrara.
Dejé que se acostase ella, mientras yo esperaba en
el cuarto de baño a ver como reaccionaba, salí y pude observar que sus lágrimas
fluían de sus ojos y manaban rápidas y abundantes sobre su rostro. Por fin sus
lágrimas cesaron de fluir. Hablé con ella para que me dijera cual era el motivo
de su llanto.
-Perdona que llore ¡Es la primera vez que me acuesto
con un hombre!
- Ya me voy, no quiero que pienses que quiero
aprovecharme de ti. Ni tampoco que pierdas una cosa tan sagrada con un hombre
que acabas de conocer.
-No te vayas, alguno tiene que ser el primero, ven a
la cama y acuéstate conmigo.
Me acosté con
ella, no conservaba la virginidad, pero de sexualidad no sabía absolutamente
nada, estaba totalmente convencido que la virginidad la había perdido
espontáneamente. Aún así iniciamos una íntima relación sentimental durante los
veinte días que Salin estuvo en la Clínica.
Unas veces paseando por las praderas de la
universidad vieja que teníamos enfrente, otras caminando por las distintas
zonas verdes o cenando en las cercanías de la ciudad, Fátima con sus besos y
sus caricias, hacía todo lo posible para que mi presencia a su lado fuese lo
más placentera posible.
Me sentía tan feliz a su lado, que los veinte días
que vivimos juntos en Pamplona, me parecieron veinte horas. Me gustaría-le
dije- que el día fuese más largo para que estuvieses más tiempo a mi lado. Para
nosotros, llegó el triste día que los médicos le dieron el alta domiciliaria a Salin.
Abdela la víspera de embarcar para España, me dio un talón para cobrar en el
Banco de España, por la cantidad de veinte mil dólares para que abonase todos
los gastos, que ascendieron a cerca de doce mil dólares. Con las facturas de la
clínica, del hotel y del restaurante en mi poder, regresamos a Egipto.
Al regresar de España, les dije a los policías de
Abdela que me llevaran al hotel, deseaba asearme, cenar y descansar. Quedamos
para el día siguiente a las nueve, para llevar los informes a los médicos del
hospital en donde había estado ingresado su hijo. Abdela llamó a dos policías
para que me trasladaran a mi hotel favorito situado cerca de las pirámides.
Al día siguiente desayuné antes de las nueve, salí
al exterior en donde me esperaban los guardaespaldas de Abdela que me
conducirían hasta su palacio. Allí me encontré con Fátima que ya tenía en su
poder todos los informes como yo le había indicado. Ya en el hospital Abdela les
dijo a los médicos:
-No es que no confíe en vosotros, lo que pasa que la
clínica a la que mandé a mi hijo es de categoría internacional, y uno quiere lo
mejor para su hijo.
No hay problema- le respondieron los médicos-, lo
importante es que Salin se cure. Si precisan algo de nosotros aquí estamos para
lo que haga falta.
Regresamos al palacio y quedamos en que por la tarde
pasaríamos por el departamento administrativo para entregarla las cuentas,
devolverle el dinero sobrante, e indicarle a Salin la pauta terapéutica y el tratamiento
que tenía que llevar, hasta que volviese a ingresar en España.
Durante los cinco primeros días de la estancia en
Egipto, yo pasaba diariamente a controlar a Salin, la evolución del muchacho
era la deseada.
Al quinto día nos llamaron a los dos para que acudiésemos
a la administración, nos iban a pagar el primer mes como habíamos quedado. Con
el dinero en nuestro bolsillo, le dije a Fátima:
-¿Que te parece si lo gastamos en un viaje por el
sur de Egipto?
-¡Ya lo creo! Con este dinero comemos mis padres y
yo durante un año.
-Me parece muy bien, primero es llenar el estómago y
luego las diversiones.
-Que más quisiera yo, tengo que ahorrar, que a lo
mejor tardo cuatro o seis meses en volver a trabajar.
-De acuerdo, no he dicho nada.
Los cinco siguientes días los pasé bastante
aburrido, por las mañanas estaba con Salín y por las tardes vagaba por la
ciudad sin rumbo fijo. Dos tardes volví al Museo Nacional Egipcio, observando
estatua por estatua y joya por joya. Una tarde pasé a la ciudadela y entré en la
mezquita de Alabastro. Desde allí caminaba hasta situarme enfrente de la Isla y
me quedaba observando como circulaban las aguas hacia el norte, que me parecía
curioso y extraño. Por la noche disfrutaba en las salas de fiestas,
contemplando como bailaban las egipcias la danza del vientre. Al no tener
aspecto de rico, jamás se me acercaron las danzarinas, por si deseaba contratar
sus servicios, preferían a los millonarios árabes.
Casi a diario cuando acudía a visitar a Salin a casa
de Abdela, me encontraba con Hishan. Un día me invitó a almorzar, lo siento –le
dije-, hoy voy a comer con Fátima. No importa –comentó Hishan-, los dos estáis
convidados. Para mi es un gran placer, que la señorita comparta mi mesa.
Un día quedé con Fátima para dar un paseo por las
orillas del río y al despedirnos, me dijo:
-Como tu no puedes venir a mi casa, ya que es muy
pequeña y además están mis padres, pasaré yo a hacerte una visita al hotel.
-Encantado, luego te acompaño en un taxi hasta tu
apartamento.
-No hace falta, conozco muy bien el Cairo y el único
peligro que existe, es que te coja un coche. Por mi calle pasa un autobús, que
me deja delante de mi casa.
Fátima era educada hasta en el sexo, no expresaba
mucho sus sentimientos, ni los placeres si es que los percibía. Yo al tratarse
de una compañera, la respetaba y la dejaba llevar la iniciativa y lo que ella
proponía, se hacía, y los dos contentos.
Un día creo que fue el cuarto después de regresar de
España, acudí a una cena- espectáculo, similar a la que ya he mencionado, que
tenía lugar en el salón-comedor, de un gran barco anclado en el Nilo frente a
la Isla. Crucé por allí por la tarde y se me dio por reservar una mesa, mi
había quedado buen sabor de boca, de la otra vez que estuve y reservé una en
primera fila.
Llegué a eso de las nueve, me senté solo, primero
cenando y luego tomando la consumición que nos servían después de cenar.
Inmerso en la actuación de las danzarinas, se me acercó un camarero, y me
preguntó:
-¿Está usted solo?
-Sí, por qué ¿Existe algún problema?
-No, ninguno, deseaba pedirle si no le importaba, si
se podían sentar en su mesa una pareja de jóvenes, puesto que no me queda
ninguna otra libre.
-Por mí pueden sentarse, no tengo inconveniente
alguno.
Ya sentados a mi lado, se presentaron, ella se
llamaba Isis y el Mohameh, por lo que supuse que eran egipcios. Luego me
presenté yo, les dije que me llamaba Carlos, que era español, que me dedicaba a
la medicina y que estaba pasando unos días en el Cairo. Entonces comenzaron a
Hablarme en español y lo hacían bastante bien; empleaban el infinitivo de los
verbos en vez del tiempo del verbo que correspondía, aun así se les entendía
muy bien. Conocían algunas ciudades de España como Madrid, Barcelona y Granada
entre otras menos importantes.
Estas circunstancias hicieron que la conversación
fuera muy amena y fluida, hasta que cansado. Se iba haciendo tarde, decidí
marcharme a dormir. Nos despedimos, ellos se quedaron allí y el camarero me
agradeció el favor. Le hice saber que no tenía importancia, le di una pequeña propina
y dejé de acudir a dichas cenas.
Al sexto día de estar en el Cairo, después de
reconocer al paciente, entré en el despacho de Abdela, que estaba reunido con
Hishan y Amin revisando unos papeles. Le comenté que su hijo estaba muy bien.
Mis servicios ya no son necesarios hasta que volvamos a España, lo controla muy
bien Fátima. Así que con tu permiso y aprovechando que estoy en Egipto,
desearía hacer un recorrido por el Nilo por las partes media y alta del país,
si no lo hago ahora, me expongo a no poder conocer dos templos que me gustaría
visitar: el de Abidos, que parece ser que es el único templo que atesora la
mayor parte de la policromía original, y el de Bandera, que en una de sus salas
conserva una réplica del Calendario Egipcio, cuyo original está en Paris.
Además en el muro este en un bajorrelieve aparece la figura de Cleopatra, una
mujer muy atractiva –el único faraón mujer de la dinastía de los Ptolomeos-, y
que no fue esculpida en ningún otro templo excepto en este. De todas las
maneras lo que más me importa de este viaje es relajarme y descansar.
Mi idea era la de ir en tren, acostado en una litera
individual hasta Luxor –Tebas y desde allí iniciar un crucero desde Karnak
hasta Aswan.
Al enterarse de que tenía pensado hacer un recorrido
por el Nilo, Hishan vino a donde yo estaba y se ofreció a llevarme al hotel. Lo
vi más alegre que de costumbre, sabía que algo tramaba y que le urgía
notificármelo, así que acepté el favor.
Al poco rato de subir al coche, me di cuenta que se
aparataba de la calle que nos conducía al hotel. Como no estaba muy al tanto de
las rutas del Cairo, no le di importancia. Me llevó a su despacho y sacó de una
carpeta del archivo que tenía detrás de su mesa, unos informes que hacían
alusión a mi persona, y me dijo:
Perdona que te hallamos investigado, nuestros datos
coinciden con los que tu nos has dicho: médico de la ciudad de Madrid, que
nunca has tenido problemas con la justicia. En tu favor está el haber
colaborado con la policía contra el terrorismo. Sospechamos que por tus éxitos
en Siria, trabajas para alguna organización secreta, que lucha para aclarar los
eventos terroristas, que tuvieron lugar hace unos años en España y en
Inglaterra. Ahora bien, no sabemos el nombre, ni tu supongo que no lo vas a
revelar.
-No os lo voy a decir porque no existe. Lo que me
pasó en Siria fue por pura casualidad.
(Unos meses antes en Siria liquidé a dos peligrosas
terroristas, sin disparar un solo tiro- Mi fama como espía y agente del
Servicio Secreto del Líbano, llegó al Cairo a través de Mohameh, que me ayudó a
salir de aquel infierno).
Abdela, te presentó cuatro yernos, pero no te habló
de su yerno iraquí, que forma parte de una organización terrorista radical. Así
comprenderás porque no se mueve del Cairo y que lo tengamos tan protegido. Su
yerno es su peor enemigo y teme que lo secuestre dicha organización. Tampoco se
puede desplazar por Europa, debido a que este grupo terrorista, está muy
relacionado con los grupos terroristas europeos del norte de España, del sur de
Francia y de Gran Bretaña.
Te voy a decir algunas cosas más. En primer lugar
sabemos que este terrorista con algún camarada más, lleva unos cuantos días en
Egipto, se mueve por el Alto Egipto; lo que este Servicio Secreto no sabe es lo
que traman. Las bombas que emplean poco daño le pueden hacer a la presa de
Aswan, algún desperfecto y poco más, de todas las maneras tenemos en estado de
alerta, a los equipos de control de terroristas, con los escáneres
correspondientes instalados en las cercanías y en los aviones F-l6 situados un
poco más al norte, por si detectásemos terroristas por sus alrededores.
En segundo lugar, te comento que tenemos la
seguridad que se puede tener, que en compañía de otros terroristas de Europa,
intervinieron en las masacres del ll M y de Londres.
Como los familiares de los inocentes asesinados en
Madrid, al tratarse de gente humilde trabajadora, se limitaron a cobrar la
indemnización del Estado Español, por la pérdida de sus queridos parientes y se
olvidaron del desgraciado acontecimiento. No podían hacer otra cosa ya que el
juicio fue una pantomima. Tenemos la plena seguridad de que la infraestructura
del evento fue obra de terroristas europeos, amigos de los islámicos del Norte
de África y de paquistaníes.
No ocurrió así con los asesinados en Londres.
Algunos eran ricos e importantes y al ver que la policía Scotland Yard, no les
resolvía el problema a corto plazo, de hacer justicia a sus familiares,
enviaron varios sicarios (matones –carniceros a sueldo) a Egipto, que mataron a
algunos terroristas; algún que otro quedó con vida y por lo que hemos podido
investigar, esos matones, están en la actualidad intentando dar con ellos y
liquidarlos en Egipto.
-¿Cómo se han enterado los ingleses, que los
terroristas están en la actualidad en Egipto?
-Eso es lo que queremos saber.
-Y queréis que yo os lo averigüe.
-Conviene llevar a cabo dos actuaciones importantes
–me dijo Hishan-: Seguir a los sicarios para que te lleven a los terroristas, e
impedir que los liquiden. Si fuera preciso habría que eliminar a los carniceros
a sueldo. A los terroristas debemos cogerlos nosotros. ¿Te das cuenta lo que
significaría para el Servicio Secreto egipcio, dejar en evidencia al mejor
Servicio secreto de Europa?
Mi Departamento cree que tú trabajas para los
familiares de los asesinados el día ll M, como me dices que no es cierto, y yo
te creo, supongo que no te importaría vengar la muerte de tus conciudadanos.
_Claro que no me importaría, ya me dirás como lo
puedo hacer ¿Buscar dos o tres terroristas entre ochenta y dos millones de
habitantes? ¿Dar con dos o tres sicarios entre miles de turistas ingleses?
-Yo no tengo la solución, si la tuviese no te
estaría pidiendo que nos ayudes, estoy convencido de que eres la única persona
más indicada para llevar a cabo la misión.
-Con tanto policía que existe en Egipto ¿De verdad
crees que una sola persona puede apresar a esos terroristas?
-Estoy convencido de que en cuanto los veas los
reconocerás; confío más en ti que en doscientos policías egipcios. Por el
momento no disponemos de personal especializado, al no contar con espías
entendidos en esta materia, y al ser muy numerosos los turistas ingleses
recorriendo Egipto, no es el caso de ir deteniendo uno por uno a todos ellos.
Nos conviene personal que tenga la suficiente intuición, para desconfiar solo
de los sospechosos matones, seguirlos y que te lleven a los terroristas.
-Yo no soy un especialista del Servicio Secreto, solo
colaboro con él. ¿Quién te asegura que los terroristas que quedaron con vida
del acoso de los sicarios, son europeos o árabes? Que sean europeos no quiere
decir que sean ingleses, y que sean musulmanes no tienen por qué ser de Egipto.
De todas las maneras yo investigo. Ahora bien,
matarlos no está en mi mente, soy de la opinión de que todo criminal debe de
pasar por un juicio justo, si luego es culpable de lo que se le acusa y sus
culpas son merecedoras de la pena de muerte, que los ejecuten.
-¿Le hicieron un juicio justo los terroristas a los
doscientos inocentes de Madrid?
-Nosotros no somos terroristas, debemos de actuar
como personas honradas y justas, incluso exponiéndonos a que nos maten.
Entonces Hishan me dijo:
-Existe alguna mujer dentro de la organización
terrorista, actuando como enlace tanto aquí como en Europa, son tan
sanguinarias que si fuese preciso matan a sangre fría. A ti se te dan bien las
mujeres y puedes acabar con ellas sin disparar un solo tiro.
-No todas las veces voy a tener suerte.
-No es cuestión de suerte, en todas las profesiones
hay artistas y artesanos, estoy seguro que no te dejarás coger con facilidad.
Te voy a dar alguna foto que tenemos por si te encuentras con ellos en tu
recorrido por el Alto Egipto.
Salí del Servicio secreto, con la intención de verme
con Hishan al día siguiente antes de partir. La primera cosa que hice fue
llamar a Mohameh que estaba en Siria, para que me facilitase la dirección de
Hasan, que no me acordaba en donde vivía y necesitaba recuperar la pistola que
me guardaba mientras estuve por España. Hishan me ponía las cosas difíciles y
me exigía mucho; por si acaso los terroristas tenían conocimiento de mi amistad
con Abdela, me resultaría más positivo ir armado
Al día siguiente me llamó Abdela a su despacho,
cuando salía de reconocer a su hijo. Mi sorpresa no tuvo límites al entregarme
un billete para el tren de las ocho y media, para viajar hasta Luxor en una
litera individual; un billete para realizar un crucero de siete días por el
Nilo desde Karnak hasta Aswan; y un billete de autobús para visitar ya cerca de
la frontera con Sudán, los templos de Ramsés II y de su esposa Nefertari, en
Abu Simbel.
Segunda
Parte.
Me tenía que dar prisa para estar con Hishan. Cogí
un taxi y le indiqué que me llevara al edificio del Servicio Secreto.
-Salgo esta noche- le dije a Hishan-, necesito un
documento por si preciso que me echen una mano los policías egipcios que nos
acompañan tanto en los barcos como en los autobuses y en los trenes.
Sacó de su cajón un documento, escribió en él lo que
tenía por costumbre en estos casos, le puso el sello del Servicio Secreto y me
lo entregó. Sin mirarlo lo metí en el bolsillo interior de la americana. Me
entregó también su tarjeta con los números de sus teléfonos, que ya los tenía
en mí poder. Si tuvieses algún problema llamas a casa de Abdela, que seguro que
estaré por allí, no dejes de llamarme para cualquier información que precises.
Era curioso, con el apoyo de Hishan y protegido por
el Servicio secreto egipcio, iba a poder llevar a cabo la misión que me habían
encomendado en España, y por si eso fuese poco, el dinero para acercarme hasta
Aswan, me lo proporcionaba Abdela.
No fue del todo un viaje feliz, al final
cumpliéndose la maldición del Nilo, tuve que pagar un alto precio: perder a la
mujer que amaba apasionadamente.
Hishan se me ofreció para llevarme a la estación.
-Prefiero ir en taxi –le dije-, no te parezca mal,
al quedar un poco lejos no tienes que molestarte. Además a veces el tren viene
un poco retrasado, como aquí nunca se sabe lo que va a pasar y tu querrás verme
dentro de la litera, no debes de perder el tiempo, que yo ya se defenderme
solo.
Aunque parezca raro, el tren apareció a su horario,
sin retraso alguno. Me llevé una sorpresa al preguntarle a un ferroviario, por
donde me tenía que situar para subir al vagón número seis, que era el que me
correspondía. Me coloqué en donde él me indicó y la puerta quedó enfrente de
donde yo me encontraba.
Las literas estaban diseñadas para dos personas
(matrimonios, hermanos etc.). Cuando viaja uno solo es muy raro que te la
compartan con una persona extraña, además yo tenía reservada una individual. A
las diez me dieron la cena, a continuación me hicieron la cama y me acosté a
dormir. Llegué a Luxor a las seis y media de la mañana; después de desayunar en
el tren, nos bajaron las maletas y nos las transportaron desde el andén a la calle
delante del edificio de la estación. Allí cogí un taxi para que me llevara al
barco anclado en el río, muy cerca de la entrada al templo de Karnak.
Tuve que esperar a que fueran las ocho, para subir a
su interior y me indicaran el número del camarote.
En Luxor-Tebas estaríamos tres días, uno en la
ciudad visitando los dos más grandes templos de todo Egipto: el de Luxor y el
de Karnak, el primero dedicado a la esposa del dios Amón, Mut y el de Karnak al
dios Amón, el más grandioso que se conserva en todo Egipto. A la estructura
original se le añadió un complejo arquitectónico dedicado al Dios Atón, mandado
construir al subir al trono el faraón monoteísta. Akhenatón.
Un segundo día en autobús visitaríamos desde Luxor,
los mencionados templos de Abidos y de Bandera, tal vez los mejor conservados
de Egipto, que por fin se incluyeron en el crucero.
El tercer día también en autobús nos acercaríamos a
ver las Necrópolis de Tebas, entrando en algunas tumbas, las más importantes de
los Valles de los Reyes y de las Reinas.
En el cuarto día ya camino de Aswan visitaríamos los
templos de Edfú y de Kom Ombo.
Ya en mi camarote, me puse una ropa y un calzado más
cómodo: un pantalón corto, una visera para protegerme de los rayos abrasadores
del sol y un calzado deportivo. Nos avisaron que a las diez saldríamos para
visitar el templo de Luxor. Al llegar al pie del monumento y al contemplarlo
detenidamente me pareció grandioso. Lo estuve observando hasta las doce que
regresé al barco. Después de asearme, de cambiar de ropa y de calzado para la
comida, subí a la cubierta con objeto de poder contemplar el paisaje de las
orillas del río y mirar como se deslizaba el agua hacia el norte. Me apoyé en
la barandilla de la proa del barco con una cerveza fría en una mano y la pipa
en la otra, saboreando un oloroso tabaco holandés, que aromatizaba todo el
ambiente
Absorto en la observación del gran paisaje que me
rodeaba, no me di cuenta de la presencia de una señorita, que fumándose un
cigarrillo se fue acercando a donde yo me encontraba. Sin sacarme los ojos de
encima, me indicó:
-¿Nos conocemos?
-Creo que sí, le contesté.
-¡Ah si! Usted nos ofreció su mesa para que nos
sentásemos, viendo un espectáculo de un barco en el cairo.
-Sí, ahora me acuerdo. Se llama Isis y su compañero
Mohameh. ¿Dónde está su acompañante?
-Viajo sola.
-Yo también.
-Cosa rara, ¿no teme aburrirse?
-Bueno, ya le dije en el Cairo que estoy tratando a
un paciente, al estar mejor lo he dejado con la enfermera para poder hacer esta
excursión, no se cuando tendré la ocasión de volver a Egipto, y una persona no
puede fallecer sin conocer la cultura que se generó aquí a uno y otro lado del
Nilo.
Hablamos del paisaje, de la civilización faraónica
del antiguo Egipto y de lo condicionada que estaba al Nilo. Sus aguas –le dije a
Isis-, hacen lo mismo que yo, circulan hacia el norte en contra de la
normalidad, como me ocurre a mí que circulo muchas veces hacía donde no debo,
en dirección prohibida.
-Así la vida es más apasionada, pueden presentársele
aventuras que no contaba con ellas. Estando absortos en esta interesante
conversación, me dijo Isis:
-Perdone un momento, tengo que bajar al camarote.
Al quedar solo, se me acercaron dos hombres de unos
treinta y cinco a cuarenta años y me preguntaron si era italiano.
-No, soy español. Entonces hablándome en un español
entendible, me hicieron una segunda pregunta:
-¿De que conoce a esa señorita?
-¿Ustedes la conocen?
-Nosotros no.
-Pues yo no mucho más que ustedes, solo de verla una
noche en el Cairo. Soy médico y le ofrecí a ella y a su compañero mi mesa en un
espectáculo nocturno. Hablando en la cubierta fumándonos un cigarrillo, se
acordó de mi profesión al presentarnos en el barco anclado en el Nilo en donde
cenábamos, y al verme aquí, me preguntó si tenía una pastilla para el dolor de
vientre.
-Perdone la pregunta.
-No hay de que.
-Sentimos simpatía por los españoles y sobre todo si
son médicos. Somos ingleses.
Por primera vez había tomado contacto con los
posibles sicarios. Tenía que existir alguna infraestructura en el barco, o ¿simplemente
hacían uso de él para desplazarse hasta Aswan?
Se fueron abajo a sus camarotes, para cambiarse de
ropa, ya se aproximaba la hora de la comida.
Después de unos minutos subió Isis y le pregunté si
tenía algún problema de salud.
-Ninguno, son cosas de mujer. Se acercó a mi oído y
me dijo en voz baja y muy contenta:
-Necesitaba bajar al cuarto de baño por cuestiones
de higiene.
Me llevé una inmensa alegría, en Egipto en los
tiempos actuales relacionarte con una mujer egipcia un joven occidental, médico,
y no insinuarle alguna cosa relacionada con el sexo, te tomaría por un
ignorante en materia de sexualidad o por un homosexual. De esta forma podíamos
hablar de todo mientras estuviese con la regla, sin quedar como un analfabeto
en la materia. En aquellos momentos lo que menos deseaba yo era sexo, a pesar
de que la muchacha era muy bella y atractiva. Había dejado a Fátima, mi novia
del Cairo y no deseaba tan pronto engañarla con otra chica.
Nos llamaron para comer, nos sentamos en la misma
mesa, miré a Isis, y le dije:
-No mires ahora, pero cuando puedas disimuladamente
te fijas en aquellos dos hombres que ocupan la mesa de la esquina, ya me dirás
si los conoces. Al cabo de un rato me dijo que no los había visto en toda su
vida.
Cuando bajaste a cambiarte me preguntaron si te
conocía.
-Tú que le has contestado.
-Que apenas te conocía. Que solo nos habíamos visto
una vez en el Cairo. Que era médico y que viajaba solo para conocer “in situ”
la antigua civilización egipcia que me parecía sencillamente apasionante.
Después de comer nos avisaron, de que a las cuatro
haríamos la visita al templo de Karnak.
-Le pregunté a Isis si tenía pensado acompañarnos,
se trata de un templo grandioso y por nada del mundo me lo quiero perder.
-Me contestó que dado el estado en que se
encontraba, prefería quedarse en el camarote ya que el reposo le beneficiaba.
-De acuerdo, sobre las siete nos vemos, si es que no
vamos a visitar también el de Luxor, en este caso llegaremos al barco más
tarde.
Metí la pistola en la funda, dejé una señal con un
hilo en la puerta de mi camarote, no vaya a ser que Isis o los ingleses entren
en él mientras esté visitando el templo. Me quedé un poco por detrás del grupo
que aproveché para llamar a Hishan. Creo que tengo a los sicarios ingleses
localizados en el barco, he hablado con ellos y como tú me dijiste, tienen
pinta de matones. Me preguntaron si conocía a una chica, que me vieron
conversar con ellas en varias ocasiones, que se llama Isis.
-No los pierdas de vista, a ti no te van a crear
problemas, tienes que impedir que no se te adelanten en la caza de los
terroristas. Lo primero que tienes que hacer, aunque a ti poco tengo que
indicarte, es averiguar si existen terroristas en el barco, si así fuera no
tendrías otra opción que convertirte en su guardián. De todas las maneras actúa
como sabes hacerlo. En cuanto a la chica voy a revisar los archivos, y cuando
sepa algo te llamaré.
Mientras hacíamos las visitas a los templos, pensaba
que era raro que Isis no nos acompañara, seguramente deseó quedarse en el barco
para reunirse con alguno de sus “amigos”, a los ingleses no los vi con el
grupo. Debo de esperar noticias de Hishan, no vaya a ser que meta la pata.
Cuando regresamos de visitar los templos ya era de
noche. Observé que en el camarote no habían entrado, el hilo no estaba roto.
Vacié la linterna del retrete, cerré la llave de paso y metí en su interior la
pistola envuelta en un paño. No era el lugar más idóneo para esconderla, la
mayoría de los espías sería el primer sitio en donde la buscasen, no tenía otro
mejor a no ser que la ocultase entre la ropa del armario o debajo del colchón,
me decidí por la cisterna.
Salí del camarote, subí al restaurante a cenar y
allí estaba Isis sola en una mesa. Le pregunté si me podía sentar y me contestó
que me estaba esperando.
-Perdona, eras la única persona que conozco en el
barco, excepto a los policías que ya los había visto en el Cairo. De los que
hacen el crucero al ser todos extranjeros, no los he visto en mi vida.
Durante la cena hablamos de nosotros, yo le seguí
contando la historia del hijo de Abdela con otros nombres y ella supongo que me
inventó la historia de que trabajaba de delegada para una casa importante de
joyas. Así como en el Cairo -me dijo-, existe un gran comercio de papiros, en
Aswan se venden joyas de oro, de piedras preciosas y toda clase de bisutería, traídas
en su mayor parte ilegalmente de los países situados al sur de Egipto
Después de cenar nos sentamos en los sofás del salón
tomando una copa, había una sesión de baile y no se cuantas cosas más. Después
de estar un buen rato le hice saber a Isis, que estaba cansado y que me iba a
dormir, a ella le debió de parecer una buena idea, pues se levantó con
dirección a su camarote.
Al día siguiente desayunamos a las siete y media; a
las ocho salimos en autobús para visitar los templos de Abidos y Bandera. A
Isis no la vi en el desayuno ni en el autobús que nos conducía a los templos.
Dado el mal firme de la carretera y sin una sola señal de tráfico, el viaje se
me hizo eterno, a pesar del gran paisaje que se podía contemplar a una y otra
orilla del Nilo, que no nos abandonó hasta el final del trayecto. Aún así no me
pesó en absoluto llegar hasta allí. Nos dieron un Picnic para comer en Abidos,
me dolió el alma al ver a los niños peleándose por la comida que nos sobraba.
Regresamos al anochecer al barco, nos aseamos y nos
pusimos ropa limpia para la cena, pasé al comedor y allí estaba Isis, al verla
le pregunté:
-¿Cómo no has venido, los templos eran muy
interesantes?
-Los templos serían muy interesantes, pero no me
apetecía ir todo el camino mareada y devolviendo.
Saqué la conclusión de que Isis conocía muy bien el
trayecto, porque muchas mujeres fueron devolviendo desde que salimos hasta que
llegamos.
-Te voy a dar una noticia.
-Tú dirás.
-Que ya no tengo la menstruación.
-Si tu no lo sabes, para eso estoy yo para
explicártelo: después del período menstrual hay que guardar veinticuatro horas
de reposo sexual, para darle tiempo al endometrio, que es una mucosa que
reviste el interior de la matriz, a que se regenere para que no se produzcan
infecciones que luego puedan repercutir en un futuro embarazo.
-Vivir con un médico debe de ser maravilloso.
-No creas, la mayoría de los médicos están separados
de sus mujeres.
-Ese es tu caso.
-Más o menos.
-Como ya estoy mejor, si te parece podemos quedarnos
un poco a bailar.
-Como tú digas.
Estuvimos bailando una hora, lo mas ceñidos que
podíamos, en mis brazos me pareció una chica muy atractiva, a su alrededor
generaba cierto magnetismo, ya que actuaba en todo momento como si fuera una
actriz. Saqué la conclusión de que era natural del bajo Egipto, según se dice
el color de la piel pasa del negro del Alto Egipto como su puede apreciar en
los poblados nubios del sur del país, al blanco de los alejandrinos al norte en
el delta. Ella debía de ser del Cairo, con su color moreno claro que unido a su
espigado cuerpo, la convertían en una belleza egipcia. Tenía además la ventaja
de que no seguía la tradición de los antiguos faraones egipcios y de sus
esposas, que apenas de maquillaba.
La acompañé a su camarote, acordándose de lo que le
había dicho un poco antes, no me insinuó nada para que pasase a su interior,
nos despedimos con la palabra clásica de “hasta mañana”.
Dejé a Isis y me fui a mi camarote, me eché sobre la
cama y sonó el teléfono; era Hishan que me decía que había investigado lo de
Isis y aunque en nuestro Servicio secreto, no encontramos antecedentes de que
sea una colaboradora de los terroristas. Ten mucho cuidado, algo trama y por
algo está ahí, no creo que esté haciendo turismo. Estoy seguro que sus
camaradas viajan con ella aparentando ser turistas. (Ahora comprendía porqué actuaba
como si fuera una atriz). A partir de ahora vigílala de cerca.
Me levanté a las siete de la mañana, después de
asearme acudí al comedor a desayunar. Al poco tiempo llegó Isis, al ser el día
más importante del crucero- le pregunté-.
-Supongo que hoy nos acompañarás, aunque ya conozcas
las necrópolis, vale la pena recordar los jeroglíficos que decoran los muros de
las tumbas y de los templos que vamos a visitar.
-Sí, hoy que me encuentro mejor te acompaño, tendrás
que tener mucha paciencia conmigo para aguantarme todo el día.
-Y toda la noche si fuera preciso.
-¿Ya no hay peligro?
-No creo, ya pasó el tiempo prudencial para que puedas
gozar del sexo, uno de los mayores placeres que nos donaron los dioses a los
mortales, para que tanto el hombre como los animales puedan conservar la
especie. Si el coito fuese doloroso, ya se hubiese acabado el mundo hace muchos
siglos.
- Por el momento me conformo con el placer que pueda
experimentar haciendo el amor, de todas las maneras, no pierdo la esperanza de
ser madre algún día.
-Esta noche, si no llegamos muy cansados, cumpliré
tus deseos, para que experimentes ese placer.
-Se echó a reír, me cogió de la mano y salimos del
barco hacia el autobús, camino de las Necrópolis de Tebas.
Ya de viaje pasamos por los colosos de Memnón, que
presidieron un templo desaparecido. Luego visitamos el templo de Hatshepsut en
Deir el Bahari, hasta donde llegaban las aguas del Nilo, a pesar de estar hoy
en día muy alejado de su orilla. No cabe duda de que el Nilo ha envejecido con
el tiempo. Hatshepsut la única mujer faraón al considerarse fruto de la unión
de su madre con el dios Amón. Del templo destaca la sala de la derecha, según
visión del espectador, o sala del enterramiento, con el dios Anubis
embalsamando el cadáver.
Miré a Isis, y le dije:
-La vida no vale nada, una reina tan poderosa y
fíjate como terminó, más o menos como todos, embalsamada o sin abalsamar, en el
interior de la tumba para toda la eternidad.
Isis me apretó la mano que me llevaba cogida y me
contestó escuetamente ¡Que le quiten lo bailado!
-Sí, eso es verdad, cuando disfrutas de los placeres
de la vida, crees que van a ser eternos y no se piensa que algún día se
terminarán.
-Para la Reina no tiene importancia, porque como
todos los faraones, creen en la inmortalidad y que gozará más en la otra vida
que en esta.
-Y tu como egipcia ¿Crees en la inmortalidad?
-Pienso que del fruto muerto queda una semilla de la
que renacerá la vida.
Del templo subimos al autobús y nos dirigimos al
valle de los Reyes. Visitamos dos o tres tumbas de las más señeras y alguna en
el valle de las Reinas. Al terminar la vista como ya se iba haciendo tarde,
atravesamos el Nilo en barca de oeste a este hacia el hotel de Luxor. Ese día
teníamos la comida en un hotel de la ciudad y la tarde libre para disfrutar en
la piscina o visitar el Museo de Luxor. En todo el trayecto Isis se mostró muy
cariñosa, aprovechaba la más mínima ocasión para besarme y hacerme feliz, sin
que yo hiciera nada para merecerlo; sin desearlo me vi envuelto en un sueño de
amor que no presagiaba nada bueno.
Luego en la piscina me di cuenta de lo esbelto que
era su cuerpo, no tenía nada que envidiar al de la diosa Isis, que según se
observa en los relieves de los templos, debió de gozar de gran belleza. En el
agua y en el césped seguía mostrándose muy cariñosa, sin tener en cuenta la
gente que nos miraba. Como a mi sus besos me ponían nervioso, decidí acudir al
Museo. Le pregunté si quería venir o quedarse en la piscina, que luego vendría
a buscarla, prefirió quedarse allí. No sé si pensó que yo era homosexual o
impotente, por no mostrar interés pos su belleza. No me importaba en absoluto
el concepto que tuviese de mí.
Yo estaba deseando que se quedase allí sola, había
comenzado a vigilarla de cerca y con la disculpa del Museo, la controlaba con
mis catalejos desde un rincón de la piscina. Me interesaba saber si hacía
alguna llamada telefónica, o si se acercaba alguno de sus cómplices a hablar
con ella. La vigilé durante dos horas, en ese tiempo no hizo llamada alguna, ni
habó con nadie. Estuvo bañándose y entre baño y baño, se acostaba en la tumbona
leyendo una revista que un bañista la había dejado.
Al cabo de esas dos horas me acerqué a la piscina,
al verme se vistió rápidamente y nos fuimos a pasear por las orillas del Nilo
hasta que se hizo de noche, que pasamos a una cafetería y más tarde al barco
para prepararnos para la cena.
Mientras estaba en el camarote, bajaba la pistola de
la cisterna y lo introducía debajo de la almohada, me daba más tranquilidad.
Cuando salía por el barco me ponía la americana de verano y debajo la
cartuchera con la pistola dentro. Desde que Hishan me advirtió de que Isis no estaría
en el barco como turista, sino por alguna otra razón, la observaba y vigilaba
todos sus movimientos que me parecían sospechosos. Temía más a los posibles
amigos de la muchacha, que no daban la cara, que a la propia Isis. Sabía que en
el barco a la vista de los demás turistas no me pasaría nada, pero en cualquier
rincón del mismo, podía estar el peligro.
Mi experiencia me decía que el prototipo del
terrorista musulmán, era un individuo de unos treinta a cuarenta años, con
bigote y vistiendo una chilaba. Ahora bien, en el barco chilaba solo la
llevaban puesta algún trabajador manual de la cocina o de la limpieza y fue
sobre esos los que intensifiqué la vigilancia.
Cenamos muy bien. Yo tenía la costumbre de comer con
vino, el camarero como ya lo sabía, me lo traía y luego al final de la comida o
de la cena, pasaba a cobrármelo. A veces como nos sobraba y al ser tan caro,
nos quedábamos un poco más en la mesa saboreando las últimas gotas.
Después de la cena Isis deseaba bailar. A mí no me
apetecía por miedo a que me notara la pistola bajo la chaqueta. Me hice el
romántico y la invité a subir a la cubierta a observar las estrellas, que
seguramente por no contrariarme ante una noche tan esperada, lo aceptó.
Notaba a Isis nerviosa, inquieta y como asustada, sospechaba
que podía ser por dos motivos: en primer lugar ¿Seria aquella noche la escogida
para que sus amigos me matasen en mi habitación? Como no tenía idea para quien
trabajaba, si para los terroristas o para los sicarios, pensé en abandonar la
idea de que se acostase conmigo, buscaría alguna disculpa para que no lo
hiciese. O tal vez al tener que acostarse con un médico, tuviese miedo de no
estar a la altura de las circunstancias. En este caso se trataría de una
muchacha del pueblo llano que viajaría en el barco por otro motivo.
Deseaba saber cuanto antes a que se debía aquel
nerviosismo. Bajamos de la cubierta y como el primer camarote que nos
encontramos era el mío, abrí la puerta para que pasase delante, cosa que aceptó
de buen grado. Vuelvo a repetir que me parecía una buena actriz. Tenía que
exponerme.
Al entrar en el camarote, me dijo:
-Estoy muy nerviosa.
-¿Por qué?- Si quieres lo dejamos y te vas a tu
camarote-. Había que pensar que su nerviosismo se debiese a que de noche
vendrían a la habitación sus amigos a matarme.
No se marchó. Pasé al cuarto de baño para esconder
la pistola en mi albornoz, volví a entrar y me desnudé. Isis estaba sentada en
la cama, le costaba desnudarse. Entré de nuevo al cuarto de baño a ducharme y
al salir Isis estaba desnuda bajo las sábanas de la cama. Pronto me di cuenta
que además de ser tímida, no sabía casi nada de sexualidad, le costó entrar en
el juego, pero poco a poco me fue llevando a un mundo de placer que no deseaba
que se terminase nunca.
Nos llamaron a la puerta al amanecer y nos dijeron
que fuéramos a la sala de oficiales que tenían que hacernos unas preguntas. Se
trataba de que había aparecido un hombre muerto delante del templo Hatshepsut,
que viajaba en nuestro barco. Entramos en la estancia de uno en uno y las preguntas
giraban en torno a si habíamos hablado alguna vez con él, si lo conocíamos etc.
Después de desayunar, el barco inició su singladura
rumbo al sur: al mismo tiempo que seguíamos entrando al departamento, en donde
se nos tomaba declaración. Cuando llegó mi turno, después de las preguntas
clásicas, le pregunté al agente oficial que se dedicaba a anotar todo lo que le
íbamos diciendo, sin perder detalle ni palabra alguna.
-Se trata de una persona joven con bigote que vestía
una chilaba.
-¿Cómo lo sabe?
-¿No creerá usted que yo lo he matado?
-Por el momento no quiero descartar ni culpar a
nadie, estamos investigando.
-Seguramente el cadáver fue llevado allí, tras
asesinarlo en otro lugar, para ello se necesitan por lo menos dos personas.
-¿Quién es usted para hablar así de este asesinato?
-Soy un médico español que por diversas circunstancias
colaboro con el Servicio secreto egipcio. Le saqué el documento que me había
proporcionado Hishan, le echó un vistazo al papel y a mí una profunda mirada, y
me dijo:
-Estamos a su entera disposición.
-Mi misión es colaborar con ustedes e intentar
aclarar los hechos, una vez que el forense nos de su informe, que en este caso
presiento que va a ser muy importante para dar con el asesino, aquí en este
lugar es cosa vuestra. Yo no debo de actuar hasta llegar a Aswan. Parece ser
que la red de de terroristas es extensa y compleja, y no hay que desechar que
colaboren con ellos traficantes de drogas. Deseo cogerlos a todos de golpe en
Aswan. Cuando terminen la declaración me ponen por teléfono con el forense de
Luxor que lleve el caso, deseo tener una conversación con él. Por el momento no
quiero que nadie sepa mi identificación, que todo el mundo siga creyendo que
soy un turista más y que hago el crucero desde Karnak a Aswan. Como espía de un
país occidental pretendo capturarlos con vida y llevarlos a los tribunales para
que tengan un juicio justo. En Egipto ya saben lo que les espera: no ver más la
luz del día en medio del desierto.
Le vamos a dar el teléfono del forense y se pone en
contacto con él en su camarote, así nadie se entera con quien habla.
El forense me indicó que el hombre había muerto
sobre las once de la noche del día anterior, a consecuencia de tres certeras
puñaladas en el corazón, lejos del lugar del crimen y que fue llevado allí ya
cadáver. Tal vez las puñaladas se las diesen para que creyesen que había sido
asesinado, porque la verdadera causa de la muerte fue una sobredosis de
cocaína. Murió en el barco y lo llevaron allí durante la noche.
Mientras tanto el barco fondeó en Edfú, para visitar
el templo ptolomeico situado en dicha población, que fue la antigua capital del
segundo nomo (circunscripción territorial) del Alto Egipcio, que era gobernada
por nomarcas, durante la época Tinita
(3.000-2,500 a. de C.), antes de que el
faraón Menes unificara el Alto y el Bajo Egipto.
Al salir del camarote me encontré con Isis y le
pregunté que tal le había ido la declaración con los policías.
-Bien, solo me dijeron que al llegar a Aswan no
abandonase la ciudad sin comunicárselo a ellos.
Al principio la encontré un poco cohibida, con la
mirada triste fija en el suelo, como si no se atreviese a mirarme a la cara.
Supuse que sería por lo de anoche; el haberme entregado su cuerpo le daría un
poco de vergüenza. Desde luego no era una profesional del sexo, de eso estaba
seguro.
A medida que nos aproximábamos al templo, parecía
que las dos bellísimas esculturas de granito negro del dios Horus, que
flanquean la puerta de acceso, al que está dedicado el templo con su popular aspecto
de halcón. Le cambiaran el humor a Isis y le soltaran la lengua, comenzó a
explicarme que las fachadas de los templos egipcios se componían de dos pilones
laterales altos, dejando una depresión en el centro, que vienen a simbolizar
las montañas del desierto entre las cuales circula el Nilo.
Estaba completamente seguro que de mí solo sabía que
era médico y un turista más. Al salir del templo tomamos unas naranjadas en una
cafetería asentada a su entrada, y desde ese momento una vez consolidada un poco
más nuestra confianza, volvió a lo de antes: a besarme y acariciarme. De todas las
maneras yo la seguía vigilando muy estrechamente, por si mi teoría de que era
una buena actriz era cierta, colaboradora de terroristas o de otras
organizaciones.
Llegamos al barco y zarpamos hacia el sur a visitar
por la tarde el templo de Kom-Ombo, a unos sesenta minutos escasos de travesía.
Hice el trayecto junto a Isis en su camarote. Hablamos del hombre asesinado; no
se quien lo pudo hacer, si lo atrapan –le dije-, ya sabe lo que le espera en
Egipto: pena de muerte o pudrirse en una cárcel durísima situada en pleno
desierto.
-La mayoría de los asesinatos están relacionados con
la droga o con el terrorismo, droga aquí no suele haber.
-¡Sí que hay! Me comentó Isis.
-Supongo que será obra de un grupo terrorista
intentando saldar alguna cuenta pendiente. A veces cuando los terroristas
llevan a cabo secuestros y asesinatos, la familia de los desaparecidos paga a
unos sicarios para dar con su paradero y vengar dichas muertes.
Al mismo tiempo que hablaba miraba de reojo las
reacciones de Isis, y observé que apenas se inmutaba. Saqué la conclusión de
que se trataba de una terrorista muy experta, a pesar de no tener antecedentes
en el Servicio secreto, o de una simple muchacha del pueblo llano. Me
desorientaba de tal manera que al salir de su camarote y dirigirnos a la
cubierta para observar el paisaje, le indiqué que me esperase arriba unos
momentos que tenía que entrar en mi compartimiento. Llamé a Hishan y le expuse
un poco las reacciones de Isis: si tengo la total seguridad de que es una
terrorista y que tuvo algo que ver con las muertes de Madrid, la liquido.
Tendrá que ser al final del crucero, por nada del mundo deseo perderme la
visita a Aswan, creo que se trata del paisaje mas bello de Egipto.
Hishan me indicó, que por el momento no bajase la
guardia y que estuviese al acecho a ver si me conducía a los autores del
crimen, que bien pudo ser obra de los terroristas o de los sicarios ingleses.
Cuando salía del camarote, ya bajaba la gente del
barco camino del templo, e Isis me esperaba a la salida. Al llegar subimos por
una escalinata hasta el atrio, y entramos en el interior por la fachada
principal de los pies del templo, un poco diferente de las fachadas de otros
templos. Su disposición es única en su género: un templo doble surgido de la
unión de dos templos más antiguos por estar dedicado a dos divinidades
distintas.
La personalidad de Isis aún me desconcertó más,
cuando me dijo:
-Para que comprendas porqué este templo está dedicado
al cocodrilo, te voy a explicar un poco los orígenes de Egipto, desde el punto
de vista mitológico.
El corazón del Imperio egipcio estuvo siempre a
orillas del Nilo, un verdadero paraíso en medio del desierto, sobre el que los
antiguos construyeron su peculiar visión del mundo.
A la hora de interpretar el misterio de la creación,
los antiguos egipcios recurrieron a la naturaleza, a las crecidas anuales del
Nilo y a los sedimentos aluviales (limos) que aquellas dejaban tras de si, formándose
una tierra negra rica en nutrientes que permitía que prosperasen los campos. De
esta manera cuando las aguas volvían a su cauce normal, emergía de ellas una
tierra recién fertilizada que venía a ser fuente de vida.
El templo de Kom Ombo está dedicado al dios Sobek
cuya cabeza es de cocodrilo. Los egipcios lo consideraban el dios de la
fertilidad y creador del mundo; construyeron este templo en honor al cocodrilo,
debido a que su presencia estaba relacionada con las crecidas del río, las
cuales arrastraban a dichos animales hasta el delta. Los egipcios estaban
convencidos a que las crecidas con la presencia de los cocodrilos indicaban que
aquel año sería fuente de vida y de fertilidad.
Salimos del templo hasta el barco para seguir
navegando hasta Aswan, aquella noche teníamos que dormir en esta ciudad.
Durante el trayecto – unos cincuenta kilómetros-, subí a la cubierta con el fin
de despejarme y observar el paisaje de la orilla y las azules aguas del río. De
repente miré hacia atrás y pude observar a Isis que me seguía. Encendí la pipa
y me apoyé en la barandilla del barco. Isis hizo lo mismo, se arrimó al
antepecho y encendió un cigarrillo. Volví la vista hacia ella y le pregunté:
-¿Quién eres? La diosa Isis capaz de devolver la
vida o la diosa Isis tan hábil que puede provocar la muerte.
-¿Y tú quien eres, un medico europeo o un ángel
caído del Cielo?
-Las dos cosas -le conteste-.
-Yo soy la que soy, como dice tu Dios. Por el
momento no creo que te haya devuelto la vida, pues que yo sepa no has estado
nunca muerto. Por lo que tú sabes, por ahora no me interesa que te mueras. Tú
como médico eres el único que le puedes dar la vida a una persona si se
encuentra al borde de la muerte. Yo lo único que te he dado ha siso amor y
placer como si fueras mi marido. Desde ese punto de vista soy la diosa Isis y
tú mi marido Osiris.
Perdona un momento, la dejé en la cubierta y bajé a
mi camarote. Necesitaba pensar un poco sobre la muchacha por si me llamaba
Hishan. ¿Cómo podía matar a una persona con esos sentimientos hacia mi persona?
Desde ese momento la iba a vigilar paro para protegerla, hasta estar seguro si
podía provocar la muerte como terrorista.
Al poco tiempo Isis bajó a mi camarote, y me dijo:
-Los médicos sois muy afectivos, la persona de la
que os enamoráis siempre os parece buena, aunque luego sea una terrorista o una
asesina.
-Y como sabes que yo estoy enamorado de ti.
-No lo digo por nosotros, lo digo por norma general.
Yo no soy ni una terrorista ni una asesina.
-¿Has estado alguna vez enamorada de un médico?
-Sí. Ahora bien, al único médico que he conocido en
mi vida es a ti. No creo que haga falta ser más explícita
-Desde luego que no, lo curioso es que yo también me
he enamorado perdidamente de ti.
Estábamos los dos sentados en la cama, la atraje
hacia mí y nos besamos apasionadamente.
-Ahora espero que me creas.
- Sí que te creo, o por lo menos lo demostraste con
tu comportamiento en el camarote que no olvidaré jamás.
Como los médicos sois como los sacerdotes, te voy a
contestar a lo que me has preguntado. En primer lugar te voy a decir que soy
cristiana egipcia, que como has podido comprobar, en Egipto se nos llama
coptos. Se debe a que seguimos un cristianismo que comenzó a practicarse en el
siglo IV en la parte oriental del Imperio romano, conocido como monofisismo,
doctrina que nació en la corte de Constantinopla. Lo más importante de ella es
que solo creemos en una solo naturaleza de Cristo-la Divina. En su conjunto es
la misma que vuestra religión occidental católica, que luego no aceptemos la
autoridad del papa, para nosotros es una cuestión secundaria, tampoco Él nos
acepta por negar la naturaleza humana de Cristo
-Me has dado una gran alegría, dos personas se
entienden mejor si practican la misma religión.
-No te vas a alegrar tanto cuando te diga a lo que
me dedico.
-Antes de que te lo averigüe, ya que eres mi novia,
permíteme que te diga algunas cosas. Todo lo que te conté de mi vida es la
verdad: que soy médico y que estoy tratando aun paciente en el Cairo, no hay
duda de ello.
Lo que tú no sabes es que trabajo para El Servicio
secreto egipcio, y que te estuvieron investigando en el Cairo todos estos días,
pasándome a mí los informes por teléfono; y que estuve controlando tus pasos
aquí en el barco, no encontrándote antecedentes de que fueras una terrorista.
Mi misión aquí en el crucero y en Aswan, aunque te
parezca una incongruencia, es la de proteger a los terroristas musulmanes, para
que no los matasen unos sicarios ingleses, que le seguían la pista por el barco
para liquidarlos.
Ahora bien, en caso de que fuese necesario después
de acabar con los sicarios tendría que hacer lo mismo con los terroristas.
-No te entiendo absolutamente nada, soy una
ignorante en los asuntos de espionaje.
-No hace falta que lo comprendas, todo es bastante
complicado. Lo único que te puedo decir, por quererte con locura, que en
adelante en vez de controlarte, tendré que protegerte.
-Por qué primero protegías a los terroristas y luego
debías de liquidarlos.
-El objetivo del Servicio secreto egipcio era dejar
en evidencia al mejor Servicio Secreto del mundo: el inglés.
En otras palabras, los egipcios quieren que todo el
mundo se entere, que lo que no pudieron hacer los ingleses: ejecutar a los
terroristas, lo hacían ellos y esto repercutiría en todos los servicios
secretos del mundo.
Lo que te voy a decir ahora, lo vas a entender muy
bien. El forense de Luxor que fue el que llevó el caso del individuo que
apareció muerto delante del templo de Hatshepsut, me pasó un informe diciéndome
que había fallecido por una sobredosis de cocaína.
Esto me llevó a pensar que en los cruceros que se
llevan a cabo por el Nilo, existe una red de traficantes de drogas y que tú
estás metida en ello.
Aún hay más cosas. El último informe que me pasaron
los de Servicio secreto del Cairo, me afirmaron que tú formabas parte del grupo
de terroristas que viaja por el Nilo hacía Aswan.
Al observarte detenidamente y por unas reacciones
que solo están al alcance de los médicos, supe que me engañaban. ¿Por qué lo
hacían? Muy sencillo, algún agente está metido en ese tráfico de drogas. Cuando
llegue al Cairo la primera cosa que haga será desenmascararlo, si es que
Hishan, mi jefe no lo ha hecho todavía.
-Eres la persona más inteligente que he conocido,
quiero ser tu novia y tu mujer para siempre, yo también te quiero tanto como tu
a mí.
-No lo creas, me ha costado todos estos días en dar
con la solución. Tal vez tocado por la mano de los dioses egipcios, la suerte
ha estado conmigo.
Tienes que perdonarme que ayer no quisiera bailar
contigo, y te llevara un poco engañada a la cubierta a ver las estrellas. El
motivo era que llevaba la pistola debajo de la americana, y no quería que te
dieses cuenta de ello.
-Quiero dejarlo y espero ahora que eres mi novio,
que tú me ayudes. Trafico con ellas para ganar dinero, pero no pienses que yo
las tomo.
-Ya he pensado como te voy a sacar de la mierda de
las drogas, tienes que tener voluntad de hacerlo, y contarme todo lo
relacionado con la red que trafica por el Nilo.
-¿Quién os proporciona la droga?
-La droga la recibimos desde el Sudán a través de la
frontera del sur de Egipto. Nos la traen hasta Aswan, aquí la recogemos y la
llevamos hasta el Cairo y Alejandría, en donde nos la compran los europeos.
-Así que aquellos dos ingleses que me preguntaron si
te conocía ¿Tenían algo que ver contigo?
-Sí, son traficantes como yo, acuden a Aswan a
regatear con los que nos la venden. Los compradores importantes no salen del
Cairo ni de Alejandría, para transportarla hasta allí ya estamos nosotros. Esos
ingleses al contrario que yo, la compran, y luego la venden directamente ellos
en Alejandría a los europeos, de esa forma si le salen bien las cosas, se
llevan doble comisión que yo.
-Por qué viajáis en los lentos cruceros ¿No sería
más fácil emplear el tren desde el Cairo a Aswan?
-Traficar con droga en Egipto está muy castigado. El
tren está muy vigilado y si te cogen vas a la sombra en los sótanos del
abrasador sol del desierto una buena temporada, a lo mejor no sales más de
allí. Además muchos traficantes aprovechan los cruceros con turistas extranjeros
para vender toda la cantidad que puedan: No se si te diste cuenta que en el
barco había traficantes. Los que te preguntaron si me conocías son buenos
amigos míos. Pensaban que eras un policía europeo que andaba tras la droga,
pagado por el gobierno Egipcio.
-Ya te he dicho que no venía tras la droga, de todas
las maneras no creo que le parezca mal al gobierno Egipcio, si descubro una red
de traficantes de droga en los cruceros del Nilo.
Al llegar a Aswan llamé a Hishan y le manifesté que
pusiese mucha atención a lo que le iba a decir. Los terroristas se han fugado
al saber que yo iba detrás de ellos, de su presencia nunca más se supo hasta la
fecha, así que no les puedo dar caza. Si te sirve de consuelo, solo se
dedicaban a informar a sus naciones de la estructura de la presa. En esta
ocasión se han quedado con las ganas.
Los sicarios ingleses no son matones como tú
pensabas, forman parte de una red de traficantes de drogas que trabajan en
colaboración con Isis. Lo más curioso del caso, y eso afecta a tu equipo, algún
agente del Servicio secreto está metido en la organización. Así que ya puedes
poner manos a la obra, a ver si descubres del agente o agentes de quién se
trata.
He conseguido que Isis se enamore de mí, lo mismo
que en Siria intentaré a través de ella, darles caza a los más importantes
traficantes.
En Aswan, tuvimos que atravesar el Nilo desde la
orilla derecha hasta la izquierda, allí el barco nos dejó en el embarcadero del
hotel situado en la Isla. Al llegar nos repartieron las habitaciones, después
de asearme y cambiar de ropa para la cena, acudí al restaurante y comencé a dar
buena cuenta del menú. De repente vi entrar por la puerta la escultural figura
de Isis, más bella que nunca, vestía un traje negro, que le llamó la atención a
los comensales. Se sentó en mi mesa y antes de recoger la comida del buffet, me
preguntó si tenía pensado denunciarla.
-Si no me veo obligado, no tengo motivos para
hacerlo, hasta la fecha yo no he visto nada. ¿No te Habrás puesto tan guapa
para sobornarme? Se echó a reír y me dijo:
-No, me gusta ponerme guapa de vez en cuando.
Después de cenar bajamos al salón de la cafetería,
tomamos unas copas escuchando a unos músicos que dulcificaban el ambiente. Le
expuse el programa del día siguiente que consistía en acudir por la mañana a
visitar el templo de Isis en la isla de Philae y por la tarde recorrer el
trayecto más bello del río Nilo, desde Aswan hasta la presa.
-No me digas que no tienes interés en visitar el
templo de Isis, tal vez al ponerte tus
padres el nombre de Isis, pueda que seas la reencarnación de la diosas más
celebre de Egipto.
-No creo en esas cosas, como mañana no tengo nada
que hacer, me dedicaré todo el día a ti.
Accedimos a las habitaciones, como me encontraba más
seguro en la mía con el arma debajo de la almohada, le abrí la puerta y sin
decirme una solo palabra, pasó al interior y allí nos quedamos hasta la hora de
desayunar.
A la mañana siguiente subimos al autobús, que tomó
la dirección suroeste de Aswan para que desde un pequeño embarcadero generado
tras la construcción de la presa, una pequeña embarcación conocida con el
nombre de plancha, nos trasladase a visitar el templo de Isis en la isla de
Philae, la isla sagrada de la diosa que al quedar sumergida bajo las aguas de
la primera presa de Aswan, el templo se trasladó al islote de Agilka.
Está dedicado a Isis, que aparece esculpida en un
bajorrelieve en el muro del pilón junto a su hijo Horus y su nuera Hathor. En
la decoración se representa también al faraón Ptolomeo XII, padre de Cleopatra,
sacrificando a sus prisioneros para honrar a las divinidades mencionadas.
-Querida Isis, si yo fuera Ptolomeo te tendría que
denunciar por traficar con drogas, y el castigo sería horroroso. Como no lo
soy, ni estamos en tiempos de cuando reinaba ese faraón dictador, al vivir en
un país democrático, pienso que a la persona hay que darle una segunda
oportunidad para que se regenere, tienes que prometerme que lo vas a dejar.
Ahora bien, si no consigues dejarlo intentaré que te hagan un juicio justo. Esta
tarde trataremos el asunto a ver como te puedo ayudar; una solución sería que
vinieras conmigo a España y te olvidaras por el momento de Egipto.
Por las reacciones de la muchacha, creo que no ha
llevado en su vida una alegría más grande con lo que le acababa de proponer, me
abrazó con tal intensidad que al estar a la orilla de las aguas de la presa,
por poco nos caemos los dos al Nilo.
Después de regresar de la isla de Philae, pasamos al
norte de Aswan, para observar en las canteras de granito el obelisco inacabado,
pudiendo comprobar como extraían las grandes piedras de las canteras, empleando
cuñas de madera; como las labraban y sobre todo como las transportaban
novecientos kilómetros hasta el Cairo, empleando dos o tres embarcaciones.
Después de las canteras acudimos a comer a un
restaurante adosado a la orilla del Nilo, desde donde se podía contemplar, no
solo unas vistas paisajísticas de extraordinaria belleza, sino también como los
turistas daban largos paseos por el río en las famosas barcas conocidas con el
nombre de “falucas” (típicos veleros egipcios).
Tras la comida y a unos metros del restaurante,
estaba el embarcadero en donde nos subíamos a la barca “plancha”, para que nos
trasladara desde la orilla derecha hasta el hotel asentado en una isla en la
otra vertiente del Nilo.
Como íbamos un poco eufóricos tras la comida o por
la causa que fuera, el guía le indicó al barquero que no nos llevase
directamente al hotel, que nos diese un paseo hacia el sur hasta un poblado
nubio, a no ser que algún turista desease acudir a echar una siesta. Ninguno se
decidió por esta última oferta, todos decidimos hacer la travesía hasta un Km.
antes del poblado, aquí aprovechamos para bañarnos en una pequeña playa, a
continuación del baño hicimos el recorrido montados en camellos.
De todos los momentos felices de mi vida, que no
fueron muchos, no recuerdo haber pasado ninguno tan dichoso, como el que viví
aquella tarde con Isis. Desde que salimos del embarcadero y durante todo el
trayecto de ida y vuelta y en el poblado nubio, se aisló de todo lo que le
rodeaba y solo tuvo ojos para mí.
Para disimular un poco ante las personas que nos
acompañaban, yo intentaba fijar la mirada en como se deslizaban las aguas, en
los remolinos que se producían en medio del río, en los pájaros que volaban a
baja altura dando caza a los mosquitos y sobre todo en el paisaje de las islas
presentes en casi todo el trayecto. De vez en cuando observaba a Isis y siempre
la veía con la mirada hacia mis ojos.
Intentaba que ella se diese cuenta de que la miraba
con dulzura, con pasión y con deseo, y le manifesté:
-Perdona que no te pueda exteriorizar mis
sentimientos, aunque no lo creas me da vergüenza delante de la gente de
besarte, a pesar de que nadie nos conozca.
Ella si que seguía expresando los suyos con su
mirada, incluso en el poblado nubio cuando nos invitaron a un té, Isis no dejó
de mirarme. Parecía que los dioses egipcios le profetizaran que sería la última
tarde que pasaríamos juntos. De vuelta hacia el hotel, Isis seguía lo mismo:
aislada del mundo y con la mirada fija en mis ojos. El guía observando la
pasión de Isis y de otros enamorados, sacó de la manga una maldición
relacionada con los dioses Isis y Osiris, que auguraban la muerte para uno de
los enamorados de todas las parejas que paseasen en barca este misterioso
itinerario del Nilo. Al oírlo Isis exclamó:
-¡Tonterías! Uno de los dos tiene que morir antes
que el otro. Fueron las únicas palabras que pronunció desde el poblado nubio
hasta el embarcadero.
Mientras que los demás turistas, se fueron hacia el
hotel a descansar, comenzó a fluir por mi mente, que no podía alejarla, la
maldición que nos manifestó el guía. Ya fuese una broma o el muchacho había oído
hablar de ella, lo cierto fue que durante toda la tarde, fui incapaz de
sacármela de mi pensamiento.
Por temor a que uno de los dos perdiese la vida en
el Nilo, hablé con el barquero para que nos dejase en la isla Elefantina y que
al anochecer viniese a recogernos. Le di veinte dólares y a toda velocidad nos
llevó hasta su entrada. Antes de alejarse le dije:
-No te olvides de venir a buscarnos, antes de que se
haga de noche.
-No me olvidaré, su propina me lo recordará todo el
tiempo hasta que los recoja.
-¿Qué interés tienes de ir a la isla Elefantina? Me
preguntó Isis.
-El motivo de visitar a la Isla radica en que allí
los sacerdotes veneraban a una divinidad con cabeza de carnero llamado Jnum, el
dios alfarero.
Jnum a diferencia de Ptáb, que había creado los
seres vivos con el pensamiento, llevó a cabo su actividad creadora con arcilla,
modelando al hombre con todos sus órganos, dando forma a la imagen.
Jnum realizaba dos modelos de la figura humana, uno
para el cuerpo humano y otro para el Ka (el espíritu), que sobrevivirá al
cuerpo físico, después de que este haya muerto.
La única razón por la que quería visitar la isla
Elefantina, no era otra que por tratarse de un lugar idóneo para pasar
desapercibidos, pudiesen ocultarse allí los cómplices de Isis, sobre todo
viendo que esta no sentía gran interés en pasar a aquel lugar.
Al llegar a la Isla y quedarnos solos, le manifesté
a Isis:
-Deseaba que conocieras la isla Elefantina, porque
encierra grandes misterios simbólicos, que deseo que conozcas.
En primer lugar te diré que según la mitología
egipcia, el dios Jnum modela la figura humana de arcilla, lo mismo que el Dios
de los semitas que también crea el cuerpo del primer hombre, Adán, con barro y
de piel blanca, que fue el inicio de que la raza blanca se extendiera por
Europa alrededor del mediterráneo, ya que Adán fue creado en la Mesopotámica,
no lejos del entorno de dicho mar.
Esto indica que la creación del hombre en el Alto
Egipto y en la Mesopotámica es muy similar, de ahí que practiques la religión
que practiques, en el fondo las creencias del comienzo del mundo según las
mentalidades de cada una de ellas, son prácticamente las mismas.
Lo curioso es que Jnum modela la figura humana con
piel negra, que bien puede ser el origen de la raza negra, como puedes observar
en los poblados nubios presentes en la Isla con la piel negra, que se extendería
por toda África.
En segundo lugar hay que pensar, que si la maldición
del Nilo que nos citó el guía, en vez de ser leyenda, es realidad, y si uno de
nosotros tuviésemos que morir. Como Jnum realiza dos modelos de la figura
humana, desaparecido el cuerpo físico humano, quedaría el espíritu, y el que
quede con vida debe ahogarse en el Nilo o suicidarse en la Isla, para que
nuestros espíritus se unan en el más allá y podamos seguir amándonos igual que
en la vida. Un amor como el nuestro lo deben de continuar tras la muerte física,
nuestros espíritus.
-Yo no quiero que te mueras, deseo seguir amándote
en vida como hasta ahora –me dijo Isis-, si tu te mueres no pienso ahogarme,
por el simple hecho de que yo no soy negra y a mí no me ha creado Jnum Además
yo soy cristiana y Jesús dijo bien claro, que el que se suicide incurre en un
grave pecado y no podrá acceder al Reino de Dios.
-Si fuera yo la que tenga que morirme, ¿tú te
segarías la vida por mí?
-Sí, porque creo en la vida después de la vida, como
tus predecesores de la época faraónica. Ahora bien, creas o no en la vida
después de la muerte, tu genealogía, al nacer en el norte de Egipto, parte de
los dioses creadores de Heliópolis y de Menfis: Atum y Ptab respectivamente.
Estoy totalmente convencido que desciendes del dios Ptab.
El acto creador de Ptab de Menfis, resultado de un
esfuerzo intelectual del dios, que dio forma a los seres vivos a partir de las
ideas que manaban de su corazón. Para los antiguos egipcios el corazón era el
lugar en donde residía el intelecto y fuente de todos los pensamientos.
Te digo esto, porque desde que me has conocido, tu
vida quedó muy condicionada a tu corazón. De la forma que me amas, no cabe duda
que tu amor hacia mí emana de tu corazón, que tanto influye en el instinto de
amar, y por suerte yo soy el beneficiado. Algo tenía que ganar al recorrer el
Nilo, y el regalo que me donaron los dioses, fue una bella mujer.
Como el Museo estaba cerrado, nos dedicamos a
observar las ruinas del templo ptolomeico de Khnou, y la diversa flora de la
Isla. El resto del tiempo lo pasamos hablando con los nubios de los poblados
asentados allí.
Al terminar de visitar el maravilloso lugar, camino
del embarcadero en donde nos esperaba el barquero- Isis me dijo-, todo lo que
me has dicho de la Isla es asombroso, he estado tan a gusto en ella, que me
gustaría quedarme a vivir aquí contigo para siempre.
El muchacho de la barca no se olvidó de nosotros, al
anochecer nos trasladó hasta la orilla del Nilo, desde donde un sendero nos
llevaba hasta la puerta del hotel.
Al llegar, Isis subió a la habitación a cambiarse, y
al bajarse dimos un paseo por los jardines del hotel antes de acudir a cenar.
Subimos al restaurante y apenas hablamos ya que Isis estaba un poco triste, por
no poder acompañarme a visitar los templos de Abu Simbel. Pensaba que a mí no
me parecía bien, no por no acompañarme sino por la reunión que había programado
ese día con los traficantes.
Al bajar de cenar, en vez de aprovecharnos de los
placenteros sillones del hall del hotel, Isis me expresó el deseo de irnos a la
cama, me recordaba que mañana tenía que madrugar.
En la habitación su corazón manaba ternura y amor
como siempre, reconoció mi pasividad cuando le dije que a las tres de la
madrugada, me llamarían al timbre y me convenía dormir un poco.
Para acudir a visitar los templos de Abu Simbel,
mandados construir por Ramsés II, al estar asentados cerca de la frontera con
Sudán, y por ser zona militar, hay que realizar el viaje en caravana, salir a
las cuatro de la mañana, para llegar allí a las siete y media, ya que a las
nueve y media cierran los templos.
Me levanté a las tres de la mañana, al contemplar a
Isis dormida en la cama, me entró un escalofrío por todo el cuerpo, era como un
presentimiento de que jamás la volvería a ver con vida. La besé suavemente y
ella medio dormida me despidió con unas sencillas y amistosas palabras:
-Cuídate doctor, para que no te pase nada.
Nos dieron un pequeño desayuno, la barca nos
trasladó a la otra orilla del río, en donde nos esperaba un autobús para
iniciar el viaje hasta Abu Simbel.
Una vez que pudimos comprobar la grandiosidad de los
templos, y una esplendida vista del mar de Naser, regresamos a Aswan. Salimos
de Abu Simbel a las diez de la mañana, llegamos a Aswan a las trece horas.
Después de visitar la presa, pasamos a comer a un restaurante situado en el
centro de la ciudad. Al terminar acudimos al embarcadero para que nos
trasladase a la Isla, al otro lado del Nilo en donde estaba situado el hotel.
Al entrar en el hall, no me llamó la atención la
presencia de cuatro o seis policías, ya que es lo más normal que en cualquier
hotel, barco o autobús, nos encontremos con ellos para la seguridad de los
turistas. Me extrañó más que al observarme se me acercaran y me preguntarán mi
nombre y si conocía a una señorita llamada Isis.
Supuse que se trataría de algún problema relacionado
con la droga y le contesté que sí, que la conocía ya que hice el crucero con
ella desde Karnak, nos hicimos amigos e iniciamos una estrecha relación.
Llevábamos dos o tres noches acostándonos juntos.
-La encontraron muerta en su habitación las señoras
de la limpieza.
-¿Cómo dicen?
-Que su amiga fue asesinada.
Me dejé caer sobre uno de los sillones del recibidor
del hotel, tapando mis ojos con las palmas de las manos, apoyé la cabeza sobre
las rodillas y lloré, sí, lloré amargamente, no se por cuanto tiempo.
Yo salí de la habitación a las tres de la mañana
para acudir a visitar los templos de Abu Simbel y la dejé en la cama dormida.
Yo no la maté.
-Ya sabemos que usted no la mató, los autobuses
salieron de Aswan a las cuatro y media para visitar los templos, usted iba en uno de ellos y la
señorita fue asesinada sobre las seis de la mañana.
La culpa ha sido mía, si yo estuviese dentro de la
habitación, no lo hubiesen hecho. Dormía con la pistola debajo de la almohada y
los hubiese acribillado, pensaba para mi mismo.
Cuando me fui tranquilizando, la policía me pidió
que bajase con ellos al sótano del hotel, en donde habían depositado el cuerpo
sin vida de Isis, para que identificara el cadáver. Me negué a hacerlo, lo que
más deseaba era subir a la habitación recoger mis cosas y salir cuanto antes de
aquel maldito hotel.
-Tiene que acompañarnos al Departamento de policía,
para que nos conteste a algunas preguntas.
-No hay problema, le contesté.
Ya en la comisaría comenzaron a bombardearme con
toda clase de preguntas que empezaban a ponerme nervioso. Estuve dudando de no
decir nada, por miedo a que fuese cierto lo que presentía. Si Hishan no había
dado con el agente que traficaba con la droga con Isis y compañía, ese agente y
sus cómplices, al llegar al Cairo me liquidarían sin piedad. Pensé en quedarme
en Aswan unos cuantos días más, hasta tener noticias de Hishan. Ahora bien,
como faltaban pocos días para desplazarme a Navarra con el hijo de Abdela, no
me quedaba otra opción que regresar al cairo, y decidí identificarme con el
capitán de la policía que me tomaba la declaración, y le dije:
-¿Cuándo estaba a punto de introducirme entre ellos
y desmantelar toda la red de traficantes de droga que actúan a lo largo del
Nilo, para intentar detenerlos, resulta que me matan al enlace, la persona que
menos deseaba que lo hiciesen?
-¿Qué dice? ¿Quién usted?
-Trabajo para el Servicio secreto de Egipcio; saqué
el documento firmado por Hishan y se lo entregué.
Lo leyeron con detenimiento y me contestaron:
-Tenía que habérnoslo mostrado en el hotel, se
hubiese ahorrado las molestias de contestarnos a nuestras preguntas.
-Llamen al Cairo, por favor.
-No hace falta, el documento es auténtico, puede
marcharse.
-Yo tengo que abandonar la ciudad, me espera un
asunto urgente en el Cairo, les dejo el trabajo medio hecho. Existe una red de
tráfico de drogas que tiene su punto de partida en Aswan. Hasta aquí se la
proporcionan otros traficantes a través del Sudan, ellos luego la distribuyen
por todo Egipto y desde Alejandría por toda Europa, espero que pronto los
detengan.
Creían que la misión que me había encomendado el
gobierno Egipcio era la de apresar a todos los traficantes. Al tener una intima
relación con la muchacha, temían que cantase y me dijese todo lo relacionado
con la red .Aprovecharon el momento que yo la dejé sola en la habitación para
liquidarla. Juro que pagarán caro este crimen.
Me fui al hotel, entré en la habitación a recoger
mis pertenencias con lágrimas en los ojos, y la abandoné llorando. Salí de allí
pensando que prefería ver a Isis muerta que sufriendo en una durísima cárcel
del desierto. Por mucho que la quisiera, mi obligación era denunciarla.
Fin.
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