miércoles, 19 de junio de 2013

LA CONQUISTA DE CONSTANTINOPLA POR LOS TURCOS OTOMANOS



 Por Florentino Fernández

La caída de Constantinopla fundada por Constantino el Grande el año 330, sobre el lugar que ocupaba la antigua ciudad de Bizancio, pone fin al Imperio romano de Oriente, conocido también como Imperio bizantino, en honor a esa ciudad del Bósforo, rebautizada por dicho Emperador con el nombre de Constantinopla.
La fundó Constantino deseoso de borrar el recuerdo de la vieja grandeza de Roma; por creer, que dada su situación geográfica, sería más fácil de defender de la invasión de los pueblos bárbaros del centro-oriental de Europa, de los eslavos y de los persas. Había que dotar al Imperio, por lo tanto, de un centro político y militar que estuviese más cerca del frente de operaciones, que la vieja ciudad de Roma.
El Imperio romano de Oriente o Imperio bizantino, surgió fruto del testamento del emperador Teodosio el Grande, que al fallecer el año 395 d de C., divide el Imperio romano entre sus dos hijos, dejando al mayor, Arcadio, la parte oriental con el nombre de Imperio romano de Oriente, que perduró hasta el año l453, al ser conquistada por los turcos otomanos.
Constantinopla, la ciudad más rica, culta y artística de la antigüedad cristiana, capital del Imperio romano de Oriente, fue conquistada por los turcos otomanos el 29 de mayo del año l453, 1123 años tras su fundación, 1058 años después de convertirse en capital del Imperio bizantino y 1424 años posteriormente a que Octavio-Augusto, se hiciese con todas las dignidades del estado de Roma-IMPERATOR PERPETUOS-, y proclamase el Imperio romano el año 29 antes de C.
Arruinada por los latinos, tras la fracasada aventura de las cruzadas y por las luchas entre el Sacro Imperio y la santa Sede, Constantinopla a principios del siglo XIV vivía modestamente y como ejército solo disponía de bandas de aventureros. Además estaba Esteban Duchan, que como unificador de los eslavos, viendo a Bizancio amenazada por los turcos, soñó con asentar su capital en Constantinopla y restaurar el gran imperio griego.
Esteban (l308-l355) primero rey y luego emperador de los servios, durante su juventud estuvo exiliado en Constantinopla. Tenía la intención de crear un imperio servio-bizantino que sustituyera al Imperio romano de Oriente y cortase el avance de los turcos. Después de hacerse con Bulgaria y Macedonia occidental, tuvo que cesar el avance hacia Constantinopla al ser atacado por Carlos Roberto, rey de Hungría.
Aliado de Juan Cantacuceno contra el joven emperador Juan V Paleólogo, mientras aquel fue emperador, Esteban, se hizo proclamar emperador de los romanos, de los servios, de los búlgaros y de los albaneses. Antes de intentar adueñarse de Constantinopla y erigirse defensor del cristianismo contra los turcos, por suerte para estos ya que era un gran guerrero y legislador, después de conquistar Adrianópolis, falleció.
Con Esteban por el norte y los turcos por el este, la ciudad, débil económicamente y sin flota destruida por los latinos al conquistarla, Constantinopla era presa fácil de sus enemigos, atraídos por la gran riqueza que aún atesoraba la metrópoli, y sobre todo por tratarse de la cuna de la civilización antigua y centro espiritual cristiano de Oriente.
Para Constantinopla, muy debilitada, con la muerte de Esteban, el peligro ya no venía del norte sino de los turcos otomanos, que al morir el gran guerrero Tamerlan, que había creado en el centro de Asia, alrededor del Turquestán un gran imperio turco. De esta manera a los turcos otomanos les quedaba el camino libre para extenderse hacia el Este, pero viendo más positivas las riquezas occidentales, se dirigieron a Occidente, con la intención de conquistar lo que quedaba del Imperio de Bizancio. Los otomanos en un principio más que tierras lo que buscaban eran riquezas y aventuras.
Conquistadas Bursa, Nicea y Nicomedia, con estas ciudades en su poder, el victorioso bey otomano, volviese hacia el Asia Menor apoderándose de la Anatolia y el estado turco otomano quedaba fundado; orientándose en el futuro hacia los Balcanes, facilitándole la labor la descomposición del Imperio bizantino.
Constantinopla había dejado de ser la capital de un estado homogéneo. La ciudad en manos de los grandes latifundistas, nadie se preocupaba del Imperio ni de la Cristiandad.
Al fallecer el emperador Andrónico Paleólogo III el año l341, el gran mayordomo Juan Cantacuceno, destronó al joven emperador Juan V Paleólogo, desencadenándose una cruenta guerra entre los años l341 y l347. La corte pidió ayuda contra el usurpador a los búlgaros y a los venecianos, a los que Cantacuceno respondió volviéndose hacia los servios pensando que conquistarían Constantinopla y vencerían a los otomanos, como Esteban no pudo hacerse con la ciudad, la actuación de Cantacuceno permitió que los otomanos atravesaran el Bósforo hacia Occidente.
Juan Cantacuceno repetía así los gestos del prefecto pretoriano de Arcadio, Rufino, y del emperador Zenón. Rufino el año 410 envió a los visigodos contra Italia para que acabasen con el general de Honorio, Estilicen. El resultado de todo ello fue qué, Arcadio mandó asesinar a Rufino por orden de Estilicón, este además de vencer a los visigodos y mantener el Imperio de Occidente por cierto tiempo, extendió su hegemonía por las dos partes del Imperio, que era a lo que aspiraba Rufino.
El emperador Zenón (474-491) yerno y sucesor de León I, tras la muerte de su cuñado León II, temeroso del bárbaro Odoacro, que se había proclamado rey de Italia, al destronar al último emperador del Imperio romano de Occidente, Rómulo Augusto, envió contra él a su comisario imperial el rey de los ostrogodos Teodorico, que después de asesinar a Odoacro, se estableció en Rávena con la intención de proclamarse emperador del Imperio romano de Occidente. Por practicar la religión arriana y no contar con el apoyo de la Santa Sede, no lo consiguió, pero creó el reino ostrogodo de Italia, necesitando luego al emperador Justiniano, dos largas guerras para recuperar la península itálica.
Cantacuceno, consiguió ser emperador, pero no pudo impedir que el destronado Juan V Paleólogo, invistiese de nuevo la Purpura Imperial, durante dos nuevos periodos hasta el año l391. Sin embargo el daño que con su conducta había hecho al Imperio, era irreparable.
En los tres casos las consecuencias fueron desastrosas pata el Imperio. Fruto de la jugada de Cantacuceno, Tracia entera cayó en poder de los otomanos y Constantinopla desde entonces quedó rodeada por los turcos.
En l345 estalló una sangrienta revolución que ensangrentó Adrianópolis, en donde el partido de los celotas asesinó a los nobles, confiscándole sus bienes. La revolución se apoyaba en la más pura mística, que pretendía la vuelta a las ideas de los Evangelios. Esto llevó consigo a que la ciudad se emancipara de la autoridad imperial, erigiéndose en república urbana.
Aprovechando esta revuelta, el bey otomano Murat I (l319-1389) se apoderó de la ciudad y la convirtió en la capital de su imperio. Aquí reorganizó su ejército para iniciar la conquista de los Balcanes; la heroica resistencia de búlgaros y servios le impidió por aquel momento lanzar sus fuerzas contra Constantinopla. Cercado por los turcos otomanos, el Imperio Bizantino reducido a las ciudades de Constantinopla y Salónica, agonizaba.
Murat I venció a los servios en la batalla de Kosovo a cambio de perder su vida, le sucede su hijo Bayaceto I (l389-1403), aún más iletrado que su padre, termina la conquista de Servia y destrona a Juan V Paleólogo, sustituyéndolo por Juan VII y posteriormente por Manuel II. Sentía un gran odio al cristianismo y se le pasó por la cabeza, la idea de conquistar lo que quedaba del Imperio Bizantino, para incorporarlo al Islán.
A Bizancio ya no le quedaba otra opción que volver al regazo de la iglesia de Roma y obtener del papa la ayuda de Occidente.
En 1369 el emperador Juan V acudió a Roma para hacer profesión de fe católica, el clero griego reunido en un concilio desaprobó la conducta del Emperador y desde entonces no le quedó otra opción a Bizancio, ensimismada en su fanatismo religioso, que rendir vasallaje al sultán de Adrinópolis, que nombra y depone a su antojo emperadores, convertidos en sus vasallos.
El Pontífice, olvidando lo que separaba a los cristianos, trató de salvar a Constantinopla. Una vez terminada la guerra entre Francia e Inglaterra y con la Santa Sede reinstalada en la ciudad Eterna, el papa Bonifacio IX hizo un llamamiento a la Cristiandad para que se formase una cruzada contra el Islán del Imperio Otomano. El emperador del Sacro Imperio, Segismundo de Luxemburgo y el duque de Borgoña, Felipe el Atrevido, regente de Francia por la demencia que sufría Carlos VI, organizaron una expedición al mando del conde de Nevers, pero fueron vencidos por Bayaceto en Nicópolis el año l396. Al mismo tiempo que la resistencia búlgara era aniquilada por los otomanos.
En la parte oriental de Europa quedaba así asentada la supremacía del Asia musulmana, aceptada por la iglesia griega, siempre más dispuesta a pactar con el Islán que con Roma.
Para alejar a la iglesia católica de Roma del territorio griego, introducida por los feudales franceses y catalanes en sus aventuras por el Imperio bizantino, el obispo ortodoxo de Salona, pidió ayuda a Bayaceto, entregando a cambio toda la Grecia central a los turcos.
De esta forma todos los Balcanes hasta el Danubio engrosaron el gran Imperio turco, del que se libraban por ahora Constantinopla, Salónica y la costa Dálmata, apoyada en Venecia que constituyó pequeños islotes cristianos.
Bayaceto decidió acabar con estos islotes y puso sitio a Constantinopla en l399. Francia a pesar del revés de Nicópolis, envió en socorro de Constantinopla un pequeño ejército compuesto de 1.200 hombres, que con el apoyo de los navíos de Génova, destruyeron la flota turca que obligó a los otomanos a levantar el bloqueo de la ciudad.
Constantinopla decaída, ya no podía esperar más que la hora fatal de su desgracia.
Bayaceto con un ejército compuesto por bizantinos, servios y búlgaros que se habían pasado a su bando, con la toma del emirato de Konia, acabó con lo que quedaba del sultanato Seldyucida en el Asia Menor, mientras Venecia y Génova dominando el mar habrían podido romper el poderío turco, prefirieron acercarse al multan, para asegurar el comercio con Oriente imprescindible para su economía.
Tras la muerte de Tamerlan, un turco que se había hecho con un gran imperio a base de masacres y muertes por doquier, conquistando toda el Asia Menor, la Rusia meridional, el Kanato de Quitchac, Persia, la ciudad de Bagdad, parte de la India, el imperio de Egipto y la ciudad de Damasco. Dueño de un gran espacio territorial, solo le faltaba para rematar su gran obra, conquistar el naciente Imperio otomano. Iniciada su conquista, Bayaceto que cercaba Constantinopla, tuvo que abandonar su operación, para hacer frente al invasor mongol, saliendo derrotado en Ankara el año 1402. De esta forma Tamerlan se hizo con toda el Asia Menor, salvándose solo los genoveses instalados en Focea, pero rindiendo homenaje al caudillo mongol.
Cuando el caudillo bárbaro iniciaba la conquista de China, le sobrevino la muerte el año l405 y su gran imperio se deshizo y los otomanos se salvaron. Treinta años le bastaron a las tropas islámicas de Tamerlan, para consumar la ruina de la cultura musulmana en el oriente asiático.
Salvado el Imperio otomano, Sulimán (l402-l410), levantó lo que pudo del Asia Menor, arruinada por Tamerlan y Murat II (1421-1451), reinicia las conquistas turcas haciéndose con Salónica, quedando Constantinopla como un enclave dentro del Imperio turco otomano.
Con Francia e Inglaterra en guerra, Alemania enfrentada a la Santa Sede y el papa en pugna con los concilios, Occidente pasaba por una gran crisis, aun así la salvación de Constantinopla solo podía venir de Occidente.
El emperador Juan VIII acompañado de un séquito de setecientos prelados y doctores de la iglesia griega, acudieron al concilio de Florencia el año l439 para ofrecer al Sumo pontífice, el retorno de la iglesia griega oriental al regazo de su autoridad, separadas desde el año 1054.
El pueblo de Constantinopla cegado por el rencor a Roma, negó seguir las indicaciones del Emperador y de sus obispos, prefiriendo la dominación del sultán, basándose en que en los países sometidos por este, les dejaba a los ortodoxos la plena libertad de culto.
La última esperanza para Constantinopla estaba en Alberto V de Habsburgo, que con el nombre de Alberto I además de duque de Austria era rey de la Bohemia y de Hungría, y con el nombre de Alberto II, emperador germánico. Con un gran ejército salió al encuentro de los otomanos, al invadir los otomanos Hungría.
Alberto cayó en el campo de batalla y su ejército muerto de miedo se descompuso. Entonces el papa olvidándose de las diferencias entre los cristianos, predicó la cruzada.
Tras la derrota del sultán otomano ante los tártaros-turcos de Tamerlan en l402, el Imperio otomano entró en guerra civil y los príncipes otomanos recurrieron al emperador bizantino para que ejerciera de árbitro en sus querellas. El poder del emperador fuera de Constantinopla era muy limitado, por tradición y por lo que representó durante siglos, se le pedía su consejo, cuando había que resolver cuestiones políticas entre las distintas familias de sus vecinos. Incluso para los musulmanes simbólicamente era su emperador. Existió por lo tanto una época, en la que se apoyaban los dos imperios, cuando en sus cortes se generaba algún que otro problema.
Este entendimiento desapareció al subir al trono otomano Mehmet II, tras la muerte del sultán Murat II el año l451. El gran visir de Murat, Halil, era el gran valedor de los bizantinos, todo lo contrario que el nuevo sultán que alimentaba un profundo resentimiento contra el visir y un gran desprecio hacia los cristianos.
En l444 subió al trono con solo doce años, una revuelta militar conducida por Halil, lo destronó volviendo al poder Murat II. Al fallecer este último el año 1451, el joven Mehmet II con solo diecinueve años se hizo con el poder y rápidamente rompió con la política de sus antecesores. Apoyado por una nueva generación radical otomana, que soñaba con dominar toda el área, decidieron que Constantinopla debía de ser la primera en caer en su poder.
Preparado el asedio final durante el invierno  de l452-1453, Mehmet con un ejercito compuesto por 200.000 hombres, más preocupados con hacerse con las riquezas de la gran metrópoli, que por la conquista en sí, pues le inspiraba más la rapiña y la aventura, que hacerse con la ciudad.
Mehmet, se encontró con las siguientes adversidades que le imponían los cristianos:
Con la metrópoli de Constantinopla, que dada su situación geográfica natural, estaba considerada como una ciudad inexpugnable. Como hemos dicho, la había fundado Constantino el Grande el año 330, con el objeto de contar con una capital del Imperio más segura, por ser Roma una ciudad bastante vulnerable a las invasiones de los bárbaros del norte. Años más tarde Teodosio el Grande y posteriormente su nieto Teodosio II, la habían rodeado de espesas murallas por tierra y con gruesas cadenas por mar, de tal manera que se convirtió en una capital mucho más fácil de defender que la antigua Roma. Hasta esa fecha solo había sido conquistada en dos ocasiones y en ambas por sorpresa: en l204 por los caballeros de la cuarta cruzada, intentando los cruzados latinos, excomulgados por el papa Inocencio III, reponer en el trono a Isaac el Ángel. Y en l261 por el ejército libertador del emperador Miguel VIII Paleólogo.
A favor del sultán Mehmet II estaba el hecho de que la iglesia cristiana se encontraba dividida, a la llamada del papa que predicó la cruzada, solo recibió meras promesas de los monarcas cristianos europeos y tan solo acudieron a su llamada los estados de Venecia y Génova, inducidos más por sus intereses comerciales que por ayudar al Imperio cristiano romano.
Los habitantes de Constantinopla dirigidos por el mega duque Lucas Notarás, al que se le atribuye la frase “prefiero el turbante del sultán, antes que la mitra del latino”, no aceptaron la unión de la iglesia cristiana y aunque el papa Nicolás V envió al cardenal ruso, Isidoro, como legado pontificio, todo fue en vano, la población se le dio por no acudir a los oficios católicos y se abortó la alianza cristiana.
Por otro lado corrían por la ciudad malos presagios, ya que el nombre del emperador Constantino XII, coincidía con el nombre del fundador de la ciudad y temían el ciclo vital de Constantinopla se cerrase, lo mismo que había ocurrido con Roma; que fundada por Rómulo el año 753 antes de Cristo, terminó por ser conquistada por el bárbaro, rey de los hérulos, Odoacro el año 476, siendo emperador del Imperio romano de Occidente, Rómulo Augusto.
Los asediados viéndose perdidos, se congregaron en la basílica de Santa Sofia, sin distinción de credos religiosos; esperando un milagro, como había ocurrido cuando el papa León I, salió al encuentro de Atila, que intentaba destruir Roma y que según la tradición Atila percibió una visión en donde aparecían San Pedro y San Pablo, conduciendo un gran ejército tras el papa, protegiéndolo para que el azote de Dios, diese media vuelta y se retirase. Los bizantinos sacaron los iconos a la calle, pero el milagro no se realizó.
Como el emperador Constantino XII, no obtuvo de los soberanos cristianos occidentales más que vagas promesas de ayuda, más simbólica que real, entregó el mando de su escaso ejército al genovés Giovanni Giustiniani, para la defensa de la ciudad. El comandante herido o atemorizado, huyó en su nave acompañado por la mayoría de sus hombres.
Vistas así las cosas, el problema para el sultán Mehmet estaba en poder derribar las murallas construidas por Teodosio II, que la defendían por tierra ya que las cadenas que la cerraban por mar, impedían todo intento de penetración y la idea del sultán era la de abrir brecha por tierra.
Para llevar a cabo la acción contó con un cañón de potencia y alcance inauditos para aquella fecha, obra de un artesano húngaro llamado Urdan, consiguiendo con él lo que pretendía el sultán: derribar las murallas de Teodosio.
Abierto el boquete a las tres de la madrugada del día 29 de mayo del año l453, Mehmet al frente de 200.000 hombres la mayoría jenízaros, inicia el ataque y la masacre final. El Emperador consciente de su derrota, prefirió encontrar la muerte luchando, antes que caer prisionero del sultán.
Al mediodía entró en la ciudad Mehmet e inmediatamente acudió a orar a la basílica de Santa Sofía y posteriormente dio la orden de buscar la cabeza del Emperador para enviarla a Adrianópolis, clavarla en un poste puntiagudo y dejarla allí expuesta en una calle de la ciudad.
El legado pontificio Isidoro logró salvar la vida, no así el megaduque Notarás ya que el sultán al día siguiente embriagado, mandó que le trajeran a su hijo de catorce años para convertirlo en su amante, al negarse el megaduque fue decapitado con todos sus hijos varones.
La noticia de la caída de Constantinopla fue recibida con enorme conmoción en toda Europa.
Como dice el gran historiador Jacques Pirenne. El “Nabuconosor” turco, acabó con la “Jerusalén” del Bósforo, dando fin al Imperio de los césares.
Llama la atención como cambian los acontecimientos a lo largo de la historia: el gran Estado de Roma, y más tarde al convertirse en Imperio romano, destruyeron las ciudades de Cartago, Numancia y Masada, con grandes masacres finales. Lo curioso es que ni los habitantes de estas ciudades, ni los de Constantinopla tenían culpa alguna de ello. Lo hicieron por el simple afán de conquistar, sin respetar para nada la vida de las personas.

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