Por Florentino Fernández
Los hechos narrados en el Apocalipsis, último libro
bíblico atribuido a San Juan, por varios historiadores de su tiempo, cargado de
un fuerte simbolismo, fueron muy bien aprovechados por el arte románico
simbólico, ya que en muchas portadas, el tímpano está ocupado con el relieve
esculpido con el Pantocrátor, que viene a ser sinónimo de todopoderoso, nombre
que aplicaban los primeros cristianos a su Dios. Muy presente en un principio
en el arte bizantino y después en el arte románico, para representar a
Jesucristo sedente.
El Pantocrátor hace alusión al gran poder de Cristo
y suele aparecer rodeado por los símbolos de los evangelistas, componiendo el
Tetramorfo, ya que van a ser los evangelistas con sus escritos, lo que den
testimonio del gran poder de Cristo como Dios.
El Pantocrátor representa a Cristo Resucitado y Glorificado-
Divina Majestad-, sentado delante de su Gloria, tomado en gran parte de la
Visión Apocalíptica del Salvador, según el Apocalipsis de San Juan.
Según esta Visión, observada por San Juan, el
Salvador sedente delante del Reino de Dios, contempla el final apocalíptico y
van a ser los evangelistas con sus escritos los que den testimonio de la Visión
del Señor. Desde este punto de vista, el Tetramorfo vendría a ser una visión
terrorífica, según el Apocalipsis de San Juan.
Según el discurso apocalíptico, al final del mundo
el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar y las estrellas caerán del
cielo. Ahora bien, esta visión apocalíptica fatalista, ya había sido
profetizada por muchos profetas del Antiguo Testamento como Jeremías, Isaías y
Ezequiel, ante las amenazas sobre los reinos de Judá e Israel, e incluso San
Pedro las profetiza, sin que nada ocurra.
Estas catástrofes cósmicas eran propias de los
escritos de entonces y el discurso y la Visión Apocalíptica, nos hablan más
bien de la desaparición metafórica del mundo viejo, dando paso a unos cielos
nuevos y una tierra nueva.
La interpretación de la Visión Apocalíptica del
Salvador, les creaba problemas a los maestros escultores románicos, que se
encontraban con dificultad para representar con la piedra esculpida, la
Divinidad de Cristo, según la idea apocalíptica, como lo hizo constar en una
inscripción, el maestro que tan magníficamente esculpió la portada de la
iglesia de San Miguel de Estella.
Tras la Visión y producida la catástrofe final,
Cristo-Dios en un inapelable Juicio Final Universal, nos ha de juzgar a todos,
de ahí que la Visión será sustituida, en los relieves de los tímpanos
románicos, por la del Juicio Final, muy presente en las iglesias románicas, con
Cristo Sedente delante de su reino, recordándonos que para merecer la Gloria de
Dios, hay que pasar por un juicio inapelable. Cristo aparece vestido con una
sencilla túnica, mostrándonos la llaga de su costado, con ángeles a ambos lados
y los Atributos de la Pasión, confiriéndole con ello al Resucitado, la potestad
de poder juzgarnos, con la Virgen y San Juan como intercesores ante Cristo,
pidiéndole clemencia para los que van a ser juzgados, y los profetas y
patriarcas componiendo el tribunal.
La Visión Apocalíptica y el Juicio Final, que tan
frecuentemente fueron esculpidos en las portadas de los monumentos románicos,
fueron tomadas de la Visión Apocalíptica, observada por San Juan y narrada en
su libro del Apocaplísis. Capitulo 20, apartados ll y 12, que nos viene a decir:
“vi un trono blanco y al que en Él se sentaba, de cuya presencia huyeron la
tierra y el cielo, sin que se encontrase su lugar”, “y vi a los muertos grandes
y pequeños, estar delante del trono, que fueron juzgados según sus obras, por
el que lo ocupada, Dios”.
El objetivo de San Juan con su Apocalipsis y más
tarde el de la iglesia medieval, era prácticamente el mismo. San Juan intenta
mantener en suspenso la atención del lector cristiano en espera del desarrollo
final, es decir mantener la fe de los cristianos en tiempos difíciles, durante
el mandato de los primeros malvados emperadores romanos, hasta que vengan otros
mejores. No hay que olvidar que San Juan
inspirado tal vez por el Espíritu Santo, sería un profeta que sabe que a tiempos
difíciles, vendrán otros mejores y lo que interesa es no perder la fe, durante
estas etapa negativa, teniendo en cuenta que a sus antecesores israelitas, les
había pasado lo mismo y que el final fue feliz.
La iglesia medieval al mandar esculpir en la portada
principal del monumento, el Dogma del Juicio Universal, el objetivo era el
mismo: Mantener la fe de los cristianos y el hacerles saber, que al final para alcanzar el Reino de Dios, hay
que pasar por un Juicio Final, y plasman en el tímpano el que ocupa el
mencionado trono del Apocalipsis, con Cristo-Dios o con el Padre Eterno, con
los justos a su derecha con júbilo, caminando hacia la Gloria de Dios, y con los pecadores a su
izquierda con pena, por ser conducidos por demonios hacia el infierno, en donde
les espera el fuego eterno.
Ahora bien, conocidas las infinitas cualidades
humanitarias de bondad y de justicia de Cristo, nos dará la oportunidad del
arrepentimiento y el Dogma del Juicio Final, más que como Cristo Juez, gira en
torno al Reino de Cristo Glorificado, tomado en gran parte de la Visión
apocalíptica de San Juan, significando el triunfo del Redentor sobre la muerte
y el pecado, como muy bien supieron darle, los maestros escultores
compostelanos en el grandioso Pórtico de la Gloria de su Catedral.
Lo de Cristo Juez por esa época, se debía a que los
Padres de la iglesia medieval, intentaban producir fuertes impactos en los
pecadores y que los llevasen al arrepentimiento.
APOCALIPSIS significa REVELACIÓN y fue un libro
profético, muy en boga en la literatura judaica en los tiempos de Cristo, es
también un libro de CONSOLACIÓN, ya que Jesús había anunciado a sus discípulos,
persecuciones y estas se cumplieron, ya que los cristianos tuvieron que sufrir
el absoluto poder de los malvados emperadores romanos y las numerosas
embestidas del judaísmo, ambos se unieron para arremeter contra los
representantes del mensaje Evangélico.
Hacía falta por lo tanto una fe a toda prueba, para
resistir los ataques de los esquizofrénicos emperadores romanos, persiguiendo a
los cristianos, sobre todo de Nerón (54-68), de Domiciano (81-96) de
Diocleciano (284-305) y de Galerio Maximiano (305-311).
Por otra parte en la tradición apostólica, quedaba
la esperanza de una segunda venida de Cristo, tal como habían anunciado los
ángeles el día de la Ascensión del Señor a los cielos.
Como el tiempo se iba alargando, el Señor no volvía
y las persecuciones no solo persistían sino que se intensificaban, creó en los
cristianos cierta desilusión y Juan como el último representante de Cristo,
compone un libro, no solo de consolación sino también de ESPERANZA, utilizando
la literatura del género, para hacer ver, que la victoria final será de Cristo
y su doctrina, y con todo el vigor dramatiza la pugna a través de los siglos
del poder del mal; simbolizando con el dragón el poder del Imperio romano.
El autor del libro se presenta como el siervo Juan,
que nos viene a decir, que recibe directamente las revelaciones que describe.
La tradición cristiana primitiva atribuye el libro
al apóstol Juan, autor también del CUARTO EVANGELIO; se basan los escritores
eclesiásticos del siglo II, apoyándose en su vocabulario ya que suele emplear
la palabra VERBO aplicada a Cristo, que solo aparece en los escritos de San
Juan, que también la denomina CORDERO, al que le atribuye la creación de las
cosas y que además son frecuentes los vocablos TESTIMONIO y VERDADERO, que San
Juan Emplea constantemente en su cuarto Evangelio.
La diferencia de estilo hay que buscarla en el
género exigido, por la modalidad artística apocalíptica, a base de alusiones
dependiendo de los apócrifos apocalípticos judaicos tan frecuentes por
entonces.
No todos los escritores e historiadores de su
tiempo, le atribuyen el libro a San Juan. El presbítero Cayo se lo atribuye a
Cerinto, hereje, contemporáneo y rival de San Juan. Dionisio de Alejandría, en
razón a las diferencias de estilo con el cuarto Evangelio, se lo atribuye a un
tal Juan, cuya tumba estaba en Efeso, al lado de la del apóstol San Juan.
Según San Cirineo, Juan contempló el Apocalipsis a
finales del mandato del emperador Domiciano, asesinado el año 96.
Eusebio, obispo de Emesa y Teólogo de la escuela de
Alejandría, nos dice que San Juan escribió estas visiones, cuando estaba
condenado en las canteras de la isla de Patmos, hoy en día aún se conservan los
restos del antiguo monasterio del Apocalipsis en esta isla, situado en lo alto
de un monte, que fue construido en torno a la cueva en donde San Juan, escuchó
la voz de Dios, que salía misteriosamente de la hendidura de una roca.
Por Plinio sabemos que el emperador Domiciano, era
cruel y monstruoso, exigía para sí el culto divino, y a los que se lo negaban,
los enviaba a las canteras de Patmos, aunque se tratase de personas ancianas.
El culto divino o máximo pontífice de la religión
pagana romana, era un atributo del emperador, incluso emperadores como
Constantino el Grande, que permitió la libertad religiosa en el Imperio romano,
dejando de perseguir a los cristianos, y levantando numerosas iglesias
cristianas, siguió ostentando por cierto tiempo, el título de MÁXIMO PONTÍFICE
de la iglesia pagana, motivo por el cual no se atrevió a proclamar a la
religión cristiana, religión oficial del Imperio ( lo hizo Teodosio el Grande
el año 393).
Los emperadores por esa fecha se consideraban dioses
y por lo tanto divinos; suponemos que San Juan quiso convencerlos, de que la
naturaleza divina era solo propia de Cristo y Domiciano lo condenó a trabajar
en las canteras.
Lo que intentaba San Juan con su libro, era la de
prevenir a los cristianos de la herejía de Cerinto, heresiarca (gnóstico) que
vivió a finales del siglo I, su doctrina fue reprobada por San Juan en sus
epístolas y que desde las predicaciones de San Pablo, adquirió cierto
protagonismo y preponderancia que fueron debilitando la fe de los cristianos, y
algo tenía que fallar en sus siete primeras iglesias, ya que San Juan solo
alaba a la de Filadelfia, quejándose de la pereza espiritual y de la tibieza de
las otras seis ( Efeso, Esmirra, Pérgamo, Tiatira, Sardes y Teodicea), que
habían perdido el primitivo fervor. Al hablar de los peligros que las acechan,
San Juan los concreta en dos: UN ANTICRISTO POLÍTICO (el poder imperial romano
que quiere girar el culto hacia el emperador). Y EL SINCRETISMO FILOSÓFICO
RELIGIOSO (sistema filosófico-religioso que trata de coordinar doctrinas
diferentes aparentemente irreconciliables). Son las dos bestias que colaboran
con el poder infernal, el gran dragón que tarta de ahogar al cristianismo
naciente (el Imperio romano).
Domiciano es el nuevo Nerón, que desencadenó la
última (hasta aquella la fecha) persecución masiva contra los cristianos y a él
alude el Nº 666 de la bestia del Apocalipsis, un auténtico demonio.
San Juan hace alusión con la bestia de siete cabezas
al emperador Domiciano, que revistió la púrpura imperial entre los años 81 y
96, cuando San Juan estaba en los otoñales años de su vida, que de poco le
sirvió ante el monstruoso emperador.
Tras la muerte de Domiciano, el vidente de Patmos
anuncia una era de paz, pero avisa que surgirán nuevas pruebas ya que los
anticristos se sucederán periódicamente, que vienen a ser personificaciones de
fuerzas colectivas, que a través de los siglos tratarán de derrocar el poder
del Cordero inmolado.
En esto no se equivocó San Juan, pues Diocleciano
(284-305) y Galerio (305-311), desencadenaron nuevas y masivas persecuciones
contra los cristianos, que puso fin Constantino el Grande (307-337), al
permitir la libertad de culto en todo el Imperio el año 3ll después de Cristo.
El libro lo componen una serie de visiones del
vidente. Ahora bien ¿Estas visiones son reales o simples dramatizaciones
ideológicas plastificadas en consonancia con el gusto apocalíptico de la época?
En el primer caso, San Juan sería un profeta que se
limita a escribir lo comunicado directamente por Dios, real o un poco imaginativamente.
En el segundo caso, el autor inspirado por el
Espíritu Santo, redactaría las profecías con fines pastorales.
Para sus seguidores, no cabe la más mínima duda de
que se trataría de visiones reales proféticas.
Las muchas alusiones a textos bíblicos y a escritos
apocalípticos judaicos, parece demostrar que toda la trama esté montada, a base
de una síntesis ideológica ideada por el autor. En este caso la VISIÓN sería un
artificio literario, para mantener en suspenso al lector cristiano, en espera del
desarrollo final. El análisis detallado del libro, parece avalar esta segunda
hipótesis, que no le quita valor alguno al mensaje de CONSOLACIÓN y de
ESPERANZA, que se propuso dar a sus seguidores el siervo Juan.
El Apocalipsis por lo tanto, viene a ser un libro
profético apocalíptico; los hechos se suceden en ciclos predeterminados por
Dios, como así fue con las nuevas persecuciones a los cristianos. Los hechos
pasados se presentan como futuros y las alusiones históricas se pierden en lo
nebuloso a base de aproximaciones conceptuales.
Se multiplican los símbolos que son muy numerosos
(bendición gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder, fortaleza en
nuestro Dios por los siglos de los siglos).
El Apocalipsis utilizando estos artificios
literarios convencionales, se eleva a una panorámica superior, bebiendo de la
tradición bíblica; los mismos mitos y leyendas utilizados en el Antiguo
Testamento, sobre todo el Génesis, son presentados ahora con una nueva
perspectiva. La idea central gira en torno del triunfo de Cristo Glorificado
sobre el poder del mal, haciendo realidad la promesa del Maestro: “yo estaré
con vosotros hasta la consumación del mundo”, inspirándoles confianza, “no
temáis yo he venido al mundo”.
Volvemos a hacer un inciso en la narración, para
testimoniar una vez más, que la idea de los Padres de la iglesia medieval, era
la de que los maestros escultores, esculpiesen en los tímpanos de las portadas
de los edificios (el marco escultórico más importante del monumento), EL
TRIUNFO DE CRISTO GLORIFICADO, de ahí que la escultura románica más
significativa, se termine con la construcción del grandioso PÓRTICO DE LA
GLORIA de la catedral compostelana, en donde se escenifica el REINO DE CRISTO
GLORIFICADO, con el triunfo del Redentor
sobre la muerte y el pecado; lo que nos indica la gran influencia que del
Apocalipsis llegó al arte románico.
El contenido del libro se mueve dentro de un mundo
imaginario apocalíptico, la persistencia de una literatura celeste dan cierta
unidad a todo el libro, que juega con distintos planos cósmicos: el abismo, el
hades, el estanque de fuego bajo la tierra, Jerusalén y Roma en la tierra y el
Cordero inmolado en el cielo, que baja a la tierra a dar la batalla definitiva,
montado en un caballo blanco como rey de reyes, señor de los señores, venciendo
a la bestia imperial.
El libro comienza dirigiéndose Juan a las siete
primeras iglesias de Asia Menor, que han perdido la fe y deben de cambiar y
recuperar su pureza espiritual, si sus seguidores desean alcanzar el Reino de
Dios.
El autor seguidor de Cristo, las critica por su poco
fervor cristiano y las previene de los muchos enemigos que las acechan, de las
que solo se salva la de Filadelfia.
Sigue con una serie de manifestaciones de Dios sobre
los hombres, a medida que se va abriendo el libro sellado con siete sellos, y
al abrir el séptimo sigue el ciclo de las siete trompetas que anuncian nuevas
calamidades para los cristianos.
A continuación viene la lucha del anticristo sobre
la iglesia en la historia, con la aparición de dos testigos y la lucha de la
mujer y el dragón, la llegada de las bestias y la manifestación del Codero y su
séquito anunciando el juicio contra Roma.
Por fin tiene lugar la venganza divina, la ruina de
Babilonia-Roma, la desaparición de las dos bestias, la victoria sobre el
dragón-demonio y el inapelable Juicio Final con cielos nuevos y tierra nueva.
Bebiendo de las diversas fuentes de autores
teológicos, hemos querido transitar en el nunca fácil argumento del
Apocalipsis, último libro bíblico que igual que el primero, el Génesis, está
muy presente en la escultura bizantina y románica, ambos fueron fuente de
inspiración sobre todo del arte románico, no solo en escultura sino también en
arquitectura, ya que los siete arcos que componen las galerías situadas en el
lado meridional de muchos edificios románicos, hacen alusión a las siete
primeras iglesias mencionadas en el Apocalipsis.
El dragón del Apocalipsis, aparece en la mayoría de
la escultura cristiana, desde las primeras manifestaciones artísticas cristianas,
hasta las últimas esculturas románicas, simbolizando y haciendo alusión al
Imperio romano, verdadero verdugo de los primeros cristianos. Sin embargo en el
arte románico moralista-costumbrista, al dragón, los autores románicos lo
fueron relacionando con el demonio, con Lucifer, el príncipe de los demonios,
al que eran conducidos los pecadores (infierno).
Lo mismo podíamos decir de la bestia de siete
cabezas apocalíptica, que hace alusión al emperador Domiciano, auténtico
asesino de los cristianos, que está muy presente en la escultura románica. Es
muy probable que la bestia que aparece esculpida en los templos de San Lorenzo
de Vallejo de Mena (Burgos) y de Santa Maria de Bareyo (Cantabria), se trate de
la bestia del Apocalipsis. Las plasmadas en el interior de la iglesia de San
Juan de Duero (Soria) y otras de esta provincia, seguramente se trate de hidras
(monstruo de siete cabezas perteneciente a la mitología griega).
De los cuatro jinetes simbólicos del Apocalipsis, el
que hace alusión a la guerra y a la peste, también se hace presente en la
escultura románica, lo mismo que en la literatura medieval. La peste ya se
conocía unos ciento veinte años antes de Cristo, e igual que la lepra se
consideraba como un castigo divino (justicia divina) sobre los pecadores, ya
que San Juan o el siervo Juan en su Apocalipsis, nos dice: “ al abrir el cuarto
sello, miré y vi a un caballo bayo, cabalgado por el jinete llamado MORTANDAD y
el infierno le acompañaba, se le dio poder sobre la cuarta parte de la tierra, para
matar con la espada, con la peste, el hambre y las fieras de la tierra”
Como San Juan nos dice, que recibe las revelaciones
directamente de Dios, profetiza por lo tanto, una serie de calamidades que le
iba a ocurrir a la población, al perder
la fe y la pureza espiritual y que mejor castigo que sufrir la enfermedad de la
peste, por medio de este jinete llamado mortandad.
El considerarla como un castigo de Dios, se debía a
que la peste era una enfermedad epidémica, aguda, febril y de elevadísima
mortalidad, y al desconocer la causa que la producía, no contaban con medios
para combatirla, lo mismo que la lepra.
En la época medieval hizo su aparición en Europa,
falleciendo a consecuencia de la epidemia dos tercios de la población.
En el siglo XVII la peste invadía a toda Castilla,
desde Santander hasta Andalucía y curiosamente coincide con un período de
hambre, que aún atestigua más el castigo divino profetizado por San Juan, y lo
simbólico pasaba a ser real, ya que el bacilo de la peste no se descubrió hasta
1894.
Los clérigos de la época del románico con su arte
simbólico, moralista y docente, desde el púlpito avisan a los pecadores, que si
no se arrepienten, recibirán el CASTIGO DIVINO, acabando en el fuego eterno del
infierno.
San Juan nos habla del Cordero Inmolado del Cielo
(Cristo), que baja a la tierra a dar la batalla definitiva, montado en un
caballo blanco, como Rey de reyes y Señor de los señores, venciendo a la bestia
imperial.
En los siglos XI y XII los obispos, clérigos, abades
etc. Mandan tallar en los tímpanos de algún que otro edificio románico:
catedral de Santiago, iglesia de Santa Maria de Carrión de los Condes
(Palencia) etc., la figura de Santiago Matamoros, luchando al lado de los
cristianos en la hipotética batalla de Clavijo. El Cordero Inmolado
personificado en la figura del apóstol Santiago, baja del cielo a la tierra
montado en un caballo blanco, para dar la batalla a la bestia representada aquí
por el Imperio islámico de Bagdad, que el año 711 invadió la península Ibérica
cristiana, con el fin de acabar con el cristianismo.
Para el cristianismo al darle a la Reconquista el
carácter de cruzada, el demonio, el anticristo o dragón, su verdadero enemigo
será el Islam.
En resumen,
el Apocalipsis es un libro de su tiempo, influenciado por la literatura judaica
de entonces, que como muchos otros gira en torno al bien y al mal.
San Juan (el bien), con una fe ciega en Cristo y su
doctrina, intenta que el cristianismo no desaparezca, sino que se extienda por
todo el mundo. Su verdadero enemigo es el Imperio romano (el mal) cuyos esquizofrénicos
emperadores, tratan de ahogarlo.
San Juan profetiza que vendrán tiempos mejores,
aunque para ello tenga que bajar el Cordero Inmolado desde el Cielo a dar la
batalla definitiva en la tierra.
No se equivocó San Juan, ya que el cristianismo
acabó imponiéndose en todo el Imperio romano, y uno de sus emperadores, la
elevó a iglesia oficial del Imperio romano.
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