miércoles, 19 de junio de 2013

LOS CISMAS Y HEREJÍAS RELIGIOSOS DE LA PARTE ORIENTAL DEL IMPERIO ROMANO



Por Florentino Fernández


Los cismas y las herejías de la iglesia cristiana, se llevaron a cabo en el Imperio Bizantino (la parte oriental del Imperio romano) que heredó Arcadio, al dividir Teodosio el Grande el antiguo Imperio romano el año 395, en los siglos IV y V y más tarde entre principios del siglo VIII hasta mediados del siglo IX.
La primera herejía fue la Doctrina herética de Arrio y sus adeptos, conocida cono ARRIANISMO, cuya Doctrina aparece en el año 323, siendo Arrio un presbítero de una de las iglesias de Alejandría. Un sínodo convocado por el obispo Alejandro, para poner fin a la controversia, no convenció a Arrio y el obispo lo excomulgó.
El arrianismo negaba la divinidad del Verbo, mientras que para los cristianos seguidores de Roma el Verbo, Hijo de Dios, es verdaderamente Dios, lo mismo que el Padre.
Según Arrio y sus partidarios el Verbo solo posee una divinidad secundaria y no es realmente Dios eterno, infinito y todopoderoso.
Al ser excomulgado Arrio se dirigió hacia Palestina y con la colaboración de sus adeptos, Eusebio de Cesárea y Eusebio de Nicomedia, la doctrina se extendió por todo Oriente y por los pueblos bárbaros que invadieron el Imperio romano.
En la península Ibérica, los visigodos, y los vándalos y en Italia los ostrogodos practicaban esta doctrina, cuando se asentaron en ambas penínsulas. De ahí que mas tarde Justiniano, al reunificar el antiguo Imperio romano, intentó también unificar a la Iglesia de Roma, y envió su ejército contra estos pueblos herejes y al darle a sus conquistas un carácter de cruzada no lo hizo contra los francos que ya se habían convertido al cristianismo en el año 505.
El emperador Constantino, observando los numerosos partidarios de la doctrina de Arrio, consideró oportuno intervenir en la disputa religiosa, y al no conseguir la conciliación, convocó en junio del año 325, un concilio en Nicea de Bitinia, para condenar solemnemente a Arrio y promulgó un símbolo que definía la autentica fe católica. En él se declaraba que “Jesucristo, hijo único de Dios, nacido del padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero, engendrado y no creado”.
A pesar del concilio, el arrianismo lo seguían practicando los pueblos bárbaros y la mayor parte de la población del Imperio Bizantino, hasta que subió al trono Justiniano, que intentó por todos los medios conseguir la unión de todos los cristianos, Tampoco el gran Emperador pudo acabar con la doctrina y muchos pueblos bárbaros lo siguieron practicando hasta que se fueron convirtiendo al cristianismo años mas tarde. Los francos lo hicieron en el año 505 y los visigodos el año 589.
Más importancia que la herejía de Arrio para la Santa Sede, la tuvieron los cismas de Oriente conocidos como: Monofisismo y Nestorianismo, que aparecen en el primer tercio del siglo V, dos formas de interpretar la Doctrina de Cristo, para la Santa Sede dos herejías cristológicas.
El monofisismo partió del consejero de la corte Eutiques, y la defendía el patriarca de Alejandría: Diásporo, apoyado por la escuela de teología de Alejandría. Según ellos, de las dos naturalezas de Cristo, siguiendo el misticismo egipcio, solo tenían en cuenta la DIVINA, sin darle la más mínima importancia a la HUMANA. Cristo era Dios Divino y Sobrenatural desde su nacimiento y no hijo de Dios hecho hombre en la tierra.
La doctrina del Monofisismo, encontró fuerte oposición en Antioquia y el patriarca de Constantinopla: Nestorio, adicto a la escuela de Antioquia, proclamó que Maria no era la madre de Cristo, sino madre de Jesús como hombre, y sus partidarios apoyándose en el racionalismo griego, llegaron a no ver en Cristo, más que un hombre inspirado por Dios. Es decir que de las dos naturalezas de Cristo, solo tenían en cuenta la humana.
La Santa Sede consideró herejes a las dos doctrinas, y para condenar al nestorianismo, convocó un concilio el año 431 en la ciudad de Efeso. El concilio fue muy positivo para la iglesia ortodoxa de Cristo, ya que sus partidarios tras el concilio, no tuvieron otra opción que emigrar a Persia, en donde los sasánidas crearon un pequeño reino nestoriano, cuya capital era Hira, situada en la Mesopotamia; a la India y a China en donde los nestorianos extendieron la doctrina por sus territorios.
Desaparecido del Imperio el nestorianismo, quedaba el monofisismo y la Santa Sede a pesar de que los monofisistas exaltaban mucho la sobrenaturalidad de Cristo, difícil de combatir, consideraron a la doctrina como una herejía. Aún así la doctrina que actuaba en Egipto y Siria como iglesia soberana, se extendió por la mayor parte de los territorios del Imperio romano de Oriente, llegando a la corte del emperador Teodosio II, que había sucedido a su padre Arcadio, que la sostuvo y la reconoció como iglesia oficial del Imperio romano de Oriente.
Ante tales hechos, la Santa Sede muerto Teodosio II, convocó un concilio en la ciudad de Calcedonia el año 451, en donde condenó los errores de los monofisistas, viniendo a decir que “ el Verbo Divino, hijo unigénito de Dios, nacido de la Virgen Maria en cuanto a su humanidad, tiene dos naturalezas, sin mezcla ni confusión, sin separación ni división”.
El concilio fue un auténtico fracaso, y como cada vez se extendía más, obligó a que se alzase el papa León I el Magno (440-461), tal vez el papa más importante que tuvo la iglesia de Roma después de San Pedro y por medio de una encíclica vino a decir”, que las dos naturalezas se unen en la figura de Cristo, a un mismo tiempo sin mezclarse: Dios verdadero, hombre verdadero; Dios perfecto, hombre perfecto; Dios poderoso , hombre poderoso”. Instituye la doctrina de la ENCARNACIÓN (Unión de la naturaleza divina con la humana en la persona del Verbo), que seguimos hoy en día los católicos.
Tampoco fue suficiente la encíclica del papa para acabar con el monofisismo, ya que estos de una forma empírica le contestan al papa, presidiendo las iglesias cristianas de Oriente con crucificados en donde aparece “Cristo en la Cruz vivo, sin signos de sufrimiento en su rostro, coronado como rey de reyes, vestido con una larga túnica hasta los pies, ceñida a la cintura por un cíngulo y con los pies desnudos separados en el supedáneo de la Cruz”.
A esta representación de Cristo en la Cruz, se le vino a denominar VISIÓN TRIUNFALISTA DE CRISTO o DIOS DIVINO, al ser sobrenatural, que todo lo puede no sufriría en la Cruz, de ahí que lo coronan confiriéndole un gran poder y lo visten con una gran túnica como símbolo de pureza, sin signos de sufrimiento en su rostro y con los pies desnudos sobre el supedáneo, como símbolo de humildad y pobreza.
Para los cristianos monofisistas esta forma de representar a Cristo crucificado, aparentando estar vivo, no les aumentaba ni les disminuía la fe, sino que se trataba de una simple visión triunfante, simbolizando el triunfo de la Doctrina de Cristo-Dios, teniendo solo en cuenta su naturaleza divina. Los monofisistas lo veían así y así lo representaban.
Con el monofisismo extendido por todo el Imperio romano de Oriente, al subir al trono Justiniano (monofisista convencido), el año 527 tras veinte años de luchas inicia la reconquista de las antiguas provincias arrianas, que pertenecían al Imperio romano de Occidente, e intenta también unificar a la iglesia oriental separada tras los mencionados cismas religiosos orientales; dándole un carácter de cruzada.
Ahora bien, cuando intentó unificar a la iglesia ascendida, se encontró con más problemas que para reconquistar las provincias perdidas en la parte Occidental. En Oriente aún quedaba el monofisismo, no solo en Egipto y Siria como iglesia soberana, sino extendido por la mayor parte del Imperio bizantino. Justiniano monofisista, no le quedó otra opción que condenarlo (su esposa Teodora lo protegió), ya que no podía desechar a la iglesia de Roma, por no perder la potestad de intervenir en la elección del papa, a los que nombraba a su antojo. Así aprovechándose de esta potestad, destituyó a Silverio y nombro a Virgilio.
A caballo entre una y otra religión, llamó a los ortodoxos de Roma y a los monofisistas, para unirlos y les propuso una fórmula Cristólogica, que satisfaciera a todos. Lo propuesto por Justiniano favorecía a los monofisistas, y lo que son las cosas, los cristianos de Roma se la aceptaron, no así los monofisistas que le contestaron que no se separaban de Roma por la cuestión del Dogma, sino que se alzaban contra el centralismo que les imponía Constantinopla.
El monofisismo dejó de existir al repudiarlo el emperador Constantino IV, sobre todo para no perder la potestad de seguir nombrando a los papas Roma. Después de atraer a la iglesia ortodoxia de Roma a croatas y servios, en el sexto concilio ecuménico celebrado en Constantinopla entre los años (680-681), restableció la unidad religiosa con Roma.
Como en Oriente aún se seguía practicando el monofisismo, los papas de Roma se Alejaron doctrinalmente de Bizancio y se acercaron a los distintos reinos bárbaros-extranjeros, que se habían asentado en las distintas provincias romanas occidentales. El cisma llegó a la cumbre, cuando el emperador León III, llevó a cabo la Herejía del ICONOCLASMO el año 730.
La doctrina del iconoclasmo conocida también con el nombre de ICONOCLASIA o ICONOCLASTIA aún reconociendo legítimo el culto a Cristo, a la Virgen y a los santos, prohibía como idolátricas sus representaciones en imágenes y su veneración a ellas tributada.
Fue el emperador León III, el verdadero instigador de la herejía, que la declaró doctrina oficial en el Imperio, influenciado por varios obispos de Anatolia, que profesaban la iconofobia de los anatolios, perdiendo así la potestad de intervenir en el nombramiento de los papas, al declarar estos que dejaban de admitir obediencia alguna al emperador de Bizancio. Y no fue solo esta desobediencia sino que se perdió territorialmente casi toda Italia. La iglesia ortodoxa sufrió una verdadera persecución y el papa Gregorio III la condenó en un concilio.
La doctrina iconoclasta trajo grandes consecuencias para el Imperio bizantino y grandes beneficios para Europa. El papa se aleja de la obediencia del emperador bizantino y se acerca a los monarcas francos, creando la Europa cristiana, origen de los Imperios Carolingio y Sacro Imperio Romano.
Siguiendo la iconofobia anatólica, el iconoclasmo publicado Por León III, prohibía el uso de las imágenes religiosas en el culto religioso y que se situaran en los edificios religiosos, y que no se venerasen.
En relación a esta insólita doctrina o herejía, que brota del seno de la iglesia cristiana, hay que tener en cuenta que León III, procedía de una región de Asia Menor (región de Isauria), que por entonces ya formaba parte del Imperio árabe de Damasco, al ser conquistada por los seguidores de Mahoma el año 636. Por un lado, el Islam de Mahoma, era prácticamente una copia del cristianismo y por otro lado, está el hecho de que en el arte musulmán estaba prohibido plasmar figuras humanas.
A León III le sucede su hijo Constantino V (741-775), a su favor está, que hizo retroceder a los árabes hasta Siria, Mesopotamia y Armenia, y como por entonces en el Imperio islámico, la dinastía de los Omeyas caía en desgracia y los Abasíes que la derrotaron trasladaron la capital de Damasco A Bagdad, y se consiguió una época más o menos de paz entre ambos imperios
En contra de Constantino V, está el hecho de que a pesar de que la Santa Sede, consideró al iconoclasmo como una herejía, la doctrina alcanza la máxima virulencia durante su mandato, que al contrario que su padre, participó activamente en el debate teológico. 338 obispos reunidos en la ciudad  de Constantinopla, no fueron capaces de doblegar la voluntad del emperador.
Tras un período iconófilo restableciendo el culto a las imágenes por el emperador León IV (775- 780) que sucedió a su padre Constantino V, prosiguió con algún emperador más hasta León V.
El origen del iconoclasmo es muy complejo, sus partidarios se apoyaban en que en ciertas épocas del Antiguo Testamento, también se prohibieron las imágenes. En que los emperadores vivían mejor y por más tiempo durante la herejía. Lo más seguro sería en que al ser los instigadores emperadores de procedencia de Oriente, muy relacionados con el Imperio musulmán, había que pensar que su origen estuviese relacionado con el mundo islámico. En contra de esta teoría, está el hecho de la persecución y de las victorias de León III y Constantino V contra los musulmanes. A favor las victorias de ambos contra los búlgaros cristianos. Ahora bien, estas victorias los elevaron a la categoría de héroes y el pueblo llano acepto la doctrina.
Ala muerte de León IV, por cierto tiempo actuó como regente de su hijo menor de edad, Constantino VI (780-797) Irene, que se autoproclamó emperadora. Cruel y ambiciosa hizo que cegarán a su hijo y se quedó ella como única emperadora desde el año 797 hasta el año 802.
Como era la primera vez que el Imperio estaba bajo una mujer, le sirvió de pretexto al papa León III, para coronar a Carlomagno, con la idea de que pudiese ocupar la vacante de Bizancio y así unificar el antiguo Imperio romano.
No hay que olvidar que la intención de la iglesia de Roma al coronar a Carlomagno, no era otra que la de restaurar en antiguo Imperio romano y no solo la parte Occidental.
La muerte de Irene el año 802, dos años después de la coronación del monarca franco, impidió la unión, que nunca se llevó a cabo, aunque la iglesia lo volviese a intentar con Otón I y Otón II, casando a este con la sobrina del emperador de Bizancio, Romano II.
La restauración del iconoclasmo, se debió a la actuación de los emperadores como Nicéforo I (802-811), que sucedió a Irene y a su yerno Miguel I (811-813), que fue el que reconoció el título imperial a Carlomagno en el año 812. Estos emperadores vencidos por los búlgaros, fueron incapaces de salvar la situación. Entonces se buscó un emperador más idóneo que se encontró en la persona de León V (813-820), general de origen armenio que volvió a prohibir el uso de las imágenes religiosas, realizando una severa persecución a sus seguidores, que se intensificó durante el mandato del emperador Teófilo. Como León V sucumbió en un complot fomentado por Miguel el Tartamudo A su muerte el iconoclasmo queda suprimido, contando con un pequeño grupo de adeptos a la doctrina.
Como León V era armenio y por esa época los armenios practicaban el Islam, nos vuelve a hacer pensar una vez más, que en la implantación de la doctrina iconoclasta, tuvo mucho que ver el mundo islámico. No hay que olvidar que en Bizancio se tenía cierta repulsa hacia los papas, hasta tal punto que para muchos bizantinos, preferían tener antes, buenas relaciones con los musulmanes y luego con los turcos, que con el papa latino.
A la muerte de León V, le sucede Miguel II el Tartamudo (820-829), que favoreció la tolerancia religiosa, no pudo impedir que durante su mandato, se perdieran Creta y Sicilia.
A Miguel II le sucedió su hijo Teófilo (829-842), que volvió a intensificar la prohibición a las imágenes, a su muerte dejó un hijo menor de edad, Miguel III, la regencia fue asumida por su madre, Teodora, que fue la que en el año 843 liquidó totalmente a los iconoclastas, y el primer domingo de cuaresma del mismo año, en una solemne ceremonia señaló el restablecimiento del CULTO A LAS IMÁGENES.
Este hecho celebrado en la iglesia Oriental como la iglesia de la ORTODOXIA, marcará un hito en la historia religiosa bizantina; viene a representar el triunfo del Imperio cristiano sobre el iconoclasmo, la última gran herejía, y a reconsiderar la reconstitución de lo antiguo, volviendo a los tiempos de Constantino, Teodosio y Justiniano. Renovación que llevarán a cabo los emperadores: Miguel III el Beodo (843-867), último emperador isaurio y Basilio I (867-886), primer emperador de la dinastía macedónica, que desde el punto de vista religioso, se pueden considerar gloriosos.

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