miércoles, 19 de junio de 2013

Consideraciones personales sobre el Apocalipsis y su presencia en el arte medieval


Por Florentino Fernández

Los hechos narrados en el Apocalipsis, último libro bíblico atribuido a San Juan, por varios historiadores de su tiempo, cargado de un fuerte simbolismo, fueron muy bien aprovechados por el arte románico simbólico, ya que en muchas portadas, el tímpano está ocupado con el relieve esculpido con el Pantocrátor, que viene a ser sinónimo de todopoderoso, nombre que aplicaban los primeros cristianos a su Dios. Muy presente en un principio en el arte bizantino y después en el arte románico, para representar a Jesucristo sedente.
El Pantocrátor hace alusión al gran poder de Cristo y suele aparecer rodeado por los símbolos de los evangelistas, componiendo el Tetramorfo, ya que van a ser los evangelistas con sus escritos, lo que den testimonio del gran poder de Cristo como Dios.
El Pantocrátor representa a Cristo Resucitado y Glorificado- Divina Majestad-, sentado delante de su Gloria, tomado en gran parte de la Visión Apocalíptica del Salvador, según el Apocalipsis de San Juan.
Según esta Visión, observada por San Juan, el Salvador sedente delante del Reino de Dios, contempla el final apocalíptico y van a ser los evangelistas con sus escritos los que den testimonio de la Visión del Señor. Desde este punto de vista, el Tetramorfo vendría a ser una visión terrorífica, según el Apocalipsis de San Juan.
Según el discurso apocalíptico, al final del mundo el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar y las estrellas caerán del cielo. Ahora bien, esta visión apocalíptica fatalista, ya había sido profetizada por muchos profetas del Antiguo Testamento como Jeremías, Isaías y Ezequiel, ante las amenazas sobre los reinos de Judá e Israel, e incluso San Pedro las profetiza, sin que nada ocurra.
Estas catástrofes cósmicas eran propias de los escritos de entonces y el discurso y la Visión Apocalíptica, nos hablan más bien de la desaparición metafórica del mundo viejo, dando paso a unos cielos nuevos y una tierra nueva.
La interpretación de la Visión Apocalíptica del Salvador, les creaba problemas a los maestros escultores románicos, que se encontraban con dificultad para representar con la piedra esculpida, la Divinidad de Cristo, según la idea apocalíptica, como lo hizo constar en una inscripción, el maestro que tan magníficamente esculpió la portada de la iglesia de San Miguel de Estella.
Tras la Visión y producida la catástrofe final, Cristo-Dios en un inapelable Juicio Final Universal, nos ha de juzgar a todos, de ahí que la Visión será sustituida, en los relieves de los tímpanos románicos, por la del Juicio Final, muy presente en las iglesias románicas, con Cristo Sedente delante de su reino, recordándonos que para merecer la Gloria de Dios, hay que pasar por un juicio inapelable. Cristo aparece vestido con una sencilla túnica, mostrándonos la llaga de su costado, con ángeles a ambos lados y los Atributos de la Pasión, confiriéndole con ello al Resucitado, la potestad de poder juzgarnos, con la Virgen y San Juan como intercesores ante Cristo, pidiéndole clemencia para los que van a ser juzgados, y los profetas y patriarcas componiendo el tribunal.
La Visión Apocalíptica y el Juicio Final, que tan frecuentemente fueron esculpidos en las portadas de los monumentos románicos, fueron tomadas de la Visión Apocalíptica, observada por San Juan y narrada en su libro del Apocaplísis. Capitulo 20, apartados ll y 12, que nos viene a decir: “vi un trono blanco y al que en Él se sentaba, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, sin que se encontrase su lugar”, “y vi a los muertos grandes y pequeños, estar delante del trono, que fueron juzgados según sus obras, por el que lo ocupada, Dios”.
El objetivo de San Juan con su Apocalipsis y más tarde el de la iglesia medieval, era prácticamente el mismo. San Juan intenta mantener en suspenso la atención del lector cristiano en espera del desarrollo final, es decir mantener la fe de los cristianos en tiempos difíciles, durante el mandato de los primeros malvados emperadores romanos, hasta que vengan otros mejores. No hay que  olvidar que San Juan inspirado tal vez por el Espíritu Santo, sería un profeta que sabe que a tiempos difíciles, vendrán otros mejores y lo que interesa es no perder la fe, durante estas etapa negativa, teniendo en cuenta que a sus antecesores israelitas, les había pasado lo mismo y que el final fue feliz.
La iglesia medieval al mandar esculpir en la portada principal del monumento, el Dogma del Juicio Universal, el objetivo era el mismo: Mantener la fe de los cristianos y el hacerles saber, que  al final para alcanzar el Reino de Dios, hay que pasar por un Juicio Final, y plasman en el tímpano el que ocupa el mencionado trono del Apocalipsis, con Cristo-Dios o con el Padre Eterno, con los justos a su derecha con júbilo, caminando hacia  la Gloria de Dios, y con los pecadores a su izquierda con pena, por ser conducidos por demonios hacia el infierno, en donde les espera el fuego eterno.
Ahora bien, conocidas las infinitas cualidades humanitarias de bondad y de justicia de Cristo, nos dará la oportunidad del arrepentimiento y el Dogma del Juicio Final, más que como Cristo Juez, gira en torno al Reino de Cristo Glorificado, tomado en gran parte de la Visión apocalíptica de San Juan, significando el triunfo del Redentor sobre la muerte y el pecado, como muy bien supieron darle, los maestros escultores compostelanos en el grandioso Pórtico de la Gloria de su Catedral.
Lo de Cristo Juez por esa época, se debía a que los Padres de la iglesia medieval, intentaban producir fuertes impactos en los pecadores y que los llevasen al arrepentimiento.
APOCALIPSIS significa REVELACIÓN y fue un libro profético, muy en boga en la literatura judaica en los tiempos de Cristo, es también un libro de CONSOLACIÓN, ya que Jesús había anunciado a sus discípulos, persecuciones y estas se cumplieron, ya que los cristianos tuvieron que sufrir el absoluto poder de los malvados emperadores romanos y las numerosas embestidas del judaísmo, ambos se unieron para arremeter contra los representantes del mensaje Evangélico.
Hacía falta por lo tanto una fe a toda prueba, para resistir los ataques de los esquizofrénicos emperadores romanos, persiguiendo a los cristianos, sobre todo de Nerón (54-68), de Domiciano (81-96) de Diocleciano (284-305) y de Galerio Maximiano (305-311).
Por otra parte en la tradición apostólica, quedaba la esperanza de una segunda venida de Cristo, tal como habían anunciado los ángeles el día de la Ascensión del Señor a los cielos.
Como el tiempo se iba alargando, el Señor no volvía y las persecuciones no solo persistían sino que se intensificaban, creó en los cristianos cierta desilusión y Juan como el último representante de Cristo, compone un libro, no solo de consolación sino también de ESPERANZA, utilizando la literatura del género, para hacer ver, que la victoria final será de Cristo y su doctrina, y con todo el vigor dramatiza la pugna a través de los siglos del poder del mal; simbolizando con el dragón el poder del Imperio romano.
El autor del libro se presenta como el siervo Juan, que nos viene a decir, que recibe directamente las revelaciones que describe.
La tradición cristiana primitiva atribuye el libro al apóstol Juan, autor también del CUARTO EVANGELIO; se basan los escritores eclesiásticos del siglo II, apoyándose en su vocabulario ya que suele emplear la palabra VERBO aplicada a Cristo, que solo aparece en los escritos de San Juan, que también la denomina CORDERO, al que le atribuye la creación de las cosas y que además son frecuentes los vocablos TESTIMONIO y VERDADERO, que San Juan Emplea constantemente en su cuarto Evangelio.
La diferencia de estilo hay que buscarla en el género exigido, por la modalidad artística apocalíptica, a base de alusiones dependiendo de los apócrifos apocalípticos judaicos tan frecuentes por entonces.
No todos los escritores e historiadores de su tiempo, le atribuyen el libro a San Juan. El presbítero Cayo se lo atribuye a Cerinto, hereje, contemporáneo y rival de San Juan. Dionisio de Alejandría, en razón a las diferencias de estilo con el cuarto Evangelio, se lo atribuye a un tal Juan, cuya tumba estaba en Efeso, al lado de la del apóstol San Juan.
Según San Cirineo, Juan contempló el Apocalipsis a finales del mandato del emperador Domiciano, asesinado el año 96.
Eusebio, obispo de Emesa y Teólogo de la escuela de Alejandría, nos dice que San Juan escribió estas visiones, cuando estaba condenado en las canteras de la isla de Patmos, hoy en día aún se conservan los restos del antiguo monasterio del Apocalipsis en esta isla, situado en lo alto de un monte, que fue construido en torno a la cueva en donde San Juan, escuchó la voz de Dios, que salía misteriosamente de la hendidura de una roca.
Por Plinio sabemos que el emperador Domiciano, era cruel y monstruoso, exigía para sí el culto divino, y a los que se lo negaban, los enviaba a las canteras de Patmos, aunque se tratase de personas ancianas.
El culto divino o máximo pontífice de la religión pagana romana, era un atributo del emperador, incluso emperadores como Constantino el Grande, que permitió la libertad religiosa en el Imperio romano, dejando de perseguir a los cristianos, y levantando numerosas iglesias cristianas, siguió ostentando por cierto tiempo, el título de MÁXIMO PONTÍFICE de la iglesia pagana, motivo por el cual no se atrevió a proclamar a la religión cristiana, religión oficial del Imperio ( lo hizo Teodosio el Grande el año 393).
Los emperadores por esa fecha se consideraban dioses y por lo tanto divinos; suponemos que San Juan quiso convencerlos, de que la naturaleza divina era solo propia de Cristo y Domiciano lo condenó a trabajar en las canteras.
Lo que intentaba San Juan con su libro, era la de prevenir a los cristianos de la herejía de Cerinto, heresiarca (gnóstico) que vivió a finales del siglo I, su doctrina fue reprobada por San Juan en sus epístolas y que desde las predicaciones de San Pablo, adquirió cierto protagonismo y preponderancia que fueron debilitando la fe de los cristianos, y algo tenía que fallar en sus siete primeras iglesias, ya que San Juan solo alaba a la de Filadelfia, quejándose de la pereza espiritual y de la tibieza de las otras seis ( Efeso, Esmirra, Pérgamo, Tiatira, Sardes y Teodicea), que habían perdido el primitivo fervor. Al hablar de los peligros que las acechan, San Juan los concreta en dos: UN ANTICRISTO POLÍTICO (el poder imperial romano que quiere girar el culto hacia el emperador). Y EL SINCRETISMO FILOSÓFICO RELIGIOSO (sistema filosófico-religioso que trata de coordinar doctrinas diferentes aparentemente irreconciliables). Son las dos bestias que colaboran con el poder infernal, el gran dragón que tarta de ahogar al cristianismo naciente (el Imperio romano).
Domiciano es el nuevo Nerón, que desencadenó la última (hasta aquella la fecha) persecución masiva contra los cristianos y a él alude el Nº 666 de la bestia del Apocalipsis, un auténtico demonio.
San Juan hace alusión con la bestia de siete cabezas al emperador Domiciano, que revistió la púrpura imperial entre los años 81 y 96, cuando San Juan estaba en los otoñales años de su vida, que de poco le sirvió ante el monstruoso emperador.
Tras la muerte de Domiciano, el vidente de Patmos anuncia una era de paz, pero avisa que surgirán nuevas pruebas ya que los anticristos se sucederán periódicamente, que vienen a ser personificaciones de fuerzas colectivas, que a través de los siglos tratarán de derrocar el poder del Cordero inmolado.
En esto no se equivocó San Juan, pues Diocleciano (284-305) y Galerio (305-311), desencadenaron nuevas y masivas persecuciones contra los cristianos, que puso fin Constantino el Grande (307-337), al permitir la libertad de culto en todo el Imperio el año 3ll después de Cristo.
El libro lo componen una serie de visiones del vidente. Ahora bien ¿Estas visiones son reales o simples dramatizaciones ideológicas plastificadas en consonancia con el gusto apocalíptico de la época?
En el primer caso, San Juan sería un profeta que se limita a escribir lo comunicado directamente por Dios, real o un poco imaginativamente.
En el segundo caso, el autor inspirado por el Espíritu Santo, redactaría las profecías con fines pastorales.
Para sus seguidores, no cabe la más mínima duda de que se trataría de visiones reales proféticas.
Las muchas alusiones a textos bíblicos y a escritos apocalípticos judaicos, parece demostrar que toda la trama esté montada, a base de una síntesis ideológica ideada por el autor. En este caso la VISIÓN sería un artificio literario, para mantener en suspenso al lector cristiano, en espera del desarrollo final. El análisis detallado del libro, parece avalar esta segunda hipótesis, que no le quita valor alguno al mensaje de CONSOLACIÓN y de ESPERANZA, que se propuso dar a sus seguidores el siervo Juan.
El Apocalipsis por lo tanto, viene a ser un libro profético apocalíptico; los hechos se suceden en ciclos predeterminados por Dios, como así fue con las nuevas persecuciones a los cristianos. Los hechos pasados se presentan como futuros y las alusiones históricas se pierden en lo nebuloso a base de aproximaciones conceptuales.
Se multiplican los símbolos que son muy numerosos (bendición gloria y sabiduría, acción de gracias, honor, poder, fortaleza en nuestro Dios por los siglos de los siglos).
El Apocalipsis utilizando estos artificios literarios convencionales, se eleva a una panorámica superior, bebiendo de la tradición bíblica; los mismos mitos y leyendas utilizados en el Antiguo Testamento, sobre todo el Génesis, son presentados ahora con una nueva perspectiva. La idea central gira en torno del triunfo de Cristo Glorificado sobre el poder del mal, haciendo realidad la promesa del Maestro: “yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo”, inspirándoles confianza, “no temáis yo he venido al mundo”.
Volvemos a hacer un inciso en la narración, para testimoniar una vez más, que la idea de los Padres de la iglesia medieval, era la de que los maestros escultores, esculpiesen en los tímpanos de las portadas de los edificios (el marco escultórico más importante del monumento), EL TRIUNFO DE CRISTO GLORIFICADO, de ahí que la escultura románica más significativa, se termine con la construcción del grandioso PÓRTICO DE LA GLORIA de la catedral compostelana, en donde se escenifica el REINO DE CRISTO GLORIFICADO, con el triunfo del  Redentor sobre la muerte y el pecado; lo que nos indica la gran influencia que del Apocalipsis llegó al arte románico.
El contenido del libro se mueve dentro de un mundo imaginario apocalíptico, la persistencia de una literatura celeste dan cierta unidad a todo el libro, que juega con distintos planos cósmicos: el abismo, el hades, el estanque de fuego bajo la tierra, Jerusalén y Roma en la tierra y el Cordero inmolado en el cielo, que baja a la tierra a dar la batalla definitiva, montado en un caballo blanco como rey de reyes, señor de los señores, venciendo a la bestia imperial.
El libro comienza dirigiéndose Juan a las siete primeras iglesias de Asia Menor, que han perdido la fe y deben de cambiar y recuperar su pureza espiritual, si sus seguidores desean alcanzar el Reino de Dios.
El autor seguidor de Cristo, las critica por su poco fervor cristiano y las previene de los muchos enemigos que las acechan, de las que solo se salva la de Filadelfia.
Sigue con una serie de manifestaciones de Dios sobre los hombres, a medida que se va abriendo el libro sellado con siete sellos, y al abrir el séptimo sigue el ciclo de las siete trompetas que anuncian nuevas calamidades para los cristianos.
A continuación viene la lucha del anticristo sobre la iglesia en la historia, con la aparición de dos testigos y la lucha de la mujer y el dragón, la llegada de las bestias y la manifestación del Codero y su séquito anunciando el juicio contra Roma.
Por fin tiene lugar la venganza divina, la ruina de Babilonia-Roma, la desaparición de las dos bestias, la victoria sobre el dragón-demonio y el inapelable Juicio Final con cielos nuevos y tierra nueva.
Bebiendo de las diversas fuentes de autores teológicos, hemos querido transitar en el nunca fácil argumento del Apocalipsis, último libro bíblico que igual que el primero, el Génesis, está muy presente en la escultura bizantina y románica, ambos fueron fuente de inspiración sobre todo del arte románico, no solo en escultura sino también en arquitectura, ya que los siete arcos que componen las galerías situadas en el lado meridional de muchos edificios románicos, hacen alusión a las siete primeras iglesias mencionadas en el Apocalipsis.
El dragón del Apocalipsis, aparece en la mayoría de la escultura cristiana, desde las primeras manifestaciones artísticas cristianas, hasta las últimas esculturas románicas, simbolizando y haciendo alusión al Imperio romano, verdadero verdugo de los primeros cristianos. Sin embargo en el arte románico moralista-costumbrista, al dragón, los autores románicos lo fueron relacionando con el demonio, con Lucifer, el príncipe de los demonios, al que eran conducidos los pecadores (infierno).
Lo mismo podíamos decir de la bestia de siete cabezas apocalíptica, que hace alusión al emperador Domiciano, auténtico asesino de los cristianos, que está muy presente en la escultura románica. Es muy probable que la bestia que aparece esculpida en los templos de San Lorenzo de Vallejo de Mena (Burgos) y de Santa Maria de Bareyo (Cantabria), se trate de la bestia del Apocalipsis. Las plasmadas en el interior de la iglesia de San Juan de Duero (Soria) y otras de esta provincia, seguramente se trate de hidras (monstruo de siete cabezas perteneciente a la mitología griega).
De los cuatro jinetes simbólicos del Apocalipsis, el que hace alusión a la guerra y a la peste, también se hace presente en la escultura románica, lo mismo que en la literatura medieval. La peste ya se conocía unos ciento veinte años antes de Cristo, e igual que la lepra se consideraba como un castigo divino (justicia divina) sobre los pecadores, ya que San Juan o el siervo Juan en su Apocalipsis, nos dice: “ al abrir el cuarto sello, miré y vi a un caballo bayo, cabalgado por el jinete llamado MORTANDAD y el infierno le acompañaba, se le dio poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con la espada, con la peste, el hambre y las fieras de la tierra”
Como San Juan nos dice, que recibe las revelaciones directamente de Dios, profetiza por lo tanto, una serie de calamidades que le iba a  ocurrir a la población, al perder la fe y la pureza espiritual y que mejor castigo que sufrir la enfermedad de la peste, por medio de este jinete llamado mortandad.
El considerarla como un castigo de Dios, se debía a que la peste era una enfermedad epidémica, aguda, febril y de elevadísima mortalidad, y al desconocer la causa que la producía, no contaban con medios para combatirla, lo mismo que la lepra.
En la época medieval hizo su aparición en Europa, falleciendo a consecuencia de la epidemia dos tercios de la población.
En el siglo XVII la peste invadía a toda Castilla, desde Santander hasta Andalucía y curiosamente coincide con un período de hambre, que aún atestigua más el castigo divino profetizado por San Juan, y lo simbólico pasaba a ser real, ya que el bacilo de la peste no se descubrió hasta 1894.
Los clérigos de la época del románico con su arte simbólico, moralista y docente, desde el púlpito avisan a los pecadores, que si no se arrepienten, recibirán el CASTIGO DIVINO, acabando en el fuego eterno del infierno.
San Juan nos habla del Cordero Inmolado del Cielo (Cristo), que baja a la tierra a dar la batalla definitiva, montado en un caballo blanco, como Rey de reyes y Señor de los señores, venciendo a la bestia imperial.
En los siglos XI y XII los obispos, clérigos, abades etc. Mandan tallar en los tímpanos de algún que otro edificio románico: catedral de Santiago, iglesia de Santa Maria de Carrión de los Condes (Palencia) etc., la figura de Santiago Matamoros, luchando al lado de los cristianos en la hipotética batalla de Clavijo. El Cordero Inmolado personificado en la figura del apóstol Santiago, baja del cielo a la tierra montado en un caballo blanco, para dar la batalla a la bestia representada aquí por el Imperio islámico de Bagdad, que el año 711 invadió la península Ibérica cristiana, con el fin de acabar con el cristianismo.
Para el cristianismo al darle a la Reconquista el carácter de cruzada, el demonio, el anticristo o dragón, su verdadero enemigo será el Islam.
 En resumen, el Apocalipsis es un libro de su tiempo, influenciado por la literatura judaica de entonces, que como muchos otros gira en torno al bien y al mal.
San Juan (el bien), con una fe ciega en Cristo y su doctrina, intenta que el cristianismo no desaparezca, sino que se extienda por todo el mundo. Su verdadero enemigo es el Imperio romano (el mal) cuyos esquizofrénicos emperadores, tratan de ahogarlo.
San Juan profetiza que vendrán tiempos mejores, aunque para ello tenga que bajar el Cordero Inmolado desde el Cielo a dar la batalla definitiva en la tierra.
No se equivocó San Juan, ya que el cristianismo acabó imponiéndose en todo el Imperio romano, y uno de sus emperadores, la elevó a iglesia oficial del Imperio romano.

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