martes, 12 de marzo de 2013

Relato: Carlos, el súperespía cristiano que llegó de Europa



                                                                                                   
 Por:Florentino Fernández Botana

 El quince de agosto de un año que no deseo acordarme, formando parte de un grupo de turistas, me subí a un avión en Madrid para que me trasladara hasta Siria, con la intención de pasar diez días de vacaciones en aquel país.
Aprovechando el viaje a dicha nación, dos empresas españolas (en una de ellas trabajaba mi hermano de ingeniero); me encargaron la difícil misión de hablar con el jefe del Servicio secreto cristiano libanés, instalado provisionalmente en Damasco, con el fin de conseguir que le abonasen el 20% del importe, que le debían de una compra de armas, que le habían hecho los cristianos libaneses, durante la guerra civil que sostuvieron con los musulmanes, ayudados estos por Siria que invadió su territorio.
Me dijeron que lo reconocería fácilmente, se llama Teodoro y se hace pasar por un simple vendedor de bisutería en una caseta del mercado árabe de Damasco. Si eso no te fuera suficiente para hablar con él, su parecido con el actor Peter Ustinov es asombroso.
Los dos primeros días en Damasco, una de las ciudades más antiguas del mundo, mencionada en los textos egipcios, en las tablas asirías y en el Génesis; visitamos la Casa de Ananías, el Museo Nacional, el Mausoleo de Saladino y la gran Mezquita de los Omeyas. Esta dinastía tiene suma importancia porque fue la que dio origen al Emirato independiente de Damasco, convertido posteriormente en el Califato de Córdoba, en la península Ibérica.
Fue esta dinastía la que convirtió al gran Imperio islámico en una monarquía (661-750), fijando su capital en Damasco. Después de una guerra civil de carácter religioso en el Imperio musulmán, la dinastía Omeya fue inmolada en sangrienta pugna sucesoria, teniendo que ceder el trono a la dinastía de los Abasíes, que al proceder del E., cambiaron la capital de Damasco a Bagdad (762).
Huyendo de la matanza familiar impuesta por sus enemigos, llegó a Andalucía el príncipe Abd al Rahman I, que con la ayuda de los Omeyas, que componían la mayor parte del ejército de Tarik, tras derrotar a los visigodos en la batalla de Guadalete, se hace con el poder político y funda el Emirato independiente de Damasco.
Después de visitar la gran Mezquita de los Omeyas, y una vez que terminamos de almorzar, se nos dio la tarde libre para comprar recuerdos de la ciudad en el mercado árabe. Salí del hotel, tomé la dirección sur hacia el zoco y con los datos que me dieron en España, no me costó mucho ponerme en contacto con dicho señor, jefe del Servicio secreto libanés en Damasco.
Lo saludé con la palabra “Spanish” para que se diese cuenta de que venía de España.
Debió de confundirme con algún espía, ya que me dijo:
-¿Como ha tardado tanto en venir? ¿Hace tiempo que lo estamos esperando?
-Me parece que se confunde conmigo, yo no soy ningún espía si es que esperaban ustedes a alguno. Yo vengo de parte de dos empresas españolas, para recordarles que de las armas que le compraron, le deben cierta cantidad de dinero y desean que se lo abonen lo antes posible.
Como se le amontonaba la gente en el mostrador, retiró una tarjeta de una estantería, escribió en ella en un español entendible, una nota, manifestándome que me invitaba a cenar a las nueve en el restaurante Alhama. No tiene pérdida ya que se localiza al sur, muy cerca del hotel en donde usted se hospeda.
-¿Cómo sabe usted en que hotel me hospedo?
-Por el guía que llevan, lo conozco desde hace tiempo, me dijo ayer que tenía un grupo de turistas de España.
Tenía que llevarle una respuesta a las empresas. Así que decidí acudir a la cena, aunque aquel hombre por su aspecto me ofrecía pocas garantías para que los empresarios españoles pudiesen recuperar su dinero.
Le dije al jefe del grupo que aquella noche no cenaría con ellos, me ha invitado un amigo que por casualidad me he encontrado con él en Damasco.
Llegué al restaurante, accedí al comedor y observé a Teodoro en un rincón, fumando en pipa y con un vaso de cerveza sobre la mesa.
Me acerqué hasta donde se encontraba y lo saludé con un apretón de manos. Me invitó a que me sentara y llamó al camarero para que me sirviera lo que me apeteciese. Pedí una cerveza fría, y al regresar con la botella a nuestra mesa, Teodoro en su idioma le indicó, que tardase un poco en servirnos la cena.
Comenzó diciéndome que me agradecía que les fuera echar una mano, luchamos por la causa cristiana del Líbano, e intentamos que Siria deje de entrometerse en nuestros asuntos. Tenemos unos veinte agentes cristianos en Siria y la mayoría como usted son occidentales. Al pasar por turistas, a los musulmanes les resulta más difícil sospechar de ellos, que si fueran libaneses.
No tomó en consideración mi esfuerzo, explicándole que me confundía con otra persona, que yo no era el espía que esperaban, sino simplemente un medico español que venía a conocer Siria y aprovechando el viaje, cumplir el encargo que me habían hecho las empresas de armas españolas, de que no se olvidasen ustedes de enviarle lo que los libaneses le debían.
-Nosotros teníamos conocimiento de su llegada uno de estos días, no le recrimino que no se fié de mí -me manifestó Teodoro-, mañana le podré demostrar, que los espías libaneses en Siria están bajo mi mandato aquí en Damasco.
Siendo imposible convencerlo, le pregunté:
-Existe alguna posibilidad de comer un filete de ternera con patatas fritas, hasta ahora desde que estoy en esta ciudad, solo me han dado de comer pollo y arroz.
-De primero ¿Que le gustaría comer?
-Una ensalada de lechuga y tomate a lo natural, con aceite, vinagre, cebolla y sal.
Teodoro llamó al camarero y me dijo:
-Nos va a traer lo que a usted le gusta.
-Lo que me trajo, todo parecido con lo que le pedí, era por pura casualidad.
Nos pusimos a cenar y comencé a hablarle de lo que me había llevado al restaurante: reclamar el dinero que le debían los cristianos libaneses a las empresas de armas, por el material que le había comprado.
-Yo de eso no se nada, aunque aquí dirijo el Servicio secreto, mi labor consiste ayudado por otros agentes en controlar y entorpecer las rutas que emplean las milicias de Hezbollah, impidiendo el suministro de armas a los musulmanes del Líbano. Para que cobren ese dinero dichas empresas, debe de dirigirse a Beirut, al depositario económico cuya dirección yo le indicaré.
Cuando estábamos a punto de terminar de cenar, de repente y sin saber de donde habían salido, se presentaron delante de nuestra mesa, dos individuos de unos cuarenta años que vestían trajes azules, camisas blancas y  zapatos negros; llevaban barda de dos o tres días y pelo corto.
Se dirigieron a Teodoro en su idioma, ignorando mi presencia. No se lo que le dijeron, ya que Teodoro se levantó y se situó en medio de los dos hombres, con la mano me indicó que ya nos veríamos y los tres salieron del interior del restaurante.
Desde ese momento y sin desearlo, me vi metido de lleno en el mundo del espionaje del Próximo Oriente.
Allí me quedé solo como punto de atención de las miradas de los demás comensales. Un sudoroso escalofrío recorrió todo mi cuerpo, se me puso la piel de gallina, los pelos de punta y sobre todo noté cierta   sequedad de las mucosas buco-faringes, que me impedían articular palabras, fruto del nerviosismo a que me sometía la triste escena: Teodoro detenido entre dos policías sirios. Llamé por señas al camarero para que me trajera la cuenta, me quedé pensativo al escucharlo hablar en español ¿Sería él, el que llamó a la policía Al enterarse de nuestra conversación? No lo sabía, tal vez fuesen imaginaciones mías. Le di un billete de veinte dólares y me devolvió diez dólares, supuse que el precio del menú eran cinco dólares, cogí los diez, los metí en el bolsillo y saqué dos sueltos y se los dejé de propina.
 Con un miedo horroroso que me impedía ver la puerta de salida, me vi en el exterior y de lo único que estaba seguro que debía de caminar hacia el norte en busca del hotel. Me encontraba tan desorientado que se me hacía difícil encontrar el camino que me llevara al norte. El temor a que aparecieran los policías me producía una rara sensación, como si no estuviese presente en aquel lugar, pues mi mente solo pensaba en salir de allí. Me quedaba muy poco tiempo para reaccionar, ya que si permanecía en aquel lugar, me exponía a que una bala perdida pudiese acabar conmigo. Así que a buen paso decidí dirigirme hacia donde debía de encontrarse el hotel; caminé por una calle cubierta en parte de porches, de los que me aproveché para protegerme, con mi espalda apoyada en los muros de los edificios y avanzando de lado con el pie izquierdo por delante, y con la vista observando todo lo que ocurría a mí alrededor.
De repente vi que a unos metros por delante de donde yo me encontraba, atravesaban la calle de un lado hacia el otro, dos hombres que me daba la sensación de que se trataba de los que habían llevado a Teodoro. Al ser de noche, todos los hombres que veía me parecían policías y los asociaba con los del restaurante.
Apoyado en una jamba de la puerta de un templo, que hacía ángulo con otra de un porche, temblando de miedo, esperaba que no circulase nadie por la calle, para subir corriendo hacia el hotel, que no debiera de quedar lejos.
Sin darme cuenta, la puerta que flanqueaba la jamba que la sostenía, se abrió y del interior surgió una mujer joven, indicándome con su dedo índice perpendicular a su boca, que guardase silencio. Antes de que me pegase un tiro o que me destruyera la cabeza con algún objeto duro, le dije lo más rápido que pude,”Spanish”. Al oír la palabra me agarró por la mano izquierda y me introdujo en el interior de lo que parecía la nave de una iglesia cristiana. Nada raro ya que en Siria existe cierta libertad de culto, y persisten de los tiempos en que esta nación profesaba la fe en Cristo, bastantes iglesias cristianas.
La joven que portaba una pequeña linterna, me indicó que la siguiera por el pasillo central entre los bancos de la nave. Al llegar a la cabecera, en un castellano que se le entendía bastante bien, me dijo:
Coge la linterna o levanta esa compuerta del suelo, vamos a entrar en el interior de la cripta.
Levanté la puerta y la muchacha bajó delante por una escalera de madera, al llegar al suelo dirigió la luz hacia donde yo me encontraba para que hiciese lo propio, al mismo tiempo que me decía que tuviese cuidado al bajar y que cerrase la compuerta.
Ya en el interior, la chica encendió una pequeña bombilla que colgaba del techo. Por primera vez quedamos frente a frente, en medio de la cripta sin saber que decir. Fue ella la que rompió el silencio- yo no podía articular palabra, diciéndome:
-Soy Helena, ya sabía que llevabas dos días en Damasco.
Con mucha dificultad conseguí hablar y le manifesté:
-Espero que tu comportamiento conmigo, sea mejor que el de Helena de Esparta con su marido, la de la guerra de Troya ¿No serás tú también griega?
-No, soy libanesa griega ortodoxa. Mis padres nacieron en Creta, pero viven en el Líbano desde niños.
-¿Cómo se te dio por abrir la puerta a un desconocido? Es un milagro o fue por humanidad al verme en medio de la calle desorientado.
Por ninguna de las dos cosas a no ser que tu creas en milagros. Te lo voy a explicar por si precisas hacer uso de ello cuanto antes. Subimos al coro alto de los pies del templo, allí me enseñó el mecanismo que le permitía observar todo lo que ocurría en la calle hasta una cierta distancia. Yo te estaba viendo desde unos cien metros, supuse por las referencias que nos enviaron desde Europa, que eras el nuevo agente y que sabías en donde encontrarme. El mecanismo visual consistía en un monóculo incrustado y disimulado en el muro. Este me permitía enterarme, de que estabas cenando con Teodoro en el restaurante Alhama y que tenías que pasar por aquí para regresar a tu hotel. Al sentir ruido en la calle, fue cuando te vi apoyado en la puerta de la iglesia, sospeché que estabas enterado de que teníamos en el interior de este templo, instalado el Centro de espionaje libanés cristiano. Al darme la contraseña te dejé pasar al interior, sino te hubiese pegado un tiro empleando el revólver con silenciador.
Desde el primer momento sospeché, sin saber muy bien el por qué, que Helena podía ser una espía siria- musulmana, infiltrada en el Servicio cristiano libanés.
Rápidamente reaccioné y me di cuenta que con Teodoro me había pasado lo mismo: que la contraseña del enlace en Damasco era también la palabra “Spanish”. Ahora tenía por delante la difícil misión de hacerles comprender que dicha palabra la usé por motivos de seguridad, para indicarles que era español, y no como la contraseña del agente que esperaban.
Descendimos del coro alto y bajamos de nuevo a la cripta, en donde por lo que pude observar, tenían instalado el puesto de mando, los presuntos agentes libaneses cristianos destinados en Siria. La cripta tenía la misma planta poligonal que la cabecera de la iglesia alta. Bajando por las escaleras, a la derecha se situaba una cama o catre, con una silla a los pies y otra detrás de la cabecera. A continuación tenían instalado un sistema de comunicación compuesto por tres o cuatro móviles, una radio muy sofisticada con varios cables en función de antenas, conectamos a otros cables exteriores simulados.
A mí lo que más me llamó la atención, fueron las tres o cuatro pistolas y dos revólveres con sus correspondientes silenciadores, que sin querer, la vista me llevaba hacia donde estaban depositados.
El muro oeste lo ocupaban un cuarto de baño con ducha, taza y lavado. Entre el sistema de radio y el cuarto de baño, estaba colocado un viejo frigorífico, que buena falta hacía, ya que el calor dentro de la cripta era insoportable. Disponían de un sistema de ventilación a base de ventiladores viejos, situados delante de unos agujeros disimulados en el muro para renovar el aire. Como hacían mucho ruido solo los enchufaban por la noche o cuando no circulaba nadie cerca de la cripta. Así que si uno se quería refrescar tenía que echar mano de la ducha.
Lo primero que me dijo Helena, que no bebiese del agua de la ducha, y que al ducharme debía de cerrar la boca para que no me entrase agua en ella. No es potable y solo la usaban para la higiene corporal; tiene la ventaja de que sale muy fría y es muy buena para luchar contra el calor. Así que si lo deseas, te das una ducha fría, que te vendrá muy bien, después del sofocón que te has llevado.
-Lo que yo deseo es acudir a mi hotel cuanto antes, que me estarán esperando y en mi habitación podré ducharme tranquilamente.
Me acosté en la cama intentando relajarme, aún sentía el escalofrío en el cuerpo. Helena hablaba por teléfono con el exterior. Al darme cuenta que había terminado la conversación, con la persona que tenía al otro lado del hilo telefónico, levanté la cabeza de la almohada con el objeto de hacerle algunas preguntas. Me sorprendió al verla desnuda caminando hacia la ducha, sin reparo alguno de que yo le observase con curiosidad sus atributos corporales. Al examinarla sin ropas, pude comprobar que se trataba de una mujer atractiva, con un cuerpo estilizado y de perfecta armonía. Se sumergió bajo el agua y la presión de los chorros le ceñía el cabello al cuello y le humedecía su piel desde la cabeza a los pies, refrescando su cuerpo durante los cinco o seis minutos que duró la placentera ducha.
Al salir del agua, Helena con su piel totalmente humedecida, se sentó en la silla situada a la cabecera del catre.
Al terminar de ducharse Helena, yo con cierto pudor, cierta desconfianza y temblando de miedo, acabé por desnudarme, con el objeto de recibir también el placer del agua fresca, que la chica me había ofrecido, para que me refrescara e hiciese desaparecer el sudor que el nerviosismo del evento, hizo salir de las glándulas sudoríparas por todo mi cuerpo.
Salí del agua y me volví a acostar sobre la cama, le dije a Helena:
-Perdona que ocupe yo la cama, relajado sobre ella, mi corazón se normalizará y no se moverá tan rápido dentro de mi pecho, como lo haría estando sentado en la silla.
-Tranquilo, no tengas prisa en salir de aquí, debes de esperar un tiempo, es probable que te esté buscando la policía. Nadie sospechará que estás conmigo. Ahora bien, si no te importa vivir, sale y vete. Yo te aconsejo que no lo hagas, hasta que la policía se canse de buscarte y abandone la zona.
Es que no te gustan las mujeres o eres un espía diferente a los demás.
-Me gustan seguramente más que a ti los hombres. En este momento no me encuentro en condiciones de satisfacer a una mujer. Aún me tiemblan las piernas, mis hormonas con el susto se han inhibido y tardarán en volver a funcionar.
Como Helena volvió a insistir en entregarme su cuerpo, tenía muchas dudas de que fuese una espía libanesa cristiana. Supuse que se trataría de una libanesa que trabajaba para el Servicio secreto sirio, infiltrada en el Servicio cristiano libanés. Las espías atractivas y amables, le suelen entregar el sexo a sus enemigos, para darles más confianza, y así poder deshacerse de ellos con más facilidad, cuando llegue el momento.
-Casi no me acuerdo de la última vez que hice el amor- comentó Helena.
-Te agradezco que fuese yo el escogido para que gozases un poco del sexo. Esta noche me has sacado del infierno, impedido que acabase en una celda siria y que pueda seguir viviendo. Ahora bien, el sexo debemos de dejarlo para otra ocasión.
Ya tranquilos y relajados, comenzamos a hablar del pasado y del futuro. No intenté de nuevo explicarle que estaban equivocados, que yo no era el agente que esperaban. Pensaba que al día siguiente me iría lejos de Damasco y ya no la volvería a ver jamás.
Así que le expliqué lo que había pasado en el restaurante: dos policías, seguramente sirios, se llevaron a Teodoro a un lugar desconocido, sin importarle para nada mi presencia.
-Teodoro, es el mejor agente que tenemos, no te preocupes por él, no estará en los departamentos de la policía siria ni dos días, si así no fuese, lo canjearíamos por otros peces gordos sirios que tenemos en nuestro poder. Supongo que durante el poco tiempo que estuviste con él, te explicaría que posee poderes sobrenaturales y algunas cosas más.
-Sí, me lo dijo pero no le he creído.
-Puedes creerle, no se como los consiguió, pero los tiene.
Con el objeto de examinarme, a ver si era o no un agente libanés, me preguntó:
-¿Qué conocimientos tienes de los últimos acontecimientos político-militares del Líbano?
-En realidad conozco muy poco de lo que ha ocurrido últimamente en el Líbano, solo lo que me ha comunicado Teodoro, cuando estábamos en el restaurante esperando que nos sirvieran la cena (Yo sabía bastante de aquella nación, no quise decirle nada a Helena por no estar seguro para quien trabajaba).
Te diré que en un país en donde tienen que cohabitar, por un lado los que componen las diversas religiones cristianas: Maronistas, griegos ortodoxos, armenios, católicos y protestantes, y por otro las dos sectas musulmanas: los Sunniis y los violentos chiítas; a los que hay que añadir los guerrilleros palestinos de la OLP, que participaron en los eventos, y que a partir de la creación del estado de Israel en l948, los judíos también intervienen militarmente en el Líbano. Ante este panorama las cosas se complicaron mucho.
Israel al crear su estado, quedaba como un pájaro dentro de una jaula. Rodeado de árabes por todas partes, para conservar su integridad territorial, no les quedaba otra opción que intervenir, siempre que se crease algún conflicto entre sus vecinos. En la última contienda mundial le habían asesinado a unos cinco millones de inocentes, esto hizo que tuviese de su parte a las naciones occidentales sobre todo a Estados Unidos. Gracias a ellos pudo subsistir en medio de tantos enemigos.
Perdona que no quiera hablarte de los conflictos internos del Líbano, deben de resolverlos ellos. Permíteme que te diga que para mí se produjeron en esa nación tres hechos importantes: en primer lugar, fueron asesinados ministros cristianos. En segundo lugar, como las elecciones fueron ganadas por Hezbollah, los israelitas y los cristianos temen que islamicen el Líbano y en tercer lugar, está la intromisión de Siria en los problemas internos de esa nación.
-Todo gira en ese entorno -me manifestó Helena-, pero hay que ampliarlo. Mañana te explicaré cual va a ser nuestra misión, la vamos a centrar en observar y pasar los informes a nuestros superiores, de las armas que reciben las milicias de Hezbollah de Siria, de Irak y de Irán, entre otras cosas no menos importantes. Siria nos ha hecho mucho daño y tendrá que pagarlo; Irak ya lo está pagando al infligirle un severo castigo los Estados Unidos, que no deja de ser el culpable de que se estén matando entre ellos e Irán no tardará en recibir su merecido correctivo.
Intensificaba tanto la lucha contra los musulmanes que me dio motivo a pensar que mentía, y le dije:
Hemos pasado unos momentos muy agradables, son las doce cuarenta y cinco minutos; tengo que irme ya que si no llego antes de la una, el director de la excursión se pondrá muy nervioso, pensando que me ha pasado algo malo y avisaran a la policía que complicaría más las cosas.
-¡Ya lo creo! Mañana a las ocho mientras desayunáis daré una vuelta por tu hotel, si me ves no me saludes, haz como que no me conoces. En donde paséis la noche, que creo que será en Palmira (todas las excursiones después de Damasco van a visitar Palmira), te llamaré, y si no hay problema alguno, cenaremos juntos y trataremos el plan de acción para luego repetir la velada de hoy, pero completa. Espero que tus hormonas ya te funcionen normalmente, aunque estas veladas hay que tomarlas a pequeñas dosis, no todos los días son festivos para los cristianos. Te vas a llevar uno de estos móviles por si tuvieses problema con el tuyo, en esta pequeña caja va el teléfono y el cargador; espero que no te lo roben o vaya a parar a manos de la policía. Tenemos que comunicarnos sea como sea.
Aunque sospechaba del comportamiento liberal de Helena, no podía creer, que al intentar hacer el amor conmigo el primer día de conocernos, tuviese por finalidad la de asesinarme.
Dejé a Helena, y salí de la iglesia sin saber con certeza para quien trabajaba.
Me despedí de la muchacha con un beso en cada mejilla. Me indicó por donde tenía que subir, que ella me cubriría hasta cerca del hotel.
Al llegar al hotel, le pregunté al recepcionista, que era cristiano, si en la iglesia en donde había estado con Helena, aún realizaban allí los ortodoxos los oficios religiosos.
-¿En donde está situada esa iglesia que me menciona?
-Unos metros al norte del restaurante Alhama.
-Esa iglesia estaba dedicada a San Juan. Desde hace varios años no tienen lugar allí actos litúrgicos cristianos. Hoy en día la emplea el gobierno sirio como almacén o para otros menesteres.
Después de la vivido con Helena, y lo que acababa de oír por boca del recepcionista, ya no dudaba de que Helena fuese una espía al servicio del espionaje sirio. Tendría que andar con mucho cuidado si quería regresar a España.
Nos levantamos a las siete, después de desayunar nos fuimos hacia el autobús, esperando que los mozos del hotel nos trajeran el equipaje. No perdí de ojo a mi maleta asegurándome de que entraba en el maletero del autobús. Cuando me disponía a subir a su interior, me abordaron dos hombres, vestidos con trajes similares a los que se habían llevado a Teodoro. No eran los mismos pero ya me hubiese alegrado que lo fueran, por si tenía la ocasión de hablar con Teodoro, que me interesaba más que todo lo de Helena y su espionaje.
Miré a mí alrededor a ver si veía al director de la excursión, observe que se dirigía hacia donde yo estaba y se presentó ante los policías, preguntándole:
-¿Qué pasa? Este señor es un médico que hace la excursión con el grupo como uno más. Un español honrado, que sepamos nunca ha tenido problemas con las fuerzas del orden.
-No lo dudamos, pero debe de aclararnos algunas cosas que ocurrieron aquí desde que ustedes llegaron y que este Sr. por el motivo que sea estaba presente. Esperamos que en un par de horas todo quede aclarado y pueda incorporarse al grupo.
¿Qué itinerario llevan?
-Nos dirigimos a la ciudad de Bosra y luego cruzaremos la frontera para entrar en Jordania y visitar el castillo de Kerak, el oasis de Wadi Rum, Petra y Amman.
Miré a mí alrededor y observé a Helena en medio del bullicio, con un gesto me indicó que me llamaba rápidamente por telefoto, antes de que quedase solo con los policías y tuviese problemas para recibir su llamada. Me indicaba que el camino que llevaba el grupo entrando en Jordania, era muy bueno para nuestro plan.
Los agentes me recomendaron que recogiese la maleta, para asearme y cambiar de ropa interior si lo creía conveniente. Esto me hizo pensar que no serían dos horas las que tendría que pasar en la jefatura, sino muchas más. Lo peor era que desde ahora no podría llamar a Helena para que me aconsejara y para explicarle mis pensamientos al respecto.
Me subieron a un coche, el viaje fue corto, no más de quince minutos sorteando toda clase de obstáculos, ya que en Siria no existen prácticamente señales de tráfico. El coche se paró delante de un amplio edificio cuyos muros estaban bastante deteriorados. Allí estaba instalado el Servicio secreto sirio. Bajamos y entre los dos agentes subí una amplía escalinata hasta el primer piso. Me introdujeron en una especia de apartamento de aspecto sucio, compuesto de una habitación y un cuarto de baño del que salían unos olores horrorosos, se tiraba de la cadena como en los retretes de los bares de la posguerra española, con la diferencia de que el agua brillaba por su ausencia.
-Aquí se va a acomodar- me indicó un policía-, hasta que le avisemos para tomarle la declaración correspondiente
Les dije que fuese rápida, que no deseaba perderme los lugares tan bellos que estarían viendo mis compañeros de grupo; quería incorporarme lo antes posible al autobús para proseguir el viaje.
-Cuando venga la traductora y el jefe del Departamento, le llamaremos para tomarle la afiliación e iniciar las declaraciones oportunas.
La traductora que se llamaba Lara, llegó antes que el jefe del Departamento, un sirio mal encarado llamado Alí, momento que aprovechó aquella para tomar un folio en sus manos e indicarme:
En realidad a la policía siria solo le interesa saber, dos o tres cosas de usted en relación con su presencia en Siria: como había conocido a Teodoro y en donde había estado desde que salió del restaurante hasta que llegó al hotel a la una de la madrugada.
¿Quien le había dicho a los policías, que yo había llegado a la una de la madrugada al hotel?
Tal vez Helena, lo que me hacia suponer con más seguridad que trabajaba para el Servicio secreto sirio, o ¿el recepcionista era un agente sirio?
Comenzó el interrogatorio preguntándome si me llamaba Carlos, en donde había nacido, que profesión ejercía y en que región de España la ejercía etc.
-¿Cuál fue el motivo que le impulsó viajar a Siria?
-Turismo, simplemente turismo, disfrutar de las vacaciones y al mismo tiempo visitar naciones que fueron cuna de la cultura cristiana, que es la religión que yo practico. En un principio tenía pensado visitar Tierra Santa, que no conozco, pero para este año ya no había plazas para esas naciones.
-¿Cómo vino a  Siria  en vez de visitar Palestina o Israel, que están más relacionadas con su religión.
-No lo creo, Siria antes de ser conquistada por los árabes a principios del siglo VII, fue una de las provincias romanas más importantes de la ortodoxia cristiana. Además las excursiones al extranjero para los veranos las prepara un sacerdote amigo mío. Cuando yo hablé con él, ya tenía todo organizado para visitar Siria y Jordania. El año que viene seguramente acudiremos a Tierra Santa, según me dijo Alejandro, que así se llama el sacerdote.
Lara sintió la necesidad de fumar un cigarrillo, se levantó y me señaló con la mano que la siguiera. Caminamos por el pasillo hasta el final y entramos en una sala destinada a los fumadores, ya que estaba totalmente vacía, sin mueble alguno y olía a tabaco; sacó un paquete de cigarrillos y me ofreció uno.
Mientras fumábamos, me reveló, que estando trabajando en Irak en una oficina de una compañía de petróleo, conoció a un venezolano que venía con frecuencia a Oriente Medio, a participar en reuniones relacionadas con el oro negro. Se casó con él y a los nueve años se divorció. Mi marido asumió las costumbres árabes y se relacionó con más de veinte mujeres; llegó un momento que yo para él ni existía, así que me divorcié y ahora vivo en un pequeño apartamento en Damasco, con mis dos hijos de siete y cinco años y el ama que los cuida.
Una vez que terminamos de fumar los cigarrillos, volvimos a la sala del interrogatorio y comenzaron de nuevo las preguntas; ahora sobre los dos primeros días de mi estancia en Damasco.
-¿Cómo conoció a Teodoro?
-En el zoco; el segundo día de estar en Damasco, después de visitar los monumentos más sobresalientes, nos dieron la tarde libre para ir de compras al mercado árabe. Teodoro vendía dentro de una caseta collares de todo tipo: oro, plata, coral, turquesas etc. Como hablaba español estuvimos charlando un rato largo y le debí de caer simpático porque me invitó a cenar en el restaurante Alhama. Allí- dijo-, que podíamos hablar tranquilos de Galicia, que él por lo que me contó, la conocía con detalle. Ahora bien, si me pregunta de que conocía Galicia un libanés cristiano, así se definía, no le puedo contestar, porque no me lo ha dicho.
-¿Sabía usted que Teodoro era un espía que trabajaba para los cristianos libaneses, en contra de la Siria islámica?
-No lo sabía, pero tengo entendido que Siria se entrometía en los asuntos internos del Líbano, sobre todo en los que afectaban a los cristianos, ya que se le atribuyen los asesinatos de algunos líderes libaneses cristianos. Yo hubiera hecho lo mismo, si otra nación invade la mía y sobre todo si intentaban apoyar a los que practican otra religión.
-Usted salió del restaurante antes de las diez de la noche ¿En donde estuvo hasta la una de la madrugada que llegó al hotel?
-Ojalá lo supiese, una vez que los dos hombres se llevaron a Teodoro, me entró tal miedo que anduve errante dos o tres horas vagando por la ciudad, totalmente desorientado y medio oculto, por temor a que me llevasen también a mí.
Después de mucho caminar, me orientó un señor enseñándole una nota con el nombre del hotel, es una práctica que se emplea mucho, cuando no conoces el idioma del país en el que te encuentras.
  Cuando me dirigía hacia donde se encontraba mi hotel, tal vez por mi aspecto o se imaginó que andaba perdido, una mujer con un pañuelo a la cabeza, creyendo que se trataba de un extranjero y que no sabía en donde estaba, me abrió su puerta y me introdujo en su domicilio, una sala muy amplia; y allí estuvimos hablando, ya que conocía un poco mi idioma, hasta las doce cuarenta y cinco de la madrugada. Le dije que tenía que llegar a mi hotel antes de la una, para no causarle problemas al grupo y me marché.
-¿Cómo se llamaba esa mujer? Tal vez Helena…
-Puede ser, tenía más interés en salvar el pellejo, que saber el nombre de la mujer siria.
-¿De que hablaron? ¿Le insinuó algo de que formase parte de la organización de algún servicio secreto?
-No, lo único que me llamó la atención fue, que tenía conocimiento de que Teodoro y yo habíamos cenado juntos.
-¿Le habló de Teodoro, si lo conocía, si era su amigo?
-Me dijo que era muy inteligente, y que estaría poco tiempo encerrado en las cárceles sirias, él sabe muy bien como ha de salir de allí, y que no tardaría en verlo dentro de su caseta vendiendo collares, y otras joyas de todo tipo.
Serían las ocho de la tarde, cuando Lara abandonó la sala en donde estábamos. Al cabo de poco tiempo volvió acompañada de Alí. Hablaron entre ellos en su idioma y Lara me dijo:
Alí me indica que puede usted abandonar el edificio, queda libre.
Al momento noté que mi corazón se tranquilizaba, la angustia desaparecía de mi mente, me noté más relajado y por supuesto más contento y feliz.
La muchacha traduciéndome lo que le manifestaba Alí, me indicó que no podía abandonar Siria sin comunicárselo a la policía. En otras palabras, queremos saber que usted abandona nuestro país, que si no hay otra novedad podrá hacerlo con su grupo, o antes si ya no se encuentra a gusto entre nosotros. Debe comprender que nuestra nación tiene muchos enemigos y debemos tomar todas las precauciones que sean necesarias.
Me ordena Alí, que mañana al amanecer dos de nuestros agentes lo llevarán hasta donde esté su grupo y que intentarían compensarme de las molestias que me habían causado.
Alí salió de la sala y nos volvimos a quedar solos Lara y yo, la muchacha me miró fijamente y me manifestó:
-Siento mucho todo lo ocurrido, personalmente me alegro, de que después de todo quede usted libre, D. Carlos.
- Llámame Carlos a secas, lo mismo que yo te llamo Lara, ya que presiento que hoy ha nacido entre nosotros una estrecha amistad.
Para que puedas olvidar un poco lo de estos días, como tienes el tiempo libre hasta que mañana te vengan a buscar los agentes, me permites que te invite a cenar esta noche a mi casa y al terminar si es muy tarde, te puedes quedar a dormir en mi apartamento.
-No me has dicho que tu apartamento es muy pequeño ¿En donde van a dormir los niños?
-Sí, es muy pequeño, le he dicho por teléfono al ama que los cuida, que los lleve a dormir con ella a su casa, que esta noche tengo un compromiso y no se a que hora llegaré. Así que cenaremos solos y tranquilos en mi casa.
-Te lo agradezco de todo corazón, debes de comprender que después de lo sucedido, me encuentro triste, estresado y con mi estado de ánimo deprimido. En estas condiciones prefiero recoger la maleta y retirarme a descansar a un hotel. Sería maravilloso tener acostada a mi lado a una mujer como tú, temo no estar a la altura de las circunstancias.
-Yo te invito a cenar, lo demás es fruto de tu imaginación.
-En esta vida he tenido que fingir, pasar por lo que no soy, como me ha sucedido aquí en Siria etc. Ahora bien, lo que no me gusta es que me tomen por un idiota.
¿No sería mejor acudir a cenar a un restaurante y que yo te invite? – Tenía más interés en que Lara me contase cosas de los servicios secretos, que de acostarme con ella-.
-Otro día, ya le he dicho al ama, que me dejase un poco de cena por si no cenaba fuera.
-Entonces lo que deseas que pase esta noche entre tú y yo, no me parecen fantasías fruto de mi imaginación. Déjame antes pasear un poco por alguna calle de Damasco para relajarme, he pasado por momentos muy angustiosos. Al despedirnos le pregunte:
-¿A que hora quieres que vaya a cenar a tu casa?
Me dio la dirección y me aconsejó que tomase un taxi que me llevaría a su domicilio sin problema alguno. Relájate viendo escaparates, que las mujeres suelen ir muy tapadas y si piensas observarle sus atributos anatómicos, lo tienes difícil
-¡Para mirar a las mujeres estoy yo! Además las musulmanas que van tapadas no son de mi agrado. Las que llevan el hiyad aun las tolero, pero las que llevan el bulka me dan miedo.
 -Te espero entre las nueve y media a diez, tenemos toda la noche para nosotros y si va a ser la última noche que pasamos juntos, tenemos que aprovecharla para hablar de muchas e interesantes cosas.
De la maleta no te preocupes, le diré a un agente que la lleve a mi casa.
-Déjame que retire de su interior, la americana y otras cosas que necesito. Por la noche refresca bastante.
Llegué a su apartamento a la hora que habíamos quedado, insinuando cansancio y sin muestras de alegría por lo que me esperaba. De todas las maneras debía de ser cauto ya que desconocía sus antecedentes en todas las esferas, tanto sentimentales como en su mundo de relación. Me abrió la puerta vestida con una bata de colores muy llamativos al estilo oriental. La saludé con un suave beso en sus labios y pasé al interior de su apartamento.
Desde el primer momento su elegancia y el saber estar me dejaron impresionado. Como el ambiente era caluroso, me quité la americana que Lara colgó en el perchero, y con su brazo derecho me indicó que pasase al comedor.
Me senté sobre un “cojeen” circular muy usado en las viviendas árabes y tras servirme un vermú me dijo:
-Espero que te guste la cena, la muchacha es muy buena cocinera para Damasco. Ahora bien, las comidas de los musulmanes son muy distintas de las europeas.
-No tengo apenas apetito, con todo lo que me ha pasado, se me han quitado las ganas de comer. Perdona si cometo alguna torpeza, se debe sin duda alguna a que desconozco las costumbres orientales, sobre todo las del mundo islámico.
Al observarla tan hermosa, con mis hormonas ya funcionando normalmente sentí unos enormes deseos de amarla y poseerla toda aquella noche. Sus ojos negros, su boca y su cabello negro, hicieron que me olvidara de los manjares de la mesa. La cogí de la mano, la atraje hacia mí y la besé apasionadamente. Con mi mano derecha rodeé su cintura y sin soltarnos los labios nos dirigimos a la alcoba. Nos desnudamos rápidamente, ella se quitó su llamativa bata y pude comprobar que no llevaba puesta ropa interior, seguramente para ahorrarme trabajo o para que pudiese admirar su plástica belleza y su esbelto cuerpo. Fue Lara la que puso en práctica sus conocimientos de la sexualidad, que me condujo a un paraíso de placer, haciéndome olvidar todos los sinsabores pasados. Fueron unos momentos tan maravillosos que una vez que nos duchamos, sentimos una hambre feroz y un relajamiento intensamente satisfactorio.
Aseados, desnudos y con nuestros cuerpos humedecidos pasamos a la mesa del comedor. Lara al observar su desnudez me parecía cada vez más hermosa. Sin embargo algo me indicaba que las cosas no iban a ser en el futuro tan románticas como las de aquella noche. Satisfecho me preocupaba más de cenar, por si al día siguiente tenía que ayunar, que de mirar y observar la hermosura de Lara.
Puestos a la mesa y pensando solo en comer, fui yo el que rompí el silencio, y le dije:
-Hemos hecho el amor a tu estilo y a la hora que deseabas.
–Sentía unas ganas locas de hacer el amor, llevaba tres meses sin acostarme con un hombre, y hoy Alá me trae hacia mí, ni más ni menos que a un médico occidental con cabello rubio y ojos azules. Que me hizo recordar mi etapa vivida en Occidente. No podía perder la ocasión.
-Lo has hecho muy bien, te agradezco que me hicieras sentir tanto placer. Como no es difícil de imaginar yo no estaba después de lo pasado, en condiciones de hacerte gozar mucho. En el sexo no es solo sentir el orgasmo y llegar al clímax, una caricia o el estar a gusto el uno junto al otro, es tanto o más placentero.
Yo tengo que dormir unas horas por lo que pueda pasar mañana, antes de encontrar el grupo. Tú tendrás también que acudir a trabajar temprano, por lo que dejaremos algo sin satisfacer para otra ocasión.
-Tengo el presentimiento de que no te volveré a ver en toda mi vida.
-Parece que vives en otro planeta, ¿no te das cuenta que hoy en día con los viajes en avión, puedo desplazarme desde España hasta aquí en cuatro o cinco horas? Lo mismo me decía Helena y mañana espero volver a verla.
-¡Helena!, no dijiste que solo habías estado unos minutos con ella ¿Hiciste el amor con Helena?
-No, En aquel estado de angustia, satisfacer a una mujer me era totalmente imposible. También me dijo como tú, que llevaba tres meses sin acostarse con un hombre. Es curioso que dos bellas mujeres que me he encontrado en Siria, llevasen tanto tiempo sin hacer el amor ¿Es que en esta nación no hay hombres?
-Hay muchos pero como tú muy pocos.
-Gracias por el cumplido.
Nos levantamos sobre las siete, nos aseamos y desayunamos a base de frutas, racimos de uvas y té con leche.
Ya hacía unos minutos que me esperaban los agentes en la calle para llevarme hasta donde estaba el grupo. Nos despedimos con la intención de volver a vernos lo más pronto posible, por supuesto antes de que yo regresase a España. Fue una triste despedida. Era como pasar del cielo al infierno; de la felicidad a un mundo en donde no sabía lo que me esperaba; de la agradable compañía a la soledad errante, por un camino que no podía averiguar adonde me conducía. Así que intenté olvidarlo todo y situarme en la realidad de la vida.
Le hice la señal de despedida con la mano y subí al coche situándome en el asiento trasero, mientras que los agentes ocupaban los delanteros. No hablaban español pero yo los entendía bastante bien por gestos y alguna palabra suelta de nuestro idioma, fruto tal vez de la relación con Lara.
De los tres días que llevaba en Damasco, los dos últimos entre angustiosos momentos, Helena y sobre todo Lara, me habían dado no solo felicidad sino placer abundante, hasta tal punto que me daba pena dejar la desordenada y bulliciosa ciudad. Alguien no se quien, me estaba diciendo en mi fuero interno que no la abandonara. Fue como una premonición ya que cuando habíamos recorrido unos diez o doce kilómetros de las últimas casas, me di cuenta que la dirección que llevábamos era la del nordeste por la carretera que conducía a Palmira, en vez de dirigirnos hacia el sureste camino de de la ciudad de Bosra.
Me levanté del asiento y les pregunté a los agentes hacia donde íbamos, me comprendieron muy bien, pues me contestaron claramente.
-A las ruinas de Palmira como nos indicó la Srta. Lara.
-Pero si a Palmira el grupo no llega hasta el cinco de agosto y estamos a veintiocho de julio. Así que den la vuelta para Damasco.
Me indicaron que no podían hacerlo, que eran policías municipales y que desobedecer al comisario jefe, le podía traer problemas.
Encolerizado recogí mi americana de verano que llevaba a mi lado sobre el asiento y noté un pequeño objeto en el bolsillo derecho, metí la mano y mi sorpresa fue monumental, cuando pude comprobar, que lo que pesaba hacia ese lado era una preciosa pistola. Jamás había visto un arma tan perfecta, un auténtico juguete, construida con un material que parecía de plata. Además estaba cargada.
Saqué el arma del bolsillo y le puse el cañón en la nuca del policía que se situaba al lado del conductor, al mismo tiempo que le indicaba al agente que conducía el vehículo: o das la vuelta o mato a tu compañero. Paró el coche, levantó las manos al cielo y con la cabeza me indicaba que sí, que cuando encontrase un cruce y pudiese dar la vuelta, lo haría. Como el cañón de la pistola permanecía presionando la piel de la nuca de su compañero, rápidamente debió de encontrar el cruce, ya que dio media vuelta y volvimos hacia Damasco.
Le indiqué por medio de gestos que al más mínimo movimiento los liquidaría, os meto las seis balas en la cabeza.
-¿En donde quiere que lo dejemos en Damasco?
-Delante de la casa de Lara. Antes de que se marcharan le hice un gesto indicándole que guardasen silencio, que si hablaban o les decían algo a los demás agentes, los liquidaría. La Srta. Lara tendrá que explicarme muchas cosas y hasta que se aclare todo, si queréis seguir viviendo os conviene guardar silencio.
Al llegar llamé en el apartamento de Lara y no me contestó nadie. Con la mano en la pistola del bolsillo de la americana, me fui a dar un paseo hacia el Mausoleo de Saladino, que me servía de orientación para moverme por la ciudad. Me desvié por una calle de la izquierda con la idea de tomarme un té caliente en una cafetería, entré en una que más que cafetería parecía una cuadra de ovejas. Para no perderme me dediqué a pasear por las cercanías del apartamento de Lara, me supuse que la sirvienta iría a llevar los niños al colegio y a hacer la compra.
Caminé por la calle de Lara para hacer tiempo y cuando llevaba unos quinientos metros al sur de su apartamento, miré el reloj cuyas agujas marcaban las once y media de la mañana, di media vuelta y volví a llamar a la puerta. En esta ocasión me abrió una muchacha joven que vestía al estilo occidental y que hablaba más o menos el español. Me pareció lógico ya que Lara me había dicho que en su casa hablaba español con sus hijos, ya que su padre sería capaz de retirarle la pensión si no aprenden su idioma.
Me presenté: soy Carlos, el amigo de Lara que ayer cenó con ella. Necesito verla urgentemente, pero no puedo acudir a su lugar de trabajo, así que decidí venir aquí para que me digas a que hora viene a comer.
-Pase para dentro, no se quede en el pasillo.
- Gracias, le contesté amablemente.
-La Señora suele venir a comer sobre la una.
-Entonces iré a dar una vuelta y luego vengo.
-Espere que tiene que tomar alguna cosa.
Fue a la cocina y al poco rato regresó con un té y unas sabrosas pastas en una bandeja. Si no le apetece, puede tomar café solo o con leche. La Señora toma siempre café, desde que estuvo viviendo en Sudamérica.
-Esta muy bien lo que me has traído. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando para la Señora?
-Desde que tenía veintidós años y ahora tengo veinticinco.
-¿En que consiste tu trabajo?
-Por la mañana llevar a los niños al colegio, luego acudo a los oficios religiosos y al salir hago la compra y la comida para las dos; los niños comen en el colegio. Por la tarde recojo a los niños y hago la cena, además de limpiar la casa, que la Señora en ese aspecto es muy exigente.
-Dices que vas a los oficios religiosos,
Sí, soy libanesa cristiana, me llamo Shaida.
-¿Qué me puedes decir de la vida que lleva la señora?
-En casa no la visitan más que algunas amigas. Puedo indicarle el nombre de las cafeterías a las que suele frecuentar, usted mismo puede vigilarla y así sabrá con quien toma el café y con que amigos se relaciona.
-Se que tu tienes la misión de vigilarla y comunicar sus pasos al Servicio secreto libanés cristiano.
-¿Quién se lo ha dicho?
-Nadie; me lo dice mi ángel de la guarda. A ver si te acierto, a ti te gustaría poder controlarla fuera de casa, lo mismo que en el Servicio secreto sirio y en las cafeterías a las que va con sus amigos a tomar café, e incluso seguirla por las calles para saber en que casas entra, con quien se reúne etc. Ahora bien, mi consejo es que tengas mucho cuidado, si te observa vigilándola en la calle o en una cafetería, no tardarías muchos días en pasar a mejor vida en el más allá. Yo al estar protegido por el ángel, lo se casi todo, pero por mí puedes estar bien segura de que tu trabajo de espía en Siria no lo sabrá nadie. Además a mí desde que llegué a Damasco me obligaron a trabajar por tu causa.
-En usted confío, los médicos sois como los sacerdotes, tenéis que guardar el secreto de las cosas que os digan, eso es lo que me dice mi médico.
-Por eso las mujeres casadas les gusta hacer el amor con los médicos, por estar seguras de que no se lo va a transmitir a nadie. ¿Has hecho alguna vez el amor con un médico?
-No, me daría vergüenza.
-¿Le has visto a Lara en su casa, algún signo raro que no haga alusión al mundo árabe?
-Bueno, en la cómoda de su dormitorio guarda un candelario de oro de siete brazos y a su lado derecho una estrella de oro de cinco puntas. Creo, aunque yo de eso no entiendo, que se trata de símbolos propios de los hebreos. Usted también se los vería la noche que fue a cenar con ella. Me ordenó que llevara los niños a dormir a mi casa, que tenía un compromiso: he conocido a un hombre-me dijo-, que debe de tener un gran conocimiento de la sexualidad, pues es médico. Espero pasar una gran noche ya que llevo tres meses sin hacer el amor.
-Para serte sincero, entré en su dormitorio, hicimos el amor y no me fijé en los objetos que lo decoraban, solo en hacerla feliz.
-No tiene por que disculparse conmigo, el sexo cuando se necesita no está reñido con la religión.
-Si no lo haces con tu mujer o esta con tu marido, claro que está reñido. Espero que Dios sea benévolo y nos perdone.
Tú que eres cristiana, y trabajando los dos por la misma causa, ¿Me podías hacer un favor?
-¿De que favor se trata?
-De visitar a un señor en una cárcel, te dará una información para mí, sin ella no podré acudir a Beirut a cobrar unos dineros que nos deben los cristianos libaneses. Yo no puedo visitarlo, si lo hiciera seguramente también me encarcelarían a mí.
-¿En que cárcel está?
-No lo se, tengo que averiguarlo, lo único seguro es que está en una cárcel siria. Por eso he decidido no salir de Damasco hasta que llegue mi grupo dentro de unos días. Me han tomado por un espía y tengo que aclarar varias cosas antes de regresar a mi tierra.
Inmersos en esta conversación se fue pasando el tiempo, Shaida de vez en cuando acudía a la cocina a ver como iba la comida. No deseaba que me fuera ya que eran casi la una de la mañana; me indicó que pronto llegaría Lara y que me quedase a comer con ellas.
Shaida, cuando me dejaron los policías en su casa, me dijo que dejara la maleta en una salita en el bajo de su apartamento, cuando llegó Lara de su trabajo, no la vio, de ahí que al subir y observarme sentado en el salón, sin dar crédito a lo que veía, exclamó, ¡Que sorpresa!
-¿Qué pensabas? ¿Qué me había muerto? No creo que mi Dios me enviase a Siria a morir, me tiene reservadas otras aventuras más importantes. Me debes una explicación: ¿Por qué me enviabas a Palmira, sabiendo que mi grupo estaba en el sur?
-Te daré todas las explicaciones que sean necesarias después de comer, tomando unos cafés que Shaida nos servirá en la salita.
-Con mucho gusto Señora, le contestó ésta.
Primero nos sirvió la comida: ensalada, pollo y uvas de postre, que podías completar con un cuenco de arróz con leche, todo condimentado con muchas especies a base de tomillo, comino etc.
Aprovechando que Shaida andaba por la cocina, mientras comíamos le dije a Lara:
-Llevo desde las once y media con tu sirvienta, no quiso que me fuera, que esperase a que tú llegaras y me ha contado muchas cosas interesantes. Miré disimuladamente a Lara y pude observar que se le cambiaba el color, que se ponía seria y nerviosa, sin saber muy bien el por qué, ya que Lara era de suponer que no estaba enterada, de que Shaida era una espía libanesa. ¿0 tal vez Si?...
-¿Sobre que temas giró la conversación? ¿Qué cosas te contó?
-No te preocupes, hablamos de lo guapa que eras, de los niños etc.
-Bueno, ¿Que ha pasado?
-Que los agentes me llevaron hacia el norte camino de la ruinas de Palmira. Gracias a lo que me dejaste en el bolso de la americana, he podido volver a Damasco sano y salvo. Lo mismo que los policías que al principio se resistían, pero el juguete en la nuca les hizo cambiar de idea, supongo que ya los has visto en la comisaría.
No comprendo nada, que objeto tiene que por un lado me protejas con ese maravilloso artefacto que llevo en el bolsillo, y por otro lado que le ordenes llevarme a un lugar tan alejado de mi grupo, que ya sabías que estaba por el sur del país.
-Si te dejo ir a donde tú querías, ¡Tal vez te hubiesen asesinado!
Ahora lo comprendía todo: Alí me dejó salir del edificio del Servicio secreto sirio, enviándome al sur a unirme con mi grupo, para que Helena ya en territorio jordano, me liquidase. Lara lo debía de saber por Alí: Por no darle ese placer a Helena, (lo deseaba para ella) o tal vez arrepentida, me envió hacia el nordeste. No pude averiguar nunca que espía de parte de Lara, me esperaba en Palmira para intentar hacerme desaparecer. Los cartuchos de la pistola que Lara puso en mi bolsillo, como pude averiguar en casa de Omar, la víspera de salir de Siria, eran de fogueo.
-En este momento- le dije a Lara-, ya se que Helena es una espía siria o mejor dicho libanesa pro-siria, infiltrada en medio de los espías cristianos libaneses. Ahora bien, lo de matar no es tan fácil, que haga la prueba Helena y sabrá lo que es bueno. Observando a Lara, estaba convencido de que también sospechaba, de que yo sabía para quien trabajaba ella, desde el primer día que me interrogó en la comisaría. En adelante tendría que andar con mucho cuidado, estaba controlado por dos enemigas muy peligrosas.
-¿Cómo te has enterado de que Helena era una espía siria?
-No olvides que estoy protegido por mi ángel.
-No comprendo como Helena portándose también contigo, desee que desaparezcas de este mundo, intentando asesinarte.
-Lo de asesinarme lo dices tú, yo no estoy tan seguro de ello; también hice el amor contigo, sabiendo según tú, que soy un espía cristiano
-Pero yo no tengo pensado matarte.
-Seguramente tampoco Helena, por el momento no os conviene, mi consejo es que no lo intentéis ninguna de las dos. El tiempo que perdáis en matarme a mí, lo necesitáis para vigilaros la una a la otra.
Después de comer, Lara se fue a su trabajo, no le dio importancia que me quedase solo con Shaida. Hablé con la muchacha durante una hora y le pedí dejar allí la maleta mientras iba a buscar un hotel para dormir aquella noche. Pensé en coger un taxi para que me llevara a uno de alguna compañía occidental, que hablasen español.
Recapacité y creí más conveniente en buscarlo yo solo. El taxista podía delatarme y reconocerme luego, ante la sorpresa que tenía reservada en los días venideros para Helena y Lara.
Tardé bastante en encontrarlo, al final me decidí por un hotel de una cadena española, y me fui por la maleta a casa de Shaida. Esta me propuso pedirle a Lara la noche libre para hacerme compañía y no estuviese solo; la muchacha temía que Lara sospechase, y me dijo:
-Si vas a estar algún día más en Siria, mi opinión es que lo dejemos para otra ocasión, por ahora nos conviene dejar las cosas como están.
Por el momento no le diría nada a Lara, que sabía que era una espía de Israel infiltrada en el Servicio secreto sirio; ni a Helena infiltrada en el espionaje cristiano libanés.
-¿En donde está el hotel?- Me pregunto Shaida-.
-Solo se que está al este, pero ya sabes que yo no conozco la ciudad.
-¿Cómo se llama?
-No me acuerdo bien, tal vez Sajhin, para mi que no se árabe es un nombre raro. Al desorientarme en medio de la ciudad, en contra de mi voluntad, tuve que echar mano de un taxista para que me trajera a por la maleta. Él sabe el nombre y la calle en donde se localiza, me está esperando en la esquina para llevarme hasta allí.
Una vez en el hotel me instalé en la habitación 202, y le dije al recepcionista que me quedaría a cenar en el hotel.
-Muy bien, no hay inconveniente alguno.
Después de dejar el pasaporte en recepción, me subí a la habitación a asearme un poco. El hotel aunque figuraba con tres estrellas, no tenía muy buen aspecto, pero el aire acondicionado funcionaba muy bien. Una vez aseado bajé a la cafetería y pedí un café, mientras se enfriaba llamé a Helena. Después de sonar dos o tres veces, oí al otro lado del hilo, hello!
¡Soy Carlos!
-¿En donde estás?
-En Damascus como vosotros le llamáis. Una vez que la policía me dejó libre, dos agentes (por error o por no querer cruzar la frontera con Jordania), en vez de llevarme hacía el sur en donde estaba mi grupo, tomaron la dirección norte camino de las ruinas de Palmira. Al darme cuenta les obligué a regresar de nuevo a Damasco. Aquí esperaré a mi grupo para embarcar con ellos. Así conoceré una por una las joyas artísticas de la ciudad.
-Vi a tu grupo que se dirigía hacia Jordania, al no verte ni saber cuando te dejarían libre, no te he llamado. Mañana temprano llegaré a Damasco, ¿Qué te parece si comemos juntos?
-Mejor cenar, al mediodía tengo otro compromiso
-¿No será con otra mujer?
-No, es hombre y lleva barba.
-¿Como se llama el hotel?
-Me parece que traducido al árabe su nombre es Sajhin o una cosa así. Lo busqué yo, debido a que el recepcionista hablaba español. Te espero a las ocho frente al Mausoleo de Saladino.
-De acuerdo, hasta mañana.

Segunda parte.

Me movía en el interior de un laberinto, Helena me estaba esperando en Jordania, seguramente para liquidarme. Lara lo debía de saber, pues me cambió de itinerario y puso en un bolsillo de mi americana una pistola con cartuchos de fogueo. Para mi esto tenía una fácil explicación: las dos querían agregar a su currículo la autoría de mi asesinato.
Cené solo en una mesa del restaurante, a continuación salí a dar una vuelta por las cercanías. La pistola de Lara en el bolsillo me daba gran tranquilidad y paseé sin distanciarme mucho fumando un cigarrillo. No encontré problema alguno; además los taxis aparecían por todas partes, por si tenía que hacer uso de uno de ellos para trasladarme al hotel, cuyo nombre llevaba escrito en un papel.
Decidí regresar paseando hasta el hotel, me acosté leyendo un libro que había metido en la maleta, poco a poco me fui quedando dormido, gracias a una pastilla que tenía por costumbre tomarme antes de acostarme.
Me desperté sobre las ocho de la mañana. Después de asearme, bajé a desayunar y luego subí a la habitación para recoger el “juguete” de Lara, que me daba seguridad llevándolo en el bolsillo. Bajando las escaleras para salir a la calle, sonó mi teléfono móvil, no tenía la más remota idea de quien podía ser la llamada, se trataba de una llamada local; pensé en Helena, que se le habría olvidado decirme alguna cosa, en Lara o en Shaida, que eran las que sabían el número de mi teléfono, ¿O tal vez Teodoro? ¡Ojalá! Apreté el botón, hello!
 -Buenos días, sonó al otro lado del hilo la voz de un hombre; soy Mohamed, para usted un sirio cristiano, en realidad un egipcio cristiano amigo de Teodoro, él fue el que me dio su teléfono. Me pide que le ayude a salir de Siria. Después de llevar a cabo la misión que le encomendó, cree que no le van a dejar salir de Damasco; así que debe intentar visitarme para hablar de ello.
¿A que misión se refería Teodoro? Nunca pude averiguarlo, pues lo de liquidar a las terroristas, no se lo había contado a nadie: A mi me vino muy bien para que Mohamed intentara sacarme de aquel infierno. Solo un día antes de salir de Siria, se lo había contado a Omar, que de ninguna manera tuvo tiempo de comunicarse con Teodoro.
Yo ya tenía otro plan para salir del país, pero no camino de Egipto, sino hacia el Líbano. No le pregunté a Mohamed, en que cárcel se había entrevistado con Teodoro. No importaba mucho, Para mí lo importante era cruzar la frontera y salir de allí.
-Coja un taxi, de lo contrario le va a ser muy difícil llegar hasta mi vivienda. Me dio el nombre y número de la calle y la contraseña para poder entrar en su guarida. Le mandé parar al taxista un poco antes de llegar, le pagué los tres dólares que me pidió y se fue. Llamé tres veces al timbre como me había indicado, mientras esperaba a que me abriera, pude observar a la derecha e izquierda de la puerta de acceso, dos pequeños escaparates con artesanía de poco valor.
Al poco tiempo apareció el hombre, soy Mohamed y usted supongo que será Carlos, el español amigo de Teodoro.
-Así es, soy Carlos.
Este egipcio que se hacia pasar por sirio, era un hombre de mediana edad, corto de estatura, con una barba bien poblada y sobrado de kilos; vestía un traje gris claro con la americana abrochada que daba la sensación de estar bastante usado, camisa oscura y corbata tirando a blanca con bandas grisáceas.
-Por lo que me contó Teodoro, te hubiese conocido con solo verte: rubio, ojos azules y uno setenta y seis de estatura, y sabiendo que le esperaba, no hacía falta que le preguntase su identidad. Sígame por favor; recorrimos un pasillo de unos veinte o treinta metros, antes de llegar a su estudio. En el interior nos encontramos con otro señor, que me lo presentó como su socio. Me quedé impresionado de las cosas que allí tenían: sobre la mesa se apilaban decenas de pasaportes falsos de todas las naciones. Encima de sillas y taburetes, cantidad de pelucas de varios colores; abrió varios cajones y me dijo que hacían juego con estos bigotes. Las estanterías estaban repletas de frascos con colas para pegar sobre todo los bigotes postizos, y a nuestra derecha pude observar una cámara de fotos, que me llamó la atención por su antigüedad, me recordaba a las que existían en el paseo de la Herradura de Santiago de Compostela, cuando yo era un niño.
-¿Cuándo tiene pensado salir de Siria?- Preguntó.
-Hoy es veintinueve de julio, necesito dos o tres días para llevar a cabo el trabajo del que le habló Teodoro, que no puede tratarse del mismo que le indicó mi amigo, pero para los efectos es igual. Por lo tanto me gustaría salir el uno de agosto, si es posible antes del mediodía.
El precio son dos mil dólares y nuestro trabajo consiste en facilitarle un pasaporte falso, una peluca y unos bigotes postizos para cambiar de imagen y adaptarse a la foto que le voy a hacer; luego acompañarlo en autobús hasta Amman. Allí sacaremos dos billetes de avión para el Cairo, que usted pagará por supuesto. Al llegar a dicha ciudad, después de pasar el control del pasaporte, entrará en el servicio y cambiará de imagen; recuperará la suya propia, metiendo lo artificial en una bolsa que de inmediato me entregará.
Desde ese momento ya dentro del aeropuerto, empleará su pasaporte verdadero. Yo me encargaré de sellarle su llegada a Egipto, me costará unos cuantos dólares, es muy fácil comprar al agente si fuese preciso, dado el desorden y el bullicio en el aeropuerto.
Al día siguiente no habrá problema alguno, para embarcar en el vuelo que yo intentaré reservarle billete para España. Una vez que esté dentro del avión, mi trabajo ha terminado.
-Estoy totalmente de acuerdo con su labor, y el precio me parece razonable.
-Entonces el día uno de agosto le espero aquí. Debe de hacer lo mismo: tomar un taxi y despedir al taxista unos cien metros antes de llegar a mi domicilio.
-¿Algún problema?, Me preguntó:
-No creo.
-Vamos a hacer una prueba de imagen y puede llevárselo todo.
-No me interesa llevármelo ahora, vendré el día treinta y uno por la mañana, y cambiaré de imagen en su casa, en otro lugar tendría problemas.
En unos minutos me sacó una foto, la pegó al pasaporte falso visado en Siria, me hizo una prueba transformándome en el Sr. Mohamed Siad, y me dijo:
-Ya está todo preparado para salir hacia Jordania, no olvides que salimos el día uno por la mañana.
-Una pregunta; tengo una pequeña pistola regalo de un amigo, es tan bonita, un auténtico juguete, que me gustaría llevármela a España.
-Puede ir dentro de la maleta, se permite llevar una pequeña arma como defensa personal, habrá que declararla.
Otra opción tal vez mejor, sea envolverla en un papel opaco que la haga invisible al scanner, si se la ven y se la quitan, se queda usted sin ella, pero no pasa nada. Lo volveré a llamar, hay que estar dos horas antes de los vuelos en los aeropuertos; hoy mismo me pongo a trabajar en ello, a ver si el día uno puede embarcar.
¿Le paro un taxi?
-No, prefiero ir paseando, en este momento no tengo nada que hacer.
A doscientos metros me senté en un banco y llamé a Shaida, eran las doce de la mañana y a esa hora pensé que estaría sola. Contestó a mi llamada y por la voz parecía que estaba muy contenta; le pregunté cuando nos podíamos ver. Temo marcharme sin poder vivir ese sueño de amor de que hemos hablado. Es curioso que deseándolo los dos, no podamos llevarlo a cabo.
-¿Cuándo te marchas?
-probablemente pasado mañana.
-Bueno, yo seguramente puedo acudir a tu hotel de cinco a siete, que son las dos horas que tengo libres; luego recojo a los niños, los aseo, les doy la cena y los meto en la cama.
-El hotel como te he dicho creo que se llama Sajhin y la calle Seynaya, cualquiera de los setecientos taxistas de Damasco sabe la dirección. No te preocupes de que tengas poco tiempo, lo bueno si es breve, dos veces bueno. Hasta las cinco entonces, mi habitación es la 202 y le daré al recepcionista una propina, para que cuando llegues, no te ponga impedimento alguno, subir conmigo hasta el segundo piso. Intenta ser puntual, te esperaré en la puerta del hotel.
-Muy bien, intentaré estar ahí si no hay novedad, si la hubiese te llamaré por teléfono.
Mi idea era la de tener ocupados los dos días antes de embarcar rumbo a España. Esta tarde de cinco a siete estaría viviendo unos momentos felices con Shaida, que además de su juventud, no estaba nada mal. De mediana estatura presentaba ojos castaños, piel morena y melena negra, aún así da la impresión de ser de una nación de Europa más que de una árabe. Sin duda alguna se debía a la convivencia con Lara, que la vestía al estilo occidental, y como las costumbres de la casa venían del oeste, la muchacha daba la imagen de una italiana o griega, aunque ella afirmaba que había nacido en Oriente próximo.
Me fui al hotel, tenía que idear un programa para que no me fallara el plan: esta tarde Shaida y a partir de las ocho Helena, todo iría bien, si conseguía que ésta después de cenar y pasar la noche juntos, se comprometiera a llevarme a la ruinas de Palmira, que deseaba conocer antes de abandonar el país. Así que el día treinta por la mañana iríamos a Palmira, almorzaríamos allí y regresaríamos a Damasco.
La dejaría con la promesa de que al día siguiente por la tarde, acudiría al gran hotel Tadmor, en donde yo le reservaría una habitación. Como se trataba del mejor hotel de Damasco, no perdería la ocasión de disfrutar de una de las habitaciones más lujosas de Damasco y de una cena que tenía fama de ser la más ilusionante de la ciudad.
Llegué al hotel antes de comer, pedí una cerveza fría en la cafetería, luego pasé al restaurante y tras la comida me subí a la habitación a intentar dormir un poco, antes de que llegase Shaida. Supuse que vendría ya que no me había llamado por teléfono, como habíamos quedado; se retrasó un poco y cuando llegó miré el reloj, marcaba las cinco horas y veinte minutos. No le comenté nada al respecto, subimos a la habitación y después de beber un refresco de la nevera, comenzó a desnudarse tímidamente y sin prisa alguna. Le agradecí su presencia y le pregunté si había tenido algún problema en llegar al hotel.
-Ninguno, el taxista debía de saber muy bien el camino, ya que se me hizo muy corto, seguramente porque hemos venido todo el tiempo hablando.
Como nos habíamos prometido vivir un sueño de amor, actué todo el tiempo con delicadeza, intentando que llegase al placer sin grandes complicaciones. Me di cuenta que no era la primera vez que lo había experimentado, e hice todo lo posible para que lo sintiese de nuevo. Mientras nos relajábamos en la cama siguió dedicándome palabras hermosas, hasta que llegó la hora de partir para recoger a los niños y llevarlos a casa. No me pidió nada, al contrario me agradeció los momentos maravillosos que pasamos y me propuso repetirlo antes de que me fuese a España.
Me aseé y salí al exterior, para subirme a un taxi y acudir al encuentro con Helena. Metí en el bolso de la americana el “juguete”, por si acaso se decidía hacerme desaparecer aquella noche. Sucedió todo lo contrario: paseamos por las calles más transitadas y me llevó a tomar unos refrescos a una cafetería llena de gente, hasta las diez y media que acudimos a cenar al hotel.
Tras la cena salimos aproximadamente una hora a tomar el fresco, paseando por las cercanías del hotel; me recordó que si teníamos pensado visitar Palmira, debíamos de acostarnos, para madrugar e intentar ver todo lo posible cuanto antes, ya que a partir de las doce hace mucho calor y existen pocas sombras en donde podamos cobijarnos. Así que nos acostamos y no fue preciso que yo le dijese que aquella tarde había estado acostado con otra chica, solo le manifesté que mis hormonas aún no se habían normalizado; entonces ella tomó la iniciativa y una vez que alcanzó el placer, nos quedamos dormidos.
Nos levantamos a las seis y media y a las siete ya estábamos desayunados para salir hacia Palmira. El todo terreno lo conducía Helena, como era suyo, ni siquiera me insinuó si quería conducir, no lo hubiese aceptado por dos motivos: por un lado, probablemente yo no sabría conducir en Siria sin señales de tráfico, y por otro, necesitaba las dos manos libres, por si en aquella carretera tan poco transitada, le venía la idea de acabar conmigo. Nada de eso ocurrió, fuimos hablando todo el camino de las costumbres sirias y un poco antes de las nueve llegamos a Palmira.
En Palmira después de sacar las entradas, un guía, nos iba explicando uno por uno los restos que perduran, de lo que fue Palmira antes y después del Imperio romano. Visitamos el templo o santuario de Bel, la divinidad suprema de Palmira. El arco monumental, construido en tiempos del emperador Séptimo Severo. La gran columnata, que flanqueaba a una larga calle de tiempos romanos de más de un Km. de largo. El Santuario de Nebo, dios de los oráculos. Las termas de Diocleciano. El teatro. Los restos del senado. El santuario de Baalshamin, y por último la necrópolis.
Después del recorrido observando la mayoría de los restos, y cuando el calor apretaba de lo lindo, accedimos al Museo, en donde se recopilan las piezas encontradas.
Como habíamos pasado toda la mañana bebiendo agua fría para contrarrestar el calor, al salir del museo la invité a tomar unos refrescos, en uno de los múltiples hoteles-restaurantes que existen en la ciudad nueva, y allí nos quedamos a comer. Helena me dijo que estaba muy bien el restaurante, que lo conocía de otras veces que había visitado las ruinas. Para mí –le dije-, que sean buenos o malos restaurantes me da igual, ya que las comidas al no estar habituado a ellas, necesito hacer un gran esfuerzo poder tragarlas
Así que acepté de buen grado lo que Helena decidió, sobre todo por el cansancio de estar toda la mañana de pie.
Regresamos a Damasco, le dije que tenía un compromiso con unos señores que me iban a enseñar alguna antigüedad y cosas típicas de Siria, por si quería llevarme algún recuerdo.
-No se, si te lo he dicho -le indiqué a Helena-, te tengo guardada una sorpresa como despedida: he reservado una habitación en el gran hotel Tadmor, que como sabes, su nombre se debe a que así se llamaba Palmira en la antigüedad, es sin duda alguna el mejor hotel de Damasco, como ya supongo que sabrás. No han podido hasta mañana comunicarme el número de la habitación, por estar casi todo ocupado. Mañana temprano te llamaré y te lo indicaré. Tienes que estar allí alrededor de las ocho, para tomar algo antes de cenar y cuando llegues subes a la habitación y me esperas en el interior, si yo no he llegado. Te tengo reservada una gran sorpresa, que quiero que la recibas en la habitación antes de cenar.
-Tendré que ponerme la mejor ropa para que me dejen pasar.
-No creo que se fijen mucho en la ropa, más se fijan en la cartera, pero no te preocupes que yo invito y el recepcionista, ya está enterado que una chica que se llama Helena me acompañará durante toda la noche. No tendrás problema alguno al ir conmigo, buena propina me costó.
-Allí estaré si no hay novedad.
-Si la hubiese, me avisas para anular la cena.
Saqué del bolsillo cien dólares y se los di para que se comprara un vestido de noche, unos zapatos y un bolso a juego, estarás guapísima.
Tenía que convencer a Lara y me quedaba solo una tarde y una mañana, para que la noche del día siguiente acudiese al hotel Tadmor, en donde yo reservaría una habitación para celebrar la gran despedida final, antes de partir para España. A Lara la sucedía lo mismo que a Helena y a otras muchas mujeres, le gustaba el lujo de los grandes hoteles y si era gozando de la compañía de un hombre interesante, mejor. Yo le debía una noche, ya que por las circunstancias la que me invitó a cenar, fue ella la que llevó la iniciativa. Así que cuando le dije de pasar una noche en el hotel Tadmor, le faltó tiempo para aceptar. Me indicó que salía de trabajar a las siete, a la salida pasaría a ver a sus hijos y a comunicarle a Shaida, que no cenaría ni dormiría en casa. Así que llegaré sobre las ocho u ocho y media.
-Me parece una hora adecuada, te llamaré para indicarte el número de la habitación. Cuando llegues me esperas dentro, que deseo hacerte un regalo, para que lo lleves puesto en la cena, ya sabe el recepcionista que yo te acompaño, no te preocupes si llegas tarde, con la propina que le di al recepcionista, no tendrás problema alguno en el hotel. Al llegar te identificas en recepción.
Me quedaba aquella tarde del día treinta libre, llamé a Shaida y le pregunte:
-¿Sabe Lara, que has estado ayer dos horas conmigo en el hotel?
-No, si hago el trabajo bien, Lara no me pregunta nada de mi vida particular. Por cierto, te iba a llamar ahora mismo.
-¿Algún problema?
-No, solo quiero decirte que el Sr. Omar, con el que me une una gran amistad, desea que vayas a visitarlo. Es un sirio cristiano amigo mío y de Mohamed e intimo de Teodoro. Vive en las afueras y quiere que sepas algunas cosas que desconoces. No te preocupes para encontrar su domicilio, yo te acompañaré. Tiene una caseta en el mercado árabe, pero esta tarde está en casa. Vienes a buscarme a las cinco, tomamos un taxi y lo vamos a ver antes de que te marches. Conoce las actividades de Helena y de Lara y me indicó que te dijera que tuvieses cuidado.
Subimos a un taxi como deseaba Shaida y nos dirigimos al domicilio de Omar, llamamos a la puerta y desde dentro oímos una voz que en árabe nos pedía que nos identificásemos. Shaida le dio la contraseña, nos abrió y entramos en su pequeña pero maravillosamente decorada vivienda.
¡Ah, eres tú! Exclamó cuando vio a Shaida.
-Os voy a presentar, Carlos, este señor es Omar. Estreché su mano pronunciando la palabra encantado. Nos mandó sentar mientras nos preparaba unas tazas de té frió que nos sirvió acompañado de unas pastas; sin otras dilaciones comenzamos a hablar de las cosas que nos habían llevado hasta su persona.
-Supongo que ya conoce cosas de mí por Shaida, le acarició los cabellos, y exclamó: ¡Esta es nuestra mejor espía que tenemos en Damasco!
-Algo conozco, sí, pero quisiera conocer más de lo que usted sabe de Teodoro y de nuestras “amigas” Lara y Helena. Su experiencia por el tiempo que lleva trabajando para el Servicio secreto, nos puede ser de gran utilidad.
-Soy muy negativo con respecto a que suelten por ahora a Teodoro, los sirios son muy severos con los espías que detienen, si no hay un intercambio con otros espías, permanecerá en la cárcel por mucho tiempo. Ahora bien, Teodoro posee poderes un poco sobrenaturales, por lo tanto no debemos de perder la esperanza.  
-Shaida sabe mi teléfono, si saliera de la cárcel estos días tienen que llamarme, debe de aclararme algunas cosas; si no saliera yo intentaré solucionar el problema antes de marcharme a España.
-En relación a las dos espías mencionadas ¿Desde cuando conoce usted su identidad? En otras palabras ¿Cuándo se enteró de que Helena era una espía infiltrada en nuestro Servicio secreto y que Lara trabaja para Israel?
-Lo de Helena la noche que la conocí. Lo de Lara es distinto, tal vez sin que sepamos la causa, trabaje para el espionaje hebreo por vocación y no por dinero, tiene su casa llena de símbolos hebreos de gran valor, muy representativos del pueblo israelí desde Moisés. Ya se que la está vigilando Shaida en su domicilio, le he dicho que tenga mucho cuidado, Lara tiene la sangre muy fría y si se entera de que todo este tiempo estuvo bajo la vigilancia de Shaida, es capaz de hacerla desaparecer.
Contra mí no creo que tenga nada, se portó muy bien cuando me interrogó en el Servicio secreto sirio; al dejarme libre por orden de su jefe Alí. Me invitó a cenar, aunque había que pensar que lo hizo por disfrutar del sexo con un hombre occidental. Por si eso fuera poco a favor de Lara, a la mañana siguiente dos agentes tenían que trasladarme hasta donde estaba mi grupo; temiendo por mi vida, me metió en el bolso de la chaqueta una pistola, viendo luego su comportamiento, no se a que quería jugar, tal vez deseaban ambas recibir los honores de ser la autora de mi futuro asesinato.
Yo le tenía aprecio, pero estando en Palmira, Helena me dijo que por culpa de Lara, habían muerto muchos inocentes libaneses cristianos. Lo mismo me comentó Teodoro, todo ello fue creando en mí la idea de hacer desaparecer a las dos: Helena y Lara, la misma noche y en el mismo lugar.
-Usted es la persona más indicada para hacerlo.
-Ya le dije a Shaida, que como espías nuestra misión es investigar y pasar los informes a nuestros superiores del Servicio secreto, para que ellos los entreguen a los verdugos, si lo creen conveniente.
Yo no sería capaz de apretar el gatillo, ni obligar a nadie que lo haga. Le prometo que emplearé una forma de hacerlas desaparecer, sin intervenir en su muerte directamente. No es nada fácil, recen para que lo consiga.
-No esperaba otra cosa de usted, estoy convencido de que lo conseguirá, me indicó Omar.
-Ya veremos-le contesté-.
-¿Lleva ahí la pistola? ¿La ha estudiado?-Preguntó Omar.
-Sí, no la he quitado para nada del bolso de la americana, al no tener ocasión de usarla, no sé si funciona o no.
-¿La puedo ver?
Le entregué el arma, sacó el cargador y pudo observar que los cartuchos eran de fogueo.
-¿Así que las dos me quieren liquidar?
-Digamos que se quieren matar entre ellas y se aprovechan de usted para lograr su fin. Si se le presenta la ocasión de estar solas, intentarán liquidar la una a la otra. No cabe duda de que la que quede con vida, intentará asesinarlo, sería un testigo peligroso y hará todo lo posible para matarlo.
Nos fuimos de allí coincidiendo mis ideas con las de Omar, teníamos que eliminar a las dos terroristas y el hombre confiaba en mí, como la única persona que podía hacerlo. No Había duda de que no conocía mi plan y me gustaría observar sus reacciones cuando se enterase de él por Mohamed.
Acompañé a Shaida a por los niños al colegio y unos minutos antes de su casa la dejé, no vaya a ser que nos vea Lara -le dije-, y nos despedimos. No la volví a ver hasta cierto tiempo después.
A la mañana siguiente me levanté a las nueve, me bajé a desayunar tranquilo, a continuación hice la maleta y pagué mi estancia en recepción, dejándole una propina de cuarenta dólares al recepcionista, por haberme informado dos días antes, de que en donde se hablaba español era en el hotel Tadmor, tiene el inconveniente -me dijo-, de que es muy caro. Le pregunté si no había inconveniente de dejar allí la maleta en un rincón, hasta un poco más tarde que vendría a recogerla.
-Ninguno –me contestó-, con gran amabilidad después de recibir la propina.
Deseaba dejar allí la maleta hasta hablar con Mohameh, él me diría si era mejor recogerla con el disfraz o sin él.
Salí a la calle camino de la casa de Mohamed de allí tenía que salir con la nueva imagen; paré un taxi que me llevó hasta cerca de su apartamento, me disfrazó como habíamos quedado y me entregó el pasaporte falso.
-Guárdalo –me indicó-, va a quedar en tu poder hasta que lleguemos al Cairo. Después de nuestra intensa relación ya nos tuteábamos, esto indicaba confianza y amistad. Luego fue el mejor amigo que tuve en Egipto y en Siria, en mis nuevas aventuras.
Salí a la calle como el Sr. Mohamed Siad de nacionalidad siria, le hice señas a un taxista y le dije que me llevara al hotel Tadmor.
-¿Se dedica usted al negocio del petróleo?
-¿Por qué?
Por dos motivos: es el primero de hoy que no me regateó el precio del taxi y por alojarse en ese gran hotel, al llegar saqué del bolsillo veinte dólares y le dije que se quedara con la vuelta, se puso tan contento que además de darme las gracias varias veces, me hizo no se cuantas reverencias.
Entré en el hotel, saqué del bolsillo cien dólares, los dejé sobre el mostrador y le dije al recepcionista que deseaba reservar una habitación para esta tarde-noche.
-No tenemos, pero para usted siempre queda alguna libre.
-Gracias, quiero pagársela ahora ¿Cuánto es?
-Son cien dólares, saqué de nuevo doscientos dólares y le hice un gesto con la mano indicándole que se quedara con la vuelta.
-Le voy a dar la mejor que me queda, la doscientos dos.
- Mi nombre es Mohamed Siad, aquí tiene el pasaporte. Estoy citado con dos chicas, quiero probar lo del trío, que no lo he hecho nunca y tengo la mujer al acecho. Así que la documentación se la pide a las dos muchachas, que seguramente llegarán antes que yo. Una vez que lleguen les dice que me esperen en la habitación, que no salgan de ella para nada, puede aparecer por aquí mi mujer y no me interesan los escándalos.
-Si ellas me dejan su documentación no hay problema, debo de tomar nota de ella por orden de la dirección, ya sabe…
-Sí que lo se. De todas las maneras le pido la máxima discreción de mi presencia aquí. ¿Está usted casado?
-No señor.
-Enhorabuena, si se llega a casar no lo haga con una cristiana, si no quiere que su vida sea un continuo tormento, y por supuesto olvídese de tener relación con otras mujeres, si no es a escondidas, como me sucede hoy a mí.
Me marché de nuevo a casa de Mohamed, necesitaba que me retirase el disfraz para poder ir a recoger la maleta y llevármela a su casa. Luego teníamos que ir a comer y por la tarde recluirnos en su domicilio, hasta el día siguiente a la hora de acudir a la estación de autobuses para desplazarnos a Amman.
A la mañana siguiente la primera cosa que hizo mi amigo fue disfrazarme y ver si estaba toda la documentación en regla. Observando que todo estaba bien, tomamos un pequeño desayuno y recogimos las maletas.
Llegó la hora de partir sobre las doce de la mañana del día uno de agosto. Paramos un taxi y durante el camino hasta la estación, Mohamed como sabía hablar muy bien el español, por miedo a que el taxista se enterase de algo, hablamos en mi idioma del tiempo que hacía en Siria, que no llovía apenas y que se estaba convirtiendo en un desierto y de muchas cosas más, ni una palabra de lo nuestro.
Al llegar a la frontera tuvimos que hacer un trasbordo por cambio de autobús, me indicó Mohamed que estuviese tranquilo que era lo normal. Los autobuses no tienen permiso para cruzar la frontera de un país al otro.
Pasamos el control del pasaporte sin problema alguno, lo abrieron por donde estaba la fotografía, lo sellaron y me lo devolvieron. El autobús nos dejó tan cerca del aeropuerto de Amman, que no fue preciso coger taxi alguno.
Llegamos al aeropuerto, una señorita nos dijo que transitásemos hasta la terminal dos. Mohamed se encargó de facturar el equipaje y de recoger los billetes del avión. Pasamos el control del pasaporte sin problema, y nos indicaron que subiésemos al primer piso para embarcar. Después de más de una hora nos comunicaron que la puerta de embarque era la número 5. Tras otra hora de espera, subimos al avión.
Durante el vuelo, me entró cierto nerviosismo, ¿Sería capaz de entrar en el Cairo sin problemas? Muy pronto la sabría, ya que la azafata anunció que en quince minutos aterrizaríamos en el aeropuerto del Cairo.
Aterrizamos e inmediatamente había que pasar el control del pasaporte, lo hicimos sin encontrar dificultad; a continuación nos dijeron que debíamos de acudir a recoger los equipajes. Ya con las maletas en nuestro poder, mientras que Mohamed quedó al cuidado de ellas, yo pasé al servicio para retirar el disfraz y adquirir mi auténtica personalidad. Metí todo en una bolsa como habíamos quedado y se la entregué a Mohamed. Este me pidió el pasaporte y me indicó que lo esperase unos minutos al cuidado de las maletas, que pronto volvería. No habían pasado diez minutos cuando apareció con mi pasaporte sellado con la entrada en Egipto.
-Buen trabajo, le dije-.
-No tiene importancia, todo se arregla con un billete de cien.
Cuando salíamos del aeropuerto, Mohamed me dijo:
-La reserva que le hice para España en una compañía egipcia, al ser mañana domingo, el avión no sale hasta el lunes a las diez y media. Como mi trabajo no termina hasta verlo acomodado en el interior del aparato que lo traslade a España, tendremos que pasar estos dos días en un hotel. Así conocerá usted algo del Cairo, una de las ciudades más cosmopolita y artística del mundo árabe. Hay que tener mucho cuidado, la ciudad es un auténtico nido de espías.
Cogimos dos habitaciones en un hotel situado cerca de las pirámides, después de cenar, dimos un paseo por las orillas del Nilo que Mohamed conocía a la perfección. Me dijo que no era muy conveniente salir por la ciudad a esa hora y quedamos para desayunar a las nueve de la mañana del día siguiente. Cuando llegué al comedor ya me estaba esperando el amigo, recogí el desayuno y regresé a su mesa. Antes de que me sentara me colocó dos periódicos sirios sobre la mesa para que los leyera, y me manifestó:
-¡Buen trabajo amigo mío!
-No se a que te refieres.
Como insistía, le dije:
-Perdona, pero no se leer el árabe.
Me leyó una columna de la primera página: dos espías se matan entre ellas en la habitación de un lujoso hotel de Damasco. La autopsia practicada, pudo demostrar que las balas encontrada en cada uno de sus cuerpos, partencia al arma de la rival. Le indiqué que no siguiera leyendo, y le dije:
La muerte de las espías, aunque yo no intervine directamente, la planifiqué por la simple razón de que pagasen por lo que habían hecho. Por estar seguro de ello, tomé la justicia por mi mano.
La muerte de Helena la llevé a cabo, por haber informado a los sirios de que Teodoro era un espía cristiano al servicio de los cristianos del Líbano, y de que los sirios lo apresaran y lo tengan recluido en una dura prisión, si es que aún conserva la vida. Ahora bien, lo hice sobre todo por estar seguro de que me esperaba en Jordania, una vez que me dejaron libre los sirios, para liquidarme, de acuerdo con los agentes del Servicio secreto sirio. Si no lo hizo fue porque no pudo.
La muerte de Lara la llevé a cabo por un problema mucho más complejo. Al comprobar, que se trataba de una espía al servicio de Israel, no la liquidé por matar los judíos a nuestro Mesías, ya que ella no tuvo culpa alguna de lo sucedido hace dos mil años.
Tampoco por la poca simpatía que nos tienen a los cristianos, los ortodoxos judíos, a pesar de la gran cantidad de divisas que le reportan aquellos a los hebreos, al peregrinar a los Santos Lugares Cristianos.
Para que te des cuenta, que fue lo que me llevó a hacerla desaparecer, permíteme que te cuente un poco de mi relación con Lara:
-Al día siguiente de que me invitase a cenar, me encontré con Shaida, su ama, y me preguntó:
-¿Qué tal la cena de esta noche con Lara?
-Mas que cenar, lo que quería era gozar del sexo con un médico occidental.
-Ten cuidado cuando estés a solas con ella, es una espía muy peligrosa y la vida de una persona no le importa absolutamente nada. Si supiera que yo colaboro con los cristianos libaneses, ya me hubiera mandado al otro mundo. Odia a los árabes aun trabajando para ellos, pero también a los cristianos. A ella se debe que los judíos matasen a seis familias cristianas del Líbano, acusadas de pasar información israelí a los árabes.
En el Líbano muchos cristianos son amigos de sus vecinos árabes y viceversa. Los cristianos eran inocentes, solo intentaban prevenir del peligro a sus amigos. No les sirvió para nada, acabaron siendo acribillados por los agentes israelitas, porque así lo había decidido el Servicio secreto hebreo.
Lara tenía que pagar por ello, a mí no me quedó otra opción que hacerles justicia a los cristianos, tanto Teodoro como Omar y Shaida, fueron mis amigos desde que llegué a Siria.
Así fue como desapareció de este mundo Lara: nada menos que de las manos de su peor enemiga a la que odiaba a muerte.
Si actuaste bien o mal, allá tu conciencia, yo en eso no me meto. Lo que deseo felicitarte -me manifestó Mohamed-, es por la inteligencia que empleaste en tu actuación; muy pocos espías están capacitados para hacer una cosa así. Las espías femeninas tienen mucho que aprender de agentes como tu.
-Me aproveché un poco de mis circunstancias (de que soy aún relativamente joven), un espía mayor no lo podría llevar a cabo, si se encontrase en mi lugar.
El día lo pasamos Mohamed y yo paseando por las orillas del Nilo, comimos en un restaurante y nos fuimos a descansar, pues al día siguiente teníamos que madrugar para acudir al aeropuerto. Allí estuvimos hablando después de sellar el pasaporte, hasta que embarqué con destino a España.