martes, 12 de marzo de 2013

Relato: Asesinato en Aswan



Primera Parte                                                                                         
                                                                                                         

Llevaba poco tiempo ejerciendo de médico en Madrid, cuando recibí en mi casa a Mohamed el “egipcio”; ambos habíamos estudiado en la misma universidad. Terminamos la carrera y al despedirnos, quedamos de hacer un intercambio: él vendría diez días a aprender un poco de la medicina europea en mi hospital, y yo acudiría al cairo al suyo, a observar la calidad de la medicina que practicaban en Egipto. En Madrid se hospedería en mi apartamento y en el Cairo yo pernoctaría en casa de sus padres, pues aún no se había independizado de sus progenitores. Lo que le pagaba su hospital no le daba para comprar un apartamento ni por supuesto para contraer matrimonio.
Mi padre que en un principio trabajó de policía, desde hacía unos quince años había sido trasladado al Servicio Secreto. En una redada en Madrid, intentando detener a unos terroristas, éstos, momentos antes de que la policía entrase en su apartamento, salieron a toda prisa por la puerta de atrás, dejando abandonado todo el material que almacenaban en su interior.
Los agentes recuperaron unos ordenadores, y en uno de ellos al imprimir lo que contenía en sus archivos, hallaron un escrito en clave, que los especialistas descifraron. En él los terroristas manifestaban, que después de llevar a cabo el ataque contra las torres gemelas de Nueva York, y de la barbarie del ll- M. de Madrid; el tercer atentado lo llevarían a cabo contra la presa de Aswan, intentando dañar su estructura.
Al aproximarse el día de desplazarme al Cairo, mi padre me encargó dos cosas: primero que husmease todo lo posible, con mucho cuidado, ya que la ciudad además de ser un nido de espías, por sus calles caminan a sus anchas gran número de terroristas. Averigua a ver si encuentras algún egipcio, que por una buena propina (en Egipto todo se arregla con dinero) te ponga en la pista de algún foco de terroristas, ya que los que se nos escaparon en Madrid, eran todos egipcios.
Indaga sobre todo en los barrios y bajos fondos, pero por nada del mundo expongas tu vida.
El segundo encargo que me hizo mi padre fue el siguiente:
Que intentase hablar con los agentes del Servicio secreto egipcio, para que tuviesen conocimiento de lo que le hemos arrebatado a esos terroristas: que en su mente está la de bombardear la presa de Aswan.
Tuve una larga conversación con mi padre y le dije:
-Para que pueda llevar a cabo lo que me pides, tendré que llevar una copia impresa del escrito que los terroristas dejaron en su apartamento, y un documento firmado que me permita presentarme  a los jefes del Servicio Secreto Egipcio, en donde indique que colaboro con el Servicio secreto Español.
Al día siguiente me trajo los dos documentos que le pedí, cuñados con el sello de su Departamento.
Un día después, paré un taxi y le dije al taxista que me llevara al aeropuerto, en donde embarqué para Egipto. Sobre las nueve de la noche aterrizamos en el bullicioso y desordenado aeropuerto del Cairo. Allí me esperaba mi amigo, que me condujo a su domicilio.
Durante dos o tres días mi amigo Mohamed me llevó a su hospital, localizado al lado del Museo Nacional Egipcio del Cairo, me presentó alguno de sus amigos, que me invitaron a que viese como funcionaba alguno de los servicios de medicina interna. Observando la medicina que practicaban, me deprimía. Así que le dije a Mohamed que tenía que hacer algunos encargos que me habían encomendado en Madrid y para llevarlos a cabo debía de desplazarme a Alejandría y a Aswan. Por lo tanto, por unos días no podré venir por aquí.
Metí los documentos del Servicio Secreto en el bolsillo interior de mi americana y me acerqué al Servicio Secreto Egipcio, que estaba situado muy cerca del hospital por detrás del Museo.
Al llegar, hablé con el policía de puerta como pude, chapurreando un poco el inglés. Le entregué el documento destinado al jefe del Servicio Secreto, para que se lo presentara y le dijese si podía recibirme. Pasados unos diez minutos, regresó el policía indicándome, que el jefe me esperaba en su despacho. Siga el pasillo y llame a la tercera puerta de la derecha.
Llamé a la puerta como me había dicho el policía y oí una voz que desde dentro me invitaba a pasar, nos saludamos, y me dijo:
-¿Pertenece usted al Servicio Secreto de España?
-Bueno, en realidad soy médico, pero colaboro muy intensamente con ellos. Aprovechando mi viaje a Egipto por otros motivos, me encargaron que les entregase una información, creo que será de interés para ustedes. Saqué la copia del escrito que les habíamos recuperado a los terroristas, se la puse sobre la mesa y le indiqué que por favor la leyera. Está escrita en inglés pero supongo que no encontrará problema alguno para hacerlo.
Después de leerla con detenimiento, manifestó-.
Le agradezco su información. Me llamo Hishan, y soy el Jefe del Servicio secreto de Egipto. Si lo que nos dicen es verídico, lo considero tan importante que debe de tener conocimiento de ello Abdela, que es el jefe de todos nosotros; su puesto es el equivalente al de ministro del Interior en los gobiernos democráticos de Europa.
La amenaza que nos hacen los terroristas, se debe a que la mayoría de los países islámicos no nos perdonan que hayamos firmado un tratado de paz con Israel. Muchos de nuestros militares tampoco estaban de acuerdo con dicho tratado.
Hishan se levantó de la silla, abrió la puerta de una oficina contigua, llamó a su ayudante que se llamaba Mohamed, y me dijo:
-¡Acompáñanos!
Supuse que nuestro destino era visitar a Abdela. Pronto se disiparon mis dudas.
Bajamos al sótano, abrió la puerta del coche, me mandó subir, arrancó y me indicó:
-Como te puedes imaginar nos dirigimos a hablar con el Jefe, que tiene su despacho en un gran palacio de su propiedad. No se preocupe si nos recibe fríamente, como yo, él también le agradecerá su información aunque lo veas serio. Lo está pasando mal, uno de sus dieciocho hijos, tal vez el más querido, sufre una enfermedad grave, y los médicos de aquí le dan pocas esperanzas de que se cure.
Durante el trayecto fuimos hablando del Cairo, que tenía veinte millones de habitantes, muchos de ellos viven en la pobreza y otros sobrados de riquezas.
-Sr. Hishan, le voy a decir una cosa que no le va a gustar mucho: estaban más adelantados en cierto modo, los egipcios mil años antes de Cristo que los actuales, no me imagino a los niños de entonces pedir una moneda como los de ahora, que te vuelven loco por la calle.
-Egipto no es pobre -me contestó Hishan-, pero se quedan con todo los político que están en el poder, te diré que solo el canal de Suez, le aporta más de doce millones de dólares al día, y el pueblo llano no recibe una sola libra de tan enorme cantidad.
Cuando pasábamos por delante de la mezquita de Alabastro, Hishan me comentó-.
-El Cairo se le conoce por la ciudad de los mil minaretes.
-¿Eso quiere decir que existen mil mezquitas?
-Bueno, hay mezquitas importantes que tienen más de un minarete, me contestó.
-¿Ha visto alguna igual?
-Sí- le contesté.
-¿En donde?
-En Córdoba, en Estambul, y eso que no hemos podido acceder al interior de las de Jerusalén.
Llegamos al palacio de Abdela, entramos en el patio y fuimos rápidamente rodeados de tres policías. Hishan se bajó del coche disponiéndose a hablar con ellos, para preguntar por el Jefe y para justificar mi presencia allí. Mientras que un policía entraba en el palacio para comunicar a Abdela que estábamos fuera, otro me registró de pies a cabeza con el detector y me pidió la documentación.
Pasamos al interior y después de esperar en una sala cinco o diez minutos, apareció un señor de unos cincuenta y cinco años, de uno setenta de estatura, obeso de cara y tronco, y con un poblado bigote; vestía un traje gris con la americana abrochada, camisa blanca y corbata. Saludó a mis dos acompañantes sin demasiada efusividad y miró de reojo hacia mi persona. Estaba acompañado de su lugarteniente y jefe de la policía, Amin, y de su secretario Omar.
No me hizo falta pensar mucho, para comprender que Hishan aprovechando mi presencia, intentaba sacar algo de provecho de Abdela, ya que al preguntarle éste por mi identidad, le contestó que era un médico occidental, que estaba pasando unos días en Egipto dando conferencias en varios hospitales. Que estaba mejor preparado para diagnosticar y tratar ciertas enfermedades que los médicos egipcios. Está más al día de los tratamientos modernos, que se vienen empleando últimamente en Europa.
Además colabora con el Servicio Secreto Español: Nos trae una información que creo que será de su interés.
Sacó de su bolsillo la copia que le había entregado y se la puso sobre la mesa. La tenían en su poder terroristas egipcios en Madrid, y fue rescatada de un ordenador por la policía española.
Abdela la leyó varias veces, y al cabo de unos minutos se dirigió hacia mí, y me manifestó:
-Buen trabajo muchacho, te agradezco de todo corazón tu información. Hishan me miró satisfecho.
Para atemorizarnos nos amenazan con lo de siempre: dañarnos la presa que produciría una gran catástrofe en todo Egipto y varios millones de muertos. Todas nuestras defensas giran hoy en día en torno a la presa. Tenemos conocimiento de que varias naciones envían agentes, para conocer “in situ”los puntos débiles de su estructura.
Otros países en vez de agentes, reclutan terroristas que suelen ser muy escurridizos; lo mismo ocupa hoteles en Aswan que en las cercanías, e incluso en cobertizos abandonados en el desierto. Un día duermen en un lugar y otro lejos de allí. Se hacen pasar por turistas con sus pasaportes en regla. En estas condiciones nos resulta difícil detenerlos, hay que cogerlos haciendo planos, con algún microfilm en los bolsillos etc. Y hasta la fecha nuestros scanner no han podido captar nada raro.
Amin tomó la palabra -y dijo.
-El armazón de la presa fue construido con grandes bloques de granito, de basalto y de otros duros materiales, formando un todo compacto de ciento once metros de alto, y un grosor que va desde cuarenta metros hasta mil metros, de tal forma que para simplemente dañarla, tendría que ser con dos bombas atómicas veinte veces mas potentes que la de Hiroshima.
El problema, continuó Amin, es que en la actualidad varios países las poseen.
-Si hacen falta unas bombas de ese calibre-les dije-, los aviones mirages franceses aparcados al oeste de Aswan, y los F-l6 americanos bajo los angares al norte de Luxor, poco pueden hacer para impedir un posible ataque.
-¿Como se ha enterado de la localización de nuestros aviones?
- Los sacamos de los ordenadores de países enemigos vuestros.
Había que interceptar el avión o el misil portador de la bomba, y eso siempre es difícil si no cuentas con radares muy potentes.
-Actualmente contamos con ellos, indicó Abdela.
A Hishan hablando bien de mí como médico, pensando en la enfermedad de su hijo, le salió el tiro por la culata si deseaba la consideración de Abdela. Al ensalzarme tanto en mi profesión, actuó en su contra. Desde ese momento Abdela no tuvo ojos más que para mí. Ordenó a sus ayudantes que atendiesen a Hishan y Mohamed; me cogió del brazo y me condujo hacia el interior del palacio, entramos en su despacho particular, nos sentamos, sacó dos copas y me invitó a tomar un vino de Jerez, al ser media tarde lo que me ofreció era lo más indicado para esa hora. Como le dije que tenía muy buenas bebidas en el bar de su despacho, me indicó que lo siguiese; bajamos por un ascensor hasta llegar a su bodega situada en el sótano del palacio. En mi vida había visto una bodega tan enorme y con tantas y variadas bebidas.
Subimos de nuevo al despacho, y me dijo:
-Le agradecería enormemente, si fuese tan amable, de echarle un vistazo a los informes que tengo aquí de mi hijo, a ver que le parecen. No dude de que no sepa agradecérselo. Los médicos egipcios me dicen que la enfermedad es grave y me dan pocas esperazas de su curación.
Después de leer por encima los informes, le manifesté:
De entrada le diré que se trata de una enfermedad conocida con el nombre de linfogranuloma maligno o Enfermedad de Hodgkin, que hoy en día es una enfermedad curable. Mañana a primera hora hablaremos de su tratamiento y lo que vamos a hacer con su hijo. Si a usted le parece bien, desearía llevarlo a una de las mejores clínicas de España, para que sea reconocido por sus prestigiosos médicos. Por leer los informes no le cobro nada, ¡No faltaría más!
Al oír el pronóstico de la enfermedad de su hijo, por boca de un médico europeo, me indicó:
-De aquí en adelante tanto conmigo como con Hishan y nuestros ayudantes, nos vamos a tutear, esto no quiere decir que no le respete sino que lo considero nuestro amigo. El hombre se volvió más cordial, llamó a mis acompañantes y pasamos a una sala en donde una joven nos sirvió té y pastas. Serían las ocho de la tarde y nos citó para las diez a cenar en el restaurante de un barco anclado en el Nilo, que ofrecía cenas-espectáculo.
Regresamos al hotel en el coche de Hishan, me dejaron a la entrada, quedando de venir a buscarme un poco antes de la cita. Así aprovechas para ducharte y cambiarte de ropa. Aunque andaba un poco escaso de vestimenta, conseguí encontrar un conjunto compuesto de una camisa blanca y una corbata a rayas azules y grises, y para el exterior un pantalón gris y una americana fina azul de verano. Al poco tiempo llegaron Hishan Y Mahamed a buscarme, subí al coche e Hishan se dirigió hacia mí, y me dijo:
-El Cairo es la ciudad de los espías, están por todas partes; es probable que en este momento nos estén fotografiando desde cierta distancia. Como la ciudad es muy difícil de vigilar, creen que pueden actuar a sus anchas, pero en el fondo se equivocan ya que el Servicio secreto, a la mayoría los tiene controlados.
-Ya me recomendó Mohamed, que anduviese con mucho cuidado ya que la ciudad es un auténtico nido de espías. Supongo que habrá una estrecha vigilancia entre los espías árabes y los espías israelitas.
-En la actualidad existe más espionaje entre los árabes que entre judíos y árabes. Con el tratado de paz firmado entre Egipto e Israel, que no tenemos la más mínima intención de romper, los hebreos ya no son en potencia nuestros enemigos, éstos los tenemos con los árabes tanto de Este como del Oeste de nuestro país.
En realidad el espionaje del Cairo, no se reduce a espiar nuestras relaciones con Israel, si a los judíos les interesa saber algo de nosotros, lo hacen desde el aire con aviones muy sofisticados. Al espionaje árabe del Cairo, le interesa más averiguar por qué Egipto se alinea con los países occidentales sobre todo con Estados Unidos, por miedo a que éstos dispongan de bases en nuestro territorio, desde donde les puedan bombardear con facilidad, no solo sus pozos de petróleo en el caso de que alguna nación les cierre los grifos, durante una hipotética guerra, sino también sus ciudades muy fáciles de hacerlas desaparecer, por estar construidas aisladas en medio del desierto.
El espionaje aquí en el cairo, amigo Carlos, gira también en torno al petróleo, intentando obstaculizar los unos a los otros las ventas del crudo a los occidentales, todos quieren vender más por varias razones: en primer lugar porque el petróleo está llegando a su fin, y se habla de que no tardará mucho en aparecer nuevas energías que lo sustituya y si eso ocurre ahí se quedará bajo tierra sin valor alguno. No Olvides que si el mundo árabe no tuviese petróleo, no representaría nada en el mundo.
Por otro lado está el hecho de que una determinada nación, quiere vender más que la vecina, así tendrá más dólares para comprar armas, y ser más fuerte en caso de que estalle una guerra entre ellos.
No tuvimos tiempo de seguir hablando, acababa de hacer acto de presencia el anfitrión protegido por sus guardaespaldas. Hizo su entrada en el restaurante solo y con el semblante alegre, pidiéndonos perdón por su retraso; nos saludó y se sentó a la mesa para comenzar a cenar. Los guardaespaldas cenaban en el mismo comedor pero en otra mesa, sin dejar fuera del alcance de la vista a su jefe.
Después de cenar pedimos unas copas y Abdela levantó su copa para brindar por mi estancia en Egipto; al brindar yo por la salud de su hijo, me habló un poco emocionado, y me dijo:
-Carlos, ¿has oído hablar de la “danza del vientre”?
-Si, le contesté-, más que de la danza del vientre, he oído hablar de la “danza de los siete velos”, que Salomé danzó ante herodes para que este le entregase la cabeza del Bautista.
En el Cairo, la mayor parte de los espectáculos nocturnos giran en torno a dicha danza.
-Vas a tener suerte, porque esta noche nos van a ofrecer un espectáculo turco, que termina danzando una joven, ese famoso baile que acabas de mencionar y que parece que te agrada admirarlo.
-Más me gusta observar a la chica, suelen ser muchachas jóvenes y guapas, aunque llevo una temporada que el sexo no me estimula; no se si es por las comidas, por el calor del Cairo o del estrés de estos días, y no hay peor cosa que acostarse con una mujer y no dejarla satisfecha.
-Eso que tú dices, a las bailarinas lo mismo que a las prostitutas no les importa, solo les interesa el dinero. Sabrás que la bailarina principal gana por sesión más de mil dólares, y luego si se acuesta con un hombre le suele cobrar unos dos mil dólares. Una bailarina amiga mía compró no hace mucho una casa-palacio por doscientos millones de dólares.
-No seré yo el que se los pague, jamás he pagado un dólar por acostarme con una mujer.
-Ya me dirás cuando la veas, esta noche intentaré que tome una copa con nosotros y se siente a tu lado al terminar su actuación.
-Las compadezco por tener que soportar por dinero a un hombre que no siente nada por él.
Muchas mujeres tienen que aguantar a su marido noche tras noche, a veces ebrio, sin que le pague una sola libra, apuntó Abdela.
Ya se aproximaba la media noche, la hora de comenzar el espectáculo tras la cena y con las copas llenas sobre la mesa.
Se trataba de una cena-espectáculo, en el interior de un gran barco anclado en el río. Se podía ir a cenar y al terminar contemplar la actuación. Si no se cenaba, te ofrecían una consumición con la entrada. Nos sentamos en una mesa de cuatro plazas en primera fila. Todas las demás mesas estaban ocupadas por árabes, todos trajeados, gruesos y con bigote. Hishan dirigiéndose a mí, me dijo:
-Ves aquel Sr. de traje gris, que está en la cuarta mesa después de la nuestra.
-Si que lo veo.
-Pues es un espía iraní. Lo mismo aquel otro que está en la siguiente mesa con traje claro, es un espía libio. Fíjate bien en ellos, ándate con mucho cuidado- me advirtió-, son muy peligrosos.
Después de varias actuaciones de bailes rusos y orientales, salió la joven a bailar la danza de los siete velos.
-¿Has visto que mujer?-Me dijo Abdela-, mientras que Hishan y Mohamed, la observaban sin quitarle la vista de encima.
-¡Ya la conozco!
-¿Cómo que la conoces?
-Si, la he visto actuar en la Capadocia turca, tiene una cosa buena, le indiqué.
-¿Cuál?  Me preguntó Abdela.
-Que es joven y bastante guapa. En Turquía estaba menos sofisticada, debía de estar en los comienzos de su carrera.
Efectivamente, después de terminar su actuación, tras saludar a algunos árabes millonarios, sentados en la primera fila y de hacerle el honor de probarles sus licores, se acercó a nuestra mesa, que supuse lo tenía planeado de antemano con Abdela.
La presentación fue con dos besos al estilo Occidental. Me dijo en inglés que se llamaba Nada. Como su nombre me parecía raro, Mohamed me indicó que en español significaba Rocío. El camarero vino de inmediato a servirla e iniciamos una amena conversación: me preguntó mi nombre, a que me dedicaba y de que nación era etc.
Como no se me notaba un solo síntoma de que la deseaba, debió pensar que estaba perdiendo el tiempo y a otro cliente. Abdela dándose cuenta de ello, y antes de que la joven siguiera la ronda. Me indicó.
-¿A la señorita Nada, no le importaría acostarse esta noche con usted? La miré fijamente y observé que me miraba a la cara como esperando una respuesta.
Me vi en un gran compromiso, si la rechazaba, iba a creer que no la consideraba la bastante atractiva para desearla, y eso no era cierto. Así que me limité a decir lo de siempre: Sería para mi uno de los mayores placeres de mi vida acostarme contigo, pero temo no estar a la altura de las circunstancias.
-Tonterías, pienso que para un médico la sexualidad no debe de tener secretos.
Me volvió a observar a la cara y me dijo: a los árabes que ves aquí, como la mayoría son millonarios, les cobro mucho dinero por acostarse conmigo, en tu caso no quiero hablar de dinero, muchas mujeres se acostarían gratis contigo.
Yo sabía que Abdela pagaba por mí, pero la muchacha creía que yo lo desconocía, así que le dije:
-Me alegro que el dinero no sea importante para ti, que no signifique mucho, porque yo jamás he pagado por acostarme con una mujer. Le dije a Abdela que mañana tendremos un día muy atareado con lo de tu hijo, pero a éste le interesaba mucho más quedar bien conmigo, intentando pagarme mis futuros favores, que quedar mal o bien con Nada, después de todo pensaba él, que no era más que una artista que se vendía al mejor postor, de ahí que hacía todo lo posible para que quedase yo satisfecho, y me dijo:
-Cansado no vas a quedar, ¿supongo que estaréis toda la noche haciendo el amor? Más bien quedarás relajado.
Creyendo que ya no había marcha atrás, se dirigió a Nada, manifestándole:
-Trátalo bien, que mañana lo necesito.
Quedé con Hishan y Mohamed en vernos al otro día a una determinada hora en el hotel, para que me llevasen al palacio de Abdela. Me levanté de la mesa y salí del salón con Nada cogidos de la mano, caminando al paraíso de Alá, ante las incrédulas miradas de los presentes, que no podían evitar cierta envidia, porque aquella noche, un cristiano occidental, había dejado sin placer a un millonario árabe.
A la mañana siguiente, el regalo con el que me obsequió Nada, por mi educación, el saber estar y el respeto a su persona; además de su cariño y de hacer el amor en una cama con colchón y almohada de plumas fue: un cartucho colgante a imitación de los que aparecen en los bajorrelieves de los templos egipcios, decorado con la llave de la vida, el ojo de Horus, el escarabajo de la suerte y la flor de loto. Todo ello tallado en oro, que desde entonces lo llevo adornando mi cuello.
Al día siguiente quedaron de venir Hishan y Mohamed para que me trasladaran a la casa de Abdela; mientras los esperaba me fumé dos cigarrillos y salí a la calle a tomar el aire. Amaneció el día con una hermosa mañana, sin embargo el pavimento estaba húmedo. Al poco tiempo llegaron los amigos y aparcaron el coche delante del hotel.
-¿Qué tal la noche?
-Bien, la muchacha era dulce y agradable.
-Un buen día, me dijo Mohamed.
-Sí -le contesté-, el cielo está lleno de sol, nos esperan cincuenta grados al mediodía.
Volvimos a seguir el mismo itinerario del día anterior hacia el E. y llegamos a la casa – palacio de Abdela, golpeamos con el llamador la puerta de patio que estaba cerrada. Nos respondieron desde dentro.
-Ya nos abren, -indicó- Hishan.
Quedamos en el interior del patio, mientras que un guardia se lo iba a notificar a Abdela. El guardia regresó y nos mandó pasar a la sala de espera. Al poco tiempo apareció el dueño del palacio fumándose un habano y al vernos nos dijo:
“Salud amigos”, se dirigió hacia mi y me preguntó:
-Qué, ¿relajado?
-Bueno, estoy tranquilo.
Llamó a Salin, su hijo enfermo y me lo presentó, nos dimos tres besos al estilo árabe, aparentaba tener veinte o veintidós años, y lo encontré bien de aspecto. Nos sentamos todos y comenzamos a hablar de la preparación del viaje. Le pregunté al joven si estaba decidido y me contestó que si.
-Yo ya tenía que estar en el hospital de mi amigo.
-Olvídalo,-me dijo Abdela-, es imprescindible que tú acompañes al chico a España sobre todo en el primer viaje, nadie más que tú conoce a los médicos, y eres la persona más indicada para informarle de sus antecedentes. Voy a contratar también a una enfermera que hable el español. ¿Cuanto suele ganar una enfermera en España?
-Aproximadamente entre unas cosas y otras, dos mil dólares al mes.
-A ti te pagaré el doble.
-Para mi el dinero no era lo más importante, sabía que si saldría todo bien, me pagaría con creces el tiempo que perdiese con su hijo
Al estar los dos de acuerdo, Abdela y yo de llevar el chico a una clínica europea para que le curasen su enfermedad, él comenzó a preparar el viaje mientras yo arreglaba lo de la clínica. Sabía que no existiría ningún problema, pues había colaborado bastante con ella, y cuando le llegaba algún enfermo de América del Sur o de Europa, para ellos era un motivo de alegría, indicaba que su fama cada vez era más internacional. No te digo nada cuando le llamase yo y le dijera que acudía desde Egipto con un paciente hijo de un multimillonario egipcio.
Llamé a la clínica y hablé con el Director Médico, me agradecía que le enviase un paciente tan importante. Quedé de indicarle el día y hora de llegada para que le mandasen una ambulancia al aeropuerto de Bilbao.
Era domingo y quedamos en realizar el viaje el miércoles sobre las cuatro de la tarde, lo haríamos en un avión privado de un amigo de Abdela.
El lunes y martes por la mañana pasaba por el palacio para hablar con Salin, darle ánimos y decirle que en unos meses quedaría completamente curado.
Le comuniqué a su padre que lo de la clínica estaba todo arreglado; el miércoles sobre las nueve de la noche estarían al pie del avión en el aeropuerto de Bilbao, con una ambulancia para trasladarlo a Pamplona e instalarlo en su habitación.
Abdela me indicó que ya había contratado a la enfermera, que hablaba muy bien el español, y que tenía buenos informes de su profesionalidad.
El martes quedamos de que al día siguiente, tres de sus guardaespaldas vendrían a recogerme al hotel después de comer para llevarme al aeropuerto.
Ya en el bullicioso aeropuerto, un pequeño vehículo nos trasladó hasta un rincón en donde estaba aparcado el avión.
Subí al interior en donde se encontraba Salin, acostado sobre una camilla atado con correas, y a su lado sentada la enfermera, que yo veía por primera vez.
Al llegar yo, la muchacha se levantó y se presentó-.
-Soy Fátima, la enfermera.
-Yo Carlos, el médico del que te habló el padre de Salin. Encantado de conocerte.
La observé fijamente durante un rato y pude comprobar que sus rasgos eran de Egipto del norte, con un rostro de una perfección clásica de dicha zona y de una inolvidable belleza, con los pómulos ligeramente acusados, los ojos de color violeta y más alta de lo normal entre las egipcias.
-Espero que este encuentro sea el inicio de una buena amistad, como debe ser entre dos personas de la misma profesión.
Yo también lo espero, me contestó Fátima.
A continuación pasé a saludar a Salin.
-¿Qué tal te encuentras?
Me hizo un gesto con la cabeza de que estaba bien.
-No me extraña, ¡Con una enfermera como esta a tu lado!
No me comprendió. Entonces le dije a Fátima que se lo tradujera y el chico se echó a reír.
Le tomé el pulso por si se encontraba nervioso, y fuera preciso que tomara una de las pastillas de un ansiolítico que llevaba en el bolsillo de la americana
El piloto encendió los motores del aparato y después de unos minutos despegamos hacia Europa.
Desde la cabina el copiloto me indicaba con gestos alguna cosa que yo no la entendía. Pregunté a la enfermera que es lo que me quería decir, y me manifestó:
-Que puede sentarse en el sillón del patrón, que es giratorio y reclinable, así puede observar el paisaje exterior y cuando se canse echar una cabezadita, que el viaje va a ser un poco pesado.
El viaje lo hicimos sin problemas. Llegamos a Bilbao sobre las nueve, allí nos esperaba la ambulancia.
Subimos al vehículo y colocamos a Salin en la camilla, la enfermera si situó a su lado, y yo me senté en el otro asiento que quedaba libre al lado del conductor.
Dos horas después ya estaba acostado el paciente en la cama de su habitación de la clínica.
Al rato acudieron los sanitarios de guardia para tomar contacto con él.
Al dejarnos los sanitarios, le indiqué a Fátima que se quedase con Salin, mientras yo me acerco al hotel situado frente a la clínica para reservar habitación para esta noche. Regresé a la habitación de Salin, que acababan de traerle la cena, y las enfermeras nos dijeron que acudiésemos nosotros también a cenar, antes de que cierren los restaurantes.
Durante la cena le pregunté a Fátima si estaba soltera o casada, yo ya conocía su estado civil por Abdela.
Después de cenar pasamos por la clínica, y los sanitarios de guardia nos dijeron que nos fuéramos a dormir, que para lo que precise el paciente ya estamos nosotros, basta que llame con el timbre y de inmediato acudimos a su habitación.
Acompañé a Fátima hasta el hotel, subí con ella a la habitación, la dejé dentro y me llevé las llaves. Tú acuéstate que estarás muy cansada, yo voy a dar una vuelta, y cuando vuelva no te preocupes que me acostaré en el sofá y no te molestaré para nada.
Tan pronto la dejé, cogí un taxi para que me llevara al barrio de los clubes nocturnos, para que una joven prostituta me satisficiera y me inhibiese el deseo sexual; no fuera a tentarme el demonio e intentara meterme en la cama con Fátima.
Liberado de la carga sexual, allí mismo me subí a otro taxi para regresar al hotel. Llegué y el recepcionista supuso al no estar colgada la llave que la señorita egipcia estaba dentro de la habitación.
Subí en el ascensor, abrí la puerta de la habitación, cogí una manta del armario, pasé al cuarto de baño a tomarme un somnífero, apagué la luz y me acosté en el sofá-cama; a los pocos minutos me quedé dormido.
Al otro día me levanté temprano, pasé a la ducha, me vestí de prisa y antes de que me acercase a la puerta para salir, le dije a Fátima:
Después de que te asees, bajas a desayunar, si ya no estoy en el restaurante, me encontrarás en el hall. Cuando llegó Fátima aún estaba terminando de desayunar, cogió su desayuno y se sentó en mi mesa y por cierto tiempo en vez de desayunar se dedicó a mirarme a los ojos.
-¿No era eso lo que tu querías?
Mi pregunta no tuvo respuesta.
Terminamos de desayunar y nos dirigimos a la clínica, llegamos cuando un celador se disponía a bajar a Salin a iniciar las múltiples pruebas que le iban a practicar.
Mientras Fátima acompañó a Salin durante toda la mañana a realizar las pruebas, yo acudí a la estación, me subí al tren y me desplacé a Tudela por mi coche, así podía enseñarle a Fátima Pamplona y sus alrededores, durante el tiempo que nos quedase libre.
Después de aparcar el coche, subí a la habitación de Salin a recoger a Fátima para acudir a comer. Durante el camino le pregunté que tal había pasado la mañana:
-Bien, como es natural un poco aburrida.
Durante la comida apenas hablamos. Al regresar a la clínica, Fátima, mirando hacia el suelo con cara de preocupación, me dijo:
-Esta noche me he portado muy mal contigo.
-¡Olvídalo!, Creo que has hecho lo que debías.
Nos vamos a turnar, ahora vas tú hasta las seis, luego vienes y me voy yo a intentar dormir un poco hasta las nueve. En este momento tengo que llamar a Abdela y darle el parte diario de las tres.
Estuvimos una hora con Salin y las enfermeras nos dijeron que después de cenar, nos fuéramos a dormir que ellas estarían al tanto de las necesidades del paciente.
Durante la cena, Fátima me manifestó-.
-Antes de acostarme con un hombre debo de saber si está casado o soltero, si tiene novia o no.
-¡Haces muy bien! Yo solo te puedo decir que llevo tiempo viajando por el desierto de la vida.
-¿Has sufrido alguna desilusión?
-Más o menos.
-En Egipto si un chico se acuesta con una chica, desde ese momento la considera su novia, se olvida de su pasado y vive solo para ella.
-Me parece muy bien, hay que respetar tanto las costumbres como la religión de una determinada nación. Aquí en Europa no es como allí, una pareja se puede acostar juntos por gozar del sexo, porque lo desean ambos o por estar enamorados. El acostarse con una chica o viceversa no le obliga que tengan que   casarse a la fuerza y pueden romper las relaciones cuando les apetezca por no sentir amor el uno por el otro. En este momento yo vivo solo el presente, sin pensar en el futuro ni en el pasado. Ahora bien, mi idea es casarme y me sentiría muy feliz si aceptases ser mi novia. Pienso que luego te podrías convertir en una extraordinaria esposa.
Salimos del restaurante, la cogí de la mano, pasamos por la habitación de Salin y al ver que estaba bien, nos fuimos al hotel. Recogí la llave en recepción, subimos en el ascensor, abrí la puerta de la habitación para que pasara Fátima, la seguí y no me puso impedimento alguno en que entrara.
Dejé que se acostase ella, mientras yo esperaba en el cuarto de baño a ver como reaccionaba, salí y pude observar que sus lágrimas fluían de sus ojos y manaban rápidas y abundantes sobre su rostro. Por fin sus lágrimas cesaron de fluir. Hablé con ella para que me dijera cual era el motivo de su llanto.
-Perdona que llore ¡Es la primera vez que me acuesto con un hombre!
- Ya me voy, no quiero que pienses que quiero aprovecharme de ti. Ni tampoco que pierdas una cosa tan sagrada con un hombre que acabas de conocer.
-No te vayas, alguno tiene que ser el primero, ven a la cama y acuéstate conmigo.
 Me acosté con ella, no conservaba la virginidad, pero de sexualidad no sabía absolutamente nada, estaba totalmente convencido que la virginidad la había perdido espontáneamente. Aún así iniciamos una íntima relación sentimental durante los veinte días que Salin estuvo en la Clínica.
Unas veces paseando por las praderas de la universidad vieja que teníamos enfrente, otras caminando por las distintas zonas verdes o cenando en las cercanías de la ciudad, Fátima con sus besos y sus caricias, hacía todo lo posible para que mi presencia a su lado fuese lo más placentera posible.
Me sentía tan feliz a su lado, que los veinte días que vivimos juntos en Pamplona, me parecieron veinte horas. Me gustaría-le dije- que el día fuese más largo para que estuvieses más tiempo a mi lado. Para nosotros, llegó el triste día que los médicos le dieron el alta domiciliaria a Salin. Abdela la víspera de embarcar para España, me dio un talón para cobrar en el Banco de España, por la cantidad de veinte mil dólares para que abonase todos los gastos, que ascendieron a cerca de doce mil dólares. Con las facturas de la clínica, del hotel y del restaurante en mi poder, regresamos a Egipto.
Al regresar de España, les dije a los policías de Abdela que me llevaran al hotel, deseaba asearme, cenar y descansar. Quedamos para el día siguiente a las nueve, para llevar los informes a los médicos del hospital en donde había estado ingresado su hijo. Abdela llamó a dos policías para que me trasladaran a mi hotel favorito situado cerca de las pirámides.
Al día siguiente desayuné antes de las nueve, salí al exterior en donde me esperaban los guardaespaldas de Abdela que me conducirían hasta su palacio. Allí me encontré con Fátima que ya tenía en su poder todos los informes como yo le había indicado. Ya en el hospital Abdela les dijo a los médicos:
-No es que no confíe en vosotros, lo que pasa que la clínica a la que mandé a mi hijo es de categoría internacional, y uno quiere lo mejor para su hijo.
No hay problema- le respondieron los médicos-, lo importante es que Salin se cure. Si precisan algo de nosotros aquí estamos para lo que haga falta.
Regresamos al palacio y quedamos en que por la tarde pasaríamos por el departamento administrativo para entregarla las cuentas, devolverle el dinero sobrante, e indicarle a Salin la pauta terapéutica y el tratamiento que tenía que llevar, hasta que volviese a ingresar en España.
Durante los cinco primeros días de la estancia en Egipto, yo pasaba diariamente a controlar a Salin, la evolución del muchacho era la deseada.
Al quinto día nos llamaron a los dos para que acudiésemos a la administración, nos iban a pagar el primer mes como habíamos quedado. Con el dinero en nuestro bolsillo, le dije a Fátima:
-¿Que te parece si lo gastamos en un viaje por el sur de Egipto?
-¡Ya lo creo! Con este dinero comemos mis padres y yo durante un año.
-Me parece muy bien, primero es llenar el estómago y luego las diversiones.
-Que más quisiera yo, tengo que ahorrar, que a lo mejor tardo cuatro o seis meses en volver a trabajar.
-De acuerdo, no he dicho nada.
Los cinco siguientes días los pasé bastante aburrido, por las mañanas estaba con Salín y por las tardes vagaba por la ciudad sin rumbo fijo. Dos tardes volví al Museo Nacional Egipcio, observando estatua por estatua y joya por joya. Una tarde pasé a la ciudadela y entré en la mezquita de Alabastro. Desde allí caminaba hasta situarme enfrente de la Isla y me quedaba observando como circulaban las aguas hacia el norte, que me parecía curioso y extraño. Por la noche disfrutaba en las salas de fiestas, contemplando como bailaban las egipcias la danza del vientre. Al no tener aspecto de rico, jamás se me acercaron las danzarinas, por si deseaba contratar sus servicios, preferían a los millonarios árabes.
Casi a diario cuando acudía a visitar a Salin a casa de Abdela, me encontraba con Hishan. Un día me invitó a almorzar, lo siento –le dije-, hoy voy a comer con Fátima. No importa –comentó Hishan-, los dos estáis convidados. Para mi es un gran placer, que la señorita comparta mi mesa.
Un día quedé con Fátima para dar un paseo por las orillas del río y al despedirnos, me dijo:
-Como tu no puedes venir a mi casa, ya que es muy pequeña y además están mis padres, pasaré yo a hacerte una visita al hotel.
-Encantado, luego te acompaño en un taxi hasta tu apartamento.
-No hace falta, conozco muy bien el Cairo y el único peligro que existe, es que te coja un coche. Por mi calle pasa un autobús, que me deja delante de mi casa.
Fátima era educada hasta en el sexo, no expresaba mucho sus sentimientos, ni los placeres si es que los percibía. Yo al tratarse de una compañera, la respetaba y la dejaba llevar la iniciativa y lo que ella proponía, se hacía, y los dos contentos.
Un día creo que fue el cuarto después de regresar de España, acudí a una cena- espectáculo, similar a la que ya he mencionado, que tenía lugar en el salón-comedor, de un gran barco anclado en el Nilo frente a la Isla. Crucé por allí por la tarde y se me dio por reservar una mesa, mi había quedado buen sabor de boca, de la otra vez que estuve y reservé una en primera fila.
Llegué a eso de las nueve, me senté solo, primero cenando y luego tomando la consumición que nos servían después de cenar. Inmerso en la actuación de las danzarinas, se me acercó un camarero, y me preguntó:
-¿Está usted solo?
-Sí, por qué ¿Existe algún problema?
-No, ninguno, deseaba pedirle si no le importaba, si se podían sentar en su mesa una pareja de jóvenes, puesto que no me queda ninguna otra libre.
-Por mí pueden sentarse, no tengo inconveniente alguno.
Ya sentados a mi lado, se presentaron, ella se llamaba Isis y el Mohameh, por lo que supuse que eran egipcios. Luego me presenté yo, les dije que me llamaba Carlos, que era español, que me dedicaba a la medicina y que estaba pasando unos días en el Cairo. Entonces comenzaron a Hablarme en español y lo hacían bastante bien; empleaban el infinitivo de los verbos en vez del tiempo del verbo que correspondía, aun así se les entendía muy bien. Conocían algunas ciudades de España como Madrid, Barcelona y Granada entre otras menos importantes.
Estas circunstancias hicieron que la conversación fuera muy amena y fluida, hasta que cansado. Se iba haciendo tarde, decidí marcharme a dormir. Nos despedimos, ellos se quedaron allí y el camarero me agradeció el favor. Le hice saber que no tenía importancia, le di una pequeña propina y dejé de acudir a dichas cenas.
Al sexto día de estar en el Cairo, después de reconocer al paciente, entré en el despacho de Abdela, que estaba reunido con Hishan y Amin revisando unos papeles. Le comenté que su hijo estaba muy bien. Mis servicios ya no son necesarios hasta que volvamos a España, lo controla muy bien Fátima. Así que con tu permiso y aprovechando que estoy en Egipto, desearía hacer un recorrido por el Nilo por las partes media y alta del país, si no lo hago ahora, me expongo a no poder conocer dos templos que me gustaría visitar: el de Abidos, que parece ser que es el único templo que atesora la mayor parte de la policromía original, y el de Bandera, que en una de sus salas conserva una réplica del Calendario Egipcio, cuyo original está en Paris. Además en el muro este en un bajorrelieve aparece la figura de Cleopatra, una mujer muy atractiva –el único faraón mujer de la dinastía de los Ptolomeos-, y que no fue esculpida en ningún otro templo excepto en este. De todas las maneras lo que más me importa de este viaje es relajarme y descansar.
Mi idea era la de ir en tren, acostado en una litera individual hasta Luxor –Tebas y desde allí iniciar un crucero desde Karnak hasta Aswan.
Al enterarse de que tenía pensado hacer un recorrido por el Nilo, Hishan vino a donde yo estaba y se ofreció a llevarme al hotel. Lo vi más alegre que de costumbre, sabía que algo tramaba y que le urgía notificármelo, así que acepté el favor.
Al poco rato de subir al coche, me di cuenta que se aparataba de la calle que nos conducía al hotel. Como no estaba muy al tanto de las rutas del Cairo, no le di importancia. Me llevó a su despacho y sacó de una carpeta del archivo que tenía detrás de su mesa, unos informes que hacían alusión a mi persona, y me dijo:
Perdona que te hallamos investigado, nuestros datos coinciden con los que tu nos has dicho: médico de la ciudad de Madrid, que nunca has tenido problemas con la justicia. En tu favor está el haber colaborado con la policía contra el terrorismo. Sospechamos que por tus éxitos en Siria, trabajas para alguna organización secreta, que lucha para aclarar los eventos terroristas, que tuvieron lugar hace unos años en España y en Inglaterra. Ahora bien, no sabemos el nombre, ni tu supongo que no lo vas a revelar.
-No os lo voy a decir porque no existe. Lo que me pasó en Siria fue por pura casualidad.
(Unos meses antes en Siria liquidé a dos peligrosas terroristas, sin disparar un solo tiro- Mi fama como espía y agente del Servicio Secreto del Líbano, llegó al Cairo a través de Mohameh, que me ayudó a salir de aquel infierno).
Abdela, te presentó cuatro yernos, pero no te habló de su yerno iraquí, que forma parte de una organización terrorista radical. Así comprenderás porque no se mueve del Cairo y que lo tengamos tan protegido. Su yerno es su peor enemigo y teme que lo secuestre dicha organización. Tampoco se puede desplazar por Europa, debido a que este grupo terrorista, está muy relacionado con los grupos terroristas europeos del norte de España, del sur de Francia y de Gran Bretaña.
Te voy a decir algunas cosas más. En primer lugar sabemos que este terrorista con algún camarada más, lleva unos cuantos días en Egipto, se mueve por el Alto Egipto; lo que este Servicio Secreto no sabe es lo que traman. Las bombas que emplean poco daño le pueden hacer a la presa de Aswan, algún desperfecto y poco más, de todas las maneras tenemos en estado de alerta, a los equipos de control de terroristas, con los escáneres correspondientes instalados en las cercanías y en los aviones F-l6 situados un poco más al norte, por si detectásemos terroristas por sus alrededores.
En segundo lugar, te comento que tenemos la seguridad que se puede tener, que en compañía de otros terroristas de Europa, intervinieron en las masacres del ll M y de Londres.
Como los familiares de los inocentes asesinados en Madrid, al tratarse de gente humilde trabajadora, se limitaron a cobrar la indemnización del Estado Español, por la pérdida de sus queridos parientes y se olvidaron del desgraciado acontecimiento. No podían hacer otra cosa ya que el juicio fue una pantomima. Tenemos la plena seguridad de que la infraestructura del evento fue obra de terroristas europeos, amigos de los islámicos del Norte de África y de paquistaníes.
No ocurrió así con los asesinados en Londres. Algunos eran ricos e importantes y al ver que la policía Scotland Yard, no les resolvía el problema a corto plazo, de hacer justicia a sus familiares, enviaron varios sicarios (matones –carniceros a sueldo) a Egipto, que mataron a algunos terroristas; algún que otro quedó con vida y por lo que hemos podido investigar, esos matones, están en la actualidad intentando dar con ellos y liquidarlos en Egipto.
-¿Cómo se han enterado los ingleses, que los terroristas están en la actualidad en Egipto?
-Eso es lo que queremos saber.
-Y queréis que yo os lo averigüe.
-Conviene llevar a cabo dos actuaciones importantes –me dijo Hishan-: Seguir a los sicarios para que te lleven a los terroristas, e impedir que los liquiden. Si fuera preciso habría que eliminar a los carniceros a sueldo. A los terroristas debemos cogerlos nosotros. ¿Te das cuenta lo que significaría para el Servicio Secreto egipcio, dejar en evidencia al mejor Servicio secreto de Europa?
Mi Departamento cree que tú trabajas para los familiares de los asesinados el día ll M, como me dices que no es cierto, y yo te creo, supongo que no te importaría vengar la muerte de tus conciudadanos.
_Claro que no me importaría, ya me dirás como lo puedo hacer ¿Buscar dos o tres terroristas entre ochenta y dos millones de habitantes? ¿Dar con dos o tres sicarios entre miles de turistas ingleses?
-Yo no tengo la solución, si la tuviese no te estaría pidiendo que nos ayudes, estoy convencido de que eres la única persona más indicada para llevar a cabo la misión.
-Con tanto policía que existe en Egipto ¿De verdad crees que una sola persona puede apresar a esos terroristas?
-Estoy convencido de que en cuanto los veas los reconocerás; confío más en ti que en doscientos policías egipcios. Por el momento no disponemos de personal especializado, al no contar con espías entendidos en esta materia, y al ser muy numerosos los turistas ingleses recorriendo Egipto, no es el caso de ir deteniendo uno por uno a todos ellos. Nos conviene personal que tenga la suficiente intuición, para desconfiar solo de los sospechosos matones, seguirlos y que te lleven a los terroristas.
-Yo no soy un especialista del Servicio Secreto, solo colaboro con él. ¿Quién te asegura que los terroristas que quedaron con vida del acoso de los sicarios, son europeos o árabes? Que sean europeos no quiere decir que sean ingleses, y que sean musulmanes no tienen por qué ser de Egipto.
De todas las maneras yo investigo. Ahora bien, matarlos no está en mi mente, soy de la opinión de que todo criminal debe de pasar por un juicio justo, si luego es culpable de lo que se le acusa y sus culpas son merecedoras de la pena de muerte, que los ejecuten.
-¿Le hicieron un juicio justo los terroristas a los doscientos inocentes de Madrid?
-Nosotros no somos terroristas, debemos de actuar como personas honradas y justas, incluso exponiéndonos a que nos maten.
Entonces Hishan me dijo:
-Existe alguna mujer dentro de la organización terrorista, actuando como enlace tanto aquí como en Europa, son tan sanguinarias que si fuese preciso matan a sangre fría. A ti se te dan bien las mujeres y puedes acabar con ellas sin disparar un solo tiro.
-No todas las veces voy a tener suerte.
-No es cuestión de suerte, en todas las profesiones hay artistas y artesanos, estoy seguro que no te dejarás coger con facilidad. Te voy a dar alguna foto que tenemos por si te encuentras con ellos en tu recorrido por el Alto Egipto.
Salí del Servicio secreto, con la intención de verme con Hishan al día siguiente antes de partir. La primera cosa que hice fue llamar a Mohameh que estaba en Siria, para que me facilitase la dirección de Hasan, que no me acordaba en donde vivía y necesitaba recuperar la pistola que me guardaba mientras estuve por España. Hishan me ponía las cosas difíciles y me exigía mucho; por si acaso los terroristas tenían conocimiento de mi amistad con Abdela, me resultaría más positivo ir armado
Al día siguiente me llamó Abdela a su despacho, cuando salía de reconocer a su hijo. Mi sorpresa no tuvo límites al entregarme un billete para el tren de las ocho y media, para viajar hasta Luxor en una litera individual; un billete para realizar un crucero de siete días por el Nilo desde Karnak hasta Aswan; y un billete de autobús para visitar ya cerca de la frontera con Sudán, los templos de Ramsés II y de su esposa Nefertari, en Abu Simbel.

Segunda Parte.

Me tenía que dar prisa para estar con Hishan. Cogí un taxi y le indiqué que me llevara al edificio del Servicio Secreto.
-Salgo esta noche- le dije a Hishan-, necesito un documento por si preciso que me echen una mano los policías egipcios que nos acompañan tanto en los barcos como en los autobuses y en los trenes.
Sacó de su cajón un documento, escribió en él lo que tenía por costumbre en estos casos, le puso el sello del Servicio Secreto y me lo entregó. Sin mirarlo lo metí en el bolsillo interior de la americana. Me entregó también su tarjeta con los números de sus teléfonos, que ya los tenía en mí poder. Si tuvieses algún problema llamas a casa de Abdela, que seguro que estaré por allí, no dejes de llamarme para cualquier información que precises.
Era curioso, con el apoyo de Hishan y protegido por el Servicio secreto egipcio, iba a poder llevar a cabo la misión que me habían encomendado en España, y por si eso fuese poco, el dinero para acercarme hasta Aswan, me lo proporcionaba Abdela.
No fue del todo un viaje feliz, al final cumpliéndose la maldición del Nilo, tuve que pagar un alto precio: perder a la mujer que amaba apasionadamente.
Hishan se me ofreció para llevarme a la estación.
-Prefiero ir en taxi –le dije-, no te parezca mal, al quedar un poco lejos no tienes que molestarte. Además a veces el tren viene un poco retrasado, como aquí nunca se sabe lo que va a pasar y tu querrás verme dentro de la litera, no debes de perder el tiempo, que yo ya se defenderme solo.
Aunque parezca raro, el tren apareció a su horario, sin retraso alguno. Me llevé una sorpresa al preguntarle a un ferroviario, por donde me tenía que situar para subir al vagón número seis, que era el que me correspondía. Me coloqué en donde él me indicó y la puerta quedó enfrente de donde yo me encontraba.
Las literas estaban diseñadas para dos personas (matrimonios, hermanos etc.). Cuando viaja uno solo es muy raro que te la compartan con una persona extraña, además yo tenía reservada una individual. A las diez me dieron la cena, a continuación me hicieron la cama y me acosté a dormir. Llegué a Luxor a las seis y media de la mañana; después de desayunar en el tren, nos bajaron las maletas y nos las transportaron desde el andén a la calle delante del edificio de la estación. Allí cogí un taxi para que me llevara al barco anclado en el río, muy cerca de la entrada al templo de Karnak.
Tuve que esperar a que fueran las ocho, para subir a su interior y me indicaran el número del camarote.
En Luxor-Tebas estaríamos tres días, uno en la ciudad visitando los dos más grandes templos de todo Egipto: el de Luxor y el de Karnak, el primero dedicado a la esposa del dios Amón, Mut y el de Karnak al dios Amón, el más grandioso que se conserva en todo Egipto. A la estructura original se le añadió un complejo arquitectónico dedicado al Dios Atón, mandado construir al subir al trono el faraón monoteísta. Akhenatón.
Un segundo día en autobús visitaríamos desde Luxor, los mencionados templos de Abidos y de Bandera, tal vez los mejor conservados de Egipto, que por fin se incluyeron en el crucero.
El tercer día también en autobús nos acercaríamos a ver las Necrópolis de Tebas, entrando en algunas tumbas, las más importantes de los Valles de los Reyes y de las Reinas.
En el cuarto día ya camino de Aswan visitaríamos los templos de Edfú y de Kom Ombo.
Ya en mi camarote, me puse una ropa y un calzado más cómodo: un pantalón corto, una visera para protegerme de los rayos abrasadores del sol y un calzado deportivo. Nos avisaron que a las diez saldríamos para visitar el templo de Luxor. Al llegar al pie del monumento y al contemplarlo detenidamente me pareció grandioso. Lo estuve observando hasta las doce que regresé al barco. Después de asearme, de cambiar de ropa y de calzado para la comida, subí a la cubierta con objeto de poder contemplar el paisaje de las orillas del río y mirar como se deslizaba el agua hacia el norte. Me apoyé en la barandilla de la proa del barco con una cerveza fría en una mano y la pipa en la otra, saboreando un oloroso tabaco holandés, que aromatizaba todo el ambiente
Absorto en la observación del gran paisaje que me rodeaba, no me di cuenta de la presencia de una señorita, que fumándose un cigarrillo se fue acercando a donde yo me encontraba. Sin sacarme los ojos de encima, me indicó:
-¿Nos conocemos?
-Creo que sí, le contesté.
-¡Ah si! Usted nos ofreció su mesa para que nos sentásemos, viendo un espectáculo de un barco en el cairo.
-Sí, ahora me acuerdo. Se llama Isis y su compañero Mohameh. ¿Dónde está su acompañante?
-Viajo sola.
-Yo también.
-Cosa rara, ¿no teme aburrirse?
-Bueno, ya le dije en el Cairo que estoy tratando a un paciente, al estar mejor lo he dejado con la enfermera para poder hacer esta excursión, no se cuando tendré la ocasión de volver a Egipto, y una persona no puede fallecer sin conocer la cultura que se generó aquí a uno y otro lado del Nilo.
Hablamos del paisaje, de la civilización faraónica del antiguo Egipto y de lo condicionada que estaba al Nilo. Sus aguas –le dije a Isis-, hacen lo mismo que yo, circulan hacia el norte en contra de la normalidad, como me ocurre a mí que circulo muchas veces hacía donde no debo, en dirección prohibida.
-Así la vida es más apasionada, pueden presentársele aventuras que no contaba con ellas. Estando absortos en esta interesante conversación, me dijo Isis:
-Perdone un momento, tengo que bajar al camarote.
Al quedar solo, se me acercaron dos hombres de unos treinta y cinco a cuarenta años y me preguntaron si era italiano.
-No, soy español. Entonces hablándome en un español entendible, me hicieron una segunda pregunta:
-¿De que conoce a esa señorita?
-¿Ustedes la conocen?
-Nosotros no.
-Pues yo no mucho más que ustedes, solo de verla una noche en el Cairo. Soy médico y le ofrecí a ella y a su compañero mi mesa en un espectáculo nocturno. Hablando en la cubierta fumándonos un cigarrillo, se acordó de mi profesión al presentarnos en el barco anclado en el Nilo en donde cenábamos, y al verme aquí, me preguntó si tenía una pastilla para el dolor de vientre.
-Perdone la pregunta.
-No hay de que.
-Sentimos simpatía por los españoles y sobre todo si son médicos. Somos ingleses.
Por primera vez había tomado contacto con los posibles sicarios. Tenía que existir alguna infraestructura en el barco, o ¿simplemente hacían uso de él para desplazarse hasta Aswan?
Se fueron abajo a sus camarotes, para cambiarse de ropa, ya se aproximaba la hora de la comida.
Después de unos minutos subió Isis y le pregunté si tenía algún problema de salud.
-Ninguno, son cosas de mujer. Se acercó a mi oído y me dijo en voz baja y muy contenta:
-Necesitaba bajar al cuarto de baño por cuestiones de higiene.
Me llevé una inmensa alegría, en Egipto en los tiempos actuales relacionarte con una mujer egipcia un joven occidental, médico, y no insinuarle alguna cosa relacionada con el sexo, te tomaría por un ignorante en materia de sexualidad o por un homosexual. De esta forma podíamos hablar de todo mientras estuviese con la regla, sin quedar como un analfabeto en la materia. En aquellos momentos lo que menos deseaba yo era sexo, a pesar de que la muchacha era muy bella y atractiva. Había dejado a Fátima, mi novia del Cairo y no deseaba tan pronto engañarla con otra chica.
Nos llamaron para comer, nos sentamos en la misma mesa, miré a Isis, y le dije:
-No mires ahora, pero cuando puedas disimuladamente te fijas en aquellos dos hombres que ocupan la mesa de la esquina, ya me dirás si los conoces. Al cabo de un rato me dijo que no los había visto en toda su vida.
Cuando bajaste a cambiarte me preguntaron si te conocía.
-Tú que le has contestado.
-Que apenas te conocía. Que solo nos habíamos visto una vez en el Cairo. Que era médico y que viajaba solo para conocer “in situ” la antigua civilización egipcia que me parecía sencillamente apasionante.
Después de comer nos avisaron, de que a las cuatro haríamos la visita al templo de Karnak.
-Le pregunté a Isis si tenía pensado acompañarnos, se trata de un templo grandioso y por nada del mundo me lo quiero perder.
-Me contestó que dado el estado en que se encontraba, prefería quedarse en el camarote ya que el reposo le beneficiaba.
-De acuerdo, sobre las siete nos vemos, si es que no vamos a visitar también el de Luxor, en este caso llegaremos al barco más tarde.
Metí la pistola en la funda, dejé una señal con un hilo en la puerta de mi camarote, no vaya a ser que Isis o los ingleses entren en él mientras esté visitando el templo. Me quedé un poco por detrás del grupo que aproveché para llamar a Hishan. Creo que tengo a los sicarios ingleses localizados en el barco, he hablado con ellos y como tú me dijiste, tienen pinta de matones. Me preguntaron si conocía a una chica, que me vieron conversar con ellas en varias ocasiones, que se llama Isis.
-No los pierdas de vista, a ti no te van a crear problemas, tienes que impedir que no se te adelanten en la caza de los terroristas. Lo primero que tienes que hacer, aunque a ti poco tengo que indicarte, es averiguar si existen terroristas en el barco, si así fuera no tendrías otra opción que convertirte en su guardián. De todas las maneras actúa como sabes hacerlo. En cuanto a la chica voy a revisar los archivos, y cuando sepa algo te llamaré.
Mientras hacíamos las visitas a los templos, pensaba que era raro que Isis no nos acompañara, seguramente deseó quedarse en el barco para reunirse con alguno de sus “amigos”, a los ingleses no los vi con el grupo. Debo de esperar noticias de Hishan, no vaya a ser que meta la pata.
Cuando regresamos de visitar los templos ya era de noche. Observé que en el camarote no habían entrado, el hilo no estaba roto. Vacié la linterna del retrete, cerré la llave de paso y metí en su interior la pistola envuelta en un paño. No era el lugar más idóneo para esconderla, la mayoría de los espías sería el primer sitio en donde la buscasen, no tenía otro mejor a no ser que la ocultase entre la ropa del armario o debajo del colchón, me decidí por la cisterna.
Salí del camarote, subí al restaurante a cenar y allí estaba Isis sola en una mesa. Le pregunté si me podía sentar y me contestó que me estaba esperando.
-Perdona, eras la única persona que conozco en el barco, excepto a los policías que ya los había visto en el Cairo. De los que hacen el crucero al ser todos extranjeros, no los he visto en mi vida.
Durante la cena hablamos de nosotros, yo le seguí contando la historia del hijo de Abdela con otros nombres y ella supongo que me inventó la historia de que trabajaba de delegada para una casa importante de joyas. Así como en el Cairo -me dijo-, existe un gran comercio de papiros, en Aswan se venden joyas de oro, de piedras preciosas y toda clase de bisutería, traídas en su mayor parte ilegalmente de los países situados al sur de Egipto
Después de cenar nos sentamos en los sofás del salón tomando una copa, había una sesión de baile y no se cuantas cosas más. Después de estar un buen rato le hice saber a Isis, que estaba cansado y que me iba a dormir, a ella le debió de parecer una buena idea, pues se levantó con dirección a su camarote.
Al día siguiente desayunamos a las siete y media; a las ocho salimos en autobús para visitar los templos de Abidos y Bandera. A Isis no la vi en el desayuno ni en el autobús que nos conducía a los templos. Dado el mal firme de la carretera y sin una sola señal de tráfico, el viaje se me hizo eterno, a pesar del gran paisaje que se podía contemplar a una y otra orilla del Nilo, que no nos abandonó hasta el final del trayecto. Aún así no me pesó en absoluto llegar hasta allí. Nos dieron un Picnic para comer en Abidos, me dolió el alma al ver a los niños peleándose por la comida que nos sobraba.
Regresamos al anochecer al barco, nos aseamos y nos pusimos ropa limpia para la cena, pasé al comedor y allí estaba Isis, al verla le pregunté:
-¿Cómo no has venido, los templos eran muy interesantes?
-Los templos serían muy interesantes, pero no me apetecía ir todo el camino mareada y devolviendo.
Saqué la conclusión de que Isis conocía muy bien el trayecto, porque muchas mujeres fueron devolviendo desde que salimos hasta que llegamos.
-Te voy a dar una noticia.
-Tú dirás.
-Que ya no tengo la menstruación.
-Si tu no lo sabes, para eso estoy yo para explicártelo: después del período menstrual hay que guardar veinticuatro horas de reposo sexual, para darle tiempo al endometrio, que es una mucosa que reviste el interior de la matriz, a que se regenere para que no se produzcan infecciones que luego puedan repercutir en un futuro embarazo.
-Vivir con un médico debe de ser maravilloso.
-No creas, la mayoría de los médicos están separados de sus mujeres.
-Ese es tu caso.
-Más o menos.
-Como ya estoy mejor, si te parece podemos quedarnos un poco a bailar.
-Como tú digas.
Estuvimos bailando una hora, lo mas ceñidos que podíamos, en mis brazos me pareció una chica muy atractiva, a su alrededor generaba cierto magnetismo, ya que actuaba en todo momento como si fuera una actriz. Saqué la conclusión de que era natural del bajo Egipto, según se dice el color de la piel pasa del negro del Alto Egipto como su puede apreciar en los poblados nubios del sur del país, al blanco de los alejandrinos al norte en el delta. Ella debía de ser del Cairo, con su color moreno claro que unido a su espigado cuerpo, la convertían en una belleza egipcia. Tenía además la ventaja de que no seguía la tradición de los antiguos faraones egipcios y de sus esposas, que apenas de maquillaba.
La acompañé a su camarote, acordándose de lo que le había dicho un poco antes, no me insinuó nada para que pasase a su interior, nos despedimos con la palabra clásica de “hasta mañana”.
Dejé a Isis y me fui a mi camarote, me eché sobre la cama y sonó el teléfono; era Hishan que me decía que había investigado lo de Isis y aunque en nuestro Servicio secreto, no encontramos antecedentes de que sea una colaboradora de los terroristas. Ten mucho cuidado, algo trama y por algo está ahí, no creo que esté haciendo turismo. Estoy seguro que sus camaradas viajan con ella aparentando ser turistas. (Ahora comprendía porqué actuaba como si fuera una atriz). A partir de ahora vigílala de cerca.
Me levanté a las siete de la mañana, después de asearme acudí al comedor a desayunar. Al poco tiempo llegó Isis, al ser el día más importante del crucero- le pregunté-.
-Supongo que hoy nos acompañarás, aunque ya conozcas las necrópolis, vale la pena recordar los jeroglíficos que decoran los muros de las tumbas y de los templos que vamos a visitar.
-Sí, hoy que me encuentro mejor te acompaño, tendrás que tener mucha paciencia conmigo para aguantarme todo el día.
-Y toda la noche si fuera preciso.
-¿Ya no hay peligro?
-No creo, ya pasó el tiempo prudencial para que puedas gozar del sexo, uno de los mayores placeres que nos donaron los dioses a los mortales, para que tanto el hombre como los animales puedan conservar la especie. Si el coito fuese doloroso, ya se hubiese acabado el mundo hace muchos siglos.
- Por el momento me conformo con el placer que pueda experimentar haciendo el amor, de todas las maneras, no pierdo la esperanza de ser madre algún día.
-Esta noche, si no llegamos muy cansados, cumpliré tus deseos, para que experimentes ese placer.
-Se echó a reír, me cogió de la mano y salimos del barco hacia el autobús, camino de las Necrópolis de Tebas.
Ya de viaje pasamos por los colosos de Memnón, que presidieron un templo desaparecido. Luego visitamos el templo de Hatshepsut en Deir el Bahari, hasta donde llegaban las aguas del Nilo, a pesar de estar hoy en día muy alejado de su orilla. No cabe duda de que el Nilo ha envejecido con el tiempo. Hatshepsut la única mujer faraón al considerarse fruto de la unión de su madre con el dios Amón. Del templo destaca la sala de la derecha, según visión del espectador, o sala del enterramiento, con el dios Anubis embalsamando el cadáver.
Miré a Isis, y le dije:
-La vida no vale nada, una reina tan poderosa y fíjate como terminó, más o menos como todos, embalsamada o sin abalsamar, en el interior de la tumba para toda la eternidad.
Isis me apretó la mano que me llevaba cogida y me contestó escuetamente ¡Que le quiten lo bailado!
-Sí, eso es verdad, cuando disfrutas de los placeres de la vida, crees que van a ser eternos y no se piensa que algún día se terminarán.
-Para la Reina no tiene importancia, porque como todos los faraones, creen en la inmortalidad y que gozará más en la otra vida que en esta.
-Y tu como egipcia ¿Crees en la inmortalidad?
-Pienso que del fruto muerto queda una semilla de la que renacerá la vida.
Del templo subimos al autobús y nos dirigimos al valle de los Reyes. Visitamos dos o tres tumbas de las más señeras y alguna en el valle de las Reinas. Al terminar la vista como ya se iba haciendo tarde, atravesamos el Nilo en barca de oeste a este hacia el hotel de Luxor. Ese día teníamos la comida en un hotel de la ciudad y la tarde libre para disfrutar en la piscina o visitar el Museo de Luxor. En todo el trayecto Isis se mostró muy cariñosa, aprovechaba la más mínima ocasión para besarme y hacerme feliz, sin que yo hiciera nada para merecerlo; sin desearlo me vi envuelto en un sueño de amor que no presagiaba nada bueno.
Luego en la piscina me di cuenta de lo esbelto que era su cuerpo, no tenía nada que envidiar al de la diosa Isis, que según se observa en los relieves de los templos, debió de gozar de gran belleza. En el agua y en el césped seguía mostrándose muy cariñosa, sin tener en cuenta la gente que nos miraba. Como a mi sus besos me ponían nervioso, decidí acudir al Museo. Le pregunté si quería venir o quedarse en la piscina, que luego vendría a buscarla, prefirió quedarse allí. No sé si pensó que yo era homosexual o impotente, por no mostrar interés pos su belleza. No me importaba en absoluto el concepto que tuviese de mí.
Yo estaba deseando que se quedase allí sola, había comenzado a vigilarla de cerca y con la disculpa del Museo, la controlaba con mis catalejos desde un rincón de la piscina. Me interesaba saber si hacía alguna llamada telefónica, o si se acercaba alguno de sus cómplices a hablar con ella. La vigilé durante dos horas, en ese tiempo no hizo llamada alguna, ni habó con nadie. Estuvo bañándose y entre baño y baño, se acostaba en la tumbona leyendo una revista que un bañista la había dejado.
Al cabo de esas dos horas me acerqué a la piscina, al verme se vistió rápidamente y nos fuimos a pasear por las orillas del Nilo hasta que se hizo de noche, que pasamos a una cafetería y más tarde al barco para prepararnos para la cena.
Mientras estaba en el camarote, bajaba la pistola de la cisterna y lo introducía debajo de la almohada, me daba más tranquilidad. Cuando salía por el barco me ponía la americana de verano y debajo la cartuchera con la pistola dentro. Desde que Hishan me advirtió de que Isis no estaría en el barco como turista, sino por alguna otra razón, la observaba y vigilaba todos sus movimientos que me parecían sospechosos. Temía más a los posibles amigos de la muchacha, que no daban la cara, que a la propia Isis. Sabía que en el barco a la vista de los demás turistas no me pasaría nada, pero en cualquier rincón del mismo, podía estar el peligro.
Mi experiencia me decía que el prototipo del terrorista musulmán, era un individuo de unos treinta a cuarenta años, con bigote y vistiendo una chilaba. Ahora bien, en el barco chilaba solo la llevaban puesta algún trabajador manual de la cocina o de la limpieza y fue sobre esos los que intensifiqué la vigilancia.
Cenamos muy bien. Yo tenía la costumbre de comer con vino, el camarero como ya lo sabía, me lo traía y luego al final de la comida o de la cena, pasaba a cobrármelo. A veces como nos sobraba y al ser tan caro, nos quedábamos un poco más en la mesa saboreando las últimas gotas.
Después de la cena Isis deseaba bailar. A mí no me apetecía por miedo a que me notara la pistola bajo la chaqueta. Me hice el romántico y la invité a subir a la cubierta a observar las estrellas, que seguramente por no contrariarme ante una noche tan esperada, lo aceptó.
Notaba a Isis nerviosa, inquieta y como asustada, sospechaba que podía ser por dos motivos: en primer lugar ¿Seria aquella noche la escogida para que sus amigos me matasen en mi habitación? Como no tenía idea para quien trabajaba, si para los terroristas o para los sicarios, pensé en abandonar la idea de que se acostase conmigo, buscaría alguna disculpa para que no lo hiciese. O tal vez al tener que acostarse con un médico, tuviese miedo de no estar a la altura de las circunstancias. En este caso se trataría de una muchacha del pueblo llano que viajaría en el barco por otro motivo.
Deseaba saber cuanto antes a que se debía aquel nerviosismo. Bajamos de la cubierta y como el primer camarote que nos encontramos era el mío, abrí la puerta para que pasase delante, cosa que aceptó de buen grado. Vuelvo a repetir que me parecía una buena actriz. Tenía que exponerme.
Al entrar en el camarote, me dijo:
-Estoy muy nerviosa.
-¿Por qué?- Si quieres lo dejamos y te vas a tu camarote-. Había que pensar que su nerviosismo se debiese a que de noche vendrían a la habitación sus amigos a matarme.
No se marchó. Pasé al cuarto de baño para esconder la pistola en mi albornoz, volví a entrar y me desnudé. Isis estaba sentada en la cama, le costaba desnudarse. Entré de nuevo al cuarto de baño a ducharme y al salir Isis estaba desnuda bajo las sábanas de la cama. Pronto me di cuenta que además de ser tímida, no sabía casi nada de sexualidad, le costó entrar en el juego, pero poco a poco me fue llevando a un mundo de placer que no deseaba que se terminase nunca.
Nos llamaron a la puerta al amanecer y nos dijeron que fuéramos a la sala de oficiales que tenían que hacernos unas preguntas. Se trataba de que había aparecido un hombre muerto delante del templo Hatshepsut, que viajaba en nuestro barco. Entramos en la estancia de uno en uno y las preguntas giraban en torno a si habíamos hablado alguna vez con él, si lo conocíamos etc.
Después de desayunar, el barco inició su singladura rumbo al sur: al mismo tiempo que seguíamos entrando al departamento, en donde se nos tomaba declaración. Cuando llegó mi turno, después de las preguntas clásicas, le pregunté al agente oficial que se dedicaba a anotar todo lo que le íbamos diciendo, sin perder detalle ni palabra alguna.
-Se trata de una persona joven con bigote que vestía una chilaba.
-¿Cómo lo sabe?
-¿No creerá usted que yo lo he matado?
-Por el momento no quiero descartar ni culpar a nadie, estamos investigando.
-Seguramente el cadáver fue llevado allí, tras asesinarlo en otro lugar, para ello se necesitan por lo menos dos personas.
-¿Quién es usted para hablar así de este asesinato?
-Soy un médico español que por diversas circunstancias colaboro con el Servicio secreto egipcio. Le saqué el documento que me había proporcionado Hishan, le echó un vistazo al papel y a mí una profunda mirada, y me dijo:
-Estamos a su entera disposición.
-Mi misión es colaborar con ustedes e intentar aclarar los hechos, una vez que el forense nos de su informe, que en este caso presiento que va a ser muy importante para dar con el asesino, aquí en este lugar es cosa vuestra. Yo no debo de actuar hasta llegar a Aswan. Parece ser que la red de de terroristas es extensa y compleja, y no hay que desechar que colaboren con ellos traficantes de drogas. Deseo cogerlos a todos de golpe en Aswan. Cuando terminen la declaración me ponen por teléfono con el forense de Luxor que lleve el caso, deseo tener una conversación con él. Por el momento no quiero que nadie sepa mi identificación, que todo el mundo siga creyendo que soy un turista más y que hago el crucero desde Karnak a Aswan. Como espía de un país occidental pretendo capturarlos con vida y llevarlos a los tribunales para que tengan un juicio justo. En Egipto ya saben lo que les espera: no ver más la luz del día en medio del desierto.
Le vamos a dar el teléfono del forense y se pone en contacto con él en su camarote, así nadie se entera con quien habla.
El forense me indicó que el hombre había muerto sobre las once de la noche del día anterior, a consecuencia de tres certeras puñaladas en el corazón, lejos del lugar del crimen y que fue llevado allí ya cadáver. Tal vez las puñaladas se las diesen para que creyesen que había sido asesinado, porque la verdadera causa de la muerte fue una sobredosis de cocaína. Murió en el barco y lo llevaron allí durante la noche.
Mientras tanto el barco fondeó en Edfú, para visitar el templo ptolomeico situado en dicha población, que fue la antigua capital del segundo nomo (circunscripción territorial) del Alto Egipcio, que era gobernada por nomarcas, durante  la época Tinita (3.000-2,500  a. de C.), antes de que el faraón Menes unificara el Alto y el Bajo Egipto.
Al salir del camarote me encontré con Isis y le pregunté que tal le había ido la declaración con los policías.
-Bien, solo me dijeron que al llegar a Aswan no abandonase la ciudad sin comunicárselo a ellos.
Al principio la encontré un poco cohibida, con la mirada triste fija en el suelo, como si no se atreviese a mirarme a la cara. Supuse que sería por lo de anoche; el haberme entregado su cuerpo le daría un poco de vergüenza. Desde luego no era una profesional del sexo, de eso estaba seguro.
A medida que nos aproximábamos al templo, parecía que las dos bellísimas esculturas de granito negro del dios Horus, que flanquean la puerta de acceso, al que está dedicado el templo con su popular aspecto de halcón. Le cambiaran el humor a Isis y le soltaran la lengua, comenzó a explicarme que las fachadas de los templos egipcios se componían de dos pilones laterales altos, dejando una depresión en el centro, que vienen a simbolizar las montañas del desierto entre las cuales circula el Nilo.
Estaba completamente seguro que de mí solo sabía que era médico y un turista más. Al salir del templo tomamos unas naranjadas en una cafetería asentada a su entrada, y desde ese momento una vez consolidada un poco más nuestra confianza, volvió a lo de antes: a besarme y acariciarme. De todas las maneras yo la seguía vigilando muy estrechamente, por si mi teoría de que era una buena actriz era cierta, colaboradora de terroristas o de otras organizaciones.
Llegamos al barco y zarpamos hacia el sur a visitar por la tarde el templo de Kom-Ombo, a unos sesenta minutos escasos de travesía. Hice el trayecto junto a Isis en su camarote. Hablamos del hombre asesinado; no se quien lo pudo hacer, si lo atrapan –le dije-, ya sabe lo que le espera en Egipto: pena de muerte o pudrirse en una cárcel durísima situada en pleno desierto.
-La mayoría de los asesinatos están relacionados con la droga o con el terrorismo, droga aquí no suele haber.
-¡Sí que hay! Me comentó Isis.
-Supongo que será obra de un grupo terrorista intentando saldar alguna cuenta pendiente. A veces cuando los terroristas llevan a cabo secuestros y asesinatos, la familia de los desaparecidos paga a unos sicarios para dar con su paradero y vengar dichas muertes.
Al mismo tiempo que hablaba miraba de reojo las reacciones de Isis, y observé que apenas se inmutaba. Saqué la conclusión de que se trataba de una terrorista muy experta, a pesar de no tener antecedentes en el Servicio secreto, o de una simple muchacha del pueblo llano. Me desorientaba de tal manera que al salir de su camarote y dirigirnos a la cubierta para observar el paisaje, le indiqué que me esperase arriba unos momentos que tenía que entrar en mi compartimiento. Llamé a Hishan y le expuse un poco las reacciones de Isis: si tengo la total seguridad de que es una terrorista y que tuvo algo que ver con las muertes de Madrid, la liquido. Tendrá que ser al final del crucero, por nada del mundo deseo perderme la visita a Aswan, creo que se trata del paisaje mas bello de Egipto.
Hishan me indicó, que por el momento no bajase la guardia y que estuviese al acecho a ver si me conducía a los autores del crimen, que bien pudo ser obra de los terroristas o de los sicarios ingleses.
Cuando salía del camarote, ya bajaba la gente del barco camino del templo, e Isis me esperaba a la salida. Al llegar subimos por una escalinata hasta el atrio, y entramos en el interior por la fachada principal de los pies del templo, un poco diferente de las fachadas de otros templos. Su disposición es única en su género: un templo doble surgido de la unión de dos templos más antiguos por estar dedicado a dos divinidades distintas.
La personalidad de Isis aún me desconcertó más, cuando me dijo:
-Para que comprendas porqué este templo está dedicado al cocodrilo, te voy a explicar un poco los orígenes de Egipto, desde el punto de vista mitológico.
El corazón del Imperio egipcio estuvo siempre a orillas del Nilo, un verdadero paraíso en medio del desierto, sobre el que los antiguos construyeron su peculiar visión del mundo.
A la hora de interpretar el misterio de la creación, los antiguos egipcios recurrieron a la naturaleza, a las crecidas anuales del Nilo y a los sedimentos aluviales (limos) que aquellas dejaban tras de si, formándose una tierra negra rica en nutrientes que permitía que prosperasen los campos. De esta manera cuando las aguas volvían a su cauce normal, emergía de ellas una tierra recién fertilizada que venía a ser fuente de vida.
El templo de Kom Ombo está dedicado al dios Sobek cuya cabeza es de cocodrilo. Los egipcios lo consideraban el dios de la fertilidad y creador del mundo; construyeron este templo en honor al cocodrilo, debido a que su presencia estaba relacionada con las crecidas del río, las cuales arrastraban a dichos animales hasta el delta. Los egipcios estaban convencidos a que las crecidas con la presencia de los cocodrilos indicaban que aquel año sería fuente de vida y de fertilidad.
Salimos del templo hasta el barco para seguir navegando hasta Aswan, aquella noche teníamos que dormir en esta ciudad. Durante el trayecto – unos cincuenta kilómetros-, subí a la cubierta con el fin de despejarme y observar el paisaje de la orilla y las azules aguas del río. De repente miré hacia atrás y pude observar a Isis que me seguía. Encendí la pipa y me apoyé en la barandilla del barco. Isis hizo lo mismo, se arrimó al antepecho y encendió un cigarrillo. Volví la vista hacia ella y le pregunté:
-¿Quién eres? La diosa Isis capaz de devolver la vida o la diosa Isis tan hábil que puede provocar la muerte.
-¿Y tú quien eres, un medico europeo o un ángel caído del Cielo?
-Las dos cosas -le conteste-.
-Yo soy la que soy, como dice tu Dios. Por el momento no creo que te haya devuelto la vida, pues que yo sepa no has estado nunca muerto. Por lo que tú sabes, por ahora no me interesa que te mueras. Tú como médico eres el único que le puedes dar la vida a una persona si se encuentra al borde de la muerte. Yo lo único que te he dado ha siso amor y placer como si fueras mi marido. Desde ese punto de vista soy la diosa Isis y tú mi marido Osiris.
Perdona un momento, la dejé en la cubierta y bajé a mi camarote. Necesitaba pensar un poco sobre la muchacha por si me llamaba Hishan. ¿Cómo podía matar a una persona con esos sentimientos hacia mi persona? Desde ese momento la iba a vigilar paro para protegerla, hasta estar seguro si podía provocar la muerte como terrorista.
Al poco tiempo Isis bajó a mi camarote, y me dijo:
-Los médicos sois muy afectivos, la persona de la que os enamoráis siempre os parece buena, aunque luego sea una terrorista o una asesina.
-Y como sabes que yo estoy enamorado de ti.
-No lo digo por nosotros, lo digo por norma general. Yo no soy ni una terrorista ni una asesina.
-¿Has estado alguna vez enamorada de un médico?
-Sí. Ahora bien, al único médico que he conocido en mi vida es a ti. No creo que haga falta ser más explícita
-Desde luego que no, lo curioso es que yo también me he enamorado perdidamente de ti.
Estábamos los dos sentados en la cama, la atraje hacia mí y nos besamos apasionadamente.
-Ahora espero que me creas.
- Sí que te creo, o por lo menos lo demostraste con tu comportamiento en el camarote que no olvidaré jamás.
Como los médicos sois como los sacerdotes, te voy a contestar a lo que me has preguntado. En primer lugar te voy a decir que soy cristiana egipcia, que como has podido comprobar, en Egipto se nos llama coptos. Se debe a que seguimos un cristianismo que comenzó a practicarse en el siglo IV en la parte oriental del Imperio romano, conocido como monofisismo, doctrina que nació en la corte de Constantinopla. Lo más importante de ella es que solo creemos en una solo naturaleza de Cristo-la Divina. En su conjunto es la misma que vuestra religión occidental católica, que luego no aceptemos la autoridad del papa, para nosotros es una cuestión secundaria, tampoco Él nos acepta por negar la naturaleza humana de Cristo
-Me has dado una gran alegría, dos personas se entienden mejor si practican la misma religión.
-No te vas a alegrar tanto cuando te diga a lo que me dedico.
-Antes de que te lo averigüe, ya que eres mi novia, permíteme que te diga algunas cosas. Todo lo que te conté de mi vida es la verdad: que soy médico y que estoy tratando aun paciente en el Cairo, no hay duda de ello.
Lo que tú no sabes es que trabajo para El Servicio secreto egipcio, y que te estuvieron investigando en el Cairo todos estos días, pasándome a mí los informes por teléfono; y que estuve controlando tus pasos aquí en el barco, no encontrándote antecedentes de que fueras una terrorista.
Mi misión aquí en el crucero y en Aswan, aunque te parezca una incongruencia, es la de proteger a los terroristas musulmanes, para que no los matasen unos sicarios ingleses, que le seguían la pista por el barco para liquidarlos.
Ahora bien, en caso de que fuese necesario después de acabar con los sicarios tendría que hacer lo mismo con los terroristas.
-No te entiendo absolutamente nada, soy una ignorante en los asuntos de espionaje.
-No hace falta que lo comprendas, todo es bastante complicado. Lo único que te puedo decir, por quererte con locura, que en adelante en vez de controlarte, tendré que protegerte.
-Por qué primero protegías a los terroristas y luego debías de liquidarlos.
-El objetivo del Servicio secreto egipcio era dejar en evidencia al mejor Servicio Secreto del mundo: el inglés.
En otras palabras, los egipcios quieren que todo el mundo se entere, que lo que no pudieron hacer los ingleses: ejecutar a los terroristas, lo hacían ellos y esto repercutiría en todos los servicios secretos del mundo.
Lo que te voy a decir ahora, lo vas a entender muy bien. El forense de Luxor que fue el que llevó el caso del individuo que apareció muerto delante del templo de Hatshepsut, me pasó un informe diciéndome que había fallecido por una sobredosis de cocaína.
Esto me llevó a pensar que en los cruceros que se llevan a cabo por el Nilo, existe una red de traficantes de drogas y que tú estás metida en ello.
Aún hay más cosas. El último informe que me pasaron los de Servicio secreto del Cairo, me afirmaron que tú formabas parte del grupo de terroristas que viaja por el Nilo hacía Aswan.
Al observarte detenidamente y por unas reacciones que solo están al alcance de los médicos, supe que me engañaban. ¿Por qué lo hacían? Muy sencillo, algún agente está metido en ese tráfico de drogas. Cuando llegue al Cairo la primera cosa que haga será desenmascararlo, si es que Hishan, mi jefe no lo ha hecho todavía.
-Eres la persona más inteligente que he conocido, quiero ser tu novia y tu mujer para siempre, yo también te quiero tanto como tu a mí.
-No lo creas, me ha costado todos estos días en dar con la solución. Tal vez tocado por la mano de los dioses egipcios, la suerte ha estado conmigo.
Tienes que perdonarme que ayer no quisiera bailar contigo, y te llevara un poco engañada a la cubierta a ver las estrellas. El motivo era que llevaba la pistola debajo de la americana, y no quería que te dieses cuenta de ello.
-Quiero dejarlo y espero ahora que eres mi novio, que tú me ayudes. Trafico con ellas para ganar dinero, pero no pienses que yo las tomo.
-Ya he pensado como te voy a sacar de la mierda de las drogas, tienes que tener voluntad de hacerlo, y contarme todo lo relacionado con la red que trafica por el Nilo.
-¿Quién os proporciona la droga?
-La droga la recibimos desde el Sudán a través de la frontera del sur de Egipto. Nos la traen hasta Aswan, aquí la recogemos y la llevamos hasta el Cairo y Alejandría, en donde nos la compran los europeos.
-Así que aquellos dos ingleses que me preguntaron si te conocía ¿Tenían algo que ver contigo?
-Sí, son traficantes como yo, acuden a Aswan a regatear con los que nos la venden. Los compradores importantes no salen del Cairo ni de Alejandría, para transportarla hasta allí ya estamos nosotros. Esos ingleses al contrario que yo, la compran, y luego la venden directamente ellos en Alejandría a los europeos, de esa forma si le salen bien las cosas, se llevan doble comisión que yo.
-Por qué viajáis en los lentos cruceros ¿No sería más fácil emplear el tren desde el Cairo a Aswan?
-Traficar con droga en Egipto está muy castigado. El tren está muy vigilado y si te cogen vas a la sombra en los sótanos del abrasador sol del desierto una buena temporada, a lo mejor no sales más de allí. Además muchos traficantes aprovechan los cruceros con turistas extranjeros para vender toda la cantidad que puedan: No se si te diste cuenta que en el barco había traficantes. Los que te preguntaron si me conocías son buenos amigos míos. Pensaban que eras un policía europeo que andaba tras la droga, pagado por el gobierno Egipcio.
-Ya te he dicho que no venía tras la droga, de todas las maneras no creo que le parezca mal al gobierno Egipcio, si descubro una red de traficantes de droga en los cruceros del Nilo.
Al llegar a Aswan llamé a Hishan y le manifesté que pusiese mucha atención a lo que le iba a decir. Los terroristas se han fugado al saber que yo iba detrás de ellos, de su presencia nunca más se supo hasta la fecha, así que no les puedo dar caza. Si te sirve de consuelo, solo se dedicaban a informar a sus naciones de la estructura de la presa. En esta ocasión se han quedado con las ganas.
Los sicarios ingleses no son matones como tú pensabas, forman parte de una red de traficantes de drogas que trabajan en colaboración con Isis. Lo más curioso del caso, y eso afecta a tu equipo, algún agente del Servicio secreto está metido en la organización. Así que ya puedes poner manos a la obra, a ver si descubres del agente o agentes de quién se trata.
He conseguido que Isis se enamore de mí, lo mismo que en Siria intentaré a través de ella, darles caza a los más importantes traficantes.
En Aswan, tuvimos que atravesar el Nilo desde la orilla derecha hasta la izquierda, allí el barco nos dejó en el embarcadero del hotel situado en la Isla. Al llegar nos repartieron las habitaciones, después de asearme y cambiar de ropa para la cena, acudí al restaurante y comencé a dar buena cuenta del menú. De repente vi entrar por la puerta la escultural figura de Isis, más bella que nunca, vestía un traje negro, que le llamó la atención a los comensales. Se sentó en mi mesa y antes de recoger la comida del buffet, me preguntó si tenía pensado denunciarla.
-Si no me veo obligado, no tengo motivos para hacerlo, hasta la fecha yo no he visto nada. ¿No te Habrás puesto tan guapa para sobornarme? Se echó a reír y me dijo:
-No, me gusta ponerme guapa de vez en cuando.
Después de cenar bajamos al salón de la cafetería, tomamos unas copas escuchando a unos músicos que dulcificaban el ambiente. Le expuse el programa del día siguiente que consistía en acudir por la mañana a visitar el templo de Isis en la isla de Philae y por la tarde recorrer el trayecto más bello del río Nilo, desde Aswan hasta la presa.
-No me digas que no tienes interés en visitar el templo de Isis,  tal vez al ponerte tus padres el nombre de Isis, pueda que seas la reencarnación de la diosas más celebre de Egipto.
-No creo en esas cosas, como mañana no tengo nada que hacer, me dedicaré todo el día a ti.
Accedimos a las habitaciones, como me encontraba más seguro en la mía con el arma debajo de la almohada, le abrí la puerta y sin decirme una solo palabra, pasó al interior y allí nos quedamos hasta la hora de desayunar.
A la mañana siguiente subimos al autobús, que tomó la dirección suroeste de Aswan para que desde un pequeño embarcadero generado tras la construcción de la presa, una pequeña embarcación conocida con el nombre de plancha, nos trasladase a visitar el templo de Isis en la isla de Philae, la isla sagrada de la diosa que al quedar sumergida bajo las aguas de la primera presa de Aswan, el templo se trasladó al islote de Agilka.
Está dedicado a Isis, que aparece esculpida en un bajorrelieve en el muro del pilón junto a su hijo Horus y su nuera Hathor. En la decoración se representa también al faraón Ptolomeo XII, padre de Cleopatra, sacrificando a sus prisioneros para honrar a las divinidades mencionadas.
-Querida Isis, si yo fuera Ptolomeo te tendría que denunciar por traficar con drogas, y el castigo sería horroroso. Como no lo soy, ni estamos en tiempos de cuando reinaba ese faraón dictador, al vivir en un país democrático, pienso que a la persona hay que darle una segunda oportunidad para que se regenere, tienes que prometerme que lo vas a dejar. Ahora bien, si no consigues dejarlo intentaré que te hagan un juicio justo. Esta tarde trataremos el asunto a ver como te puedo ayudar; una solución sería que vinieras conmigo a España y te olvidaras por el momento de Egipto.
Por las reacciones de la muchacha, creo que no ha llevado en su vida una alegría más grande con lo que le acababa de proponer, me abrazó con tal intensidad que al estar a la orilla de las aguas de la presa, por poco nos caemos los dos al Nilo.
Después de regresar de la isla de Philae, pasamos al norte de Aswan, para observar en las canteras de granito el obelisco inacabado, pudiendo comprobar como extraían las grandes piedras de las canteras, empleando cuñas de madera; como las labraban y sobre todo como las transportaban novecientos kilómetros hasta el Cairo, empleando dos o tres embarcaciones.
Después de las canteras acudimos a comer a un restaurante adosado a la orilla del Nilo, desde donde se podía contemplar, no solo unas vistas paisajísticas de extraordinaria belleza, sino también como los turistas daban largos paseos por el río en las famosas barcas conocidas con el nombre de “falucas” (típicos veleros egipcios).
Tras la comida y a unos metros del restaurante, estaba el embarcadero en donde nos subíamos a la barca “plancha”, para que nos trasladara desde la orilla derecha hasta el hotel asentado en una isla en la otra vertiente del Nilo.
Como íbamos un poco eufóricos tras la comida o por la causa que fuera, el guía le indicó al barquero que no nos llevase directamente al hotel, que nos diese un paseo hacia el sur hasta un poblado nubio, a no ser que algún turista desease acudir a echar una siesta. Ninguno se decidió por esta última oferta, todos decidimos hacer la travesía hasta un Km. antes del poblado, aquí aprovechamos para bañarnos en una pequeña playa, a continuación del baño hicimos el recorrido montados en camellos.
De todos los momentos felices de mi vida, que no fueron muchos, no recuerdo haber pasado ninguno tan dichoso, como el que viví aquella tarde con Isis. Desde que salimos del embarcadero y durante todo el trayecto de ida y vuelta y en el poblado nubio, se aisló de todo lo que le rodeaba y solo tuvo ojos para mí.
Para disimular un poco ante las personas que nos acompañaban, yo intentaba fijar la mirada en como se deslizaban las aguas, en los remolinos que se producían en medio del río, en los pájaros que volaban a baja altura dando caza a los mosquitos y sobre todo en el paisaje de las islas presentes en casi todo el trayecto. De vez en cuando observaba a Isis y siempre la veía con la mirada hacia mis ojos.
Intentaba que ella se diese cuenta de que la miraba con dulzura, con pasión y con deseo, y le manifesté:
-Perdona que no te pueda exteriorizar mis sentimientos, aunque no lo creas me da vergüenza delante de la gente de besarte, a pesar de que nadie nos conozca.
Ella si que seguía expresando los suyos con su mirada, incluso en el poblado nubio cuando nos invitaron a un té, Isis no dejó de mirarme. Parecía que los dioses egipcios le profetizaran que sería la última tarde que pasaríamos juntos. De vuelta hacia el hotel, Isis seguía lo mismo: aislada del mundo y con la mirada fija en mis ojos. El guía observando la pasión de Isis y de otros enamorados, sacó de la manga una maldición relacionada con los dioses Isis y Osiris, que auguraban la muerte para uno de los enamorados de todas las parejas que paseasen en barca este misterioso itinerario del Nilo. Al oírlo Isis exclamó:
-¡Tonterías! Uno de los dos tiene que morir antes que el otro. Fueron las únicas palabras que pronunció desde el poblado nubio hasta el embarcadero.
Mientras que los demás turistas, se fueron hacia el hotel a descansar, comenzó a fluir por mi mente, que no podía alejarla, la maldición que nos manifestó el guía. Ya fuese una broma o el muchacho había oído hablar de ella, lo cierto fue que durante toda la tarde, fui incapaz de sacármela de mi pensamiento.
Por temor a que uno de los dos perdiese la vida en el Nilo, hablé con el barquero para que nos dejase en la isla Elefantina y que al anochecer viniese a recogernos. Le di veinte dólares y a toda velocidad nos llevó hasta su entrada. Antes de alejarse le dije:
-No te olvides de venir a buscarnos, antes de que se haga de noche.
-No me olvidaré, su propina me lo recordará todo el tiempo hasta que los recoja.
-¿Qué interés tienes de ir a la isla Elefantina? Me preguntó Isis.
-El motivo de visitar a la Isla radica en que allí los sacerdotes veneraban a una divinidad con cabeza de carnero llamado Jnum, el dios alfarero.
Jnum a diferencia de Ptáb, que había creado los seres vivos con el pensamiento, llevó a cabo su actividad creadora con arcilla, modelando al hombre con todos sus órganos, dando forma a la imagen.
Jnum realizaba dos modelos de la figura humana, uno para el cuerpo humano y otro para el Ka (el espíritu), que sobrevivirá al cuerpo físico, después de que este haya muerto.
La única razón por la que quería visitar la isla Elefantina, no era otra que por tratarse de un lugar idóneo para pasar desapercibidos, pudiesen ocultarse allí los cómplices de Isis, sobre todo viendo que esta no sentía gran interés en pasar a aquel lugar.
Al llegar a la Isla y quedarnos solos, le manifesté a Isis:
-Deseaba que conocieras la isla Elefantina, porque encierra grandes misterios simbólicos, que deseo que conozcas.
En primer lugar te diré que según la mitología egipcia, el dios Jnum modela la figura humana de arcilla, lo mismo que el Dios de los semitas que también crea el cuerpo del primer hombre, Adán, con barro y de piel blanca, que fue el inicio de que la raza blanca se extendiera por Europa alrededor del mediterráneo, ya que Adán fue creado en la Mesopotámica, no lejos del entorno de dicho mar.
Esto indica que la creación del hombre en el Alto Egipto y en la Mesopotámica es muy similar, de ahí que practiques la religión que practiques, en el fondo las creencias del comienzo del mundo según las mentalidades de cada una de ellas, son prácticamente las mismas.
Lo curioso es que Jnum modela la figura humana con piel negra, que bien puede ser el origen de la raza negra, como puedes observar en los poblados nubios presentes en la Isla con la piel negra, que se extendería por toda África.
En segundo lugar hay que pensar, que si la maldición del Nilo que nos citó el guía, en vez de ser leyenda, es realidad, y si uno de nosotros tuviésemos que morir. Como Jnum realiza dos modelos de la figura humana, desaparecido el cuerpo físico humano, quedaría el espíritu, y el que quede con vida debe ahogarse en el Nilo o suicidarse en la Isla, para que nuestros espíritus se unan en el más allá y podamos seguir amándonos igual que en la vida. Un amor como el nuestro lo deben de continuar tras la muerte física, nuestros espíritus.
-Yo no quiero que te mueras, deseo seguir amándote en vida como hasta ahora –me dijo Isis-, si tu te mueres no pienso ahogarme, por el simple hecho de que yo no soy negra y a mí no me ha creado Jnum Además yo soy cristiana y Jesús dijo bien claro, que el que se suicide incurre en un grave pecado y no podrá acceder al Reino de Dios.
-Si fuera yo la que tenga que morirme, ¿tú te segarías la vida por mí?
-Sí, porque creo en la vida después de la vida, como tus predecesores de la época faraónica. Ahora bien, creas o no en la vida después de la muerte, tu genealogía, al nacer en el norte de Egipto, parte de los dioses creadores de Heliópolis y de Menfis: Atum y Ptab respectivamente. Estoy totalmente convencido que desciendes del dios Ptab.
El acto creador de Ptab de Menfis, resultado de un esfuerzo intelectual del dios, que dio forma a los seres vivos a partir de las ideas que manaban de su corazón. Para los antiguos egipcios el corazón era el lugar en donde residía el intelecto y fuente de todos los pensamientos.
Te digo esto, porque desde que me has conocido, tu vida quedó muy condicionada a tu corazón. De la forma que me amas, no cabe duda que tu amor hacia mí emana de tu corazón, que tanto influye en el instinto de amar, y por suerte yo soy el beneficiado. Algo tenía que ganar al recorrer el Nilo, y el regalo que me donaron los dioses, fue una bella mujer.
Como el Museo estaba cerrado, nos dedicamos a observar las ruinas del templo ptolomeico de Khnou, y la diversa flora de la Isla. El resto del tiempo lo pasamos hablando con los nubios de los poblados asentados allí.
Al terminar de visitar el maravilloso lugar, camino del embarcadero en donde nos esperaba el barquero- Isis me dijo-, todo lo que me has dicho de la Isla es asombroso, he estado tan a gusto en ella, que me gustaría quedarme a vivir aquí contigo para siempre.
El muchacho de la barca no se olvidó de nosotros, al anochecer nos trasladó hasta la orilla del Nilo, desde donde un sendero nos llevaba hasta la puerta del hotel.
Al llegar, Isis subió a la habitación a cambiarse, y al bajarse dimos un paseo por los jardines del hotel antes de acudir a cenar. Subimos al restaurante y apenas hablamos ya que Isis estaba un poco triste, por no poder acompañarme a visitar los templos de Abu Simbel. Pensaba que a mí no me parecía bien, no por no acompañarme sino por la reunión que había programado ese día con los traficantes.
Al bajar de cenar, en vez de aprovecharnos de los placenteros sillones del hall del hotel, Isis me expresó el deseo de irnos a la cama, me recordaba que mañana tenía que madrugar.
En la habitación su corazón manaba ternura y amor como siempre, reconoció mi pasividad cuando le dije que a las tres de la madrugada, me llamarían al timbre y me convenía dormir un poco.
Para acudir a visitar los templos de Abu Simbel, mandados construir por Ramsés II, al estar asentados cerca de la frontera con Sudán, y por ser zona militar, hay que realizar el viaje en caravana, salir a las cuatro de la mañana, para llegar allí a las siete y media, ya que a las nueve y media cierran los templos.
Me levanté a las tres de la mañana, al contemplar a Isis dormida en la cama, me entró un escalofrío por todo el cuerpo, era como un presentimiento de que jamás la volvería a ver con vida. La besé suavemente y ella medio dormida me despidió con unas sencillas y amistosas palabras:
-Cuídate doctor, para que no te pase nada.
Nos dieron un pequeño desayuno, la barca nos trasladó a la otra orilla del río, en donde nos esperaba un autobús para iniciar el viaje hasta Abu Simbel.
Una vez que pudimos comprobar la grandiosidad de los templos, y una esplendida vista del mar de Naser, regresamos a Aswan. Salimos de Abu Simbel a las diez de la mañana, llegamos a Aswan a las trece horas. Después de visitar la presa, pasamos a comer a un restaurante situado en el centro de la ciudad. Al terminar acudimos al embarcadero para que nos trasladase a la Isla, al otro lado del Nilo en donde estaba situado el hotel.
Al entrar en el hall, no me llamó la atención la presencia de cuatro o seis policías, ya que es lo más normal que en cualquier hotel, barco o autobús, nos encontremos con ellos para la seguridad de los turistas. Me extrañó más que al observarme se me acercaran y me preguntarán mi nombre y si conocía a una señorita llamada Isis.
Supuse que se trataría de algún problema relacionado con la droga y le contesté que sí, que la conocía ya que hice el crucero con ella desde Karnak, nos hicimos amigos e iniciamos una estrecha relación. Llevábamos dos o tres noches acostándonos juntos.
-La encontraron muerta en su habitación las señoras de la limpieza.
-¿Cómo dicen?
-Que su amiga fue asesinada.
Me dejé caer sobre uno de los sillones del recibidor del hotel, tapando mis ojos con las palmas de las manos, apoyé la cabeza sobre las rodillas y lloré, sí, lloré amargamente, no se por cuanto tiempo.
Yo salí de la habitación a las tres de la mañana para acudir a visitar los templos de Abu Simbel y la dejé en la cama dormida. Yo no la maté.
-Ya sabemos que usted no la mató, los autobuses salieron de Aswan a las cuatro y media para visitar  los templos, usted iba en uno de ellos y la señorita fue asesinada sobre las seis de la mañana.
La culpa ha sido mía, si yo estuviese dentro de la habitación, no lo hubiesen hecho. Dormía con la pistola debajo de la almohada y los hubiese acribillado, pensaba para mi mismo.
Cuando me fui tranquilizando, la policía me pidió que bajase con ellos al sótano del hotel, en donde habían depositado el cuerpo sin vida de Isis, para que identificara el cadáver. Me negué a hacerlo, lo que más deseaba era subir a la habitación recoger mis cosas y salir cuanto antes de aquel maldito hotel.
-Tiene que acompañarnos al Departamento de policía, para que nos conteste a algunas preguntas.
-No hay problema, le contesté.
Ya en la comisaría comenzaron a bombardearme con toda clase de preguntas que empezaban a ponerme nervioso. Estuve dudando de no decir nada, por miedo a que fuese cierto lo que presentía. Si Hishan no había dado con el agente que traficaba con la droga con Isis y compañía, ese agente y sus cómplices, al llegar al Cairo me liquidarían sin piedad. Pensé en quedarme en Aswan unos cuantos días más, hasta tener noticias de Hishan. Ahora bien, como faltaban pocos días para desplazarme a Navarra con el hijo de Abdela, no me quedaba otra opción que regresar al cairo, y decidí identificarme con el capitán de la policía que me tomaba la declaración, y le dije:
-¿Cuándo estaba a punto de introducirme entre ellos y desmantelar toda la red de traficantes de droga que actúan a lo largo del Nilo, para intentar detenerlos, resulta que me matan al enlace, la persona que menos deseaba que lo hiciesen?
-¿Qué dice? ¿Quién usted?
-Trabajo para el Servicio secreto de Egipcio; saqué el documento firmado por Hishan y se lo entregué.
Lo leyeron con detenimiento y me contestaron:
-Tenía que habérnoslo mostrado en el hotel, se hubiese ahorrado las molestias de contestarnos a nuestras preguntas.
-Llamen al Cairo, por favor.
-No hace falta, el documento es auténtico, puede marcharse.
-Yo tengo que abandonar la ciudad, me espera un asunto urgente en el Cairo, les dejo el trabajo medio hecho. Existe una red de tráfico de drogas que tiene su punto de partida en Aswan. Hasta aquí se la proporcionan otros traficantes a través del Sudan, ellos luego la distribuyen por todo Egipto y desde Alejandría por toda Europa, espero que pronto los detengan.
Creían que la misión que me había encomendado el gobierno Egipcio era la de apresar a todos los traficantes. Al tener una intima relación con la muchacha, temían que cantase y me dijese todo lo relacionado con la red .Aprovecharon el momento que yo la dejé sola en la habitación para liquidarla. Juro que pagarán caro este crimen.
Me fui al hotel, entré en la habitación a recoger mis pertenencias con lágrimas en los ojos, y la abandoné llorando. Salí de allí pensando que prefería ver a Isis muerta que sufriendo en una durísima cárcel del desierto. Por mucho que la quisiera, mi obligación era denunciarla.

                                                                                                    Fin.

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