Por Florentino Fernández
La caída de Constantinopla fundada por Constantino
el Grande el año 330, sobre el lugar que ocupaba la antigua ciudad de Bizancio,
pone fin al Imperio romano de Oriente, conocido también como Imperio bizantino,
en honor a esa ciudad del Bósforo, rebautizada por dicho Emperador con el
nombre de Constantinopla.
La fundó Constantino deseoso de borrar el recuerdo
de la vieja grandeza de Roma; por creer, que dada su situación geográfica,
sería más fácil de defender de la invasión de los pueblos bárbaros del
centro-oriental de Europa, de los eslavos y de los persas. Había que dotar al
Imperio, por lo tanto, de un centro político y militar que estuviese más cerca
del frente de operaciones, que la vieja ciudad de Roma.
El Imperio romano de Oriente o Imperio bizantino,
surgió fruto del testamento del emperador Teodosio el Grande, que al fallecer
el año 395 d de C., divide el Imperio romano entre sus dos hijos, dejando al
mayor, Arcadio, la parte oriental con el nombre de Imperio romano de Oriente,
que perduró hasta el año l453, al ser conquistada por los turcos otomanos.
Constantinopla, la ciudad más rica, culta y
artística de la antigüedad cristiana, capital del Imperio romano de Oriente,
fue conquistada por los turcos otomanos el 29 de mayo del año l453, 1123 años tras
su fundación, 1058 años después de convertirse en capital del Imperio bizantino
y 1424 años posteriormente a que Octavio-Augusto, se hiciese con todas las
dignidades del estado de Roma-IMPERATOR PERPETUOS-, y proclamase el Imperio
romano el año 29 antes de C.
Arruinada por los latinos, tras la fracasada
aventura de las cruzadas y por las luchas entre el Sacro Imperio y la santa
Sede, Constantinopla a principios del siglo XIV vivía modestamente y como
ejército solo disponía de bandas de aventureros. Además estaba Esteban Duchan,
que como unificador de los eslavos, viendo a Bizancio amenazada por los turcos,
soñó con asentar su capital en Constantinopla y restaurar el gran imperio
griego.
Esteban (l308-l355) primero rey y luego emperador de
los servios, durante su juventud estuvo exiliado en Constantinopla. Tenía la
intención de crear un imperio servio-bizantino que sustituyera al Imperio
romano de Oriente y cortase el avance de los turcos. Después de hacerse con
Bulgaria y Macedonia occidental, tuvo que cesar el avance hacia Constantinopla
al ser atacado por Carlos Roberto, rey de Hungría.
Aliado de Juan Cantacuceno contra el joven emperador
Juan V Paleólogo, mientras aquel fue emperador, Esteban, se hizo proclamar
emperador de los romanos, de los servios, de los búlgaros y de los albaneses.
Antes de intentar adueñarse de Constantinopla y erigirse defensor del
cristianismo contra los turcos, por suerte para estos ya que era un gran
guerrero y legislador, después de conquistar Adrianópolis, falleció.
Con Esteban por el norte y los turcos por el este,
la ciudad, débil económicamente y sin flota destruida por los latinos al
conquistarla, Constantinopla era presa fácil de sus enemigos, atraídos por la
gran riqueza que aún atesoraba la metrópoli, y sobre todo por tratarse de la
cuna de la civilización antigua y centro espiritual cristiano de Oriente.
Para Constantinopla, muy debilitada, con la muerte
de Esteban, el peligro ya no venía del norte sino de los turcos otomanos, que
al morir el gran guerrero Tamerlan, que había creado en el centro de Asia,
alrededor del Turquestán un gran imperio turco. De esta manera a los turcos
otomanos les quedaba el camino libre para extenderse hacia el Este, pero viendo
más positivas las riquezas occidentales, se dirigieron a Occidente, con la
intención de conquistar lo que quedaba del Imperio de Bizancio. Los otomanos en
un principio más que tierras lo que buscaban eran riquezas y aventuras.
Conquistadas Bursa, Nicea y Nicomedia, con estas
ciudades en su poder, el victorioso bey otomano, volviese hacia el Asia Menor
apoderándose de la Anatolia y el estado turco otomano quedaba fundado;
orientándose en el futuro hacia los Balcanes, facilitándole la labor la
descomposición del Imperio bizantino.
Constantinopla había dejado de ser la capital de un
estado homogéneo. La ciudad en manos de los grandes latifundistas, nadie se
preocupaba del Imperio ni de la Cristiandad.
Al fallecer el emperador Andrónico Paleólogo III el
año l341, el gran mayordomo Juan Cantacuceno, destronó al joven emperador Juan
V Paleólogo, desencadenándose una cruenta guerra entre los años l341 y l347. La
corte pidió ayuda contra el usurpador a los búlgaros y a los venecianos, a los
que Cantacuceno respondió volviéndose hacia los servios pensando que
conquistarían Constantinopla y vencerían a los otomanos, como Esteban no pudo
hacerse con la ciudad, la actuación de Cantacuceno permitió que los otomanos
atravesaran el Bósforo hacia Occidente.
Juan Cantacuceno repetía así los gestos del prefecto
pretoriano de Arcadio, Rufino, y del emperador Zenón. Rufino el año 410 envió a
los visigodos contra Italia para que acabasen con el general de Honorio,
Estilicen. El resultado de todo ello fue qué, Arcadio mandó asesinar a Rufino
por orden de Estilicón, este además de vencer a los visigodos y mantener el
Imperio de Occidente por cierto tiempo, extendió su hegemonía por las dos
partes del Imperio, que era a lo que aspiraba Rufino.
El emperador Zenón (474-491) yerno y sucesor de León
I, tras la muerte de su cuñado León II, temeroso del bárbaro Odoacro, que se
había proclamado rey de Italia, al destronar al último emperador del Imperio
romano de Occidente, Rómulo Augusto, envió contra él a su comisario imperial el
rey de los ostrogodos Teodorico, que después de asesinar a Odoacro, se
estableció en Rávena con la intención de proclamarse emperador del Imperio
romano de Occidente. Por practicar la religión arriana y no contar con el apoyo
de la Santa Sede, no lo consiguió, pero creó el reino ostrogodo de Italia,
necesitando luego al emperador Justiniano, dos largas guerras para recuperar la
península itálica.
Cantacuceno, consiguió ser emperador, pero no pudo
impedir que el destronado Juan V Paleólogo, invistiese de nuevo la Purpura Imperial,
durante dos nuevos periodos hasta el año l391. Sin embargo el daño que con su
conducta había hecho al Imperio, era irreparable.
En los tres casos las consecuencias fueron
desastrosas pata el Imperio. Fruto de la jugada de Cantacuceno, Tracia entera cayó
en poder de los otomanos y Constantinopla desde entonces quedó rodeada por los
turcos.
En l345 estalló una sangrienta revolución que
ensangrentó Adrianópolis, en donde el partido de los celotas asesinó a los
nobles, confiscándole sus bienes. La revolución se apoyaba en la más pura
mística, que pretendía la vuelta a las ideas de los Evangelios. Esto llevó
consigo a que la ciudad se emancipara de la autoridad imperial, erigiéndose en
república urbana.
Aprovechando esta revuelta, el bey otomano Murat I (l319-1389)
se apoderó de la ciudad y la convirtió en la capital de su imperio. Aquí
reorganizó su ejército para iniciar la conquista de los Balcanes; la heroica
resistencia de búlgaros y servios le impidió por aquel momento lanzar sus
fuerzas contra Constantinopla. Cercado por los turcos otomanos, el Imperio
Bizantino reducido a las ciudades de Constantinopla y Salónica, agonizaba.
Murat I venció a los servios en la batalla de Kosovo
a cambio de perder su vida, le sucede su hijo Bayaceto I (l389-1403), aún más
iletrado que su padre, termina la conquista de Servia y destrona a Juan V
Paleólogo, sustituyéndolo por Juan VII y posteriormente por Manuel II. Sentía
un gran odio al cristianismo y se le pasó por la cabeza, la idea de conquistar
lo que quedaba del Imperio Bizantino, para incorporarlo al Islán.
A Bizancio ya no le quedaba otra opción que volver
al regazo de la iglesia de Roma y obtener del papa la ayuda de Occidente.
En 1369 el emperador Juan V acudió a Roma para hacer
profesión de fe católica, el clero griego reunido en un concilio desaprobó la
conducta del Emperador y desde entonces no le quedó otra opción a Bizancio,
ensimismada en su fanatismo religioso, que rendir vasallaje al sultán de
Adrinópolis, que nombra y depone a su antojo emperadores, convertidos en sus
vasallos.
El Pontífice, olvidando lo que separaba a los
cristianos, trató de salvar a Constantinopla. Una vez terminada la guerra entre
Francia e Inglaterra y con la Santa Sede reinstalada en la ciudad Eterna, el
papa Bonifacio IX hizo un llamamiento a la Cristiandad para que se formase una
cruzada contra el Islán del Imperio Otomano. El emperador del Sacro Imperio,
Segismundo de Luxemburgo y el duque de Borgoña, Felipe el Atrevido, regente de
Francia por la demencia que sufría Carlos VI, organizaron una expedición al
mando del conde de Nevers, pero fueron vencidos por Bayaceto en Nicópolis el
año l396. Al mismo tiempo que la resistencia búlgara era aniquilada por los
otomanos.
En la parte oriental de Europa quedaba así asentada
la supremacía del Asia musulmana, aceptada por la iglesia griega, siempre más
dispuesta a pactar con el Islán que con Roma.
Para alejar a la iglesia católica de Roma del
territorio griego, introducida por los feudales franceses y catalanes en sus
aventuras por el Imperio bizantino, el obispo ortodoxo de Salona, pidió ayuda a
Bayaceto, entregando a cambio toda la Grecia central a los turcos.
De esta forma todos los Balcanes hasta el Danubio
engrosaron el gran Imperio turco, del que se libraban por ahora Constantinopla,
Salónica y la costa Dálmata, apoyada en Venecia que constituyó pequeños islotes
cristianos.
Bayaceto decidió acabar con estos islotes y puso
sitio a Constantinopla en l399. Francia a pesar del revés de Nicópolis, envió
en socorro de Constantinopla un pequeño ejército compuesto de 1.200 hombres,
que con el apoyo de los navíos de Génova, destruyeron la flota turca que obligó
a los otomanos a levantar el bloqueo de la ciudad.
Constantinopla decaída, ya no podía esperar más que
la hora fatal de su desgracia.
Bayaceto con un ejército compuesto por bizantinos,
servios y búlgaros que se habían pasado a su bando, con la toma del emirato de
Konia, acabó con lo que quedaba del sultanato Seldyucida en el Asia Menor,
mientras Venecia y Génova dominando el mar habrían podido romper el poderío
turco, prefirieron acercarse al multan, para asegurar el comercio con Oriente
imprescindible para su economía.
Tras la muerte de Tamerlan, un turco que se había
hecho con un gran imperio a base de masacres y muertes por doquier, conquistando
toda el Asia Menor, la Rusia meridional, el Kanato de Quitchac, Persia, la
ciudad de Bagdad, parte de la India, el imperio de Egipto y la ciudad de
Damasco. Dueño de un gran espacio territorial, solo le faltaba para rematar su
gran obra, conquistar el naciente Imperio otomano. Iniciada su conquista,
Bayaceto que cercaba Constantinopla, tuvo que abandonar su operación, para
hacer frente al invasor mongol, saliendo derrotado en Ankara el año 1402. De
esta forma Tamerlan se hizo con toda el Asia Menor, salvándose solo los
genoveses instalados en Focea, pero rindiendo homenaje al caudillo mongol.
Cuando el caudillo bárbaro iniciaba la conquista de
China, le sobrevino la muerte el año l405 y su gran imperio se deshizo y los
otomanos se salvaron. Treinta años le bastaron a las tropas islámicas de
Tamerlan, para consumar la ruina de la cultura musulmana en el oriente
asiático.
Salvado el Imperio otomano, Sulimán (l402-l410),
levantó lo que pudo del Asia Menor, arruinada por Tamerlan y Murat II
(1421-1451), reinicia las conquistas turcas haciéndose con Salónica, quedando
Constantinopla como un enclave dentro del Imperio turco otomano.
Con Francia e Inglaterra en guerra, Alemania
enfrentada a la Santa Sede y el papa en pugna con los concilios, Occidente
pasaba por una gran crisis, aun así la salvación de Constantinopla solo podía
venir de Occidente.
El emperador Juan VIII acompañado de un séquito de
setecientos prelados y doctores de la iglesia griega, acudieron al concilio de
Florencia el año l439 para ofrecer al Sumo pontífice, el retorno de la iglesia
griega oriental al regazo de su autoridad, separadas desde el año 1054.
El pueblo de Constantinopla cegado por el rencor a
Roma, negó seguir las indicaciones del Emperador y de sus obispos, prefiriendo
la dominación del sultán, basándose en que en los países sometidos por este,
les dejaba a los ortodoxos la plena libertad de culto.
La última esperanza para Constantinopla estaba en
Alberto V de Habsburgo, que con el nombre de Alberto I además de duque de
Austria era rey de la Bohemia y de Hungría, y con el nombre de Alberto II,
emperador germánico. Con un gran ejército salió al encuentro de los otomanos,
al invadir los otomanos Hungría.
Alberto cayó en el campo de batalla y su ejército
muerto de miedo se descompuso. Entonces el papa olvidándose de las diferencias
entre los cristianos, predicó la cruzada.
Tras la derrota del sultán otomano ante los
tártaros-turcos de Tamerlan en l402, el Imperio otomano entró en guerra civil y
los príncipes otomanos recurrieron al emperador bizantino para que ejerciera de
árbitro en sus querellas. El poder del emperador fuera de Constantinopla era
muy limitado, por tradición y por lo que representó durante siglos, se le pedía
su consejo, cuando había que resolver cuestiones políticas entre las distintas
familias de sus vecinos. Incluso para los musulmanes simbólicamente era su
emperador. Existió por lo tanto una época, en la que se apoyaban los dos
imperios, cuando en sus cortes se generaba algún que otro problema.
Este entendimiento desapareció al subir al trono
otomano Mehmet II, tras la muerte del sultán Murat II el año l451. El gran
visir de Murat, Halil, era el gran valedor de los bizantinos, todo lo contrario
que el nuevo sultán que alimentaba un profundo resentimiento contra el visir y
un gran desprecio hacia los cristianos.
En l444 subió al trono con solo doce años, una
revuelta militar conducida por Halil, lo destronó volviendo al poder Murat II.
Al fallecer este último el año 1451, el joven Mehmet II con solo diecinueve
años se hizo con el poder y rápidamente rompió con la política de sus
antecesores. Apoyado por una nueva generación radical otomana, que soñaba con
dominar toda el área, decidieron que Constantinopla debía de ser la primera en
caer en su poder.
Preparado el asedio final durante el invierno de l452-1453, Mehmet con un ejercito
compuesto por 200.000 hombres, más preocupados con hacerse con las riquezas de
la gran metrópoli, que por la conquista en sí, pues le inspiraba más la rapiña
y la aventura, que hacerse con la ciudad.
Mehmet, se encontró con las siguientes adversidades
que le imponían los cristianos:
Con la metrópoli de Constantinopla, que dada su
situación geográfica natural, estaba considerada como una ciudad inexpugnable.
Como hemos dicho, la había fundado Constantino el Grande el año 330, con el
objeto de contar con una capital del Imperio más segura, por ser Roma una
ciudad bastante vulnerable a las invasiones de los bárbaros del norte. Años más
tarde Teodosio el Grande y posteriormente su nieto Teodosio II, la habían
rodeado de espesas murallas por tierra y con gruesas cadenas por mar, de tal
manera que se convirtió en una capital mucho más fácil de defender que la
antigua Roma. Hasta esa fecha solo había sido conquistada en dos ocasiones y en
ambas por sorpresa: en l204 por los caballeros de la cuarta cruzada, intentando
los cruzados latinos, excomulgados por el papa Inocencio III, reponer en el
trono a Isaac el Ángel. Y en l261 por el ejército libertador del emperador
Miguel VIII Paleólogo.
A favor del sultán Mehmet II estaba el hecho de que
la iglesia cristiana se encontraba dividida, a la llamada del papa que predicó
la cruzada, solo recibió meras promesas de los monarcas cristianos europeos y
tan solo acudieron a su llamada los estados de Venecia y Génova, inducidos más
por sus intereses comerciales que por ayudar al Imperio cristiano romano.
Los habitantes de Constantinopla dirigidos por el
mega duque Lucas Notarás, al que se le atribuye la frase “prefiero el turbante
del sultán, antes que la mitra del latino”, no aceptaron la unión de la iglesia
cristiana y aunque el papa Nicolás V envió al cardenal ruso, Isidoro, como
legado pontificio, todo fue en vano, la población se le dio por no acudir a los
oficios católicos y se abortó la alianza cristiana.
Por otro lado corrían por la ciudad malos presagios,
ya que el nombre del emperador Constantino XII, coincidía con el nombre del
fundador de la ciudad y temían el ciclo vital de Constantinopla se cerrase, lo
mismo que había ocurrido con Roma; que fundada por Rómulo el año 753 antes de
Cristo, terminó por ser conquistada por el bárbaro, rey de los hérulos, Odoacro
el año 476, siendo emperador del Imperio romano de Occidente, Rómulo Augusto.
Los asediados viéndose perdidos, se congregaron en
la basílica de Santa Sofia, sin distinción de credos religiosos; esperando un
milagro, como había ocurrido cuando el papa León I, salió al encuentro de
Atila, que intentaba destruir Roma y que según la tradición Atila percibió una
visión en donde aparecían San Pedro y San Pablo, conduciendo un gran ejército
tras el papa, protegiéndolo para que el azote de Dios, diese media vuelta y se
retirase. Los bizantinos sacaron los iconos a la calle, pero el milagro no se
realizó.
Como el emperador Constantino XII, no obtuvo de los
soberanos cristianos occidentales más que vagas promesas de ayuda, más
simbólica que real, entregó el mando de su escaso ejército al genovés Giovanni
Giustiniani, para la defensa de la ciudad. El comandante herido o atemorizado,
huyó en su nave acompañado por la mayoría de sus hombres.
Vistas así las cosas, el problema para el sultán
Mehmet estaba en poder derribar las murallas construidas por Teodosio II, que
la defendían por tierra ya que las cadenas que la cerraban por mar, impedían
todo intento de penetración y la idea del sultán era la de abrir brecha por
tierra.
Para llevar a cabo la acción contó con un cañón de
potencia y alcance inauditos para aquella fecha, obra de un artesano húngaro
llamado Urdan, consiguiendo con él lo que pretendía el sultán: derribar las
murallas de Teodosio.
Abierto el boquete a las tres de la madrugada del
día 29 de mayo del año l453, Mehmet al frente de 200.000 hombres la mayoría
jenízaros, inicia el ataque y la masacre final. El Emperador consciente de su
derrota, prefirió encontrar la muerte luchando, antes que caer prisionero del
sultán.
Al mediodía entró en la ciudad Mehmet e
inmediatamente acudió a orar a la basílica de Santa Sofía y posteriormente dio
la orden de buscar la cabeza del Emperador para enviarla a Adrianópolis, clavarla
en un poste puntiagudo y dejarla allí expuesta en una calle de la ciudad.
El legado pontificio Isidoro logró salvar la vida,
no así el megaduque Notarás ya que el sultán al día siguiente embriagado, mandó
que le trajeran a su hijo de catorce años para convertirlo en su amante, al
negarse el megaduque fue decapitado con todos sus hijos varones.
La noticia de la caída de Constantinopla fue
recibida con enorme conmoción en toda Europa.
Como dice el gran historiador Jacques Pirenne. El
“Nabuconosor” turco, acabó con la “Jerusalén” del Bósforo, dando fin al Imperio
de los césares.
Llama la atención como cambian los acontecimientos a
lo largo de la historia: el gran Estado de Roma, y más tarde al convertirse en
Imperio romano, destruyeron las ciudades de Cartago, Numancia y Masada, con
grandes masacres finales. Lo curioso es que ni los habitantes de estas
ciudades, ni los de Constantinopla tenían culpa alguna de ello. Lo hicieron por
el simple afán de conquistar, sin respetar para nada la vida de las personas.